¿Parlamento o insultamento?

Rom. 13:1; Tim. 2:1-2 – “Todos deben someterse a las autoridades públicas, pues no hay autoridad que Dios no haya dispuesto, así que las que existen fueron establecidas por él… recomiendo, ante todo, que se hagan plegarias, oraciones, súplicas y acciones de gracias por todos, especialmente por los gobernantes y por todas las autoridades, para que tengamos paz y tranquilidad, y llevemos una vida piadosa y digna”.

El estado es reconocido como una realidad necesaria a la que Dios pone en orden para decirle dónde pertenece y cuál es su lugar. Los cristianos asumimos la sujeción a los gobiernos, del mismo modo que respondemos al mandato de orar por todos los que ostentan autoridad, para que tengamos tranquilidad y podamos disfrutar con toda la ciudadanía de paz social. Pero a la vez, reclamamos el derecho de retener nuestra independencia moral frente a propuestas que atenten contra la fe y los valores cristianos. Esto significa que nuestra subordinación tiene sus límites.

No deja de ser significativo que el verbo utilizado en el Nuevo Testamento para describir las relaciones de los cristianos con el estado no signifique “obediencia” (hypotásso) (Rom. 13:1; Tito 3:1; 1 Ped. 2:13) sino “subordinación” o “sujeción”. La subordinación implica un reconocimiento de la autoridad dentro de su ámbito de validez. La obediencia, en cambio, indica una posición del cristiano a conformar su voluntad con la de Dios. Y esto ningún estado puede pedirlo sin divinizarse. El cristiano solo debe obediencia absoluta a Dios. En caso de conflicto entre las exigencias de los poderes públicos y lo que se percibe como voluntad de Dios, es necesario obedecer a Dios y no a los hombres (Hch. 4:19, 5:29)¹.

Pues bien, afirmado y aclarado esto, con la misma responsabilidad que asumimos como creyentes respetando, reconociendo, sujetándonos y orando por nuestras autoridades, reclamamos nuestro derecho de exigirles aquello que forma parte de su servicio, compromiso y respuesta ante la ciudadanía.

La política (el Parlamento) ha dejado de convertirse en la solución para ser parte del problema. Es lo que opinan la mayoría de los encuestados por el CIS, tal y como señala el barómetro de hace unos meses elaborado por el instituto público de encuestas. Un 45,3% sitúa a los partidos y sus líderes como uno de sus tres principales problemas. Se trata de un nivel de desconfianza que bate récords y que nunca había estado tan alto en el histórico del sondeo. Si sus señorías tuvieran el valor, la responsabilidad y el coraje de mirarse y pensarse a si mismos para entender el por qué sucede esto, probablemente descubrirían para su propia vergüenza algunas cosas que les adelanto y que son objeto de denuncia:

• DENUNCIAMOS que ustedes y solo ustedes han convertido el Parlamento en el “Insultamento”. Estas son las razones: Sus críticas descarnadas los unos hacia los otros; sus palabras hirientes e insultantes; sus discursos de “barra de bar”; su odio visceral al adversario convirtiéndolo en enemigo; su falta de respeto al pueblo con ese modo de proceder; la desvergüenza de echarse encima los muertos por el coronavirus de manera impresentable, provocadora e indecente.


• DENUNCIAMOS que debiendo ser ustedes un ejemplo para la ciudadanía en todos los sentidos, con sus palabras y sus hechos están contribuyendo a avivar en ella fuegos de odio, rencor, resentimiento, intolerancia y violencia absolutamente reprobables.


• DENUNCIAMOS que con sus actitudes, contradicciones e incoherencias están contribuyendo seriamente a romper todos los puentes de convivencia pacífica entre ustedes como diputados y entre ustedes y la ciudadanía, con resultados demoledores para el bien común.

Roy Galán escribía hace poco menos de un mes lo siguiente: “A medida que se va produciendo la desescalada en el mundo real se siente una tremenda escalada de odio en el mundo virtual. Estos días el nivel de agresividad, de insultos y de crispación por metro tuitero es insoportable. Son como una legión de carcoma devorándolo todo con descalificaciones hasta que no queda nada. Porque en la profesionalización de la inquina nadie escucha a nadie. Lo único que se quiere es ganar, tener la razón caiga quien caiga. Esta forma de ser, de estar y de actuar es un modo absolutamente patriarcal. Una auténtica guerra en las que las palabras son las balas. Un fuego a discreción que es aplaudido y vitoreado. Linchamientos y zascas públicos. La capacidad de hacer daño como síntoma de una inteligencia superior”².

Ustedes, señoras y señores diputados, son el escaparate y el modelo que oye, ve e imita la ciudadanía. Ustedes, señoras y señores diputados avergüenzan y humillan con su comportamiento a este país en el que vivimos. Ustedes, señoras y señores diputados no pueden seguir así ni un día más. Tenía mucha razón Antonio Machado cuando afirmaba: “En España de cada diez cabezas, nueve embisten y una piensa” ¿No se ven ustedes retratados en esta frase de nuestro gran poeta?

Nuestra responsabilidad es y seguirá siendo sujetarnos a las autoridades y orar por ellas. Pero la de todos ustedes es y seguirá siendo aprender a rectificar actuando con ejemplaridad ante la ciudadanía que les ha elegido, les paga su salario y les exige cambios radicales en su manera de entender, vivir e interpretar la política…

PORQUE LA PALABRA MOVILIZA, PERO EL EJEMPLO ARRASA.