Aquí van cinco consejos que podrían servir tanto para voluntariado humanitario como incluso para viajes misioneros de tu iglesia.
El voluntariado en el contexto de la ayuda humanitaria internacional es una experiencia única e irrepetible, una experiencia que Dios puede usar para cambiar nuestra forma de percibir a las personas e incluso cambiar nuestras prioridades en la vida. Habla uno que ha terminado trabajando en una ONG cristiana de ayuda humanitaria en parte gracias a viajes de voluntariado.
A pesar de que es difícil encontrar el tiempo y los recursos para ello, son muchas las personas que se nos acercan preguntando por voluntariado en GAiN. Así que se me ha ocurrido exponer algunos aspectos que he tenido que desaprender por experiencia propia acerca del voluntariado internacional.
Si estás planteándote o piensas en gente que se está planteando vivir tal experiencia, aquí van cinco consejos que podrían servir tanto para voluntariado humanitario como incluso para viajes misioneros de tu iglesia…
A no ser que seas una persona famosa para que las ONG te creen un viaje a medida y les des visibilidad, lo cierto es que traer voluntarios sin experiencia al campo de la ayuda humanitaria sale poco rentable y ralentiza los proyectos. Por eso no es fácil encontrar oportunidades a corto plazo. Lo normal es que las oportunidades que se ofrecen sean de medio año para arriba y en posiciones específicas, aunque…
Hay excepciones. Por ejemplo, nuestro colaborador local en el campo de refugiados de Lesbos funciona con un sistema de rotación de equipos muy bien engrasado, por lo que podemos enviar equipos de incluso una semana ya que es llegar y meterse de lleno en las importantes labores de campo. Aun así, mi consejo es: si puedes, ve el máximo tiempo posible. Será mejor para ti y para quienes te reciben.
No te engañes. Si vas a estar apenas unas semanas, es mayor la huella que puedes dejar en el trato directo con las personas y familias que conozcas que en las cosas que puedas dejar hechas. Además, es probable que lo que hayas dejado hecho se vuelva a deshacer por mil razones. Así es el contexto de la ayuda humanitaria: complejo y cambiante.
Sin embargo, los gestos de amor, aprecio y preocupación hacia las personas que te encuentres son un mensaje directo del amor de Dios hacia ellos y pueden permanecer para siempre.
Si la situación y las condiciones en las que se ven las personas en contextos de mucha necesidad son pésimas, no es porque carecen del conocimiento y habilidades que los blancos occidentales tenemos. Es por un sinfín de factores complejos y entrelazados que se escapan de sus manos (y de las de cualquiera). Es más, muchos de ellos han llegado más lejos de lo que habríamos llegado nosotros en su situación.
Puede que tengas dos títulos de grado, dos másteres y un doctorado, pero los que realmente saben de la vida son ellos. Sus historias y experiencias darían para toda una saga de libros y películas. No te cansarás de escucharlos y aprender.
Así que quita de tu mente idealizaciones y estereotipos… No te pongas expectativas. Ve y deja que Dios te enseñe desde cero. Y recuerda que todos somos iguales ante Él, personas rotas en proceso de restauración. Quizá Dios te use en ese proceso con ellos de la misma manera que les use a ellos en el tuyo.
Es fácil llegar al lugar y empezar a hacer cosas mientras las personas a tu alrededor miran y te dan las gracias. Pero de lo que se trata es de estar codo con codo con ellos, participando de sus vidas sin robarles el protagonismo. Al igual que nosotros, las personas a las que ayudamos necesitan sentirse actores y actrices principales de sus éxitos.
Si la organización con la que trabajas te permite involucrarlos en las labores de campo, involúcralos. Si esto no es posible por motivos de seguridad o de incompatibilidad, hazles sentirse parte igualmente. Pídeles su opinión, cómo lo harían ellos, por qué… No les prometas nada, pero que sientan que su opinión es tenida en cuenta y son escuchados. Al fin y al cabo, son personas con la misma dignidad y derechos que tú y que yo.
Suele ocurrir que entre el momento en que se te ocurre la idea y el momento en que la materializas, pueden pasar uno o varios años. Pero la experiencia puede (y debería) comenzar desde casa.
Ora por las personas a las que vas a ayudar sin conocer aún. Infórmate. Mira pelis y documentales, escucha podcasts, lee libros, reportajes, etc. Interésate por aquellos a tu alrededor que vengan de contextos similares o hayan vivido experiencias parecidas.
Por último, implícate de manera práctica. Por ejemplo, si vas a viajar con nosotros a un campo de refugiados, puede ser una buena idea que antes participes en una de nuestras campañas de recogida, o que incluso propongas y coordines un nuevo punto de recogida. También sería una buena idea que te plantees apoyar económicamente para la iniciativa de refugiados y migrantes en la que te quieres involucrar. Todo esto hará que seas mucho más sensible y consciente de la necesidad y vayas mucho más preparada/o cuando llegue el momento.
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