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¿Un cielo en forma de cúpula?

Muchos eruditos de la Biblia se engañan cuando afirman que ésta presenta la imagen de un mundo físico copiada de los mitos mesopotámicos o egipcios.

CONCIENCIA AUTOR 87/Antonio_Cruz 11 DE DICIEMBRE DE 2022 10:00 h
Mapa Babilónico del Mundo según una tablilla de arcilla fechada alrededor del año 600 a. C. / [link]Reddit[/link].

La manera más simple de comprobar que la Tierra no es plana es mirar el horizonte y fijarnos en los puntos más alejados que podemos ver. Si después subimos a una montaña -cuanto más elevada mejor-, podremos observar que desde arriba apreciamos muchos más lugares alejados en el horizonte. Esto se debe a la “depresión del horizonte”, es decir, a que el horizonte que se observa desde el pie de la montaña o desde la orilla del mar, no coincide con el que vemos desde la cima de dicha montaña o desde un avión. ¿Por qué? Pues porque la Tierra es esférica. Si fuera plana, por mucho que se ascendiera siempre observaríamos el mismo horizonte pero, como todo el mundo sabe, este no es el caso. De la misma manera, la redondez terrestre también puede comprobarse desde la orilla del mar. ¿Qué es lo primero que desaparece cuando se aleja un barco? Es como si el casco se hundiera en el agua del horizonte, mientras que las chimeneas o las velas serían lo último en perderse de vista. De nuevo, semejante fenómeno visual se debe a la esfericidad del planeta.



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El filósofo griego Aristóteles se dio cuenta, ya en el siglo IV antes de Cristo, de que la Tierra era esférica porque había visto su sombra redondeada proyectada sobre la Luna, en los numerosos eclipses lunares y así lo escribió en su obra De caelo.[1] Dos siglos después, otro matemático y astrónomo griego, Eratóstenes de Cirene, calculó la circunferencia de la Tierra y por tanto su tamaño, comparando las altitudes del Sol del mediodía en dos ciudades muy separadas a lo largo de río Nilo y en la dirección norte-sur. Advirtió que el fondo de un pozo bastante profundo de Siena (hoy Asuán) – al sur de Egipto- era iluminado por los rayos del Sol un solo día al año. Mientras que al norte del país del Nilo, en Alejandría, los rayos solares tenían una inclinación algo diferente, de siete grados del cénit. Como sabía la distancia entre ambas ciudades, supuso que la Tierra era esférica y que los rayos del Sol debían caer paralelos y esto le llevó a calcular que la circunferencia terrestre medía unos 46.000 km de longitud. Solo se equivocó en un 16% por encima de su valor ya que en realidad mide unos 40.000 kilómetros.[2] Eratóstenes también fue el primero en calcular la inclinación del eje de la Tierra, introdujo además el año bisiesto cada cuatro años y creó el primer mapamundi con paralelos y meridianos. Y todo esto, siglos antes de que naciera Jesucristo.



Muchos eruditos de la Biblia se engañan cuando afirman que ésta presenta la imagen de un mundo físico copiada de los mitos mesopotámicos o egipcios. Y como supuestamente estos pueblos creían que la Tierra era una isla circular rodeada por un mar también circular, piensan que los autores bíblicos asumieron dicha idea del mundo.[3] Sin embargo, este error proviene de una mala interpretación del famoso hallazgo arqueológico conocido como el Mapa Babilónico del Mundo, el más antiguo conocido ya que data de unos 600 años antes de Cristo.[4] Se trata de una vieja tablilla de arcilla depositada en el Museo Británico. Tal como señalan otros autores, un análisis más detallado de dicho mapa indica que en realidad no refleja todo el mundo conocido de la época sino sólo de un pequeño fragmento centrado en Babilonia.[5]



Los pescadores y marinos babilónicos sabían bien que el mundo era mucho más grande de lo que refleja dicho mapa. Tal como escribe Craig en el libro citado: “decir que el mapa representa la tierra como un disco plano en medio de un océano circundante es un grave malentendido. (…) Países como Egipto, con los que Babilonia estaba familiarizada, ni siquiera aparecen en él. (…) La forma circular del océano no debe tomarse literalmente. Los navegantes babilónicos sabían que no se podía viajar en barco desde el Golfo Pérsico (lo que ellos llamaban el Mar Inferior) hasta el Mar Mediterráneo (el Mar Superior)” ya que en aquella época no existía el canal de Suez. Más que un mapamundi, esta tablilla es un diagrama centrado en Babilonia del que salen ocho flechas que indican otras tantas regiones que ellos debían conocer. Era como una señal de múltiples direcciones. 



Por tanto, decir que la Biblia también presenta la geografía de una tierra plana con forma de disco rodeada de agua es algo infundado. Israel estaba familiarizado con otros pueblos de ultramar, tanto asiáticos como africanos, y con las islas del Mediterráneo. En 1ª Reyes 9:26-28 y 10:22 se dice que Salomón tenía una flota de barcos que navegaban por el golfo de Ácaba, el mar Rojo y el océano Índico para comerciar con otros pueblos, que probablemente eran de África y de las costas de la India. De manera que no podemos saber con seguridad el conocimiento geográfico del mundo que tenían los hebreos y por tanto resulta arriesgado elucubrar al respecto. 



Otra mala interpretación que existe en la actualidad es la de creer que los pueblos del Antiguo Oriente Próximo (hebreos incluidos) concebían el cosmos como un cielo en forma de enorme cúpula sólida transparente que cubría una tierra circular flotante. Esta cúpula se apoyaba sobre la línea del horizonte y en ella estaban pegadas las estrellas, la Luna y el Sol. Por encima, habría una capa de agua (las aguas de arriba) que, a través de ventanas o compuertas, caería eventualmente sobre la tierra como lluvia o diluvio. Mientras que en el interior de la Tierra estarían ubicadas las cavernas del Seol y todo este supuesto conjunto sólido sería soportado por pilares o fundamentos que se perdían en el gran abismo (ver el dibujo siguiente). Quienes creen que esta es la geografía cósmica de la Biblia y de los pueblos del Antiguo Oriente Próximo se basan principalmente en el trabajo del arqueólogo estadounidense Wayne Horowitz.[6] Sin embargo, tal como el mismo autor admite en la introducción de su libro Mesopotamian Cosmic Geography, puede que los lectores antiguos distinguieran entre sus relatos místico-religiosos y la realidad física que observaban. ¿Cómo podemos estar seguros de que aquellos estudiosos de la antigüedad no sabían diferenciar entre sus leyendas míticas y el universo material que veían cada día?



[photo_footer]Dibujo imaginado por algunos autores modernos que pretende reflejar la antigua concepción hebrea del universo. Sin embargo, no es posible estar seguros de que los textos bíblicos usados para dicha reconstrucción deban entenderse de manera literal. Es muy probable que los antiguos emplearan también un leguaje simbólico y que su concepción física del mundo fuera otra. / Esquema de Michael Paukner.[/photo_footer]



Desde luego, cómo iban a creer que las estrellas estaban incrustadas en una cúpula sólida de los “cielos inferiores”, cuando eran conscientes de que todos los astros se movían en el firmamento, igual que la Luna y aparentemente el Sol. Esta supuesta cúpula tendría que estar en movimiento constante, subiendo y bajando en el cielo de manera caótica, algo incompatible con que tal cúpula se apoyara en unos soportes terrestres sólidos e inamovibles. Hay que tener en cuenta que precisamente en esos pueblos nació la ciencia de la astronomía y que los astrónomos sabían que los planetas no se mueven al unísono junto con las estrellas sino que vagan por el cielo con movimientos propios. Unas veces se desplazan rápidamente, mientras que otras parecen estar parados. Estos hombres eran expertos en tales movimientos y precisamente les eran útiles para marcar las estaciones, los días y los años. 



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Por otro lado, cómo es posible que pensaran que había depósitos de agua encima del firmamento, cuando conocían bien el ciclo del agua en la naturaleza. Tal como escribió Job en uno de los libros más antiguos del Antiguo Testamento: “Él (Dios) atrae las gotas de las aguas, al transformarse el vapor en lluvia, la cual destilan las nubes, goteando en abundancia sobre los hombres” (Job 36:27-28). El noble patriarca sabía que la lluvia procede de las nubes y no de ningún depósito celestial. Por tanto, cuando la Biblia habla de las aguas de arriba se está refiriendo a la lluvia que cae de los cielos. Creer que los antiguos israelitas pensaban que en el firmamento (ràqîa en hebreo) había unas compuertas por las que se derramaba el agua procedente de una supuesta hidrosfera superior es incurrir en un literalismo rígido y completamente inverosímil. Si el agua cayera de tales ventanas, sería como una catarata destructiva que lo arrasaría todo. Esto lo sabía bien un pueblo acostumbrado a las crecidas y avalanchas repentinas de agua en los wadis o cauces secos que, después de fuertes lluvias, se convertían en peligrosos torrentes.



Frente a la imagen de las fundaciones de la Tierra, esa especie de pilares que supuestamente la sustentaban sobre el gran abismo, el sabio Job dirá por el contrario que Dios “extiende el norte sobre vacío, cuelga la tierra sobre nada” (Job 26:7). Como decíamos al principio, Aristóteles y sus colegas creían también que nuestro planeta era esférico y se sustentaba sobre el vacío. ¿Cómo acomodar entonces el mítico fundamento de los pilares de una Tierra insular con la deducción de un planeta esferoidal que flota en el espacio? Es por esto que William Craig llama a tal interpretación moderna de la cúpula celeste y de los pilares “el ejemplo más atroz de literalidad injustificada”.



Es menester entender la naturaleza analógica y metafórica de los relatos bíblicos que se refieren a las ventanas o cataratas de los cielos (Gn. 7:11-12; 8:2). También se dice metafóricamente en otros textos, por ejemplo, que las ventanas del cielo proporcionan cebada (2 Re. 7:2); o terremotos y terror (Is. 24:17-20); y también bendición divina (Mal. 3:8). Se trata de una manera analógica de hablar, que los hebreos entendían bien y no interpretaban literalmente. Si se pretende tomar estos versículos al pie de la letra, se malinterpretan y no se respeta el conocimiento antiguo que tenían los hebreos de las nubes, ni su capacidad para emplear bellas y coloridas imágenes. Hoy existe cierta tendencia a pensar que los antiguos eran gente primitiva que no reflexionaba. Es evidente que actualmente poseemos mejores conocimientos científicos que en aquella época. Sin embargo, creer en la ingenuidad general del ser humano de los tiempos bíblicos es equivocarse por completo.



Por tanto, el dibujo moderno de la supuesta geografía cósmica de los antiguos hebreos, con la cúpula sobre la tierra y los fundamentos subterráneos, es una construcción artificial, errónea y aberrante, hecha con pedazos de textos diferentes que se usan de forma literal sin tener en cuenta el rico simbolismo hebreo. Algo en lo que los hombres de la Biblia no creían y mucho menos el autor del relato de la creación de Génesis uno. 



 



Notas



[1] Aloy, J. 2013, 100 qüestions d’Astronomia. De les fases de la Lluna a l’energia fosca, Cossetània, Valls, p. 33.



[2] González, G. y Richards, J. W. 2006, El planeta privilegiado, Palabra, Madrid, p. 138.



[3] Lamoureux, D. O. 2016, Evolution: Scripture and Nature Say Yes! Grand Rapids, Zondervan, pp. 92-94. 



[4] https://recuerdosdepandora.com/historia/inventos/mapa-babilonico-del-mundo/



[5] Craig, W. L. 2021, El Adán histórico, Kerigma, Salem Oregón, EEUU, p. 168. 



[6] Horowitz, W. 1998, Mesopotamian Cosmic Geography, Winona Lake, IN: Eisenbrauns. 


 

 


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