La Tierra posee un ciclo hidrogeológico exclusivo que no se encuentra en ningún otro lugar del sistema solar.
La Tierra es el único planeta del sistema solar que tiene continentes emergidos rodeados por agua líquida en su superficie y que, por tanto, la presencia de ríos, lagos, mares y océanos hacen posible el ciclo del agua que permite la vida tal como la conocemos. En cambio, la superficie de los planetas gaseosos suele ser completamente líquida. El inmenso océano glacial de Júpiter, por ejemplo, es una masa viscosa de hidrógeno líquido que apenas produce olas y está siempre cubierta de espesas nubes de amoníaco y agua que ocultan el Sol. No hay continentes, ni islas que sobresalgan de este océano. Se cree que Júpiter tiene un núcleo de material rocoso cubierto por un enorme manto de hidrógeno metálico líquido. Por su parte, Saturno -el señor de los anillos- es como Júpiter pero más pequeño, mientras que los océanos que envuelven por completo a Urano y Neptuno son también de hidrógeno líquido.
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No obstante, orbitando alrededor de alguno de estos grandes planetas, existen ciertos satélites que poseen agua líquida debajo de una capa de hielo, tales como los de Júpiter: Europa, Ganímedes y Calixto. Asimismo se cree que hay océanos de agua líquida bajo la superficie de dos satélites de Saturno: Titán y Encélado. De ahí que tales condiciones hagan abrigar esperanzas a muchos astrónomos de que quizás pudieran albergar formas de vida parecidas a las terrestres, aunque se trate sólo de microorganismos. ¿Hasta qué punto estos astros poseen realmente condiciones adecuadas para la vida? El hecho de que tengan agua líquida, ¿es suficiente para que existan también seres vivos? Veamos esta cuestión más detalladamente.
Desde el punto de vista biológico, los más interesantes de estos satélites podrían ser Europa y Encélado ya que los demás carecen de auténticos océanos, pues sólo presentan delgadas capas de agua líquida. Europa es un satélite de Júpiter un poco más pequeño que nuestra Luna. Su densidad media hace suponer que está constituido por un núcleo rocoso y que su corteza superficial es básicamente de agua helada. Como está orbitando alrededor del gigante Júpiter, las fuerzas de marea deforman el interior de Europa y elevan su temperatura por fricción. Esto provoca que la capa más interna del hielo se derrita y no se evapore, puesto que está protegida por la elevada presión del hielo de la superficie ya que éste no puede fundirse debido a las bajas temperaturas externas. Se cree que la capa de hielo superficial de Europa tiene un grosor de entre 10 y 100 km y que flota sobre la capa de agua líquida interna. Se supone que ésta última tendría también unos cien kilómetros de profundidad y sería de agua salada rica en compuestos orgánicos. De ahí la posibilidad de que también existieran organismos acuáticos, aunque sólo fueran microscópicos.
Sin embargo, conviene tener en cuenta las posibles dificultades para la vida que tal ambiente presenta.[1] En primer lugar, existe el peligro del bombardeo de cometas que es mucho más frecuente y potente en un planeta grande como Júpiter ya que su gravedad elevada los atrae a gran velocidad. Esto es una gran ventaja para nosotros en la Tierra, pues Júpiter constituye una especie de escudo protector u enorme aspiradora que atrae hacia sí mismo aquellos cometas que podrían impactar fatalmente contra nosotros. Sin embargo, para su satélite Europa, que está muy cercano a Júpiter esto es un grave problema. En la siguiente imagen de Europa se puede apreciar un enorme cráter de impacto de unos 50 kilómetros de diámetro.
En segundo lugar, los niveles de radiación son muy elevados en la superficie de Europa ya que posee un campo magnético bastante débil (de tan sólo un 2,5% del que existe en la Tierra) incapaz de repelerlos y esto podría extinguir cualquier forma de vida. Además, también hay que considerar las repercusiones de los movimientos de rotación y traslación sincronizados. De la misma manera que desde la Tierra siempre vemos la misma cara de la Luna (debido a que su rotación y traslación están sincronizadas), con Europa y Júpiter ocurre lo mismo. Desde la superficie de éste siempre se observa la misma cara del satélite Europa, pero esto hace que existan grandes diferencias de temperatura entre el día y la noche que serían también incompatibles con la vida.
Los océanos de Europa, tal como se ha mencionado, alcanzan una profundidad de 100 kilómetros (diez veces más que en la Tierra). Semejante espesor de agua debe ejercer una presión tan elevada que posiblemente resulta incompatible con cualquier forma de vida microbiana. Asimismo la luz del Sol no puede penetrar la espesa capa de hielo de la superficie y eso implica que los océanos de Europa tienen muy poca energía lumínica disponible para la actividad biológica. La congelación periódica que experimentan tales mares hace que el agua líquida se vuelva cada vez más salada, puesto que la sal no se incorpora al hielo, y esto mataría también a los seres vivos. En fin, Júpiter y sus 69 lunas, así como el resto de los planetas gaseosos, están fuera de la llamada Zona Habitable Circunestelar que es la región alrededor del Sol que reúne las condiciones adecuadas para la vida y es donde se halla la Tierra, por tanto es muy posible que sea también un satélite completamente estéril.
[photo_footer]Mosaico de 21 imágenes del polo sur de Encélado, tomadas por la sonda Cassini en el año 2005. Se trata de uno de los satélites de Saturno que, según los exobiólogos, podría tener vida microbiana ya que posee géiseres y fumarolas que expulsan vapor de agua e hidrógeno. Sin embargo, al estar fuera de la Zona Habitable Circunestelar, es poco probable que así sea. / Wikimedia Commons.[/photo_footer]
El satélite de Saturno llamado Encélado, en honor al gigante de la mitología griega, mide poco más de 500 km de diámetro y también está cubierto por hielo de agua. Su temperatura en superficie es muy baja ya que solamente alcanza los 198 grados centígrados bajo cero a mediodía. La sonda Cassini, enviada en el año 2006, descubrió que tiene géiseres activos cerca del polo sur que expulsan vapor de agua, hidrocarburos y cristales de hielo. Se cree que la presencia de agua líquida caliente en su interior se debe a las fuerzas de marea provocadas por Saturno. Esto es precisamente lo que hace suponer a los astrónomos que quizás en dicha agua pudiera haber microorganismos termófilos. No obstante, los mismos inconvenientes enunciados a propósito de Europa pueden plantearse también aquí. De manera que es muy posible que sólo haya vida en la Tierra, dentro del sistema solar.
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La Tierra posee un ciclo hidrogeológico exclusivo que no se encuentra en ningún otro lugar del sistema solar. Las placas tectónicas terrestres, el campo magnético oscilante, los enormes continentes, la órbita estable, el ciclo del agua y una atmósfera transparente proporcionan al planeta azul el mejor de todos los ambientes planetarios para la existencia de la vida, la inteligencia y el desarrollo de la investigación científica. No hay otro lugar mejor que la Tierra. Tal como escriben los autores de El Planeta Privilegiado: “No hay otras localizaciones descubiertas hasta la fecha que hagan la mínima sombra a este pálido punto azul, por muy pálido que les parezca a algunos”.[2]
Notas
[1] González, G. y Richards, J. W. 2006, El planeta privilegiado, Palabra, Madrid, p. 123.
[2] Ibid. p. 127.
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