No sabía muy bien si poner púlpito protestante, hugonote, o calvinista, realmente sería lo mismo en esa situación. Y esa situación es la Revolución Francesa.
En nuestro encuentro, que seguimos con un tema que a casi nadie interesa, pero que sería muy valioso tenerlo en cuenta, y, más ahora, sólo pongo unos apuntes, apuntitos más bien. Y son un apéndice en otro estudio más amplio, sobre otro asunto que no interesa, y especialmente, que a muchos les interesa que no interese: la existencia de un Estado Protestante, por más de 50 años, en el sudoeste francés, centrado en el reino de Navarra, derrocado en 1620 por el rey, con la instigación jesuita. Miserable el Borbón. Vergüenza de su abuela, nuestra reina Juana de Albret, y de su tía Catalina.
Cuando en la Revolución se vino abajo el antiguo modelo, se levantó la bandera que sigue en Francia. “Será de tres franjas verticales, iguales. Una azul, unida al mástil; otra blanca, en medio; y otra roja, que ondee al viento”. Este decreto para el pabellón francés en la Marina, lo dispuso, Andrés Jean-Pon. Era un pastor hugonote. (También propuso que la religión no se enseñase en las escuelas públicas. En su lugar, se enseñaría una especie de moral cívica.)
“Nadie será molestado por sus creencias, aunque sean religiosas, con tal de que eso no altere el orden público”. Más o menos, lo pongo de memoria. En vez de “molestado”, se dice “inquietado”. Es el artículo X de los Derechos del Hombre y del Ciudadano (agosto de 1789). Lo escribió y defendió un pastor hugonote, del “desierto” (de ahí lo de inquietado; los protestantes vivían en inquietud y angustia), Jean-Paul Rabaut Saint-Etienne (1743-1793, guillotinado el 5 de diciembre). También defendió el derecho de libertad de expresión e imprenta. Por supuesto, tampoco reconocía que se enseñara religión en las escuelas publicas, sino moral cívica. Una de las cuestiones fundamentales era para la nueva sociedad que el papado no controlase la educación pública.
Cada vez que puedo, menciono estas cuestiones. Sirven en muchos contextos, todos relacionados con el Evangelio. Sin embargo, es evidente que, para el pueblo evangélico, en general, no interesan. Para otros, a veces, sí. Ver cómo una minoría protestante aplastada (si alguien quiere conocer cómo el papado defiende la familia, y el derecho de los padres a educar a sus hijos, que se de una vuelta por los decretos contra los hugonotes, los de la Religión, aun antes de derogarse el Edicto de Nantes), consigue proponer sus ideas, en medio de su actividad cívica, de tal manera que, incluso algunos de sus miembros fueron parte central en esos acontecimientos, sería muy útil.
En número, dentro de todos los que forman el conjunto de miembros, los hugonotes son muy pocos. Pero se les reconoce su aportación, en algún caso, fundamental, al desarrollo de la Revolución. Y esto, tanto por los amigos, como por los enemigos. Si miras el cuadro de David, gran metáfora pictórica de la Revolución, “El juramento del Juego de la Pelota”, verás en el centro a nuestro pastor Rabaut Saint-Etienne. Si miras la opinión de los enemigos; ahí está nuestro pastor en varios grabados satíricos, como el gestor de los males. (Puedes buscar “Les coups de Rabot”, y “Camus, Telleyrand, Rabaut-Saint-Etienne, la Religion”.)
No formaron un grupo unido. Una misma fe, pero secciones sociales distintas. Un pastor pudo estar de acuerdo con la muerte del rey, otro, no. De todas formas, todos de acuerdo, eso sí, con que había que acabar con el modelo antiguo de trono y altar (eso tan nuestro; algún día nos reunimos en torno al XIX). Matices, pero todos en el proyecto de crear una República federal (o República de repúblicas federales), en un adecuado sentido calvinista, “laica”. Seguramente por eso estas gentes no interesan al pueblo evangélico actual, por supuesto, tampoco al papado. [Por si puedes leerlo. “Les Républiques fédératives. Lettre de M. Rabaut Depuy á M. Rabaut Saint-Etienne son frère, ministro protestant, deputé de Nîmes. Membre du comité de constitution et Président de l'Asamblée nationale. Nîmes, marzo de 1790.]
Fueron obligados al exilio estos fieles siervos y siervas del Redentor, y los han puesto en el exilio de la memoria los que, a veces, presumen de tener algo que ver con los hugonotes del “Desierto”. Los han eliminado del proceso revolucionario, porque el mismo proceso está deformado. No se puede admitir que hubiera pastores “conservadores” en teología involucrados en él. Eso distorsiona el discurso. Curiosamente, han hecho con ellos los evangélicos, lo que hicieron los del papado. Si acaso, que existan fuera de su tierra, sin derechos como franceses.
Que todo un influyente partido político holandés, fundado por el pastor y teólogo Abraham Kuyper (que también fundó la Universidad Libre de Ámsterdam, y fue primer ministro de 1901 a 1905), se llamase “Contrarrevolucionario” (1837), ya muestra por dónde se miraba a la Revolución Francesa. Este teólogo, de gran influencia en algunos sectores reformados, que estableció la doctrina de la “antítesis”, personaje central en el llamado neocalvinismo, no quería ni oír hablar de la Revolución. Por mucho neo que se le ponga, creo que falsificó el calvinismo de Calvino al proponer que la antítesis se tiene que dar entre los religiosos (reformados y católicos, unidos) contra los socialistas o revolucionarios. Calvino jamás admitiría unir su nombre o destino con el papado.
Al tirar por tierra todo lo que oliese a Revolución, se tiró la vocación y ministerio de algunos pastores muy fieles. Eso es una grave injusticia. Lo peor, a mi entender, es que se pensaba que si, en ese contexto, el papado desaparecía, con él desaparecía la iglesia reformada. Y eso sigue vivo. Pues no, derríbese el papado, que luego ya veremos. La iglesia del Redentor sigue igual; pero hacerla depender de que exista esa institución, es una grave ofensa al que la lavó con su sangre. Por eso me parece de interés meternos un poco en esos acontecimientos. Asumir que los protestantes, por ejemplo, en España (o pon otro lugar), se podrán conservar sólo si se conserva el papado, es una aberración. Yo creo que precisamente eso es como querer conservar el templo de Jerusalén y el sacerdocio para poder conservar al cristianismo. Si alguien lo asume, como un valor a conservar; fecha y sitio, jornada, y lo discutimos en público.
Se sacó la destructiva conclusión de que al intentar derribar los poderes del papado en la Revolución, con ello se estaba derribando el “cristianismo”. Yo creo que no, que ya lo he dicho. Por eso se asumió que la Revolución no traía nada bueno. Y si allí vemos a algunos pastores, que han sufrido clandestinidad, y todo tipo de persecución, pues tendremos que respetar, aunque sea su derecho a expresarse. Que es un derecho que lucharon para conseguirlo para todos. ¿Es eso malo? Pues el papado no lo quería ni ver. Cuando una revolución social, un poder social basado en la nueva situación de derecho reconocido para cada francés, busca (cada uno aportando sus mejores ideas) derivar de ahí el nuevo poder político, que tiene que establecerse contra el anterior (no hay otro modo), y como parte de ese poder político anterior (trono y altar), se tiene que derribar el poder eclesiástico papal, ¿es eso malo? Yo me apunto para empujar.
El papado contempló su situación, a punto de ser derribado de su poder estatal, sobre todo, en la terrible ley de libertad de cultos. Eso sigue igual. Cuando no hay más remedio, tolerancia de culto. Cuando hay poder, la libertad soy yo, y con ella me quedo. El discurso, admirable (así esta reconocido), de nuestro pastor Rabaut en la asamblea, defendiendo la libertad, también la religiosa, es un terror para el papado. “No queremos Tolerancia, queremos libertad, como la de todo ciudadano francés”; ¿esto destruye el cristianismo? Pues eso es lo que estos y estas aportaron a la sociedad de su tiempo, y esa terrible Revolución, les dio los derechos que el papado les usurpó. ¡Ya, por fin, podían acceder a todos los puestos civiles, y se podían casar! (¡Ya no eran bastardos sus hijos! Que ningún miserable me diga que esto es malo para los fieles hugonotes.)
Quien busca la libertad religiosa, busca la destrucción de la sociedad. Ese era el discurso papal. ¿Hubiera alguien de la curia mostrado queja, si la Revolución proclamase que se aumentara el poder papal? Pues ya tendríamos una Santa Revolución. Eso se vio, en el Edito de Tolerancia, firmado por el rey antes del descontrol de los acontecimientos (por cierto, con la presión de nuestro pastor Rabaut), pues aunque no todos en el papado lo vieron bien, al menos se trataba sólo de reconocer derechos “civiles”. De eso, hoy sabemos en España. Tolerancia para esos, vale, pero como herejes, que conste. Los de verdad somos los de la curia, pero, por nuestra extrema bondad, dejamos que esos también tengan derechos civiles, sin pasarse, pero que los tengan (Vaticano II). Pero que seamos iguales en tanto que religión, de eso nada. Porque eso es nuestra destrucción: así razonó el papado. Y sigue. Y siguen los evangélicos, alguno, asumiendo que ya les va bien siendo una sección tolerada, aunque con arraigo. Siempre bajo la sombra de la otra, la de la Constitución. La antítesis, según mi amigo Calvino, señor Kuyper, ¡es contra el papado, no con él!
Es verdad (y ya les dejo) que en el momento cumbre del Terror (septiembre de 1793, julio de 1794, más o menos), se pretende una descristianización radical. En esas, también los pastores hugonotes tienen que volver al “Desierto”. Pero eso no siguió. No sería honesto describir por ese lado único a la Revolución. Por otra parte, a los nuestros (es que yo estoy con ellos, qué mejor sitio), el “Terror” no les vino esos meses. Ya lo tenían vivido durante la vigencia del Edicto de Nantes, y mucho más luego de su revocación, 1685. Ese terror, por más de siglo y medio, lo administra el trono y el altar, con mecanismos jesuitas, es así, (aunque conozcas a algún profesor muy competente, la institución es la institución). Las dragonadas y las galeras, terribles. Ese poder social, que había producido el poder político absolutista del trono y el altar. Ahora, que si se derriban, pues muy bien. Ese poder social, te podía quitar a tu hijo, si eras de la Religión, con siete años, para educarlo bajo el papado. Miserables. Vamos a la plaza, vamos a la asamblea, defendamos el derecho de nuestros hijos y nietos. No olvides.
Con tanto ruido de la Revolución, la próxima semana, no sé muy bien de qué hablaremos. Esperemos, a ver por dónde sale lo de hoy.
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