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El ejercicio de autoridad en el ministerio pastoral

Debería ser obvio, a la luz del testimonio y la enseñanza de Cristo, que la marca del ministerio o liderazgo cristiano es el servicio, y no así la autoridad.

FUNDAMENTOS AUTOR 869/Jose_Daniel_Espinosa_Contreras 08 DE NOVIEMBRE DE 2020 19:00 h
Foto de [link]Melyna Valle[/link] en Unsplash.

La sociedad actual está hastiada del ejercicio de autoridad de quienes están en posiciones de liderazgo o poder, pues con frecuencia los tales ejercen sus funciones con prepotencia, con autoritarismo, con orgullo y con imposiciones. Ahora bien, el énfasis autoritario del mundo debe ser completamente ajeno a la iglesia. Jesucristo condenó claramente este concepto de autoridad gentil o pagano al decir: “Sabéis que los gobernantes de las naciones oprimen a los súbditos, y los altos oficiales abusan de su autoridad. Pero ENTRE VOSOTROS NO DEBE SER ASÍ. Al contrario, el que quiera hacerse grande entre ustedes deberá ser su servidor” (Mt 20:25-26). Debería ser obvio, a la luz del testimonio y la enseñanza de Cristo, que la marca del ministerio o liderazgo cristiano es el servicio, y no así la autoridad. Por supuesto, hay ministerios eclesiales que conllevan el ejercicio de cierta autoridad espiritual (cf. 1 Ts 5:12, 17; He 13:17), pero el énfasis de estos ministerios debe estar en guiar al ser siervos y al darse a sí mismos a otros, “así como el Hijo del hombre no vino para que le sirvan, sino para servir y para dar su vida en rescate por muchos” (Mt 20:28). 



Dicho esto, creo que debiera preocuparnos que el ejercicio de autoridad pagano se haya introducido sutilmente en muchas congregaciones cristianas. ¡Es un tema realmente preocupante! Algunos líderes/pastores, únicamente en virtud de su cargo eclesial, hacen y deshacen a su antojo, haciendo uso de una autoridad que no les corresponde. Y, ¿por qué? “Porque yo soy el pastor” —reprochan ellos. Los pastores verdaderamente espirituales son aquellos que reconocen que su autoridad para enseñar y gobernar la iglesia es la autoridad inherente de la Palabra de Dios, ¡no otra!



“¡Porque yo soy el pastor!” no es un argumento bíblicamente válido para el ejercicio de autoridad, sino un abuso de autoridad disfrazado como algo natural y bíblico. Resulta cuanto menos curioso que el ejercicio de autoridad de Jesús durante su ministerio terrenal dependiese de su mensaje y no tanto de su posición, “porque les enseñaba como quien tiene autoridad, y no como los escribas” (Mt 7:29). Los escribas tenían una posición elevada ante los ojos del pueblo judío, pero no era esta la autoridad con la que Jesús se presentaba a sí mismo ante el mundo. Del mismo modo, los líderes eclesiales no tienen autoridad en virtud de sus cargos (por lo que no vale el argumento de: “Yo soy el pastor y punto”), sino por cuanto son voceros fieles al evangelio de Jesucristo, que buscan cuidar y edificar al cuerpo de Cristo “conforme a la autoridad que el Señor me ha dado para edificación, y no para destrucción” (2 Corintios 13:10).



El pastorado de Timoteo en Éfeso es un ejemplo positivo del correcto entendimiento del ejercicio de autoridad bíblico. Al parecer, Timoteo estaba teniendo problemas en la iglesia, debido a su juventud e inexperiencia. Las cartas paulinas de 1 y 2 Timoteo tienen la intención de ayudar a resolver el problema. Si la posición pastoral implicara autoridad, a Pablo le hubiera bastado con animar a Timoteo a sacar pecho y reclamar denodadamente su peso eclesiástico: “¡Yo soy el pastor y punto!”. Pero no fue esto lo que hizo, por lo que tampoco debieran hacerlo los pastores actuales. En cambio, los consejos de Pablo al pastor Timoteo fueron los siguientes: “Ninguno tenga en poco tu juventud, sino sé ejemplo de los creyentes en palabra, conducta, amor, espíritu, fe y pureza” (1 Ti 4:12); “Procura con diligencia presentarte a Dios aprobado, como obrero que no tiene de qué avergonzarse, que usa bien la palabra de verdad” (2 Ti 2:15). La autoridad no se consigue por alcanzar un cargo, ni por hablar fuerte desde el púlpito o golpear con la Biblia. Tu autoridad dependerá de cuan bien uses y traces la Palabra de Dios, y seas un obrero que no tiene de qué avergonzarse delante de Dios.



El “¡porque yo lo digo!” no es más que un falso y peligroso ejercicio de autoridad que desvirtúa la enseñanza cristiana y destruye el correcto proceder de la Iglesia de Jesucristo. El “porque soy el pastor” no es un argumento bíblicamente válido para un fiel ministro del evangelio. En cambio, el ejemplo de servicio y entrega, “no como teniendo señorío sobre los que están a su cargo, sino como ejemplos para el rebaño” (1 P 5:8), sí constituyen las marcas de un fiel ministro del evangelio.



Que Dios nos ayude y su Espíritu nos capacite a seguir el ejemplo de nuestro Señor Jesucristo. Y recuerda:



- Un pastor no debe ser autoritario.



- La iglesia no es propiedad privada del pastor ni le pertenece. La iglesia sólo pertenece a Jesucristo.



- El pastor es un miembro más de la iglesia, pero con funciones diferentes al resto de miembros.



- El pastor no es superior ni mejor al resto de la iglesia.



- El pastor tiene los mismos derechos y privilegios que los demás miembros de la iglesia.



- El pastor no es la cabeza de la iglesia, como si de una estructura jerárquica se tratara.



- El pastor aconseja, no ordena ni impone.



- El pastor debe reconocer sus errores.



- El pastor debe reconocer que no lo sabe todo ni es el que más sabe.



- El pastor no sólo es un «manager», sino un servidor.



- El pastor debe ser una persona ejemplo para la iglesia, no el señor de ella.



- El pastor debe ser compañero de todos y no policía de nadie.



- El pastor debe ser consecuente con lo que enseña y no exigente con otros.



- El pastor debe ser llamado por Dios y no por designación personal caprichosa o sucesión familiar.



- El pastor no debe difamar a aquellos que piensan diferente a él.



- El pastor no es dueño de las decisiones, voluntad y libertad de los creyentes. Por lo que no debe decidir por otros ni imponer nada.



- El pastor no es el que tiene el primer lugar en la iglesia (3 Jn 1:9) ni el que lleva todo el culto. Cada miembro de la iglesia debe tener su ministerio (1 Co 14:26) y parte en el culto cristiano, con su debido orden.



Nunca lo olvides.


 

 


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