Sobre estas falsificaciones edificaré mi iglesia

“Y yo también te digo, que tú eres Pedro, y sobre esta roca edificaré mi iglesia; y las puertas del Hades no prevalecerán contra ella. Y a ti daré las llaves del reino de los cielos; y todo lo que atares en la tierra será atado en los cielos; y todo lo que desatares en la tierra será desatado en el cielo” (Mateo 16:18,19) En este mismo momento el otro está ya fabricando la otra. Le llevará algunos siglos manifestarla, y esa otra aparecerá como una falsificación de la de Pedro, con engaños, milagros y prodigios. Ésta, la de Pedro, la nuestra, sin embargo, vencerá. El engaño no engañará a los escogidos.

“El Obispo de la Iglesia Romana, en quien permanece la función que el Señor encomendó singularmente a Pedro, primero entre los Apóstoles, y que había de transmitirse a sus sucesores, es cabeza del Colegio de los Obispos, Vicario de Cristo y Pastor de la Iglesia universal en la tierra; el cual, por tanto, tiene, en virtud de su función, potestad ordinaria, que es suprema, plena, inmediata y universal en la Iglesia, y que puede siempre ejercer libremente”. (Punto 331 del Código de Derecho Canónico, actualizado en 1983.) Cualquiera puede, desde una perspectiva legal, reconocer que esta proposición final sólo puede estar en manos de una megatiranía personal.

De esa tiranía procede, por ejemplo, otro aspecto. “La indulgencia es la remisión ante Dios de la pena temporal por los pecados, ya perdonados en cuanto a la culpa, que un fiel dispuesto y cumpliendo determinadas condiciones consigue por mediación de la Iglesia, la cual, como administradora de la redención, distribuye y aplica con autoridad el tesoro de las satisfacciones de Cristo y de los Santos”. (Punto 992 del citado Código.) ¡Administradora de la redención! Con una cabeza absoluta que tiene ¡potestad ordinaria, suprema, plena e inmediata! ¡Que administra el tesoro de las satisfacciones de Cristo y de los Santos! Todo junto, ¡da lo mismo! Todo vale igual. ¡Los valores de la civilización católica! (¡Ay, ay; pongan aquí lo que quieran …. que lo que yo pondría no lo puedo poner!)

El papado, que, como estructura, se va gestando poco a poco, recogiendo toda la corrupción que ya se daba en la catolicidad, del que no hay noticia (por supuesto en el Nuevo Testamento) en los primeros siglos, del que no existe ni un sólo documento histórico que acredite que Pedro siquiera estuvo en Roma, alcanza, tras un adviento de siglos, su final epifanía a mediados del siglo VIII, por mediación de los pipínidas (que logran el poder por crimen y robo) francos. El manto de su gloria y poder es una falsificación monumental, la llamada donación de Constantino. Con ese “documento” inscribieron (¡inmatricularon!) en el registro de la propiedad a todo el imperio occidental como suyo, incluyendo tierras y gentes, y luego lo que viniera (y vino América). De esto, que a casi nadie interesa, aunque es fundamental, y que sigue interesando que no interese, no se suele hablar. Nosotros, en este ratito, ya dije que charlariamos un poco, tomando como texto un estudio presentado en 1943.

El autor, Elías Tormo y Monzó (1869-1957), fue un notable intelectual y político. Rector de la Universidad de Madrid, ministro del último gobierno previo a la República, promotor de las Bellas Artes, y, lo que nos interesa especialmente, católico con todas las consecuencias. El texto, fruto de charlas anteriores, se titula : Charlas Académicas. Las grandes falsedades de la Historia. La “Donatio” de Constantino. (Boletín de la Real Academia de la Historia. Tomo 113, cuaderno 1, julio-agosto, de 1943. Con láminas.)

La paginación va desde la 57 a la 121. El autor, con la mirada puesta en España, aporta información que, por el tiempo y lugar, no deja de ser sorprendente. Dejaré los nombres de personajes tal como aparecen. Me limitaré a ponerles lo que el autor expresó, y solamente indicaré alguna apreciación entre corchetes.

[Comienza con un “enunciado previo”, muy hábil, para mostrar, ya de entrada, las consecuencias de la falsificación.] “Gregorio VII, electo Papa [éste es el de los dictatus] (quien llevaba siendo el alma, grande siempre e indomable, de los pontificados anteriores, cuando llamado Hildebrando), a los solos ocho días de pontificado propio, el 30 de abril del año 1073, a unos Príncipes o Magnates de allende que se disponían a venir a España en expedición contra los moros, que iba a capitanear Ebles de Rouci, les escribió unas graves palabras, por las cuales declaraba que toda España era parte del Patrimonio de San Pedro, o sea parte de los Estados de la Iglesia: `No ocultaros creemos que el Reino de España ya desde la antigüedad fuese del propio derecho de San Pedro, y ahora (aunque esté de moros ocupado), por ley de justicia no cancelada, pertenece de derecho, no a ningunos mortales, sino sólo a la Sede Apostólica”. [Cita de la Patrología de Migne.] Para concluir en dar la Santa Sede a Ebles de Rouci la tierra que pueda ganar a los moros.

¿No es del caso [dice el autor], pues, que se trate en España una vez del tema general de la “Donatio Constantini”? ¿De la que nacieron en varios siglos sucesos varios y muy graves a todo lo largo de la Historia de España?

[El autor, buscando fijar y limpiar la verdad histórica (pág. 59), aunque ya esté confirmada la falsificación, no la deja de lado, sino que la ve con actualidad por los efectos pasados, que todavía perduran en la Historia de España. Y avisa de los pasos necesarios que previamente se han tenido que dar para llegar a esa falsificación.]

“En cuanto a la falsedad de la “Donación” de Constantino, la tarea es ya bien sencilla, aunque las aplicaciones seculares, fueron extraordinariamente prolíficas, y secularmente muy trascendentes...

Pero sin embargo, y hasta entrado el siglo XIX, era el tema delicadísimo de tocar,  pues una buena parte del Derecho público, político, y el pontificio, tenía en la “Donación” su razón de ser, su autoridad a la vez única y plenaria... El tema de la falsedad, evidente... ya no es sino trasandado tema de Ciencia Histórica, aunque lo tengo por pieza muy fundamental para explicar la Historia de la segunda mitad de la Edad Media, y aun de siglos posteriores, aun la misma Historia de España”.

“En el siglo de la Reforma protestante, se mostró controvertida en su fundamento. Entre los Católicos se buscó, hasta aun el mismo siglo XIX, salvar la historicidad (el valor histórico)  del contenido...

En la primera Parte, relata el pseudo-Constantino su curación de la lepra, y en su conversión al Cristianismo mediante el Papa Silvestre, todo a base de la ya mucho más antigua leyenda de San Silvestre [volverá el autor a darle importancia a este hecho].

En la segunda Parte (“dispositio” o “donatio”), enumera Constantino sus testimonios de agradecimiento al Papado así:

Sanción de que todas las Iglesias de la tierra, incluidas las cuatro patriarcales de Oriente, estén debajo de la Silla de Roma;

La Iglesia de Letrán ha de ser la cabeza de todas las iglesias;

Regala al Papa el Palacio de Letrán;

Le otorga o invístele las insignias y honores imperiales;

Concede a los clérigos cardenales el rango de Senadores, calificándolos (dignificándolos) entre el patriciado y entre los Cónsules romanos.

Después de la mención de la investidura de los Papas con la mitra por parte del Emperador y del Mariscal, delátase la falsedad del gran Derecho del Estado con la donación territorial al Papa: de Roma ciudad y de todas las provincias de Italia y de las regiones de Occidente, sus lugares y sus ciudades (es decir, de todo el Occidente, que no meramente de Italia).

Finalmente viene, siéntase, que la Residencia Imperial tiene que ser trasladada a Bizancio.

La “opinión” predominante puso el origen de la “Donatio Constantitini” en Roma y en el siglo VIII, esto es el tiempo de los Papas, o Esteban III (pontífice de 752 a 757: quien consagró a Pipino), o de Paulo I (hermano e inmediato sucesor del anterior, 757-767, y quien consagró en Roma monasterio a Santos Silvestre, Esteban y Dionisio [Esta es la opción del autor]), o, bien llevada al tiempo de Adriano I (pontífice de 772 a 795).

La tendencia del falsario (o falsificador) es, no el acrecentamiento del culto a San Silvestre, sino, cual cosa más principal, la fundamentación de pretensiones de Derecho Político en pro de un Estado Eclesiástico. [Pág. 65; son copia de un texto alemán.]

[Con el texto anterior] “Se nos releva de la obligación de tratar nosotros de la tan reconocida y confirmada falsificación histórica. Ya no hay nadie en el mundo, que pueda querer desconocer el falso: la gran mentira del siglo VIII, o IX, suponiéndola del siglo IV”.

“Es inútil recordar, después de lo copiado, que después de la fecha imaginaria de 313 del falso documento, subsistió siglo y medio el ya viejo Imperio Romano en el Oriente, y que en la entronización de Césares y Augustos hasta Rómulo Augustulo (de 313 a 476) no tuvo el Pontífice de Roma parte ni siquiera ceremonial...

En realidad, añadiré, que no fue sino Teodosio I, el español, el que declaró (y no Constantino Magno) como religión de Estado a la Religión Cristiana, pero bien lejos de declarar Estado a la Iglesia.

[Constata el autor la influencia de la falsificación, a partir del siglo XI, especialmente en España, con datos que no podemos señalar aquí, pero, especialmente en la presencia, por vez primera, de un Delegado Papal, en el siglo XI. Hasta entonces, nada de eso. Luego, menciona también la norma de la visita ad limina.]

“Es el “Constitutum” o “Donatio” la que los destaca y los sublima [a los antes sólo presbíteros o diáconos ayudantes], dándoles fantásticamente la dignidad nada menos que de Senadores del viejo Senado Romano, la dignidad de “Patricios” desde luego, y a todos, tan en número plural, la aún más sublime dignidad de Cónsules... Añadiré que la púrpura, nota de la indumentaria imperial, no la tuvo todavía San Gregorio Ostiense [el  primero que vino a España], pues no se dio a los Cardenales sino dos siglos después (por Inocencio IV, Sinibaldi, 1243-1254...) 

“Después de San Gregorio Ostiense, ya toda la Historia de España de la Edad Media está henchida de intervenciones de Legados Pontificios, con jurisdicción papal delegada, en asuntos estrictamente eclesiásticos, antes desconocida en la Iglesia hispánica, pero también sobre todo en asuntos de carácter político y militar: extraeclesiástico.

La novedad de la institución cardenalicia que España vio en la primera mitad del siglo XI, aun con Papas de escasa significación, de la familia de los condes de Túsculo casi todos ellos, jovencitos a veces, aun niños, se afianzó en la segunda mitad del mismo siglo con la serie de los monjes grandes Papas enérgicos del medio siglo que simboliza San Gregorio VII, Hidelbrando. [El de los dictatus, no se olvide.] Es entonces cuando se afianza, para los siglos inmediatos, el que puede llamarse el “autoimperialismo papal” de los grandes siglos de la Edad Media. Se traduce en ellos a plena realidad viva la parte estrictamente política de la “Donatio Constantini”.

[Sobre la leyenda de Silvestre]... “Los supuestos Concilios en Roma por San Silvestre, confirmatorios del de Nicea I, son otra mentira histórica, cuyo texto se apellida “Costitutum Silvestri”; es una invención del siglo VI.

Como se ve, leyenda, documentos espurios y devociones vivas, fueron engrandeciendo la personalidad en la cual había de recaer, finalmente, la falsa “Donatio Constantini.”

[Pág. 70-72, 109, . Lamento que ya no les pueda poner más cosas. El texto es realmente valioso, pero, lo que queda más sorprendente es ¿por qué, con todos esos datos, el autor tuvo un miedo atroz a ser calificado negativamente por el papado? Seguramente el misterio de la iniquidad.]