La persecución de la comunidad cristiana de San Andrés Yaa comenzó en 2006, cuando expulsaron a los dos primeros cristianos de la comunidad.
San Andrés Yaa es una pequeña comunidad indígena situada en el suroeste de México. También es una de las ciudades más violentas contra los cristianos evangélicos de esta región. Los líderes de la comunidad ven con malos ojos a quienes abandonan la religión animista consuetudinaria por el cristianismo.
La persecución comenzó en 2006, cuando expulsaron a los dos primeros cristianos de la comunidad. Cuatro años después, la comunidad destruyó la iglesia construida por el pastor Imeldo, lo encarceló y después lo expulsó a él y a toda su familia.
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Debido a esta persecución y al miedo que generaba, los cristianos crearon iglesias clandestinas en las casas de los creyentes.
Esta es la historia del pastor Imeldo y Adolfina, una pareja que sigue luchando por regresar a su comunidad, incluso después de todo lo que han pasado. También es la historia de la pastora Celiflora, una misionera llamada por Dios para trabajar en San Andrés Yaa.
Adolfina e Imeldo son una pareja que se convirtió cuando su hija menor enfermó gravemente a los 3 años. Estaba en el hospital y los médicos dijeron que su enfermedad no tenía cura. Al enterarse, la hermana de Adolfina preguntó si el pastor de su iglesia podía orar por ella, y la pareja aceptó.
El pastor dijo: “¿Creéis que Dios tiene poder para curar a la niña? Si creéis, recibid a Cristo en vuestro corazón”. Fue en ese momento cuando recibieron a Cristo de todo corazón. Y a partir de ese momento, se dedicaron a la obra de Dios.
En ese momento, ya no vivian en San Andres Yaa. Sin embargo, sabían de la necesidad de su pueblo de conocer a Dios, así que decidieron volver y predicar. Al principio, no pasó nada. Compartieron la palabra de Dios; muchos escucharon, pero pocos se convirtieron.
Y con estos pocos convertidos, el pastor Imeldo decidió que era hora de abrir una iglesia para que pudieran reunirse. "Tenemos que construir una iglesia pequeña para poder reunirnos y hablar más con ellos. Dios llegará a ellos. Vamos a ponerlo en manos de Dios y Él va a trabajar en esto".
En un terreno cedido por el padre de Adolfina, construyeron la iglesia, a un kilómetro de la ciudad. "Celebramos servicios los martes, jueves, sábados y domingos, con adoración y alabanza a Dios. Y ya empezaron a llegar los hermanos de mi ciudad, los que ya habían recibido a Cristo. La iglesia empezó a crecer un poco".
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En poco tiempo, ya eran 15 las personas que asistían a la iglesia. Y aunque el número parece pequeño, fue entonces cuando empezaron los problemas.
Un día, celebraron un culto para recibir a un niño. ¡Fue una fiesta! Incluso la iglesia de la comunidad vecina asistió para alabar al Señor.
Cuando terminó el servicio, impidieron salir a los hermanos de la comunidad vecina. Al pasar por la ciudad, fueron detenidos por las autoridades de la comunidad.
Atascados, llamaron al pastor Imeldo. Cuando llegó, le pidieron una prueba de que tenía permiso para celebrar aquel culto, algo que nunca le habían pedido antes.
A la mañana siguiente, tras muchas discusiones, dejaron marchar a los hermanos. Sin embargo, la noche siguiente, reunieron a toda la comunidad para decirle al pastor que ya no permitirían más servicios ni predicaciones en la ciudad.
El pastor dijo firmemente que no cambiaría, y que los servicios seguirían teniendo lugar.
Al cabo de una semana, se convocó una nueva reunión con la misma intención, pero con una nueva amenaza: o el pastor renunciaba a su fe, o la comunidad tomaría las medidas necesarias.
Eran las 11 de la noche de una noche lluviosa cuando detuvieron y encarcelaron al pastor, y salieron cubiertos con ponchos de plástico para la lluvia a destruir la iglesia. Incluso bajo la lluvia, rompieron el tejado y todas las paredes.
Al día siguiente, volvieron para terminar de quitar el suelo y todo rastro de que allí hubiera habido alguna vez una iglesia.
"Dejaron el terreno como si no se hubiera construido nada allí, para que no quedara ninguna prueba. Plantaron plantas, plátanos y nada más. Lo tiraron todo", cuenta Adolfina.
Tras la destrucción de la iglesia, volvieron a la cárcel, sacaron a Imeldo y le dieron otra oportunidad de negar a Jesús.
Le dijeron: "Renuncia -y si renuncias, tienes todos los derechos, todo, puedes trabajar, puedes quedarte aquí, pero ya no queremos evangélicos aquí en la ciudad". Tras varias negativas de Imeldo, lo expulsaron de la comunidad.
"Estaba muy, muy mal. Y mi marido me dijo 'tranquila, Dios sabe lo que hace, Dios sabe lo que hace. Y no te preocupes, hagan lo que hagan, no nos rendiremos'", indica Adolfina.
"No sé cómo Dios le dio fuerzas a mi marido, pero continuó. Fue por la tarde, sobre las 6 de la tarde, cuando todo el pueblo lo arrojó a 2 kilómetros del pueblo, para que caminara. Lo dejaron allí. Y de ahí se fue a Oaxaca".
En Oaxaca, Imeldo buscó ayuda en diferentes lugares, pero aún con la orden del juez de dejarlo regresar a la comunidad, las autoridades locales no aceptaron.
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Pastor Imeldo Amaya y su abogada Martha Hernandez[/photo_footer]
La pareja mantuvo la calma y una fe inquebrantable en Dios. "Sólo Dios nos fortalece. Sólo hay que confiar en Él. Él es quien nos da fuerza. Mirad a Cristo, pase lo que pase. Confía en el Señor".
Tras varios intentos sin resultado, Puertas Abiertas recogió el caso de Imeldo y Adolfina. "Gracias a Puertas Abiertas conocimos a la hermana Celiflora. Empezaron a apoyarnos y el proceso empezó a fluir. Él (Imeldo) estaba luchando, estaba allí, arreglándolo, pero mi gente no quiere. Ahora mismo, el abogado sigue intentando resolver el problema. Ya ganó el caso, pero no quieren que volvamos".
Por eso, luchan para que al menos les indemnicen por todo lo destruido.
"Mi marido luchó para que pagaran por todo lo que destruyeron, todo lo que se llevaron", dijo Adolfina. "Que nos pagaran. Teníamos tierras donde mi marido trabajaba... así que eso es lo que el abogado está luchando ahora. Puertas Abiertas está apoyando, está pagando" el proceso legal.
Por desgracia, Imeldo no puede ver los resultados de su lucha. En 2020, el pastor murió de COVID-19. Y Adolfina continúa la lucha, con mucho dolor, pero con fe de que podrá atravesar la adversidad. Ella tiene una petición:
"Sólo quiero que los hermanos sigan orando por nosotros. Orad por mi pueblo para que se haga justicia, porque han pasado muchos años. Pedimos que recen por nosotros. Eso es lo que les pido. Mi marido se ha ido. Luchó, luchó hasta el final. Está descansando, pero nos dejó. Eso es lo que más me duele. Por eso les pido a los hermanos que nos apoyen con sus oraciones".
La comunidad cristiana de San Andrés Yaa es muy pequeña y necesita apoyo constante. En 2006, Pastora Celiflora, después de escuchar la voz de Dios que le decía que predicara en San Andrés Yaa, ella y su esposo comenzaron a visitar la iglesia del pastor Imeldo.
Desde entonces, ha ayudado a la iglesia a través de enseñanzas bíblicas y, a través de Puertas Abiertas, ha podido profundizar en la capacitación.
"Hemos estado compartiendo, junto con mi marido, la enseñanza de Firmes en la Tormenta. Prácticamente dependen de nuestra iglesia. La enseñanza que necesitan es en el área espiritual y necesitan aprender a responder a la persecución, porque viven escondidos".
También comenta que el objetivo que tiene hoy la iglesia es sólo mantenerse firme ante todos los ataques que reciben de otras religiones, como los católicos y los brujos.
"Son muy atacadas por la Iglesia católica, por los usos y costumbres de la comunidad. Es una comunidad muy arraigada al catolicismo y por tradiciones y costumbres ancestrales. Fui interpelado por la autoridad municipal en 2006, me dijeron 'aquí la religión católica es la única que reconocemos como verdadera'".
"Además de la persecución que sufren por parte de los católicos, también hay persecución por parte de los brujos. En esta comunidad se siente la presencia del diablo, pues tienen un cerro donde adoran al enemigo."
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