Fraternidad para el camino

Leyendo la epístola de Pablo a los filipenses, he aquí tengo algunas impresiones, nada sistemáticas, sino de acuerdo a lo que me dicen hoy a mí, en este siglo XXI, y lo digo con esa libertad que me dado el conocer a Cristo y mi deseo de seguirle como una aprendiz con muchas limitaciones, pero que tiene plena confianza en que el que empezó la buena obra no parará hasta completarla. Esta carta me anima mucho porque emana de ella una grata invitación, por parte del remitente, a perseverar en alcanzar la madurez espiritual e ir estrechando más esa relación con Cristo, una relación que va haciéndonos más a Su imagen y nos va asignando un propósito en el mundo, pues somos instrumentos en ese gran plan redentor de Dios para con la humanidad. Debemos estar unidos a Cristo como pámpanos a la vid, y esa unión es gracias a esa entrega de Cristo por nosotros, una entrega que trae salvación a todo aquel que cree en Él.

Sabemos que el apóstol escribe desde la cárcel. Y me admira mucho que en esos momentos, que podrían ser sólo de tribulación y desánimo, Él no ceja en su empeño de seguir enseñando, discipulando, animando, y siendo ejemplo, no sólo teórico, sino eminentemente práctico. Es capaz de decir que pueden imitarle, pues él es imitador de Cristo; seguro que con limitaciones, pero ahora por amor a Cristo lo había dejado todo; su encuentro con Él había supuesto un cambio radical, era un nuevo hombre que caminaba con los valores de Cristo, para así poder caminar y ayudar a otros. 

Ese llamado a que sean irreprensibles, que es muy firme y contundente, profundo y sincero, viene aderezado con algo que hoy a algunos les puede parecer un tanto intrascendente, una carga afectiva tremenda a la hora de lanzar este llamado a ser un verdadero seguidor de Cristo. “Cada vez que os recuerdo, doy gracias a mi Dios, y cuando ruego por vosotros, lo hago siempre lleno de alegría. No en vano habéis colaborado conmigo en la difusión del mensaje evangélico desde el primer día hasta hoy… ¿Acaso no está justificado esto que siento por vosotros? Os llevo muy dentro del corazón, ya que todos vosotros compartís conmigo este privilegio mío de la prisión y de poder defender y consolidar el mensaje evangélico…”.  Y eso es lo primero que encontramos al empezar a leer. Les habla de cómo los añora, y recuerda todos los beneficios que también ellos le habían prestado, esas ofrendas para cuando se tiene necesidad apremiante para el sustento y para el servicio; y recuerda el afecto que le habían profesado, así como también el ser compañeros en la defensa del evangelio. Hay reciprocidad por ambas partes; es un afecto que se ha ido forjando como en un proceso donde no falta la comunión, la unidad, el diálogo, el compañerismo, la amistad, la preocupación de los unos por los otros. Hay un cuidado pastoral que se aleja de todo profesionalismo y mero cumplimiento. No se trata de un sentimentalismo momentáneo o de una dependencia paternalista. No; hablamos de un amor que proviene de Cristo, que brota de una estrecha relación con él, lo cual dará lugar a mejores relaciones con los demás, se propicia el diálogo, se resuelven los conflictos, fluye la ayuda mutua, y todo va a redundar en favor de la difusión del evangelio y en dar buenos frutos: “Porque Dios me es testigo de cómo os amo a todos vosotros con el entrañable amor de Jesucristo. Y esto pido en oración, que vuestro amor abunde aún más y más en ciencia y en todo conocimiento, para que aprobéis lo mejor, a fin de que seáis sinceros e irreprensibles para el día de Cristo, llenos de frutos de justicia que son por medio de Jesucristo, para gloria y alabanza de Dios”. Es lo que va a incidir para que abunden más en sabiduría, conocimiento y discernimiento necesarios para el día a día, para ir siempre buscando lo mejor, tomando decisiones acertadas. A ser irreprensibles, con una ética y moral que se notará en su entorno; un entorno que no les es ajeno y del que no debe alejarse, más bien deberán estar en el epicentro del mismo y de lo que se cuece en él.

Y que va propiciar unas relaciones tan entrañables que harán más llevadero el caminar en pos de la verdad, que muchas veces necesita de ese ‘ayudaos los unos a los otros’ a la hora de levantarse, o de llorar, o de duras pruebas. Y todo eso no es de nosotros, sino que todo está bajo el señorío de Dios.

Esta carga afectiva, que en todo tiempo destila esta carta, es cimiento o base indiscutible en la tarea pastoral y de discipulado del apóstol, y a la hora de fortalecer a esta iglesia para su labor misionera. Y le da esa autoridad para hacer tal llamamiento a crecer en madurez. Ya sabemos que es Dios quien mueve los corazones, pero ha puesto a unos con una responsabilidad de cuidado y servicio mayor, que significa responsabilidad, paciencia y entrega. Y habiendo sido llamado, pues cada uno tiene dones, sea para enseñar, pastorear, administrar, organizar… para consolar, mediar, propiciar el diálogo. Eso lo vemos en Pablo que está en el lugar acertado y desde ahí puede incluso ser mediador en las relaciones y en el fortalecimiento de estas. Es otro de los aspectos que me llaman la atención: cómo adereza todo para unir a sus colaboradores con esta iglesia de Filipos. Entrañable la forma en que describe el interés de Epafrodito por ellos y el de ellos por él. O en su caso hace una recomendación entrañable como la que describe a Timoteo, como si fuese su propio hijo, sin necesidad de que medie la sangre. Alaba estos lazos afectivos, lo adorna todo para que ellos vean cuán agradable es y cuán necesario para continuar la carrera que tienen por delante y terminarla llevando frutos de justicia. Qué difícil, pero pienso que no imposible…

Voy desgranando en mi mente lo que me llama la atención de esta carta y viendo imágenes de alguien confinado, pero sin posibilidades de ir a dar una vuelta por el campo o comprar en el supermercado. Pero que ve su sufrimiento como algo que lo lleva a regocijarse y hacer un llamado a los destinatarios de esta carta a regocijarse también. No se queja de su situación. Para él sufrir por la causa de Cristo es más bien un regalo: “… Cristo es la única razón de mi encarcelamiento…”. Así su valentía dará fuerzas y ánimo para que los demás sigan en la lucha: “Es más, mi prisión ha fortalecido la confianza en el Señor de buen número de hermanos, que ahora se atreven a proclamar la palabra con más valentía, y si temor”. 

Como se dice, el ejemplo arrasa, no es solo teoría, lo demuestra con hechos, es palpable. Esto hoy es un ejemplo para nosotros. En medio de estos días de incertidumbre necesitamos reforzarnos de la valentía que nos da tener puesta la mirada en la esperanza que no defrauda, sustentada por la obra de Cristo. Y sólo esa seguridad, como la de Pablo, nos hará no tambalearnos. Y no hablo de haber alcanzado la perfección, ni mucho menos, sino de proseguir a la meta, de intentar terminar la carrera como un atleta laureado. Y no es fácil, a veces nos quiere vencer el temor, el agotamiento, la espera, la inmovilidad, u otras peripecias, pues cada uno tiene lo suyo, y es personal, pero sabemos también que Dios no se duerme, y no nos da más de lo que podemos soportar. Nos hace ver que las dificultades pueden ser un instrumento para hacer cosas que sean de bien para nosotros y para los demás. Nos lleva a ser más creativos.  

Y en este caso, dada su situación, no le queda más que hacer esta labor desde la distancia, sin el zoom, o el Skype, u otros medios modernos a través de los cuales por lo menos podemos vernos las caras. Apela incluso a la añoranza de tiempos pasados, como mencioné al inicio. Me gusta cuando trae a la memoria todo lo bueno acontecido entre ellos, recuerda el pasado, algo que le da fuerzas para seguir orando, preocupándose e insistiendo en que sean fieles. No se trata de algo superficial; los siente como hijos, como algo suyo. Como esa “nodriza que cuida con ternura a sus propios hijos”, figura que utiliza el apóstol en la primera carta a los Tesalonicenses. Con ese sentir de Cristo. Y tenía que ser, pues no hablamos de una iglesia donde no existían conflictos u otras situaciones. Pero lo bueno prevalece. Lo genuino y verdadero. ¡Qué bueno es! Y puede ser verdad si lo vamos trabajando bajo su luz. Qué hermoso puede ser. La realidad nos muestra que esto no puede darse si no media el amor de Dios, ese que no se gasta. Todo se desvanece si no lo hay. Genera inestabilidad. Falta pan para el camino. Para afrontar los peligros. Así lo entendió Pablo, lo entrañó, y quiere comprobar, incluso, si de verdad los destinatarios de la carta, lo han entendido. Si van consiguiendo la unidad al interior, y siendo como luminares fuera. 

Perseguido, pero no derrotado utiliza todos los medios para dar muestras de su perseverancia como buen soldado de Jesucristo. Sus colaboradores que portan la misiva, lo cuentan, con mucho entusiasmo e interés, con ese espíritu de entrega a los demás que imitan de su maestro. Qué maravilla, escuchar sólo lo que edifica, que cae como cristalinas y refrescantes aguas… 

Con ese talante, Pablo puede pedir: “Si alguna fuerza tiene una exhortación hecha en nombre de Cristo, si de algo sirve un consejo nacido del amor, si nos une el mismo Espíritu, si alienta en vosotros un corazón entrañable y compasivo, llenadme de alegría teniendo el mismo pensar, alimentando el mismo amor, viviendo en armonía, compartiendo los mismos sentimientos. No hagáis nada por egoísmo o vanagloria; al contrario, sed humildes y considerad que los demás son mejores que vosotros…”.

A quienes tanto amaba y añoraba, que eran su alegría y su corona. A quienes sólo quería ver firmes, en su presencia o en su ausencia. 

Un abrazo fraternal. Gracia y paz.