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Acompañar al doliente

Nuestros sentimientos “negativos” durante el proceso indudablemente doloroso del duelo nos pueden acercar al corazón de Dios de una forma que pocos conocen.

PALABRAS DE ESPERANZA AUTOR 1021/HansClaus_Ewen 26 DE NOVIEMBRE DE 2022 23:00 h
Imagen de [link]Ben White[/link] en Unsplash.

La perspectiva bíblica:



En la creación original suponemos que Dios no había planificado el sufrimiento humano. Todo sufrimiento humano, incluso la misma muerte, es consecuencia del pecado que entró en el mundo, cuando Adán y Eva abusaron de su libre albedrío rebelándose en contra de Dios, y así dando entrada al diablo en el mundo. Aunque sabemos muy poco de la vida de Adán y Eva antes de la caída, sí sabemos que en la restauración total y final al fin de la Biblia el sufrimiento y las lágrimas terminarán: “Enjugará Dios toda lágrima de los ojos de ellos; y ya no habrá más muerte, ni habrá más llanto ni clamor ni dolor, porque las primeras cosas ya pasaron” (Apocalipsis 21:4). Mientras que el sufrimiento y el tener que soportarlo es algo que nos puede suceder o acompañar el resto de nuestra vida, si buscamos a Dios, Él puede intervenir de tal forma que nuestro sufrimiento no sea en vano, porque podemos experimentar la misericordia, la gracia o los milagros de Dios.



La gran mayoría de los sentimientos que muchos llaman “negativos”, tienen su origen en Dios. EL fue el primero que sufrió pérdidas, fue el primer ofendido, rechazado y traicionado, y siente en su forma más pura y santa, tristeza y dolor: “y se arrepintió Jehová de haber hecho al hombre en la tierra, y le dolió en su corazón” (Génesis 6:6). Nuestros sentimientos negativos y dolorosos nos pueden recordar lo que sufrió el creador bueno, cuando su sueño para la humanidad fue destruido. Nuestros sentimientos “negativos” durante el proceso indudablemente doloroso del duelo nos pueden acercar al corazón de Dios de una forma que pocos conocen. Según la Biblia Dios conoce el dolor, tanto como el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo (Juan 11:33-35; Efesios 4:30). Cada dolor que sentimos y sufrimos nos puede recordar que Dios lo sufrió primero …



 



La práctica:



1. Si es posible, los dolientes deberían ser acompañados por personas las cuales ya pasaron por este proceso. Este estado es sumamente emocional, y si alguien conoce las emociones involucradas, es de gran consuelo para los dolientes, y les puede dar la esperanza de que sí hay vida después de la pérdida. Es también una oportunidad de movilizar los recursos dentro de la iglesia, y de esta forma descargar al liderazgo de sus funciones. Las tragedias que uno ha sufrido pueden llegar a tener un sentido mayor, cuando uno tiene la oportunidad de ayudar a otros a atravesar situaciones semejantes. 2 Corintios 1:3-4 enseña que podemos consolar a dolientes 'por medio de la consolación con que nosotros somos consolados por Dios'.



2. Tenemos que respetar la individualidad de cada caso, y deberíamos abstenernos de dar consejos generalizados o teóricos, incluso aunque sean bíblicos, si desconocemos personalmente este tipo de dolor.



3. Reconocer los tiempos para hablar, para callar, y estar únicamente disponibles y cercanos o presentes. En el Salmo 77:2 leemos un detalle importante: “Al Señor busqué en el día de mi angustia; alzaba a él mis manos de noche, sin descanso; mi alma rehusaba el consuelo”. Este dilema es algo típico en muchos dolientes, porque por un lado buscan y desean alivio, pero por el otro lado no quieren ser consolados por dentro. Esto tiene que ver con el temor de desconectarse del ser que murió al recibir consuelo. Él doliente a veces quiere dos cosas que no se pueden conseguir, conseguir alivio y consuelo y la vez no distanciarse emocionalmente del difunto. En estos momentos el que acompaña tiene que soportar esta dualidad, y no intervenir con palabras.



4. Reconocer las fases del proceso. Psicólogos y terapeutas saben que el proceso del duelo es como cruzar un cañón. La muerte es el inicio del descenso. No todos pasan por todas las etapas posibles, pero una gran mayoría si las enfrenta.





5. La Bienaventuranza de Mateo 5:4 es para que “los que lloran”, pero no para los tristes. El proceso del Duelo es una actividad, no es una condición emocional. Por esto, el doliente tiene que llegar al punto de “querer seguir viviendo” lo más rápido posible. La tristeza por la pérdida puede quedar en el doliente el resto de su vida, pero enfrentar el proceso del duelo es una decisión consciente. El que acompaña a un doliente debe velar por que se realice este proceso de forma saludable.



6. El tiempo verdaderamente duro y difícil empieza unos meses después del entierro. Las muchas actividades que surgen alrededor de la muerte, y los muchos quehaceres inmediatamente después mantienen ocupado al doliente por varios meses, y constituyen una cierta distracción. Cuando ya todo está arreglado, empieza la fase difícil de enfrentar al dolor voluntariamente y conscientemente. Es como la fisioterapia después de haber sido operado en la rodilla. El doliente tiene que enfrentar el dolor voluntariamente, aprender a soportarlo, para al fin poder movilizar la articulación normalmente otra vez. El dolor en cierta manera se quita enfrentándolo, pero no evitándolo.



7. Los dolientes pueden cometer algunos errores en su proceso. El principal es buscar distracciones en actividades como trabajo, deporte etc.. En otros casos pueden empezar a llenar su vacío con comidas, bebidas, o viendo televisión. El que acompaña debe llamar la atención y procurar corregir estas decisiones malas con mucho amor y sensibilidad. Por otro lado, el doliente tiene que procurar encontrar un equilibrio entre la confrontación con el dolor y el distraerse sanamente sin tener una mala consciencia. En Alemania los sicólogos hablan del «trabajo de estar de duelo». Tal como uno no puede estar trabajando todo el tiempo, el doliente no puede confrontar a su dolor incesantemente.



8. Tenemos la responsabilidad de velar por el estado del doliente. Habrá casos en los cuales tendremos que delegar a profesionales, ya sean consejeros muy experimentados, o bien psicólogos u otros profesionales preparados. No debemos ser orgullosos, sino buscar lo mejor para los dolientes.



9. Uno de los temas más sensibles durante este proceso, es el sentimiento de culpa (real o imaginario), la cuestión de la teodicea y el recibir el consuelo de Dios. Hay que hablar con los dolientes con mucha sensibilidad, no ejerciendo presión (ni bíblica, ni teológica, ni ética). Tenemos que reconocer que el avance verdadero de los dolientes se dará cuando vuelven a tener experiencias reales con Dios.



10. El proceso de Duelo requiere de una nueva revelación de la bondad de Dios en algún punto. Es muy importante que el doliente llegue a concluir que, a pesar de su pérdida, dolor, sufrimiento y desesperación, Dios sigue siendo bueno, santo y justo. Tenemos que animar a los dolientes a aclarar sus preguntas profundas con Dios directamente. Esto incluye animarlos a dirigir sus quejas, acusaciones y amarguras directamente a Dios. Una práctica que puede ser fructífera, es leer los Salmos „hasta que Dios te hable!“



Nosotros sabemos que Dios tiene una nueva etapa de vida para cada doliente. El llanto no debe continuar para siempre. Esto, sin embargo, no se puede, ni se debe forzar, todo tiene su tiempo!



 



El autor, Hans-Claus Ewen, es pastor y conferenciante.



Hans-Claus perdió a su mamá, su esposa y su hermana mayor en menos de cinco años.



http://es.hans-ewen.de/acerca-de-mi/


 

 


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