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Presencia de la Biblia del Oso en algunos escritores mexicanos (1)

Respecto a traducciones de las Escrituras, “la disponibilidad de biblias impresas en el idioma del pueblo común contribuyó a producir la que ha sido llamada una revolución copernicana en la historia de la espiritualidad”.

KAIRóS Y CRONOS AUTOR 84/Carlos_Martinez_Garcia 23 DE AGOSTO DE 2020 10:00 h
Portada de la Biblia del Oso. / Biblioteca Nacional de España

Circula ya la versión impresa de mi nuevo libro, Casiodoro de Reina traductor de la Biblia del Oso, publicada en 1569. La mayoría de los capítulos fueron publicados, en primera redacción, en Protestante Digital. El que reproduzco a continuación es uno de los que no adelanté aquí. Ahora lo comparto y expreso que la obra está dedicada a Emilio Monjo y Francisco Ruiz de Pablos, por su rescate histórico y editorial de los reformadores españoles del siglo XVI.



La Biblia en inglés o alemán ha sido fuente de inspiración literaria para escritores y escritoras de esas lenguas. Lo mismo puede afirmarse de su influencia cultural en países donde dichos idiomas son maternos. No fue así en el caso de España ni en sus posesiones del llamado Nuevo Mundo a partir del siglo XVI. La nación española se convirtió en aquélla centuria en la mayor potencia de la Contrarreforma y las traducciones castellanas de la Biblia fueron prohibidas tanto por la monarquía como por la Inquisición.



En una época, como la nuestra, en la que abundan libros impresos y digitalizados es necesario subrayar el significado que tuvo en el siglo XVI la circulación de obras salidas de las imprentas como nunca antes en la historia de la humanidad. Respecto a traducciones de las Escrituras, “la disponibilidad de biblias impresas en el idioma del pueblo común contribuyó a producir la que ha sido llamada una revolución copernicana en la historia de la espiritualidad” (Pelikan: 2005: 169). Dicha revolución, y sus repercusiones culturales, son palpables incluso hoy día en la producción literaria en inglés y alemán.



Cuando a Bertolt Brecht le preguntaron cuál consideraba la obra más importante de la literatura alemana respondió, sin dudarlo, que la Biblia de Lutero (Füssel, 2003: 7). La trascendencia cultural e histórica de la traducción de Lutero dio un cariz particular a la nación germana. Le sirvió para fortalecer su identidad, para anteponer su idioma al dominante latín priorizado por la Iglesia católica romana. La Biblia de Lutero funcionó como herramienta democratizadora del conocimiento religioso, que desde este terreno se extendió a otros ámbitos, como el político. De ahí que se haga necesario aquilatar la afirmación de Johann Wolfgang von Goethe: “Los alemanes sólo se convirtieron en un pueblo con Lutero” (Martínez García, 2017: 44).



 Las premisas que Lutero expuso en una misiva como necesarias para realizar un buen trabajo al traducir conforman “uno de los documentos más importantes para la historia occidental de la teoría de la traducción”, y al defender que “para traducir, no basta saber bien ambas lenguas implicadas en el proceso, hay que conocer el tema o asunto que trata el texto”, estaba sentando escuela en las características deseables para ejercer el oficio de traductor (Pérez Martínez, 2014: 153). Sin duda al cumplir él mismo con el perfil que describió, es que su traducción de la Biblia pudo ser comprendida por un público amplio. La lengua de origen y la de destino tienen que conjuntarse para producir un texto fiel a la primera y pertinente a la segunda. En palabras de Lutero: “No hay que solicitar a estas letras latinas cómo hay que hablar en alemán, que es lo que hacen esos borricos: a quienes hay que interrogar es a la madre en la casa, a los niños en las calles, al hombre corriente en el mercado, y deducir su forma de hablar fijándose en su boca. Después de haber hecho esto es cuando se puede traducir: será la única manera de que comprendan y de que se den cuenta de que se está hablando con ellos en alemán” (Lutero, 1977: 311).



En cuanto a la literatura en inglés la influencia de la Biblia sigue presente hasta nuestros días. Primero en Inglaterra y después en Estados Unidos el imaginario bíblico permeó el pensamiento de grandes escritore(a)s y autores en otros campos culturales. Sin la “Biblia del Rey Jaime no habría Paraíso perdido [de John Milton], ni El progreso del peregrino [de John Bunyan], ni El Mesías de Händel, tampoco espirituales negros, ni Discurso de Gettysburg [de Abraham Lincoln]. Éstas, e innumerables otras obras, fueron inspiradas por el lenguajes de la Biblia. Sin esta Biblia, la cultura del mundo anglo parlante estaría inconmensurablemente empobrecida. La Biblia del Rey Jaime jugó una parte no menor en la configuración del nacionalismo literario inglés, afirmando la supremacía del idioma inglés como medio para transmitir verdades religiosas” (McGrath, 2001: 2). El escritor español Antonio Muñoz Molina, en coincidencia con McGrath, expresó los efectos culturales de haber tenido acceso a una traducción bíblica, la realizada en inglés, y la prohibición de leer las Escrituras en español:



Imagino un idioma cuya literatura tiene un gran espacio en blanco en el centro: la obra maestra de la literatura en ese idioma permanece oculta durante siglos, olvidada o prohibida; el nombre de su autor no lo conocen más que dos o tres eruditos. El problema más grave no es la injusticia del desconocimiento, la falta de recompensa por un esfuerzo y un logro que fueron irrepetibles; más grave que la injusticia es la pérdida para ese idioma y para esa literatura, toda la fecundidad que no condujo a nada, todas las influencias que una obra así podía haber irradiado. Hay que pensar en qué habría sido la literatura en inglés, y hasta la misma lengua inglesa, sin la King James Bible, la traducción directa al inglés que se publicó en 1611. No habría habido Milton, ni William Blake, ni los suntuosos oratorios de Haendel, ni Moby-Dick, ni Walt Whitman, ni una parte de James Joyce, ni Faulkner, ni los Negro Spirituals, ni los discursos arrebatadores de Martin Luther King.



     Una de las cimas literarias de la lengua española, la Biblia traducida en el siglo XVI, ha sido invisible o ha permanecido en los márgenes de nuestra cultura desde el momento mismo en que se publicó, y no ha podido ejercer ninguna influencia vivificadora; uno de nuestros más grandes escritores, su traductor, fue perseguido hasta el extremo de que su nombre fue borrado por completo de nuestra memoria colectiva.



Cabe hacer un paréntesis en la influencia bíblica en la literatura de habla inglesa, para mencionar antecedentes de la llamada Biblia del Rey Jaime y datos sobre la misma. Por la influencia del movimiento de Reforma que desató Martín Lutero en Alemania, uno de cuyos postulados era hacer accesible la lectura de la Biblia en las lenguas vulgares, es decir las usadas por los pueblos, en Inglaterra también surgieron personajes que hicieron esfuerzos por traducir las Escrituras. Solamente menciono que antes del siglo XVI existieron traductores que vertieron al inglés escritos bíblicos usando la Vulgata Latina que San Jerónimo tradujo a fines del siglo IV, fue el caso de John Wycliffe y colaboradores cuya traducción de la Biblia comenzó a circular hacia 1382 (Brake, 2008: 66).



Convencido que en Inglaterra no tenía condiciones propicias para traducir el Nuevo Testamento, William Tyndale tomó camino hacia territorio alemán en abril de 1524 (Moynahan, 2002: 52). Primero estuvo en Hamburgo y después residió cerca de un año en Wittenberg, con el objetivo de tener el consejo de Martín Lutero para la tarea que deseaba emprender, además de consultar la traducción alemana del Nuevo Testamento llevada a cabo por el teólogo germano (Brake, 2008: 96).



Tyndale trabajó en su traducción neotestamentaria de mayo de 1524 a julio de 1525. Una vez concluida la tarea el reto era encontrar impresor. En agosto inició la impresión en Colonia, en los talleres de Peter Quentel, pero no fue posible concluir el trabajo a causa de la oposición de las autoridades y William Tyndale debió salir hacia donde pudiese ver concluida la impresión del Nuevo Testamento (Brake, 2008: 98).



Peter Shoeffer, principal impresor de Worms completaría en febrero de 1526 la producción del Nuevo Testamento traducido por Tyndale. Las fuentes textuales usadas por él fueron la tercera edición (1524) realizada por Erasmo del Nuevo Testamento en griego, junto con la traducción latina y notas que acompañaban al texto griego, la Vulgata Latina y el Nuevo Testamento publicado por Lutero en 1522. La traducción de Tyndale no llevaba su nombre ni tampoco la del impresor (Moynahan, 2002: 56 y 77). El trabajo de William Tyndale sería nutriente de otras traducciones inglesas posteriores.



Exiliados ingleses refugiados en Ginebra, debido al régimen persecutorio contra los protestantes de la reina María Estuardo (apodada la sangrienta), produjeron la conocida como Biblia de Ginebra de 1560, proyecto en el que contribuyeron Juan Calvino, Juan Knox y Teodoro de Beza. La de Ginebra fue una revisión del Nuevo Testamento de Tyndale y la llamada Gran Biblia de 1539 (editada por Miles Coverdale). En 1611, bajo el patrocinio del rey Jaime fue publicada la conocida en inglés como King James Version, y en ella contribuyeron cincuenta y cuatro expertos en traducción y teología. La también llamada Versión Autorizada contiene ochenta y cuatro por ciento de las palabras usadas por Tyndale en su Nuevo Testamento, y setenta y seis por ciento de palabras de los libros del Antiguo Testamento que pudo traducir (Brake, 2008: 149; Pelikan, 2005: 174; Moynahan, 2002: p. 1).



 Valga el breve recorrido sobre las traducciones mencionadas con el fin de aquilatar la importancia de la Biblia en la cultura angloparlante antes y, sobre todo, después de la King James Version. Mencioné brevemente su efecto en la literatura inglesa, ahora, también con brevedad, esbozo el caso de la Biblia y la literatura estadounidense.



El crítico Harold Bloom inicia su análisis de novelas norteamericanas a partir de Moby Dick (publicada en 1851), de Herman Melville, y considera que “es el paradigma novelístico de lo sublime para los estadounidenses: un logro fuera de lo común, no importa que sea la cumbre o el abismo”. Si bien la novela tiene con Shakespeare “considerable deuda”, ciertamente es “una obra inusualmente original, mezcla nacional estadounidense del Libro de Jonás y el Libro de Job. Ambos textos bíblicos son citados por Melville; el padre Mapple [capítulo IX, titulado El sermón] cita párrafos de Jonás en su maravilloso sermón, mientras que el ‘Epílogo’ de Ismael toma como epígrafe la fórmula usada por los cuatro mensajeros que informaban a Job de la destrucción de su familia y sus bienes terrenos ‘Y sólo yo escapé para contártelo’” (Bloom, 2005: 256-257).



Bloom desglosa las que considera mejores novelas de William Faulkner, Nathanael West, Thomas Pynchon y Cormac McCarthy, antes de hacer lo propio con El hombre invisible, de Ralph Ellison, y La canción de Salomón, de Toni Morrison. Del primero, el crítico asevera que su novela “sigue siendo la más vigorosa escrita por un negro norteamericano”. Anota que en Moby Dick “ronda la obsesión del Libro de Jonás”, y sucede lo mismo “en El hombre invisible […] El Libro de Jonás no es apocalíptico, sino que refleja el ansia de sobrevivir; Jonás, profeta evasivo, renace desde el vientre de la ballena tras arrepentirse de haber huido de Yahveh por despecho […] Perseguido por un grupo de blancos, el Hombre Invisible se mete en una alcantarilla y, como Jonás en el vientre de la ballena, inicia la existencia subterránea de la cual (según leo yo) está a punto de emerger cuando la novela concluye” (p. 291).



En la obra de la escritora afroamericana Tony Morrison está la influencia de la Biblia no solamente en títulos de sus novelas y nombres de los personajes, sino que las Escrituras aparecen como intertexto en la trama narrativa y las claves interpretativas presuponen cierto conocimiento bíblico (Stave, 2006). Una de las tradiciones de las iglesias afroamericanas es el sermón que dialoga con sus oyentes, les incluye y desafía para que tomen distintos compromisos y desarrollen determinadas acciones. Morrison utiliza tal herencia expositiva y la incluye notablemente en dos de las novelas de su autoría que son más conocidas: The Song of Solomon y Beloved (Connell, 2017).



Tony Morrison es representativa de una cultura permeada por la Biblia. Bien lo afirma Jeroslav Pelikan cuando escribe que “es difícil imaginar una cultura impregnada de mayor sentido bíblico que la de los esclavos africanos en América”. Para los afroamericanos “la Biblia se convertiría en una parte integrante de sus vidas, como quedaría plasmado con increíble profundidad en la música indígena de los ‘espirituales’[…] Además, los temas de la cautividad y la liberación del libro de Éxodo expresaron en esta tradición una profundidad de sufrimiento y de fuerza desconocida hasta entonces” (2008: 267-268). Sí, “los afroamericanos son los hijos de la esclavitud. Y la Biblia, como ningún otro libro, es el libro de los hijos de la esclavitud”, e inspirados en la obra han creado portentosas expresiones culturales (Callahan, 2006: XI).



 



Bibliografía:



Bloom, Harold (2005): Cómo leer y por qué, quinta edición. Barcelona: Editorial Anagrama.



Brake, Donald L. (2008): A Visual History of the English Bible. Grand Rapids: Baker Books.



Callahan, Allen Dwigth (2006): The Talking Book. African Americans and the Bible. New Haven-London: Yale Universsity Press.



Connell, Christopher (2017): Comparing two Christian Sermons: Morrison’s Song of Solomon and Beloved. Cleveland. John Carroll University.



Füssel, Stephan (2003): La Biblia de Lutero de 1534. Una introducción histórico-cultural. Colonia: Taschen.



Lutero, Martín (1977): “Misiva sobre el arte de traducir”, en Egido, Teófanes (editor), Lutero, obras. Salamanca: Ediciones Sígueme, pp. 306-318.



Martínez García, Carlos (2017): “Factores favorables para la gesta de Martín Lutero”, en Martínez García, Carlos (coordinador), Lutero desde México. México: CUPSA-Centro de Estudios del Protestantismo Mexicano, pp. 9-45.



McGrath, Alister (2001): In the Beginning. The Story of the King James Bible and How It Changed a Nation, a Language and a Culture. NewYork: Anchor Books.



Moynahan, Brian (2002): God’s Bestseller. William Tyndale, Thomas More, and the Writing of the English Bible. A Story of Martyrdom and Betrayal. Nueva York: St. Martin’s Press.



Pelikan, Jeroslav (2005): Whose Bible Is It? A History of the Scriptures Through the Ages. Nueva York: Viking.



Pérez Martínez, Herón (2014): “Misiva de Martín Lutero sobre el arte de traducir”, Relaciones Estudios de Historia y Sociedad, núm. 38, pp. 153-178.



Stave, Shirley A. (editora) (2006): Toni Morrison and the Bible: Contested Intertextualities. New York: Peter Lang Publishing.



 



 


 

 


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