Mantén la profesión

Hay un refrán español que afirma que “la procesión va por dentro”, y se aplica a quien se encuentra en una situación muy difícil, aunque no lo parece porque la persona disimula o no exterioriza el sufrimiento que está padeciendo. 

En la actualidad se usa también “la profesión va por dentro”, para aludir a alguien cuya imagen no concuerda con la profesión que realiza; pero también cuando, a pesar de las condiciones precarias laborales, el trabajador mantiene una actitud positiva. 

En los tiempos que corren se multiplican las personas de las que diríamos que la procesión y la profesión van por dentro; o no, porque en realidad parecemos más bien hervidores andantes que bullen sacando al exterior, justificadas o no, todo tipo de emociones negativas. 

La desconfianza, la crítica, la ausencia de paciencia ante una negación sistemática que se anticipa a cualquier posible respuesta positiva llevan tiempo queriendo ser el pan nuestro de cada día. Cómo se suele decir, la tensión se palpa y se corta en el aire con un cuchillo. 

¿Podemos, en realidad, mantener la procesión y la profesión por dentro? No conozco otra manera mejor que la que nos ofrece el Maestro. Hay un par de pasajes en Hebreos que afirman: “Por tanto, teniendo un gran sumo sacerdote que traspasó los cielos, Jesús el Hijo de Dios, retengamos nuestra profesión” (Hebreos 4:14 RVR1960); el otro pasaje es: “Mantengamos firme, sin fluctuar, la profesión de nuestra esperanza, porque fiel es el que prometió” (Hebreos 10:23 RVR1960). 

En ambos se hace referencia a Jesús. En ambos también, cuando habla de profesión se refiere realmente a la fe. El autor de Hebreos nos plantea una situación difícil y nos pide que mantengamos la fe en Jesús que un día pasado abrazamos. 

Esta fe infunde esperanza, aliento y dirección porque procede de Jesús, quien fue probado en todo más allá de lo que podemos entender. El carpintero de Nazaret supo mantener su profesión hasta el final, aún cuando fue clavado y expuesto sobre el material que tantas veces había trabajado: el madero. 

Gracias a él nuestra profesión no tiene por qué destruirnos. Gracias a él tenemos válvula de escape. Gracias a él, nuestros corazones no tienen por qué ser una olla a presión que no para de calentarse. 

Retengamos nuestra profesión: una fe que confía en que él va por delante de nosotros.