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Sosteniendo la cuerda de los que bajan al pozo

Este artículo consiste en una reflexión crítica que intenta encontrar un equilibrio entre la discreción del obrero, y la claridad y mayordomía de las partes implicadas. 

MISIONES AUTOR 687/Carlos_Madrigal 20 DE NOVIEMBRE DE 2022 22:00 h
Imagen de [link]Call Me Fred[/link], Unsplash.

La obra transcultural dista mucho de funcionar como una empresa lucrativa. Es una obra que tiene su origen y sus recursos en Dios. Pero para ello Él usa instrumentos humanos, y uno de ellos es el sostenimiento financiero de los obreros. El estudio aquí presentado es el extracto de una reflexión dirigida a un círculo de iglesias de España que han colaborado con nosotros a lo largo de los años. Con todo, su finalidad no es establecer nuestra forma de sustento, sino identificar algunos principios para el apoyo de futuros candidatos a la obra. Por tanto, no presenta todo el abanico de posibilidades y sistemas existentes sino una propuesta concreta.



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Parte del concepto llamado “vivir por fe”, que se popularizó con George Müller y Hudson Taylor, y que aboga por no dar a conocer las necesidades del obrero a nadie, sino solo al Señor en oración. Y esperar que Él mueva los corazones de los dadores para que ellos disciernan a quién apoyar y con cuánto. El artículo consiste en una reflexión crítica que intenta encontrar un equilibrio entre la discreción del obrero, y la claridad y mayordomía de las partes implicadas. 



– * –



No solo me identifico con muchos de los llamados principios de “vivir por fe”, sino que además, como familia, los hemos enseñado, practicado y vivido por más de dos décadas [ahora tres, y esta sigue siendo nuestra práctica]. Pero, por otro lado, debemos reconocer que estos “principios” no son axiomáticos en la Palabra y no deberíamos hacer de ellos “doctrinas de mandamientos de hombres” (Mr. 7:7).



Vivir “por fe” en el N.T. no está nunca relacionado con el sostenimiento del obrero: Ro. 1:17; 9:30, 32; 2Co. 5:7; Gá. 5:5; 1Ti. 1:4; He. 10:38; 11:33. Todos, en el ministerio o en el trabajo secular, vivimos/debemos vivir por fe (Mt. 6:25-34). Y todos los modelos son modelos de fe, puesto que buscan la obediencia a la comisión divina y el depender de Sus promesas.



Para definir un modelo, en la Palabra debemos distinguir lo que son mandamientos (ej. “id...”, Mt. 28:19), de los principios (una pauta general deducida; ej. de Hch. 1:8 deducimos el principio local, regional y transcultural de la obra), las reglas o instrucciones (que son para un tiempo y contexto limitado; ej. no ir a los gentiles, Mt. 10:5), los ejemplos o aplicaciones (i.e. puesta en práctica de los mandamientos y/o principios, Hch. 13:3) y las excepciones (ej. en Hch. 16:7, el impedimento para predicar en Asia Menor). Así el modelo que siguió Pablo para su sostenimiento es ejemplar, pero no normativo.



Son los capítulos 8 y 9 de 2ª Corintios los textos que tratan de forma más extensa el tema de las ofrendas. Allí se habla de las ofrendas como “voluntarias” (8:3, 11-12) y no “sistemáticas”, porque no está hablando de apoyo a obreros sino de ayudar a los santos de Jerusalén por la hambruna (2Co. 9:12). Se trata de una recaudación puntual para una necesidad puntual, no de una situación de apoyo sostenido a aquellos encomendados y enviados por una iglesia. Y a pesar de que es “voluntaria”, Pablo les “exhorta” (9:5), a través de los emisarios que envía, a que ofrenden (i.e. les pide; 2Co. 8:7, 11; 9:3). Aunque evidentemente no lo exige. Pero reclama aquello por lo que las iglesias se habían comprometido (8:10-11; 9:5). Así vemos que las iglesias pueden adquirir compromisos y deben cumplirlos; y hay que recordárselos. Y esto es “obediencia... al evangelio” (9:13). ¿Quién debe hacer esta labor? En breve lo veremos.



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En 1ª de Corintios 9, Pablo esta vez sí habla del sostenimiento de “apóstoles” (mensajeros) y menciona el derecho de éstos a “no trabajar” (v. 6) en un trabajo secular (aunque él opte por un sistema mixto para mayor movilidad en el avance de la obra). Así mismo afirma que el pedir apoyo es también un “derecho” (v. 12, 18): el derecho del obrero a recibir un salario (v. 14: Lc. 10:7 y 1Ti. 5:18). Aunque Pablo enfatiza que con los corintios nunca hizo uso de ese derecho. ¿Determina esto una norma vinculante para todos los obreros y los tiempos? También Pablo aconseja, casi exige, el celibato para una mayor movilidad en la misión (1Co. 7:7, 26, 29; 9:5), y sin embargo no promovemos tal modelo. De nuevo se trata de su aplicación particular y válida, pero no normativa, de los mandamientos y principios del Señor y de la Palabra. El mismo Pablo es quien puntualiza que se trata de una opción (1Co. 9:5-6).



La mención a “no hemos usado de este derecho... por no poner obstáculo al evangelio” (1Co. 9:12) parece referirse a no seguir el ejemplo de algunos que abusaban del tema y encima se vanagloriaban; y así no ser de tropiezo (cf. 2Co. 11:9-12). ¡Pero aquí Pablo no está instruyendo sobre un modelo de sostenimiento! Y en todo caso, no se refiere a renunciar al apoyo de la/s iglesia/s enviadora/s, sino a su preferencia personal por no recibir apoyo de los corintios. No solo aquí, sino en más ocasiones Pablo asegura que tenía el derecho de exigir un apoyo como obrero del Señor: “...podíamos seros carga como apóstoles de Cristo” (1Ts. 2:6). Y de nuevo puntualiza en la siguiente epístola, que esto es un “derecho” (2Ts. 3:9). Es decir, no se trata de un derecho que él solo podía reclamar a los de Corinto, sino de un principio también válido para el resto de las iglesias.



En Romanos, Pablo pide “ser encaminado allá [a España] por vosotros” (Ro. 15:24 con 3 Jn. 6, 8), es decir, le pide a una iglesia que no lo conoce ni lo ha encomendado que contribuya con su viaje y ministerio. Comparando esto con: “encaminadlos con solicitud, de modo que nada les falte” (Tit. 3:13), vemos que “pedir” para el sostenimiento – incluso si el obrero no es conocido personalmente – no está reñido con el “vivir por fe”. El ser “encomendado” o “encaminado”, no se refiere aquí a una ceremonia de ordenación sino a identificarse con el obrero saliente, hecho que además se puede reiterar en diversas ocasiones y por diversas iglesias (Hch. 14:23, 26; 15: 40). Y consiste en invocar la guía y favor del Señor, a la vez que en identificarse con las necesidades materiales del que parte. ¡Es el compromiso por sostener la cuerda para que otro baje al pozo!



Otro aspecto es que Pablo, como líder del equipo transcultural (lo más próximo en el NT a la agencia), asume la responsabilidad de cubrir su propio apoyo y el de los “suyos” (Hch. 20:34). Para ello media/intercede ante las iglesias para que apoyen a otros “de modo que nada les falte” (Tit. 3:13). Y Juan hace lo propio con otros obreros (“harás bien en encaminarlos como es digno de su servicio a Dios”; 3 Jn. 6). El objetivo es que las iglesias “aprendan también ...a ocuparse... para los casos de necesidad, para que no sean sin fruto” (Tit. 3:14). ¡Así que pedir de buenas maneras es enseñar a dar para tener buenos frutos



De igual modo, en la carta a los Filipenses, Pablo “busca” el apoyo de la iglesia (4:17; es decir la invita a dar). Pero no busca una “dádiva” (doma -G1390- aparece sólo 4 veces en el NT; esta vez, y en Mt. 7:11; Lc. 11:13 y Ef. 4:8; y del contexto se desprende que se trata un regalo puntual, o limosna). Sino que busca de nuevo “fruto en vuestra cuenta”. Tal “cuenta” sugiere un rédito que se acumula al repetirse las ofrendas: “Enviando para las necesidades una y otra vez” (Fil. 4:16). Pablo además, pone en evidencia a las iglesias que no participaron en su apoyo: “Al principio de la predicación del evangelio, cuando partí de Macedonia, ninguna iglesia participó conmigo en razón de dar o recibir sino vosotros solos” (Fil. 4:15). ¡Las iglesias dando, recibían! Sin adquirir compromisos, salían perdiendo (4:17). ¿Se atrevería Pablo a censurar a las iglesias que no daban, si no existiera un compromiso u obligación al que apelar?



En 2Co. 11:8 Pablo define con la siguiente hipérbole el sistema por el que recibía apoyo de las iglesias: “He despojado a otras iglesias, recibiendo salario…” Por ello, cuando declina el apoyo de los corintios para “no poner obstáculo” al evangelio, no se refiere a recibir o no apoyo regular, ni descarta un modelo de apoyo con compromisos, sino todo lo contrario. “Salario” (Gr. opsónion: raciones para un soldado, i.e. su estipendio o paga), implica no una aportación puntual sino el aprovisionamiento y pago sostenido a un soldado. Y Pablo lo menciona como la base en la empresa divina, así como lo es en la militar: “¿Quién fue jamás soldado a sus propias expensas [i.e. opsónion]?” (1Co. 9:7). Incluso diciendo “he despojado”, sugiere que las iglesias que lo apoyaban hicieron un esfuerzo más allá de sus posibilidades. ¡Y el apoyo financiero de Pablo, hasta donde sabemos, venía de estas iglesias, no tanto de particulares!



El sistema de los diezmos, sacrificios y sostenimiento de los levitas (Lv. 6, 7, 27, Nm. 5, 18 y Dt. 12, 18 con 1Co. 10:18), nos habla de un apoyo regular y sistemático que, sin ser optativo, no anula la buena voluntad o voluntariedad de los que dan. Es decir que el apoyo sea sistemático y fijo no es lo que causa dadores a regañadientes, sino lo causa la mala disposición de corazón y el no ver el mandamiento del Señor como un privilegio (2Co. 8:4). Por otro lado, ¿el diezmo no es una exigencia divina? El no darlo, ¿no es robarle al Señor? (Mal. 3:8-10). El que algo sea una obligación no anula que se pueda hacer voluntariamente: “Por eso, si lo hago de buena voluntad, recompensa tendré; pero si de mala voluntad, la comisión me ha sido encomendada” (1Co. 9:17). Es decir, la obligatoriedad de algo no excusa la falta de voluntariedad o de buena disposición. “Dios ama al dador alegre”; aquel que se centra no en la obligación, sino en Aquél para quién da (2 Co. 8:5; 9:7).



El sostenimiento basado en la mera simpatía al obrero genera a veces exageraciones en los informes o irresponsabilidad en los donantes, lo que evidentemente no descalifica al sistema en sí. Pero sí debe hacernos reflexionar en cuanto a ciertos puntos débiles o desequilibrios en los énfasis de un modelo en detrimento de otros. Es como la disyuntiva entre pasar la bolsa de la ofrenda o solamente poner un cepillo a la salida de la iglesia. Si con el cepillo la gente se descuida y hay que estar recordando la necesidad de dar, ¡pasemos la bolsa!



La Palabra sí censura que el objetivo del ministerio sea ganar dinero (1Ti. 6:5); y por supuesto condena toda ganancia deshonesta (1Pe. 5:2 con 1Ti. 3:3 y Tit. 1:7). Pero también advierte sobre “no poner bozal...” al que sale a la obra, a arar o a trillar (1Co. 9:9-10 y 1Ti. 5:18), de forma que haga su trabajo con la tranquilidad de que sus necesidades van a estar cubiertas y pueda salir a la obra “con esperanza” (1Co. 9:10).



Si abogamos por el “vivir por fe”, debemos enseñar también a “sostener por fe”, a “presupuestar por fe”, o acerca de las “promesas de fe”. Es decir, a comprometerse con apoyos regulares, sistemáticos y múltiples (“una y otra vez... todo lo he recibido” Fil. 4:16, 18). Y si los “dadores” no tienen los recursos garantizados al presente, sí están garantizados según “las riquezas en gloria” (Fil. 4:19). Luego, evidentemente, hay que actuar en consecuencia con lo “prometido” (2 Co. 9:2-5).



Si la iglesia en España ha tenido una actitud “anticlerical” de desconfianza a los “asalariados”, marcada y provocada por traumas históricos, éste no es el espíritu de la Palabra (“Esta persuasión no viene de aquel que os llama”; Gá. 5:8), y en vez de subrayar este fiasco y conformarnos a él, debemos corregirlo y educar a las iglesias para vencer tales prejuicios. ¡Así la Palabra nos anima a sistematizar las ofrendas! (1Co. 16:2). Por tanto, al determinar un modelo de sostenimiento, debemos aplicar los mandamientos y principios bíblicos a nuestra circunstancia y necesidad. Pero es difícil decir de los diferentes modelos que se han desarrollado en la historia de la iglesia que unos sean “más bíblicos que otros”. Nuestra meta debe ser estimular un modelo de apoyo espiritual, sostenido y sostenible, que ayude a las iglesias a potenciar la salida de obreros. 



– * –



La Palabra no habla de “los que salen a la obra”, sino de los que “son enviados” (Ro. 10:15; fuera de 3 Jn. 7). Por tanto, la responsabilidad de que tal empresa sea posible recae sobre los que envían. No podemos esperar de brazos cruzados que despierten vocaciones sino hablamos de las naciones, sino visitamos las naciones, sino entrenamos sobre el tema y si no creamos un sistema de envío y apoyo. Las iglesias locales deberán determinar qué modelo encaja mejor con sus características y posibilidades. Y para ello deben asumir su papel protagonista. 



En definitiva, hagan lo que hagan, deberán hacerlo para la gloria del Señor. Esto es, para que Él sea alabado por el papel que todos asumen al hacer la obra de la forma más digna y responsable posible. ¡Así sea!



 



 



Carlos Madrigal es miembro de la Plataforma Española de Misiones (AEE) que busca fomentar la colaboración entre líderes de iglesias locales y organizaciones evangélicas para impulsar la misión transcultural desde España: [email protected]



Extracto, con permiso del autor, del libro "Recomponiendo La Misión Con Jesús – Reflexiones sobre la misión, sobre la tarea global y sus implicaciones para el mundo" (Impresiones 2018) de Carlos Madrigal Mir. Para disponer del libro completo, ver aquí.


 

 


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