No hay lujos, ni boato, ni grandezas, ni aparece rodeado de apoteosis pirotécnicas. Sencillamente, nace.
“Así que dio a luz a su hijo primogénito. Lo envolvió en pañales y lo acostó en un pesebre, porque no había lugar para ellos en la posada”. (Lucas 2:7)
Tres líneas para anunciarnos el suceso más importante de la historia de la humanidad. Dios viene al mundo, el Verbo se hace carne y llega para plantar su casa entre nosotros. Y con tres líneas los evangelistas tienen bastante. No hay lujos, ni boato, ni grandezas, ni aparece rodeado de apoteosis pirotécnicas. Sencillamente, nace. Su madre lo coloca en el pesebre de una posada porque era el único sitio disponible para Jesús, el Hijo de Dios. Si nos atrevemos a recordar la verdadera Navidad, habremos de tomar conciencia de lo que esto supone, porque conmemorarla, pensarla y vivirla seriamente, supone un compromiso a favor de lo recordado que pone en juego la vida entera.
1. A creer que Dios siempre está con nosotros.
“Así que dio a luz a su hijo primogénito. Lo envolvió en pañales y lo acostó en un pesebre, porque no había lugar para ellos en la posada… He aquí un ángel del Señor apareció en sueños a José y dijo: Levántate y toma al niño y a su madre, y huye a Egipto, y permanece allá hasta que yo te diga…” (Lucas 2:7; Mateo 2:13-15)
Jesús, el Hijo de Dios, nace en el pesebre de una sencilla posada de Belén. Jesús, el Hijo de Dios, emigra a Egipto porque le persiguen para matarle, con todo lo que eso implica: desarraigo familiar, sociológico, cultural, religioso, pobreza, inseguridad, incertidumbre sobre el futuro, miedo. (Lc. 2:7; Mt. 2:13-15) Este es el currículum de Jesús, el Hijo de Dios: nace como un marginado, vive parte de su niñez como inmigrante en un país enemigo; su experiencia laboral desde niño es la de un artesano carpintero con los problemas que sufren todos “los autónomos”. Como muchos de nosotros, Jesús y su familia vivieron en medio de limitaciones, dudas, incertidumbres y preocupaciones, pero siempre supieron que el Dios de Israel estaba con ellos.
2. A denunciar la inhumanidad que desprecia a los nadies.
En un mundo como el nuestro, donde la información viaja, como todos nosotros, a la velocidad de la luz, se ha acuñado un nuevo concepto para describir la manera en la que damos por bueno lo que sucede: “posverdad”. Significa que los hechos objetivos son menos influyentes en formar la opinión pública que los llamamientos a la emoción. Para mucha gente, un hecho es simplemente algo que se siente como cierto o que se desea que sea cierto, aunque objetivamente sea una barbaridad. Pongamos algunos ejemplos:
En el mundo de la “posverdad”, todos los inmigrantes que llegan en pateras o cruzan las fronteras son considerados delincuentes peligrosos para el sistema porque solo traen violencia, desgracias y enfermedades.
En el mundo de la “posverdad”, todos los refugiados políticos son vistos como “parásitos” que resultan molestos y caros para el Estado del bienestar occidental.
En el mundo de la “posverdad”, todos los “sin-techo”, los pobres y mendigos que piden en las calles, son unos sinvergüenzas fracasados que están ahí por vagos y maleantes.
¿Qué pensarían los ciudadanos de la ciudad egipcia donde llegaron José, María y Jesús como refugiados políticos huidos precipitadamente desde Israel? Si estas gentes hubieran estado prejuiciados por la posverdad ¿pensarían que esta familia iba a ser una carga social y económica para el sistema? ¿Les rechazarían por entender que iban a robarles derechos sanitarios, puestos de trabajo o servicios sociales? ¿Creerían que se trataba de delincuentes? ¿Serían sospechosos de terrorismo?
El mensaje de la Navidad nos invita a trabajar por un mundo mejor, más justo, más igualitario. Un mundo donde quepan todos y todos tengan las mismas oportunidades. Un mundo en el que todos estemos luchando porque todas las personas de todo pueblo, lengua y nación vivan, crezcan, y tengan acceso a la salud, a la educación, a una vivienda y a un trabajo dignos por su condición de seres humanos creados a imagen de Dios. Este es el mensaje de esperanza y denuncia de aquel que fue inmigrante y refugiado en su niñez, Jesús de Nazaret, de quien dice la Escritura que es el resplandor de la gloria de Dios y que nos da a conocer quién es y cómo es el verdadero Dios. Soli Deo Gloria.
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