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Presencia de la Biblia del Oso en algunos escritores mexicanos (4)

Carlos Monsiváis hizo referencia al papel de la Biblia en su formación personal e intelectual.

KAIRóS Y CRONOS AUTOR 84/Carlos_Martinez_Garcia 13 DE SEPTIEMBRE DE 2020 09:00 h
Biblia del Oso. Carlos Monsiváis.

Recordatorio necesario para situar la presente serie: Circula ya la versión impresa de mi nuevo libro, Casiodoro de Reina traductor de la Biblia del Oso, publicada en 1569. La mayoría de los capítulos fueron publicados, en primera redacción, en Protestante Digital. El que reproduzco a continuación es uno de los que no adelanté aquí. Ahora lo comparto y expreso que la obra está dedicada a Emilio Monjo y Francisco Ruiz de Pablos, por su rescate histórico y editorial de los reformadores españoles del siglo XVI.



El escritor que compartió con Sergio Pitol y José Emilio Pacheco su abierta admiración por la Biblia que tradujo Casiodoro de Reina y revisó Cipriano de Valera, Carlos Monsiváis, plasmó a lo largo de su amplísima obra la influencia que dejó en él la constante lectura de las Escrituras. Desde que comenzó a destacar en el mundo intelectual mexicano, Monsiváis afirmó una y otra vez la centralidad formativa que tuvo para él la Biblia. Así lo dejó asentado en varios lugares y momentos, por ejemplo cuando participó el 4 de noviembre de 1965, en el ciclo “Narradores ante el público”.



De los participantes en este ciclo, soy el único que admira la labor del Ejército de Salvación. Esta declaración no pedida es la sutil manera de indicar que nací, me eduque y me desenvuelvo en el seno de una familia tercamente protestante. Firmes y adelante huestes de la fe. Aprendí a leer sobre las rodillas de una Biblia, a cuya admirable versión castellana de Casiodoro de Reyna y Cipriano de Valera debo la revelación de la literatura que después me confirmarían la Institución de la vida cristiana de Juan Calvino (traducido por De Valera), El paraíso perdido de John Milton y las letras, no siempre felices, de la himnología presbiteriana (Monsiváis, 2012: 242).



 



En su Autobiografía, publicada en 1966 e incluida en la serie “Nuevos escritores mexicanos del siglo XX presentados por sí mismos”:



En el Principio era el Verbo, y a continuación Casiodoro de Reyna y Cipriano de Valera tradujeron la Biblia, y acto seguido aprendí a leer. El mucho estudio aflicción es de la carne, y sin embargo la única característica de mi infancia fue la literatura: himnos conmovedores (“Cristo bendito, yo pobre niño, por tu cariño me allego a Ti, para rogarte humildemente tengas clemente piedad de mí”). Cultura puritana (“Instruye al niño en su carrera y aún cuando fuere viejo no se apartará de ella”), y libros ejemplares: (El progreso del peregrino de John Bunyan; En sus pasos o ¿Qué haría Jesús?; El Paraíso Perdido, La institución de la vida cristiana de Calvino, Bosquejo de dogmática de Kart Barth). Mi verdadero lugar de formación fue la Escuela Dominical. Allí en el contacto semanal con quienes aceptaban y compartían mis creencias me dispuse a resistir el escarnio de una primaria oficial donde los niños católicos denostaban a la evidente minoría protestante, siempre representada por mí. Allí, en la Escuela Dominical, también aprendí versículos, muchos versículos de memoria y pude en dos segundos encontrar cualquier cita bíblica. El momento culminante de mi niñez ocurrió un Domingo de Ramos cuando recité, ida y vuelta a contrarreloj, todos los libros de la Biblia en un tiempo récord: Génesiséxodolevíticonúmerosdeuteronomio (Monsiváis, 1975: 13-14).



 



En el 2006, cuatro décadas después de lo escrito en su Autobiografía, al recibir el Premio de la Feria Internacional del Libro de Guadalajara y donde José Emilio Pacheco tuvo a su cargo la presentación del galardonado, Carlos hizo la infaltable referencia al papel de la Biblia en su formación personal e intelectual:



¿Estas notas son biográficas o autobibliográficas? Si son lo segundo, como creo, menciono de inmediato el libro primordial en mi formación de lector: la Biblia, en la versión del reformado Casiodoro de Reina, revisada por Cipriano de Valera. En mi niñez Reina y Valera me entregaron mi primera perdurable noticia de la grandeza del idioma, de la belleza literaria que uno (si quiere) le adjudica a la inspiración divina. Dice el salmista [Salmo 19:1-2]: “Los cielos cuentan la gloria de Dios y la expansión denuncia la obra de sus manos. El un día emite palabra al otro día, y la una noche a la otra noche declara sabiduría”. Desde que oí esto maravillado a los ocho o nueve años de edad, con otras palabras, es decir, con otra perspectiva, es decir, ajeno a lo que voy a decir, advertí que ese idioma de los Siglos de Oro aislaba la grandeza de las palabras, y potenciaba el gozo de algo desconocido, ajeno a lo que oía y leía a diario, distinto por entero de las lecciones de Escuela Dominical, y de las reivindicaciones y temores de la minoría protestante. La Biblia de Reina-Valera es una obra maestra del idioma (Monsiváis, 2007: 31).



 



La impronta bíblica en Monsiváis ha sido percibida en distintos grados por algunos escritore(a)s. En ocasiones nada más enunciando la presencia de las Escrituras en la obra de Carlos, otras veces percibiendo más allá de citas de versículos e intentando comprender cómo el imaginario bíblico, en la traducción de Reina y Valera, se ha filtrado en la producción intelectual del cronista.



Para Sergio Pitol el entramado bíblico es parte constituyente de la obra monsivaisiana, lo que “explica de alguna manera la excepcional textura de la escritura del autor, sus múltiples veladuras, sus reticencias y revelaciones, los sabiamente empleados claroscuros, la variedad de ritmos, su secreto esplendor” (Pitol, 2010: 53). Más adelante, en el mismo ensayo, profundiza en el trasfondo que singulariza la escritura de Monsiváis:



El lenguaje bíblico tuvo que aceptar, me imagino que no sin reticencias, ritmos y palabras que en su mayor parte le eran antagónicos; su superficie se revistió con una tonalidad ajena que progresivamente lo fue permeando. La pasión ya manifestada desde entonces [en la juventud de Carlos Monsiváis] logró penetrar e incorporarse al edificio majestuoso construido por Casiodoro de Reina […] El fuego de revelación que yace en el interior de la palabra sagrada logra poner en movimiento todas las energías del lenguaje […] Escribir es, pues, un resultado del azar, del instinto, un acto involuntario, en fin, una fatalidad. Monsiváis por todo ello, estaba destinado a ser escritor. Pero lo hubiera sido de modo muy diferente si su oído no se hubiera adiestrado desde la niñez en la poderosa lengua de Casiodoro de Reina, el español del siglo XVI.



 



José Emilio Pacheco, a quien como a Sergio Pitol, Monsiváis le descubrió la Biblia Reina-Valera, capturó bien el profundo significado no de la lectura, sino del estudio sistemático de los escritos bíblicos realizado por Carlos: “Ese niño se forma en la Biblia de Casiodoro de Reina y Cipriano de Valera, una obra maestra del Siglo de Oro a la que nunca se toma en cuenta como parte esencial de la gran literatura española, mientras para la mayoría de sus contemporáneos la prosa castellana era lo que leían en las más veloces y descuidadas traducciones, pagadas a un céntimo por línea” (Pacheco, 2008a: 34).



Linda Egan (2004), Villoro (2010), Echegollen y Mondragón (2012), Adolfo Castañón (2007 y 2017), Margo Glantz (2017), Elena Poniatowska (1997, 2001 y 2008), Leopoldo Cervantes-Ortiz (2013) y quien esto escribe (2012) incursionan en la relación de Monsiváis con la Biblia Reina-Valera y el hecho de haberle correspondido “nacer del lado de las minorías” religiosas, como el mismo Carlos escribió (Monsiváis, 1975: 15). Javier Aranda Luna aporta parecer y testimonio con los que se ratifica lo que llama “código genético” literario del escritor:



No es una locura imaginar que la verdadera patria de los pueblos protestantes sea un libro, la Biblia. En esa patria nació Carlos Monsiváis uno de los críticos más agudos del México contemporáneo […] Como le gustaba jugar con su memoria y su inteligencia un día le propuse a Carlos Monsiváis un ejercicio singular: yo tomaría una antología de poemas, la abriría al azar y el tenía que decirme quién era el autor de los versos mientras yo los leía. De los catorce poemas que empecé a leer no tardó en identificar a cada uno de sus autores. No sólo eso, cuando yo leía por ejemplo el segundo o el tercer verso el continuaba recitando entre dientes los versos que seguían. No pasé de catorce porque después quise hacer algo similar con una Biblia. Después de que identificó un salmo y un versículo de los evangelios abandoné la empresa. Ese día me enteré que sabía de memoria todos los Salmos, casi todo el libro de Proverbios y no pocos pasajes bíblicos. También ese día me dijo que la mejor traducción al español de la Biblia era la traducción de Casiodoro de Reina y Cipriano de Valera porque su sonoridad rescataba la música del Siglo de Oro español.



A lo largo de toda su obra está presente el libro del que dijo tenerlo grabado en su ADN, la Biblia. En otro lugar (Martínez García, 2012: 103-108) he narrado cómo inició mi amistad con Carlos Monsiváis. Incontables ocasiones otro buen amigo, Carlos Mondragón González, y quien esto redacta tuvimos conversaciones de sobremesa con el escritor. En una de ellas Monsiváis expresó “Hay libros que lleva uno en su ADN”, refiriéndose a la Biblia Reina-Valera. Anoté su dicho en un papel suelto, el cual todavía está pendiente de ser hallado en alguna de las carpetas apiladas en mi desordenado archivo.



Su traducción favorita fue la realizada por Casiodoro de Reina y Cipriano de Valera, españoles perseguidos por la Inquisición en el siglo XVI, particularmente en la edición revisada de 1909. Consideraba que ésta todavía guardaba expresiones literarias de gran fuerza y belleza, las cuales fueron atenuadas en la revisión de 1960, y otras posteriores. 



 



Bibliografía:



Castañón, Adolfo (2007): “Carlos Monsiváis. Una experiencia estética de la dialéctica de la secularización”, en Moraña, Mabel, y Sanchez Prado Ignacio (compiladores), El arte de la ironía. Carlos Monsiváis ante la crítica. México: Universidad Nacional Autónoma de México-Ediciones Era, pp. 366- 373.



Castañón, Adolfo (2017): Nada mexicano me es ajeno. Papeles sobre Carlos Monsiváis. México: Bonilla Artiga Editores.



Cervantes-Ortiz, Leopoldo (2013): Carlos Monsiváis. Cuaderno de lectura. México: CUPSA.



Echegollen Guzmán, Alfredo y Mondragón González, Carlos (2012): “El aleluya y otros nexos: la heterodoxia religiosa de Carlos Monsiváis”, en Karam, Tanius (compilador), Recuentos, ciudades y heterodoxias. Ensayos y testimonios sobre Carlos Monsiváis. Monterrey: Universidad Autónoma de Nuevo León.



Egan, Linda (2004): Carlos Monsiváis, cultura y crónica en el México contemporáneo. México: Fondo de Cultura Económica.



Glantz, Margo (2007): “Carlos Monsiváis”, en Moraña, Mabel, y Sanchez Prado Ignacio (compiladores), El arte de la ironía. Carlos Monsiváis ante la crítica. México: Universidad Nacional Autónoma de México-Ediciones Era, pp. 359-365.



Martínez García, Carlos (2012): La Biblia y la iconografía heterodoxa de Carlos Monsiváis. México: CUPSA-Centro de Estudios del Protestantismo Mexicano. 



Monsiváis, Carlos (1975): Autobiografía, tercera edición. México: Empresas Editoriales, S.A. 



Monsiváis, Carlos y Pacheco, José Emilio (2007): Las alusiones perdidas. Barcelona: Editorial Anagrama.



Monsiváis, Carlos (2012): “Carlos Monsiváis”, en Acevedo Escobedo, Antonio (compilador), Los narradores ante el público, primera serie, segunda edición. México: Editorial Ficticia, pp. 241-261. 



Pacheco, José Emilio (2008): “La iniciación de Monsiváis”, Nexos, mayo de 2008, pp. 33-38.



Pitol, Sergio (2010) “Un lenguaje afianzado en la tradición”, en Serur, Raquel (coordinadora), La excentricidad del texto. El carácter poético del Nuevo catecismo para indios remisos. México: Universidad Nacional Autónoma de México, pp. 51-58.



Poniatowska, Elena (1997): “Los pecados de Carlos Monsiváis”, en La Jornada Semanal, 23 de febrero de 1997, https://www.jornada.com.mx/1997/02/23/sem-monsivais.html



Poniatowska, Elena (2001): “Monsiváis: cronista de un país a la deriva”, en La Jornada Semanal, 7 de enero de 2001, https://www.jornada.com.mx/2001/01/07/sem-elena.html



Poniatowska, Elena (2008): “Mañanitas a Carlos Monsiváis”, en La Jornada, 4 de mayo de 2008, https://www.jornada.com.mx/2008/05/04/index.php?section=cultura&article=a02a1cul


 

 


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