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¿Estamos solos en el cosmos?

Los exobiólogos no pierden la esperanza de encontrar otro planeta similar a la Tierra, que esté situado en la zona de habitabilidad de su estrella y también posea vida. 

CONCIENCIA AUTOR 87/Antonio_Cruz 27 DE MAYO DE 2023 23:25 h
Imagen de Antonio Cruz.

El universo es extraordinariamente grande, rico y variado. Sabemos que fuera del sistema solar existen también planetas que orbitan alrededor de otras estrellas. Son los llamados “exoplanetas” o planetas extrasolares. El primero de ellos fue descubierto en 1995 y se le llamó 51-Pegasi-b, aunque posteriormente se le cambió el nombre por el de Dimidio. Se trata de un exoplaneta que gira alrededor de una estrella similar al Sol y por el que sus descubridores, Didier Queloz y Michel Mayor, ganaron el Permio Nobel de Física. A partir de esa fecha, el hallazgo de nuevos exoplanetas ha dejado prácticamente de ser noticia porque se descubren unos 150 exoplanetas de media cada año. Hoy ya son más de 5.000 los exoplanetas descubiertos y su número sigue creciendo. Sin embargo, hasta el momento, ninguno posee las condiciones adecuadas para la vida, como las existentes en la Tierra. Al parecer, los planetas como el nuestro -si es que existen- son muy raros en el universo. 



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En un trabajo científico publicado en agosto del 2021 y centrado en las condiciones necesarias que debe tener un exoplaneta para que en él se pueda dar la fotosíntesis basada en el oxígeno y, por tanto, la existencia de una biosfera compleja como la terrestre, se pudo comprobar que tales planetas son mucho menos comunes en el cosmos de lo que se pensaba.[1] En el resumen previo de la investigación, después de analizar los miles de exoplanetas descubiertos, se confiesa que “hasta ahora, no hemos observado planetas terrestres comparables con la Tierra en términos de flujo de fotones útiles, exergía y eficiencia exergética”. La “exergía” es como una medida de la calidad de la energía disponible en el entorno e indica que nuestro planeta sigue siendo extraordinariamente singular y único. Sin embargo, los exobiólogos no pierden la esperanza de encontrar otro planeta similar a la Tierra, que esté situado en la zona de habitabilidad de su estrella y también posea vida. 



En el año 1961, el astrónomo estadounidense Frank Drake (1930-2022) inventó una fórmula matemática con la que pretendía calcular cuántas civilizaciones podía haber en la Vía Láctea. Conocida como la “ecuación de Drake” proponía que la posibilidad de comunicarnos con otra civilización avanzada de nuestra galaxia cada año era igual al ritmo de creación de estrellas similares al Sol, multiplicado por la fracción de estrellas que tienen planetas en su órbita, multiplicado por el número de estos planetas que se encuentran en la zona habitable de la estrella, multiplicado por la fracción en los que la vida se ha desarrollado, multiplicado por la fracción de planetas que poseen vida inteligente, multiplicado por la fracción en los que la civilización ha desarrollado una tecnología avanzada que le permite comunicarse, multiplicado por el número de años que una civilización inteligente y comunicativa puede existir. ¡Menuda ecuación! ¡Todo un cálculo repleto de variables de difícil comprobación! No obstante, mediante esta ecuación Drake llegó a la conclusión de que cada año deberíamos descubrir por lo menos diez civilizaciones diferentes sólo en nuestra propia galaxia.



Posteriormente, otros investigadores han venido añadiendo más variables a la multiplicación de Drake, a medida que ha aumentado el conocimiento astronómico. Sin embargo, debido al enorme desconocimiento que se tiene de muchos de sus parámetros, los resultados obtenidos han sido muy dispares. Unos dicen que por lo menos debe haber unos diez millones de civilizaciones avanzadas en la Vía Láctea, mientras que otros creen que sólo hay una, la nuestra.[2] Por tanto, a la optimista ecuación de Drake se la considera hoy como una curiosidad histórica sin relevancia real.



Durante la década de los cincuenta del pasado siglo, el físico italiano Enrico Fermi (1901-1954) junto a otros colegas estadounidenses se plantearon la cuestión acerca de si los humanos somos o no la única civilización avanzada del universo. Es lo que se conoce como la “paradoja de Fermi”, es decir, si ciertas estimaciones afirman que hay una elevada probabilidad de que existan otras civilizaciones inteligentes en el universo observable, ¿cómo es que no tenemos ninguna evidencia de ellas? ¿Dónde están? ¿Por qué no se han encontrado indicios irrefutables de su existencia, tales como sondas, transmisiones radioeléctricas, naves espaciales, etc.? ¿Será quizás porque los seres humanos somos la única civilización del cosmos o porque nuestras observaciones son defectuosas e incompletas? Hay que tener en cuenta que estas dudas le surgieron a Fermi cuando estaba trabajando en el Proyecto Manhattan, que procuraba fabricar la primera bomba atómica. Es posible que esto influyera en la respuesta que le dio a su paradoja: las civilizaciones avanzadas desarrollan una tecnología bélica letal que acaba por exterminarlas. En efecto, llegó a la conclusión de que probablemente no encontramos otras civilizaciones en el cosmos porque éstas se habrían aniquilado a sí mismas y este sería el gran peligro que se cierne también sobre la humanidad en la Tierra.



No obstante, cuando se piensa en la cantidad de acontecimientos improbables que han tenido que darse simultáneamente para hacer posible la vida en nuestro planeta, la lista se incrementa con cada nuevo descubrimiento. Vivimos en un planeta rocoso que tiene el tamaño perfecto para desarrollar un campo magnético que nos protege de los rayos solares peligrosos. La Tierra da vueltas alrededor de Sol, que es una estrella no demasiado grande cuya vida dura lo suficiente para permitir la vida y el desarrollo de la tecnología humana. Nuestra distancia al Sol es la adecuada, ni demasiado cerca ni demasiado lejos. Disponemos de agua líquida y de un ciclo hidrológico que la depura constantemente. El eje de rotación de la Tierra está ligeramente inclinado, lo que hace posible la sucesión de las estaciones, los diferentes climas y la increíble diversidad biológica. Disponemos de un satélite como la Luna que permite la estabilidad de dicho eje, ya que si no fuera así nuestro planeta bailaría como una peonza y los repentinos cambios climáticos serían incompatibles con la vida. Disponemos de un movimiento lento pero constante de las placas tectónicas de la corteza terrestre que renueva los elementos químicos disponibles en la superficie. Estamos protegidos por varios planetas del sistema solar de los impactos peligrosos de cometas y meteoritos. Poseemos una atmósfera con ozono que actúa como un escudo protector de la vida. Etcétera y etcétera.



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Se trata sólo de unos pocos detalles de la enorme lista que configura la extraordinaria singularidad de la Tierra. Y lo más sorprendente de todo es que en tales condiciones de habitabilidad apareció la vida, acontecimiento que a pesar de las muchas hipótesis todavía permanece inexplicado por la ciencia. Es casi imposible que todo esto se diera por casualidad, como creen algunos. De ahí que otros científicos sean partidarios de la llamada “teoría de la Tierra única” que dice que es muy poco probable que en cualquier otro lugar del universo hayan podido coincidir tantos factores adecuados para la vida -mucho menos aún para la inteligente- y que es posible que ésta sólo exista en la Tierra.[3]



Por tanto, ¿estamos solos en el cosmos? La comunidad científica está dividida al respecto. Quienes creen que la vida es un fenómeno relativamente fácil de producirse en cualquier planeta que reúna condiciones adecuadas, piensan que seguramente habrá otros mundos habitados por seres inteligentes y que si no tenemos constancia de ello es porque estamos muy alejados en el espacio o en el tiempo. Mientras que los que creemos que la vida no puede surgir por azar sin más, sin una inteligencia previa que la haya hecho posible dotándola de la información necesaria para ello, pensamos que quizás seamos los únicos seres materiales inteligentes del universo. Puede que estemos equivocados pero, de momento, los hechos conocidos apoyan esta creencia.



 



Notas



1] Covone, G., Ienco, R. M., Cacciapuoti, L., Inno, L. 2021, Efficiency of the oxygenic photosynthesis on Earth-like planets in the habitable zoneMonthly Notices of the Royal Astronomical Society, Vol. 505, Issue 3, August 2021, pp. 3329-3335.



[2] Alvin Powell (2009). «Life in the universe? Almost certainly. Intelligence? Maybe not»; Peter Schenkel (2006). «SETI Requires a Skeptical Reappraisal»



[3] Ward, P. & Brownlee, D. 2000, Rare Earth: Why Complex Life Is Uncommon in the Universe, Copernicus, Columbia, EEUU.


 

 


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