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Hemos de ser como las arañas que se cuelan en los palacios…

Necesitamos desarrollar un discurso en el que sepamos mostrar cómo Jesús no ofrece una alternativa más, sino que se ofrece a Sí mismo como puente tanto entre el cielo y la tierra.

MISIONES AUTOR 687/Carlos_Madrigal 04 DE DICIEMBRE DE 2022 20:00 h
Imagen de [link]Cristina Gottardi[/link], Unsplash.

Proverbios no habla de “Cuatro cosas [que] son de las más pequeñas de la tierra, y las mismas son más sabias que los sabios” (30:24) la hormiga, los tejones, la langosta… y la cuarta es: “La araña que atrapa con las manos, y está en palacios de rey” (30:28, RVG). ¿Por qué son sabias? La hormiga porque “prepara su alimento en verano” (30:25), los tejones porque hacen “su casa en la peña” (30:26) y las langostas porque, aunque “no tienen rey, todas salen en escuadrón” (30:27). ¿Y la araña? Porque, aunque no es parte de palacio y no ha sido invitada, puede entrar hasta la cámara del trono, superando cualquier barrera. Proverbios elogia que la hormiga sea laboriosa y previsora, que el tejón sepa procurarse refugio del peligro, que la langosta sea organizada sin necesidad de dirección aparente y que la araña consiga audiencia en la corte.



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Así en la tarea global Dios quiere llevarnos a un punto en el que, aunque quizás no seamos del agrado de todos, sí lleguemos a ser necesarios para la paz, la convivencia y el buen entendimiento de todos. El Señor dejó bien claro que “seréis aborrecidos de todas las naciones por causa de mi nombre” (Mt. 24:9; 10:20). Y también dijo: “seréis llevados ante reyes y gobernadores por causa de mí, para testimonio a ellos y a los gentiles” (Mt. 10:18). Aunque aquí básicamente hable de ser llevados a la fuerza y de dar testimonio como Pablo ante Agripa, también Jesús les dijo a los suyos: “No temáis, manada pequeña; porque a vuestro Padre le ha placido daros el reino” (Lc. 12:32). Y de nuevo, no habla aquí de un reino terrenal, ni siquiera de influir directamente sobre los reinos terrenales, sino más bien de confiar en la provisión divina (Lc. 12:31-34). Pero si contribuimos a hacer retroceder los efectos del mal en nuestra sociedad ¿no acabamos siendo de beneficio también para los gobiernos del mundo? ¡Como la araña, tolerada en la cámara del rey porque acaba con las moscas! 



Creo – y así lo expresamos en nuestra declaración de propósitos como iglesia – que la comunidad creyente extendiéndose por el mundo, debe tener como uno de sus objetivos llegar a ser aceptada como “un interlocutor válido en la sociedad” debido a sus aportaciones positivas. Y ello implica salir de una mentalidad de gueto y actuar con plena consciencia de nuestra condición de “embajadores” del Rey. 



Para ello es necesario demostrar que somos un “beneficio”, o dicho en términos bíblicos que somos “bendición para las naciones”. Esto abarca desde un testimonio modélico (“así …vean vuestras obras, y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos”) hasta el testimonio colectivo (“mirad como se aman”, Tertuliano), pasando por los efectos terapéuticos sobre la sociedad (“vosotros sois la sal de la tierra…”). Así por ejemplo, una oficina de correos en la zona sureste de Turquía le pidió a la pequeña congregación protestante de la ciudad si tenía jóvenes que quisieran trabajar con ellos. Porque los “otros” jóvenes acababan robándoles y desapareciendo, pero sabían que “los cristianos no son así”.



A la vez que cada creyente debe ser un testimonio de honradez y profesionalidad, tal arraigo requiere también que la comunidad creyente se gane un lugar en la sociedad por respetar las leyes y promover el orden público. Igualmente, debemos conectar en nuestro mensaje con aquellos temas que inquietan a la opinión pública, llegando al punto de influirla positivamente y por ello a que nuestra opinión sea consultada. O incluso a que seamos requeridos para mediar entre las partes en cualquier conflicto. Esto es a lo que me refiero con llegar a ser “un interlocutor válido en la sociedad”. Así como lo fue el obispo anglicano Desmond Tutu en su mediación para el desmantelamiento del apartheid en Sudáfrica.



Evidentemente hay situaciones en las que es necesario “obedecer a Dios antes que a los hombres” (Hch. 4:19,20, 5:29). Por tanto, no estoy hablo de comprometer el Evangelio para congraciarse con los poderes del mudo. Aunque habría que señalar que a veces son los creyentes quienes provocan situaciones de tensión innecesarias. Por poner un ejemplo. Estábamos repartiendo invitaciones para un evento en un distrito de Estambul y llegó la policía y nos dijo que hacía falta un permiso. Como no lo teníamos paramos y al día siguiente solicitamos el permiso a las autoridades locales. Lo obtuvimos y volvimos a repartir. Llegó la policía les mostramos el permiso y seguimos repartiendo. En el mismo distrito en fechas distintas, la policía se acercó a un grupo que estaba dando testimonio en las calles. Les dijo que hacía falta permiso. Así en varias ocasiones, pero estos siguieron un día, y otro día… sin pedir permiso. Al final la policía los arrestó. ¿Es esto persecución o temeridad de los creyentes? Por no decir estupidez. Sin embargo, el incidente resonó como la “persecución” que hay en Turquía. ¿No la hay? Sí, en otros muchos casos, pero no hace falta que nosotros fabriquemos otros totalmente innecesarios y evitables. A esto me refiero con “respetar las leyes”, y no sólo al hecho de no cruzar los semáforos en rojo.



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Después de finalizado nuestro permiso de trabajo a principios de los noventa hubo una temporada en la que permanecimos como turistas en el país antes de obtener otro. Cada tres meses teníamos que salir a Grecia para renovar así nuestro visado. En una ocasión coincidí con una monja española en el autobús que iba a Alexandrópolis (Grecia). Hablando de diversos temas llegamos a la razón de estar en Turquía. La monja había venido para ayudar en un hospital católico como enfermera, pero a la hora de tramitar su permiso de residencia las autoridades le notificaron que no había opción legal para dárselo como enfermera, pero que si lo solicitaba como religiosa se lo darían. Así que iba al consulado turco en Grecia para iniciar la gestión. ¡El próximo permiso de trabajo que solicité fue como “clérigo”! Fue años más tarde después de finalizar el laborioso proceso para formar una fundación cristiana (recurso legal para registrar oficialmente la iglesia). Pero a esto también me refiero con “respetar las leyes”, y no solo a la necesidad de pagar los impuestos.



No voy a relatar aquí el proceso para formar la fundación, que en definitiva fue otro milagro del Señor. Pero sí compartir algunas de las bendiciones que nos ha aportado y otras que nos ha permitido compartir con la sociedad del país. Por poner un caso, después de registrarnos como fundación religiosa son múltiples las invitaciones que hemos recibido para participar en diversos foros de discusión, donde ONGs de toda índole se reúnen para promover mejoras sociales. Una de ellas: la redacción de un proyecto de ley para penalizar los crímenes de odio. Entre ellos los cometidos contra las minorías religiosas.



Hay muchas áreas en las que los creyentes pueden ser “sal de la tierra” y también “sal en los extremos de la tierra”. Pero esto último requiere un proceso mucho más costoso, porque hay que despertar la conciencia social y promover la base legal que en otros lugares ya existe desde hace siglos. Incluso hay legislaciones que ni siquiera dejan una puerta abierta para avanzar en estas áreas. Entonces es un tema de oración, de sabiduría y de saber ser araña hasta colarse en palacio.



En definitiva, la difusión de la Bendición, de la Imagen y de la Gloria de Dios, de lo que en capítulos precedentes hemos hablado como los objetivos principales de la tarea global[1], implica luchar en varios frentes: la reproducción de la Imagen en los individuos (evangelización y discipulado), la proyección de la Imagen en la sociedad (ciudadanos modelo en todos los niveles), la restauración de la Imagen entre los desfavorecidos (restauración social), incluso la repercusión de la Imagen en la justicia (abogando por los oprimidos) o en las instituciones (influencia o participación en la gestión política). A medida que suben los escalafones aumentan los riesgos. En especial a la hora de mezclar fe y política. Por un lado, existe el riesgo de caer en el lazo de la ambición de poder, por mencionar uno solo entre muchos (i.e. algunos casos lamentables de corrupción en los que se han visto implicados o salpicados políticos evangélicos). Por otro lado, ya hablamos de que Jesús nos llamó a desentendernos de proclamas políticas. De no usar Su nombre en política. Es decir, hay que saber distinguir entre hacer política para imponer la fe (teocracia) y hacer política basándose en la fe (teopraxia). Esto es, buscar la aplicación de principios de la fe en beneficio de todos, incluidos los no creyentes. Debemos procurar lo segundo y evitar lo primero, para no comprometer nuestra vocación y el acceso a todos los grupos sociales. Pero, en fin, desglosar aquí todos los matices sobre el tema nos ocuparía demasiado espacio.



Antes de la globalización, el mundo estaba dividido en bloques por religiones. Sin embargo, en el mundo de hoy, global y pluralista, las religiones se encuentran cara a cara en los mismos vecindarios. Ante un mundo que cada vez recrimina más a las religiones que los conflictos nacen de los choques entre ellas (sea verdad o no), ¿cómo ejemplificar que Jesús no está en pugna con las demás creencias y a la vez ofrecer Su alternativa para todo el mundo? Las confesiones tienen que aprender a tolerarse y convivir[2]. Incluso a veces encontrar puntos de acuerdo. Por ejemplo, reclamar para los demás la misma libertad de culto o garantizar los mismos derechos y libertades de expresión que reclaman para sí mismas. Para ello, los miembros o representantes de diferentes religiones tienen que aprender a dialogar. No para ponerse de acuerdo con los credos y/o intercambiar materias de fe, sino para convivir como buenos vecinos. Y en este empeño necesitamos asentar ciertos principios de respeto, a la vez que de claridad a la hora de proclamar las verdades del Evangelio. Y necesitamos desarrollar un discurso en el que sepamos mostrar cómo Jesús – quien a la vez que convive con todos sin hacer distinciones de credo, raza, cultura, clase o sexo – no ofrece una alternativa más, sino que se ofrece a Sí mismo como puente tanto entre el cielo y la tierra, como entre todos los grupos humanos.



El asunto es que cuando Jesús nos dijo “Id, y haced discípulos a las naciones” (Mt. 28:19, RV60), no dice “en” sino “a” todas las naciones. Es decir, no se trata de hacer algunos discípulos en las naciones, sino de discipular a naciones enteras.



Por tanto, la Gran Comisión debe repercutir en naciones enteras. Lo que no debemos confundir con colonialismo o imperialismo religioso. Desearíamos que esta repercusión fuera en forma de bendición directa, es decir que cada individuo aceptase y se entregarse a Jesús como Salvador y Señor. Pero, entre tanto, también puede y debe tener una repercusión en forma de bendición indirecta, es decir colaborando con todos en favor de la paz, la justicia, la libertad y la igualdad en todos los niveles posibles. Y para ello hay que estar presente en la educación, en las profesiones liberales, en la economía, en la acción social, en la cultura, en la reflexión ética y filosófica, en las artes, en los medios de comunicación, en la gestión política... Hay que ser “sabios” como “la araña” que entra en todas partes, incluso “en palacios de rey” (Pr. 30:24, 28).



Nuestra lucha por ganar legitimidad en una sociedad de abrumadora mayoría musulmana enfatizando nuestra identidad cristiana, nos ha llevado a ser invitados a diversos actos públicos. Así cada año el alcalde de nuestro distrito en Estambul nos invita, junto con el muftí sunita y el “dede” aleví[3], a participar de por lo menos 3 fiestas: la “aşure” (fiesta aleví en conmemoración del asentamiento en tierra del arca de Noé), el último y principal “iftar” (comida al anochecer para romper el ayuno diurno, en el mes de Ramadán) y un desayuno “navideño” auspiciado por el ayuntamiento. En tales ocasiones, con nuestra presencia nadie piensa que nos hemos cambiado de religión. No asistimos encubriendo a Jesús, sino para hablar de Él. ¡Y podemos hacerlo ante miles de personas a las que no habríamos tenido acceso de otra forma! Por lo tanto, es una manera de seguir el principio deducido de la actuación de Jesús, que antes hemos apuntado[4].



Cuando clamaban “¡Hosanna al hijo de David!” en la entrada triunfal a la ciudad, Jerusalén resplandecía con Su gloria. Pero cuando gritaban “¡Crucifícale!”, todo Jerusalén era igualmente testigo de la gloria del Señor. Cuando en el Cairo encontramos una iglesia evangélica de 7.000 miembros que se reúne en el centro de la ciudad por un milagro del Señor, desde el mismo centro de la ciudad se irradia el conocimiento de Su gloria. Pero cuando una iglesia sufre un atentado con bomba en Egipto y los cristianos hablan de no ceder en su derecho de seguir adorando, en todo el país, incluso en el mundo entero resplandece Su gloria. Cuando el alcalde de un distrito de Estambul accede a tener una celebración de navidad en la plaza mayor con 3.000 asistentes, Su gloria es proclamada. Pero cuando nuestros hermanos turcos aparecen en los medios de comunicación de su país, y a pesar de las difamaciones e improperios que reciben no pierden la compostura, las pantallas de millones de hogares se llenan de la gloria del Señor.



Cuando en el país con la tasa de creyentes más baja del mundo el parlamento envía un borrador de la nueva constitución a una pequeña iglesia que ha ganado un estatus oficial, pidiéndoles posibles sugerencias de la comunidad cristiana, otro rayo de su gloria encuentra una rendija por la que colarse. Cuando en un país con un 99,9% de musulmanes, cristianos son invitados a debatir junto a clérigos musulmanes, a judíos, y ateos sobre la vida más allá de la muerte en un programa de audiencia nacional, el conocimiento de Su gloria encuentra más resquicios por donde filtrarse. Cuando ofrecen dinero después de haber pedido oración por alguna atadura espiritual y no se acepta porque “de gracia recibisteis, dad de gracia”, Su gloria brilla como un don caído del cielo. Cuando las viudas de creyentes asesinados por causa de la fe dicen en los medios de comunicación que perdonan a los asesinos de sus maridos…[5]



– * –



Quiero decir, por último, que para una tarea de tal envergadura es necesaria la colaboración unida y unánime de todo el pueblo de Dios. Como así lo reclamó Ester, cuando tenía que entrar a la presencia del rey sin haber sido convocada (lo que, según la ley del reino, podía acarrearle pena de muerte): “Ve, reúne a todos los judíos que se encuentran en Susa y ayunad por mí; no comáis ni bebáis por tres días, ni de noche ni de día. También yo y mis doncellas ayunaremos. Y así iré al rey, lo cual no es conforme a la ley; y si perezco, perezco” (Est. 4:16). ¡Es cuestión de vida o muerte! ¡No sólo para nosotros, sino para todos los que están sin Cristo!



¡Que Dios nos ayude a librarnos de las moscas[6] y a llegar a ser sabios y prácticos como arañas!



 



Notas



[1] Capítulos introductorios de “Recomponiendo la Misión con Jesús”. Ver aquí.



[2] Ver, del mismo autor: “Al Encuentro de las Religiones con Jesús”. Ver aquí.



[3] Los alevíes son un grupo étnico religioso islámico heterodoxo que siguen las enseñanzas místicas (Batini) de los 12 Imames y el santo Hajj Bektash Veli. El nombre se deriva de Alí, yerno y primo del profeta Mahoma.



[4] Este párrafo pertenece a la sección “Un modelo sociocultural” de “Recomponiendo la misión con Jesús”, pero complementa lo aquí expuesto. Ver aquí.



[5] Estos dos párrafos pertenecen a la sección “Midiendo la propagación de su gloria” en “Recomponiendo la misión con Jesús”, pero complementa lo aquí expuesto. Ver aquí.



[6] Ver aquí.


 

 


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COMENTARIOS

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Galo
04/12/2022
01:14 h
1
 
O la lagartija, que así se traduce en algunas versiones
 



 
 
ESTAS EN: - - - Hemos de ser como las arañas que se cuelan en los palacios…
 
 
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