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¿Resucitó Jesús?

Existen numerosas hipótesis y legendas contrarias a la resurrección o que pretenden negar la realidad histórica de la misma.

CONCIENCIA AUTOR 87/Antonio_Cruz 25 DE JULIO DE 2020 22:55 h
Foto: [link]Aaron Burden[/link], Unsplash CC0.

La resurrección de Jesús no puede ser probada, como no puede ser probado científicamente ningún hecho histórico. Uno de los elementos del método científico es precisamente la reproducción del fenómeno natural en el laboratorio para su demostración.



Pero, evidentemente, los hechos históricos no pueden reproducirse, ya que ocurren una sola vez. La historia es, por tanto, una disciplina que no puede seguir paso a paso el método científico, que se aplica en las ciencias de la naturaleza.



El apóstol Pedro escribe (2 P. 1: 16): “Porque no os hemos dado a conocer el poder y la venida de nuestro Señor Jesucristo siguiendo fábulas artificiosas, sino como habiendo visto con nuestros propios ojos su majestad”.



Decir que la resurrección de Cristo solamente fue una confusión en las mentes de sus discípulos, ya que supuestamente no soportaban la idea de que hubiera muerto, es desconocer que aquellos hombres distinguían perfectamente entre los hechos reales y las fábulas artificiosas, igual que nosotros hoy.



Ellos sabían bien que los muertos no suelen resucitar, de ahí la incredulidad de Tomás, así como la de los griegos del Areópago ante el discurso de Pablo.



Leyendas y teorías contrarias a la resurrección de Jesús



Según el Nuevo Testamento, Jesús fue crucificado, murió después de haber sido clavado en un madero, fue sepultado en una tumba excavada en la roca y más tarde se descubrió que esta tumba estaba vacía.



Sus seguidores dijeron que había resucitado y que le habían visto vivo durante 40 días, después de su muerte. Aparte de este testimonio bíblico, el historiador judío, Flavio Josefo, se refirió también a la crucifixión de Jesús en el primer siglo.[1]



De la misma manera, el abogado romano de esa misma época, Plinio el Joven, manifestó que los cristianos primitivos tenían la costumbre de reunirse los domingos para adorar a Jesús, presumiblemente porque creían que ese era el día de la semana en que había resucitado.[2]



También el Talmud del siglo II d.C., que recoge la tradición oral del judaísmo, se refiere a la crucifixión de Jesucristo.



A pesar de tales datos, existen numerosas hipótesis y legendas contrarias a la resurrección o que pretenden negar la realidad histórica de la misma. Veamos algunas de las principales.



La teoría del desmayo o desvanecimiento



Según este planteamiento, Jesús no murió en la cruz sino que sólo perdió el conocimiento y, más tarde, al ser depositado en la tumba, el aire frío y húmedo hizo que volviera en sí, recuperándose por completo.



Si semejante teoría fuera cierta, se debería suponer también todo lo siguiente: que después de soportar la flagelación ordenada por Poncio Pilato (método de tortura realizado con un látigo llamado flagrum o flagellum, que tenía varias correas terminadas con materiales metálicos cortantes, del que a menudo las víctimas no sobrevivían), salió vivo.



Que después de la gran pérdida de sangre, con el consiguiente shock hipovolémico (que hace que el corazón sea incapaz de bombear suficiente sangre al cuerpo y que muchos órganos dejen de funcionar),[3] salió vivo; que el descenso de la presión sanguínea con la posible lipotimia o desmayo subsiguiente no consiguió matarlo; que después de todo esto y del mal trato psicológico, de clavarle las muñecas con clavos de unos 20 cm de largo, que solían aplastar el nervio mediano de la mano, causando un enorme dolor, tampoco murió.



Que el hecho de clavarle asimismo los tobillos, dificultando que pudiera elevar el cuerpo para respirar bien, no consiguió asfixiarlo; que después de clavarle una lanza en el costado que atravesó su pulmón y corazón, con lo cual la muerte era inevitable, tampoco murió.



Si todo fue así, ¿por qué los soldados romanos, que eran auténticos verdugos profesionales, no le quebraron las piernas provocándole la muerte segura? Algunos crucificados permanecían varios días clavados en la cruz antes de morir.



Sin embargo, como al día siguiente era sábado -la festividad judía-, fueron a quebrar las piernas de Jesús, pero no lo hicieron porque ya estaba muerto (Jn. 19:32-33). Si solamente hubiera estado desmayado, se las habrían quebrado y habría fallecido de todas formas.



Para creer que la teoría del desmayo es cierta, habría que suponer también que Jesús supo disimular muy bien frente a sus verdugos y que después se restableció misteriosamente en la tumba, se puso en pie, se quitó la mortaja, empezó a caminar con sus pies taladrados, derribó él solo la enorme piedra que tapaba la entrada del sepulcro, se enfrentó a la guardia romana, atravesó Jerusalén a plena luz del día, se fue andando unos 60 estadios a Emaús (más de once kilómetros), regresó de nuevo a Jerusalén y se presentó en la habitación donde estaban sus amedrentados discípulos, para contarles una gran mentira: que había resucitado.



La teoría del desmayo es verdaderamente absurda e inverosímil. Intenta explicar por qué la tumba estaba vacía pero lo hace a costa de todo un cúmulos de suposiciones ilógicas.



Además, el tremendo engaño que Jesús debería haberse inventado para que los hechos correspondieran con esta teoría, es absolutamente contrario al carácter, la conducta y las enseñanzas del Maestro.



La teoría del hermano gemelo



Esta teoría supone que Jesús tuvo un hermano gemelo, físicamente idéntico a él, que nadie conocía y que, por supuesto, no se menciona en los evangelios, pero que ocupó su lugar en la cruz y habría muerto en lugar del propio Maestro.



Como otras teorías, se inspira en textos apócrifos de carácter gnóstico del siglo III, como los Hechos de Tomás y el Evangelio de Tomás.



De ellos se deduce que el apóstol Tomás, que aparece en algunos pasajes de Juan (11:16; 20:24) con el sobrenombre de “Dídimo”, sería supuestamente el hermano gemelo de Jesús, ya que en arameo la palabra “Tomás” significa “gemelo” o “mellizo” y “Dídimo”, en griego, significa lo mismo.



No obstante, en ningún texto bíblico se indica que Jesús tuviera un hermano gemelo. Además, si esto hubiera sido así, nos encontraríamos con el mismo problema de moralidad anterior.



Jesús no sólo no habría muerto en la cruz sino que mintió a todo el mundo, sacrificando vilmente a su hermano gemelo e inventándose toda una trama rocambolesca digna de Hollywood. De manera que Jesús no se merecería nuestra adoración sino todo lo contrario.



No existe ninguna evidencia de este supuesto gemelo del Maestro. Los evangelios canónicos no lo mencionan entre sus hermanos (Mt. 12:47-48; 13:55-56; Mc. 3:31-34; Jn. 6:3).



El evangelista Lucas, que probablemente escuchó el relato del nacimiento de Jesús de labios de su propia madre, la virgen María, no menciona que fuera un parto de gemelos.



Es muy extraño que se omitiera un dato de esta naturaleza, sobre todo teniendo en cuenta que se trataba del primer parto de María y que no había conocido varón. Si hubiera sido cierto que el hermano sustituyó a Cristo en la crucifixión, ¿cómo es que su madre María, que se hallaba al pie de la cruz, no lo reconoció ni se dio cuenta del cambio? (Jn. 19:25-26).



Además, ¿qué hicieron con el cadáver del gemelo? Si lo sepultaron y no resucitó, debió permanecer en la tumba. ¿Cómo explicar entonces la tumba vacía?



La evidencia de que el cuerpo jamás apareció ha sido principal en la predicación cristiana a lo largo de la historia y es la que contradice por completo esta teoría del hermano gemelo de Jesús.



En próximos artículos, seguiremos analizando teorías y leyendas contrarias a la resurrección para descubrir su incoherencia interna.

 



[1] González Echegary, J. 2012, Flavio Josefo, Sígueme, Salamanca.




[2] Sherwin-White, A. N. 1966, The Letters of Pliny: A Historical and Social Commentary, Oxford University Press.





[3] Salgado, E. 1975, Radiografía de Cristo, SEDMAY, Madrid, p. 398.



 

 


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COMENTARIOS

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Juan Manuel
29/07/2020
15:32 h
1
 
Lo cierto es : Que no hubo ningún testigo en el momento de resucitar. Que no hay pruebas físicas de la Resurrección
 



 
 
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