Para Gresham Machen, el liberalismo la principal amenaza para el Cristianismo bíblico. El catolicismo romano sólo recibe una mención superficial que, sin embargo, merece la pena considerar.
Hace exactamente un siglo, J. Gresham Machen (1881-1937) en su libro Cristianismo y Liberalismo (1923)i se enfrentó al Liberalismo como sistema alternativo al Cristianismo bíblico exponiendo sus premisas desviadas y sus resultados extraviados. Machen identificó en el Liberalismo otra religión que -aunque utilizando la terminología cristiana tradicional- la había resignificado completamente en términos del espíritu de la era moderna y, por tanto, abandonado el evangelio.ii En opinión de Machen, es el Liberalismo la principal amenaza para el Cristianismo bíblico y es contra él en quien centra su atención. El catolicismo romano sólo recibe una mención superficial que, sin embargo, merece la pena considerar porque señala una importante toma de conciencia del contexto más general de los frentes de ayer y de hoy en los que el cristianismo necesita desarrollar su discernimiento teológico.
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El panorama teológico en torno a Machen se caracteriza por la infiltración generalizada del liberalismo en la Iglesia. No se trata de un problema menor. Para decirlo sin rodeos, el problema es que el liberalismo no es cristianismo en absoluto. Según Machen, el liberalismo es “una religión tan completamente diferente del cristianismo que pertenece a una categoría distinta” (6). Machen interpreta el proyecto liberal en términos de oposición y confrontación con respecto al cristianismo. “Concerniente al evangelio mismo, el liberalismo moderno es diametralmente opuesto al cristianismo” (47).
El análisis de Machen sugiere una interpretación del proyecto liberal, es decir, el intento de reconciliar el cristianismo con el espíritu moderno, rescatando ciertos principios generales de la religión y considerándolos la “esencia del cristianismo” (5 y 53). Incluso sin citarlo directamente, está claro que Machen tiene en mente el libro seminal de Adolph von Harnack (1851-1930), el campeón de la teología liberal en la generación que precedió a Machen, sobre la esencia del cristianismo.iiiEn realidad, Harnack había tratado de lograr una comprensión histórica del cristianismo en la que su esencia original pudiera separarse de los añadidos posteriores que él entendía como dogma injustificado. Intentó aislar esta esencia utilizando un método histórico erudito que abjuraba de muchos rasgos bíblicos de la fe cristiana. Las raíces y los resultados de este proyecto son ajenos al Evangelio. Según Machen, el liberalismo “procede de una raíz totalmente distinta” (146) y “renunció a todo lo distintivo del cristianismo” (6).
En un resumen de las principales cuestiones en juego, Machen ve el abismo así: “El liberalismo difiere del cristianismo en cuanto a las presuposiciones del Evangelio (la visión de Dios y la visión del hombre), referente al Libro que contiene el Evangelio y en cuanto a la Persona cuya obra expone el Evangelio. No es de extrañar, pues, que difiera del cristianismo en su relato del evangelio mismo” (99). La divergencia no gira en torno a puntos de teología especulativa sino que afecta a “toda la vida” (146). Así, el título del libro Cristianismo y Liberalismo pretende oponer el primero al segundo y viceversa.
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Gresham Machen está de acuerdo con la reacción contra la reinterpretación liberal del Evangelio tal como se articuló en The Fundamentals, una serie de 12 volúmenes publicados entre 1910 y 1915 en los que se defendían los principios del consenso protestante tradicional. Su valoración del liberalismo no significa que Machen muestre una mentalidad maniquea, es decir, que tenga una imagen en blanco y negro de la situación en y en torno al cristianismo.
En primer lugar, no todos los miembros de las iglesias liberales deben considerarse fuera de la comunión cristiana. A pesar de toda su oposición al liberalismo, Machen admite sin reparos que “algunos liberales, aunque tal vez un número cada vez menor, son verdaderos creyentes en un Dios personal” (50-51). Machen distingue entre el liberalismo como sistema teológico diametralmente opuesto al cristianismo y los cristianos liberales que, empero pertenecer a iglesias liberales, son verdaderos creyentes en Cristo.
En segundo lugar, no todas las diferentes tradiciones teológicas fuera del campo reformado deben considerarse opuestas al cristianismo del mismo modo que el liberalismo. El enfoque de Machen no es sectario sino encaminado a discernir qué es primario y qué es secundario para la fe cristiana. Por ejemplo, “la visión premilenial” es un error, pero no un “error mortal” (41). Todavía hay mucho terreno basado en la Biblia y en los grandes credos de la Iglesia que une a todos los cristianos, independientemente de sus posiciones escatológicas. Machen aplica un eirenismo evangélico similar a las diferencias de “opinión” sobre cuestiones sacramentales entre las ramas luterana y reformada de la Iglesia (42) o sobre “la naturaleza y prerrogativas del ministerio cristiano” que dividen a los anglicanos de otros protestantes (42-43), o incluso sobre la “diferencia de opinión” entre la teología calvinista y el arminianismo (43) sobre la soberanía de Dios y la responsabilidad humana. No se puede sospechar que Machen reste importancia a todas las cuestiones teológicas, pero sostiene que “la verdadera comunión evangélica es posible entre quienes sostienen... puntos de vista marcadamente opuestos” (43). Esto quiere decir que su teología apologética no surge de una mentalidad de oposición y separatismo sino de una evaluación espiritual con discernimiento.
Llegados a este punto, se pueden evaluar adecuadamente los breves comentarios de Machen sobre el catolicismo romano. Mientras que ha calificado al liberalismo como otra religión y se ha referido a los debates intraprotestantes sobre cuestiones significagtivas, aunque secundarias, como diferencias de “opinión”, la relación con Roma está marcada por la “división” (43). En opinión de Machen, Roma representa una “perversión de la religión cristiana”. No se ofrece ninguna explicación al respecto, pero las razones teológicas de la crítica se dan por válidas, aunque no se expliquen.iv Dicho esto, la perversión de Roma es de un tipo diferente al liberalismo naturalista: este último “no es cristianismo en absoluto” (43).
Tal vez con una pizca de superficialidad, Machen reconoce que la Iglesia Católica Romana mantiene “la autoridad de las Sagradas Escrituras” y acepta “los grandes credos primitivos”. En su opinión, estos compromisos hacen que el cristianismo bíblico esté más cerca de Roma que del liberalismo, aunque “el abismo” entre Roma y la Reforma se considere profundo. Me atrevo a considerar este comentario como superficial y no indicativo de la habitual perspicacia teológica de Machen. La razón es que incluso el liberalismo defiende una cierta autoridad de las Escrituras y una cierta interpretación de los primeros credos. Estos dos elementos no se rechazan como tales, sino que se reinterpretan de tal manera que se anulan. También en el catolicismo romano se afirma una cierta autoridad de la Escritura pero, al mismo tiempo, se ve socavada por el papel entrelazado que se atribuye a la tradición y al magisterio de la Iglesia que hacen que Roma desestime la “sola Escritura” y, por tanto, rechace la autoridad última de la Escritura.
Además, Roma rinde sin duda homenaje a los primeros credos de la Iglesia, aunque los interpreta de forma expansiva, dada, por ejemplo, su doctrina mariológica inflada y su visión cooperativa de la salvación. Si Roma piensa que su mariología y eclesiología se derivan orgánicamente de los credos, es evidente que la adhesión formal a éstos no se traduce necesariamente en una recepción bíblicamente fiel de los mismos. La cuestión es que la autoridad de las Escrituras y la importancia de los credos nunca se descartan de forma descarada, tanto en el liberalismo como en el catolicismo romano. Ambas tradiciones tienen su propia manera de defenderlos de boquilla sin someterse a ellos. Machen tiene razón cuando afirma que “el cristianismo se fundamenta en la Biblia. En ella basa su pensamiento y su vida. El liberalismo, en cambio, se basa en las emociones cambiantes de los hombres pecadores” (67). Lo que omite decir es que el catolicismo romano tampoco se basa únicamente en la Biblia y, por tanto, contrasta con el cristianismo bíblico en todos sus puntos.
Mientras que Machen muestra una comprensión penetrante del liberalismo, es decir, de sus raíces ideológicas anticristianas y sus perniciosos resultados, no muestra el mismo grado de familiaridad doctrinal con el sistema teológico de Roma. Sus comentarios sobre el catolicismo romano son, por tanto, superficiales, dado que no es el tema de su libro. Según él, el “principal rival moderno del cristianismo es el liberalismo” (45). Atención: el principal, no el único. El cristianismo tiene otros rivales a su alrededor y el catolicismo romano es uno de ellos, sin presentar exactamente el mismo peligro, pero cercano a él.
Además de estas breves anotaciones, hay otros puntos que conviene destacar en la argumentación teológica de Machen. Muestran cómo su interpretación del liberalismo puede encajar también en el catolicismo romano. Por ejemplo, al hablar de la entrada del paganismo en la Iglesia en nombre del cristianismo, sostiene que “el liberalismo moderno es como el legalismo de la Edad Media, con su dependencia del mérito del hombre” (151). Aquí el liberalismo se asocia con la insistencia en el mérito humano como legado de la Edad Media. Sin embargo, su verdadero representante es Roma, con su visión cooperativa y sinérgica de la salvación incrustada en su sistema sacramental. De nuevo, Machen sostiene que el liberalismo moderno ha perdido la conciencia del pecado y ha desarrollado una “confianza suprema en la bondad humana” (55). Ciertamente, estos son rasgos del liberalismo, pero las tendencias teológicas católicas romanas actuales están subrayando progresivamente una confianza similar en la bondad humana como marca distintiva de la antropología y la hamartología de Roma. Por último, Machen se refiere a la doctrina liberal de la “paternidad universal de Dios” (53) y “la fraternidad del hombre” (133) que el liberalismo considera como la esencia del cristianismo. Cierto. En nuestro mundo contemporáneo, sin embargo, no hay institución religiosa más comprometida que el catolicismo romano con la fraternidad universal y la paternidad universal de Dios, como indica la reciente encíclica Todos hermanos (2020) del Papa Francisco. v
Las mismas desviaciones universalistas que Machen observó en el liberalismo pueden observarse también en el catolicismo romano, convirtiéndolo así en una “perversión” del cristianismo, como Machen señala acertadamente. Esto equivale a decir que las opiniones de Machen sobre el catolicismo romano tienen un alcance limitado y selectivo, necesitado de tratamientos más profundos que, no obstante, siguieran su enfoque teológico de los rivales modernos del cristianismo bíblico.
Después de un siglo, Cristianismo y Liberalismo es tan teológicamente agudo como entonces. Su análisis del antiguo liberalismo se aplica también a los nuevos desarrollos liberales. Aunque es consciente de la “perversión” del catolicismo romano, carece de la misma agudeza a la hora de abordar lo que está en juego con el evangelio de Roma. Es como si Machen viera el problema del catolicismo romano, pero no fuera su objetivo principal ni el desafío más severamente percibido. Al celebrar este libro histórico para la teología evangélica, uno puede apreciar sus puntos fuertes y sus limitaciones, que exigen un compromiso evangélico continuo con los defectos del catolicismo romano y la necesidad de una reforma bíblica de sus doctrinas y prácticas
Notas
i Christianity and Liberalism [Cristianismo y liberalismo](Nueva York, NY: The Macmillan Company, 1923). Sigo la nueva edición: Grand Rapids, MI: Eerdmans, 2009. El número de páginas se indicará directamente en el texto principal.
ii Para mi interpretación de Machen, me baso principalmente en George M. Marsden, "Understanding J. Gresham Machen", Understanding Fundamentalism and Evangelicalism [Comprender el fundamentalismo y el evangelicalismo] (Grand Rapids, MI: Eerdmans, 1991) pp. 182-201; Terry Chrisope, Toward a Sure Faith. J. Gresham Machen and the Dilemma of Biblical Criticism [El dilema de la crítica bíblica] (Fearn: Christian Focus, 2000) y D.G. Hart, Defending the Faith. J. Gresham Machen and the Crisis of Conservative Protestantism in Modern America [La defensa de la fe. J. Gresham Machen y la crisis del protestantismo conservador en la América moderna] (Phillipsburg, NJ: Presbyterian & Reformed Publ. Co., 2003).
iii Adolph von Harnack, Das Wesen des Christentums (1900); Qué es el cristianismo, trad. T.B. Saunders (Nueva York, NY: G.B. Putman's Sons, 1901).
iv Para conocer las opiniones de Machen sobre las posturas políticas y culturales católicas romanas de su época, véase D.G. Hart, Still Protesting. Why The Reformation Still Matters [Todavía protestamos. Por qué la Reforma sigue siendo importante] (Grand Rapids, MI: Reformation Heritage Books, 2018) pp. 162-164. Para una refutación católica romana de la crítica fundamentalista al catolicismo romano (que no es necesariamente descriptiva del enfoque de Machen), véase Karl Keeting, Catholicism and Fundamentalism. The Attack on "Romanism" by "Bible Christians" [Catolicismo y Fundamentalismo. El ataque al "romanismo" por los "cristianos bíblicos"] (San Francisco, CA: Ignatius Press, 1988).
v "Carta Encíclica Fratelli Tutti del Santo Padre Francisco sobre la fraternidad y la amistad social" (2020): ver aquí (consultado el 16/02/2022).
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