En julio de 1939 Ernesto Trenchard regresó a España. No pasó mucho tiempo sin que los evangélicos sufrieran una opresión constante por parte de autoridades civiles y eclesiásticas.
Los Trenchard seguían expectantes todo lo relacionado con la Guerra Civil Española.
Su amigo Percy Buffard con el que estaban ayudando a los refugiados españoles, se unió a otros misioneros que también se encontraban en Inglaterra y organizaron un Comité Evangélico de Socorro para paliar la situación de escasez de los evangélicos españoles.
Hubo en dicho comité varias figuras importantes como el Dr. J. H. Rushbrooke, secretario general de la Baptist World Alliance o el reconocido D. Samuel Vila. El Comité recaudaba fondos en el extranjero y se encargaba de toda la logística, hasta conseguir que camiones completamente cargados de ayuda pasaran la frontera de Francia con España.
La ayuda llegó a muchos lugares de España, incluida la querida Valdepeñas de Buffard, que la recibieron como un regalo de Dios. El propio Percy se involucró personalmente logrando la ayuda de otras misiones extranjeras, como la Misión Americana. (1)
Los sublevados buscaron ayuda de Alemania, obteniendo el apoyo de la Legión Cóndor que el Tercer Reich enviaría para ayudar al General sublevado.
Hermann Göring sugirió a Hitler apoyar a Franco logísticamente con bombarderos, carros de combate, transporte y artillería. Los nazis utilizaron su incursión en la Guerra Civil española como banco de pruebas para el conflicto mundial que vendría después.
Ernesto tenía claro que el Evangelio no podía tomar partido por un bando o por otro en la contienda, pero era consciente de que difícilmente los hermanos españoles podrían mantenerse neutrales.
La ferocidad de ambos bandos los llevaba a extremos inauditos forzando a los apolíticos a decantarse hacia el bando republicano o hacia el sublevado.
Los que iban siendo incorporados al frente en las filas republicanas para contener a los sublevados cada vez eran más jóvenes, hasta el punto de que incluso una de las incorporaciones recibiría el epíteto de “La quinta del biberón”. Jóvenes que oscilaban entre los 14 y los 17 años fueron repartidos por los frentes que todavía no habían caído ante las fuerzas nacionalistas. Algunos de ellos incluso participaron en la Batalla del Ebro, una de las más dilatadas, crueles y sangrientas de toda la Guerra. Era algo común ver a muchos de estos jóvenes llorar por separarse de su familia y por la gran incógnita de entrar de lleno en el combate del que probablemente no saldrían con vida. Conforme se iban acercando al frente el aire se enrarecía y se convertía en un fuerte olor a azufre.
La vida en las trincheras carecía de sentido, aunque a veces se daban situaciones cómicas como cuando alimentaban a los soldados usando unos burros que recorrían la línea completa, desde los que lanzaban paquetes con bocadillos y botellines de agua para alimentar a la tropa.
Los soldados se reían al ver a aquellos animales asustados con el ruido de las balas, las orejas tiesas y corriendo atropelladamente. (2) A veces la distancia entre una trinchera y la trinchera del enemigo era tan escasa que podían entablarse conversaciones entre ambas.
Normalmente esto tenía lugar por las noches, cuando todo estaba más tranquilo y aunque se intentaba persuadir al “otro” acerca de su rendición, las conversaciones solían acabar con insultos y a tiro limpio. (3)
Trenchard viajó a los campamentos de refugiados en el sur de Francia donde animaba a los españoles y les entregaba Notas Diarias de la Unión Bíblica para ayudarles a pasar ese mal tiempo.
Puso atención a las noticias que llegaban del otro lado de la frontera. De regreso a Inglaterra, compartió con su amigo Chappell la idea que le venía continuamente a la cabeza en cuanto a que había llegado el momento de regresar a España.
Parecía que la persecución hacia los evangélicos había menguado y que el período más peligroso había pasado. El bando sublevado y el General Francisco Franco habían vencido.
Chappell estuvo de acuerdo con Ernesto y aunque lo apoyó en todo momento, no pudo dejar de expresarle sus temores de que los misioneros extranjeros corrían el riesgo de ser expulsados de España.
Ernesto, como suele ocurrir con buena parte de los misioneros, no se desilusionó fácilmente de su idea original, y por el contrario logró el apoyo del misionero bautista estadounidense, Frank Melbourne, que trabajaba en los campamentos de refugiados en Perpignan.
Ernesto consideró que su encomendación por las asambleas de Devon era vigente todavía, pero aun así prefirió entrevistarse con los Editores, quienes le animaron a seguir adelante.
Gertrudis de momento seguiría al frente del colegio en Bournemouth, lo que le permitiría a la familia contar con parte del sustento para las necesidades.
Trenchard no tenía claro si lograría ingresos para la tarea misionera, pero decidió confiar en Dios, al fin y al cabo, Él era el más interesado en la Misión. Inició los trámites con la administración nacionalista solicitando el visado para España y, aunque las negociaciones no fueron fáciles, finalmente lo consiguió.
El 13 de julio de 1939 Ernesto Trenchard emprendió el regreso a España acompañando a un grupo de refugiados españoles.
Trenchard, por su condición de súbdito inglés, no corría excesivo peligro en aquella nueva realidad, pero no así los protestantes españoles.
El General Franco había manifestado claramente su pretensión de la unidad católica de España, por lo que no pasó mucho tiempo sin que los evangélicos sufrieran una opresión constante por parte de autoridades civiles y eclesiásticas.
Ernesto supo del encarcelamiento de los ancianos de la Iglesia de la Calle Cambroneras en Linares, Juan B. García, José Casado y Don Manuel Martínez Ibáñez. Este último era uno de los ancianos más veteranos y el fundador de un colegio, siendo el primer maestro reconocido de las Asambleas de Hermanos allí.
Debido a su avanzada edad y a que estaba enfermo, lo dejaron pronto en libertad… libertad que Don Manuel utilizaba para repartir tratados evangélicos.
El capitán de la policía le explicó varias veces que no se podía repartir “propaganda evangélica”, a lo que Don Manuel siempre contestó lo mismo: “Usted dice que no lo haga y mi Señor, al que sirvo, me manda hacerlo. ¿A quién tengo que obedecer?”. El capitán ya lo tenía por imposible y lo dejaba hacer. (4)
Le llegaron noticias a Ernesto que el pastor de la congregación en Tomelloso, D. Francisco García, también había sido puesto en el calabozo por los nacionales.
Recordó al bueno de Eladio, el primer creyente de Tomelloso, y como su casa fue una en las que se hicieron las reuniones a las que acudía D. Francisco desde Valdepeñas para predicar y atender al grupo.
Todo fue bien hasta que la reunión fue interrumpida por los municipales quienes apresaron y condujeron a todos los hombres asistentes hasta el calabozo.
Lejos de amedrentarse aquellos presos recordaron al Apóstol Pablo y a Silas, quienes tras ser azotados con varas fueron puestos en el cepo del calabozo más profundo, donde oraron y entonaron himnos, proveyéndoles Dios una liberación milagrosa (Hch 16:11-40). Aquellos hermanos de Tomelloso aprovecharon las ventanas del calabozo para cantar, orar y predicar, escuchándoles todo el que pasaba por la plaza.
También le vino a la memoria a Trenchard cuando Eladio enfermó gravemente y su buen amigo Percy Buffard vino rápidamente desde Valdepeñas para orar por él.
Tras una cadena de oración por Eladio, Don Percy se puso en pie y oró dándole las gracias a Dios por cambiar el rumbo de la enfermedad del hermano Eladio y devolverle la salud.
Ante la estupefacción de los reunidos por la atrevida afirmación de Buffard, el hermano Eladio comenzó una acelerada mejoría que le trajo de nuevo la salud. (5) Ernesto no pudo evitar que se le humedecieran los ojos y elevó una oración por D. Francisco y tantos otros pastores, ancianos y líderes que habían sido apresados.
—Señor, libera los corazones y las almas de tus siervos, como dice el salmista, protégelos bajo la sombra de tus alas.
Las noticias de hermanos fusilados dejaban a Ernesto bastante preocupado por la continuidad de la obra del Señor en España. D. José García, pastor de la obra alemana integrada en la Iglesia Evangélica Española fue fusilado en Granada por las fuerzas franquistas.
También lo fue uno de los estudiantes del Instituto Bíblico de Valdepeñas, Esteban López, en su propio pueblo, Villanueva del Arzobispo (Jaén). (6) En la batalla de Teruel fue hecho prisionero y posteriormente fusilado por los franquistas, Germán Araujo, catedrático del Instituto de 2ª Enseñanza de Teruel.
Era hijo de Don Adolfo Araujo, gerente de Sociedad Bíblica. (7) De poco sirvió la mediación de D. Miguel de Unamuno, rector de la Universidad de Salamanca, para evitar el fusilamiento del pastor evangélico Atilano Coco.
También fueron fusilados Miguel Blanco, pastor de la Iglesia de San Fernando (Cádiz) y la maestra Josefina Hombre, de Jerez de la Frontera, fusilada a pesar de encontrarse en estado de gestación. Otros fueron arrestados para prestar declaración, pero nunca más volvieron a aparecer. (8)
Cuando las fuerzas sublevadas entraron en el pueblo de El Centenillo se encontraron en lo alto de una loma a José Arquero, un fiel creyente de la pequeña iglesia evangélica del pueblo. José enseguida levantó sus manos al aire en señal de rendición.
—¿Qué hace usted aquí? —preguntó el sargento del batallón nacionalista.
—Lo que me han ordenado, defender esta loma. Quisieron que llevara un fusil, pero me negué porque como evangélico no pienso tomar las armas. Así que me dijeron que aunque fuera a pedradas defendiera el pueblo desde aquí. —contestó José.
—¿Y qué lleva en ese morral?
—Pues lo más valioso que tengo, mi Biblia y una foto de mi familia.
—Apresadlo, ya veremos qué hacemos con él. —dijo el sargento encogiéndose de hombros.
Ya en el lugar habilitado para mantener a los detenidos, los otros presos se mofaban de José Arquero porque lo veían leyendo su Biblia.
—¡José! ¡José! ¿Qué te dice tu Dios hoy?
Como las mofas iban en aumento, y harto de que se rieran de él, casi sin pensar, José les contestó:
—¿Queréis saber qué me dice mi Dios? ¡Pues me dice que mañana me sacan de aquí!
Por la mañana los soldados que custodiaban a los presos abrieron las puertas y solo dejaron en libertad a uno, José Arquero. (9)
Los hermanos le contaban a Ernesto algunas de las complicaciones que no paraban de sufrir los evangélicos españoles en distintos pueblos. Supo también que los misioneros Aerni fueron encarcelados y que les fueron incautados los alimentos que distribuían entre los niños.
Su liberación fue por medio del cónsul de Suiza en Murcia, que también era el gerente de la fábrica de conservas Hero en Alcantarilla (Murcia). Tras su puesta en libertad fueron deportados acusados de comunistas y otro tipo de mentiras. (10)
Todo esto chocaba bastante con la imagen que el gobierno franquista trataba de mostrar en Londres de que en España había completa tolerancia a todas las confesiones cristianas. (11)
Trenchard aprovechó su tiempo en Madrid para atender al matrimonio Rhodes, pues ya eran de edad avanzada. Dejando a un lado cualquier pequeña rencilla que hubieran podido tener anteriormente, Ernesto les ayudó con diligencia, organizando su piso, yendo a las oficinas públicas en su representación, etc. (12)
Mientras lo hacía se recordaba a sí mismo… “Acordaos de vuestros pastores, que os hablaron la palabra de Dios…”.
Benji Gálvez
(1) 1917-2917 Iglesia Cristiana Evangélica de Valdepeñas, 100 años de historia. Por José Valero Donado, (Publicado por la ICE de Valdepeñas y Ed. Peregrino; 2017), pp. 69-70. [Documento pdf].
(2) Mis memorias- J. Francisco Mega Berenguer- Fundamentos inconmovibles, por J. Francisco Mega Oria (Coord. Editorial UBE; Sept. 2013), p. 101-104. Citamos el testimonio de un soldado del bando republicano: A partir de aquel momento, la vida cotidiana en mi puesto, allí en el fondo de la trinchera, carecía de sentido. El estado de alerta era constante, no había lugar para el descanso. Aunque durante la noche solía haber poco movimiento, cada mañana cuando salía el sol, la actividad bélica era considerable. Los disparos de cañón del enemigo, traspasaban nuestras líneas buscando objetivos en la retaguardia, mientras en la línea de fuego en la que me encontraba, los disparos de fusilería y ametralladoras eran constantes. Casi cada mañana nos visitaba una formación de aviones enemigos, que lanzaban bombas sobre nuestras líneas, y a los soldados no nos quedaba otra que tendernos sobre el suelo de la trinchera y esperar pacientemente que ninguna cayera sobre nosotros.
(3) Semblanzas- Relatos anecdóticos de protestantes españoles en los años 1917 a 1936, por Francisco García Navarro (Ed. CLIE; Terrassa, 1982), pp. 178-181. Las últimas páginas son el testimonio de un soldado del bando nacionalista, el propio autor.
(4) Raíces Evangélicas, por Juan López Soto (Ed. Iglesia Evangélica de Linares; 2010), pp. 61-62, 68.
(5) Semblanzas- Relatos…, pp. 127-134.
(6) Semblanzas- Relatos…, pp. 154-155.
(7) Semblanzas- Relatos…, p. 178.
(8) La España Evangélica ayer y hoy: esbozo de una historia para una reflexión, por José María Martínez (P. Andamio y CLIE; Viladecavalls, 1994). pp. 311-312.
(9) Testimonio oral recibido de José A. Arquero Rodríguez (1911-1994), abuelo materno del autor.
(10) Memorias de las Asambleas del Valle del Segura, por Francisco Martínez Sánchez, (Publidisa, 2012), pp. 44-45.
(11) La España Evangélica ayer y hoy… p. 310.
(12) Ernesto y Gertrudis Trenchard-La enseñanza que permanece, por Tim Grass (Comisión de publicaciones del Centro Evangélico de Formación Bíblica CEFB; Madrid, 2019), p. 63.
1- Ernesto y Gertrudis Trenchard-La enseñanza que permanece, por Tim Grass (Comisión de publicaciones del Centro Evangélico de Formación Bíblica CEFB; Madrid, 2019).
2- La Historia de dos visiones- La historia de la Unión Bíblica en todo el mundo, por Michael Hews. Traducción de Ernesto Zavala, abril 2001. [Documento pdf].
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