Bienaventurados los que tienen una historia que contar.
Mientras observaba el cielo azul, muy azul de Tejares, que estos días parece más resplandeciente, tanto que incluso los colores del arco iris parecen recién pintados por ese gran pintor que le da color a toda la creación, su gran obra, y esperando iniciar una grata reunión que traería paz a nuestro corazón, divisé entre los cables de la luz eléctrica a un pajarito que se posaba en uno de ellos, en actitud de descanso y confianza. Y he ahí desvié mi mirada hacia allí y recordé que nada sucede por casualidad, ni siquiera ese pajarito estaba ahí sin una causa. Entonces pensé que así había sido desde siempre; incluso aquel sueño de Faraón interpretado por José, el hijo de Jacob, estando en la cárcel, después de ser vendido por sus hermanos. Aquellas siete vacas de gruesas carnes y hermosa apariencia que aparecían en el sueño de aquel poderoso, que pacían en el prado, tenían un sentido, así como también las otras, flacas y de feo aspecto, que devoraban a las primeras. Lo mismo que las siete espigas llenas y hermosas que devoraban a aquellas otras siete espigas menudas, marchitas, abatidas del viento solano. Todo ello tenía un sentido, y en este caso, esas siete vacas y espigas rebosantes significaban siete años de prosperidad y abundancia que deberían ser aprovechados para las épocas de necesidad, en este caso, siete años de hambre que consumiría la tierra. Y así lo hicieron, y así José vio que hasta en esa tierra extraña y, aún más, estando en prisión, su existencia tenía un propósito.
Y mientras meditaba en ello, pensé que incluso las situaciones más insignificantes, como las mías, pudieran tener un sentido. Con la mirada extasiada en las aves que sobrevuelan por el espacio aéreo de mi río, cuyas fuentes nunca se secan, pues proceden de un manantial que brota y brota y es como un torrente incontenible que no hay fuerza humana que lo pueda parar, entendí que muchos recuerdan con nostalgia los abrazos que dieron o que no dieron, pero que ahora les gustaría darlos. Se añora, se piensa, se pinta, se canta, se escribe… se imagina el abrazo.
Y meditando en ello recordé que allá por el año 2010, oí hablar de una campaña de abrazos, porque siempre hay algo o alguien que nos inspira, ahí nos lo pone Dios para activarnos. Y de pronto me vi cogiendo cartulina y rotulador para hacerme un sencillo cartel donde ponía: ‘Abrazos Gratis’, en español y en inglés, pues por esos años pasaron por la iglesia donde nos congregamos muchísimos estudiantes de habla inglesa o que aun siendo de países como Alemania, se entendían a través del inglés. Después de cada reunión, con cartel en mano, me ponía a la entrada, dentro y en el patio de la iglesia para dar abrazos a todos los que los aceptaban, que eran los más. Y así varios años, reponiendo el cartel cuando se desgastaba por el paso de los días y de los abrazos… de abrazos robustos, cargados de afecto, sin ningún interés, solo ese deseo de dar afecto, proteger, acoger, con esa fuerza casi sobrenatural, donde no ves los impedimentos y pareciera que todo es maravilloso. Cuando te ves vulnerable como un niño, sin ser sabio ni entendido, creyendo hasta en la letra pequeña. En toda tu sencillez, soñando, contando, cantando a veces sin saber cantar, creyendo. Es extraordinario el poder de un abrazo, me dije. Y he aquí que me di cuenta que tenía un alto poder de contagio y de pronto los abrazos proliferaron y se quedaron para siempre. Y que cuando los has probado, se hacen necesarios como el alimento de cada día. A veces más que una palabra. El abrazo transmite afecto, calma, consuela, trae sosiego, seguridad, apoyo, trae luz.
Solo cuando los das puedes sentir sus efectos. Como no queriendo que se perdieran decidí dejarlos tatuados en algunas imágenes. Recuerdo que un hermano que pasó por nuestro local al despedirse me dijo que se llevaba una copia de estos abrazos para implantarlos entre los de su congregación. Y así, abrazos iban y venían.
Eran las épocas de las vacas robustas en nuestro contexto, como lo fueron aquellas otras para el contexto en el que se movía José, el hijo de Jacob y nieto de Isaac. Los tiempos de Dios siguen siendo una y otra vez. Hoy mirando a través de mi ventana, veo que para Dios nada sucede por casualidad, esos abrazos, dados de forma gratuita eran las vacas gordas para hoy cuando estas están flacas, débiles. Como las hormigas, que trabajan en verano para resistir en el frío invierno. ¡Ay, qué bueno es aún sentir el calor de un abrazo!, pues han quedado tatuados en nuestra piel, en nuestro ser, todo se llena de ese abrazo cálido que a veces llega acompañado de pan.
Tanto entusiasmo despertaron los abrazos, que una querida amiga les dedicó estos versos:
ABRAZOS GRATIS
Ya se ha hecho habitual,
‘Abrazos gratis’, a la salida,
En domingo matinal
Una hermana nos sorprende,
Un cartel de impresionismo,
Y esperando, una sonrisa
De su rostro se desprende;
Y el abrazo hermanado
En esta vida de egoísmo
Nos refresca como brisa,
Y nos recuerda que en unión
De un mismo sentir nos hizo,
Amándonos de corazón,
Cuando enviando a su Hijo,
Dios, un solo pueblo formó.
María Gloria
(Para Jacqueline)
Quizá no se pueda comparar la magnitud de estos con aquellos hechos del A. T., pero cada uno lo siente según su necesidad.
Yo solo sé que después de recibir el abrazo gratis de Jesús, ya nada es igual. Y más sabiendo lo que a Dios le costó. Sí, la salvación es por pura gracia, gracia que lleva estampada la misericordia de nuestro Dios, pero no fue barata, al Hijo de Dios le costó la vida. Murió en soledad y humillación. Se puso en nuestro lugar, para pagar la deuda nuestra, cargando Él con la culpa, trayendo la verdad, ésa que nos hace libres, porque él es verdad. Las cadenas se sueltan y solo así puedes dar abrazos, por pura gracia, gratuitos, sin pedir nada a cambio. Adiós a los intereses, sospechas.
No nos lamentemos ahora de no poder, en este momento, o anteriormente, dar abrazos personalmente, echemos manos de los medios que pone Dios a nuestra disposición, multitud de ellos, para que los enviemos en todas las formas. Y, sobre todo, los que han recibido el abrazo gratis de Jesús, tienen el compromiso de difundirlos allá por donde vayan, quizá llegó la hora de gritar a los cuatro vientos que el abrazo de Jesús sigue ahí, de forma gratuita, libre de impuestos, inmarchitables, inconmensurables, acendrados, cálidos, fieles, no son ambiguos, ni sujetos a variación; nadie debe sentirse solo. Son permanentes, solo tienes que estar dispuesto a recibirlos y seguir su estela. Difundamos esos abrazos, sembremos todos los campos con ellos, y hasta los pájaros entonarán canciones de paz y amor.
He ahí que lo que has vivido, sembrado, cosechado o no, no queda solo en el recuerdo, sino que es algo fresco que ayuda en ese continuo recomenzar de las cosas. No es vivir del pasado, sino alimento para el presente y el futuro, así como esa Palabra que no deja de ser vigente, siempre lozana, certera, de rico sabor. Bienaventurados los que tienen algo que contar, los que sintieron, ganaron, acompañaron, abrazaron, fueron rechazados, perdieron, dieron, recibieron, lloraron, rieron, sembraron, naufragaron, amaron, fueron ninguneados, reconocidos, vapuleados, tuvieron abundancia, tuvieron escasez… Bienaventurados los que tienen una historia que contar.
Hoy, el mundo necesita abrazos, las personas lo necesitamos, las plantas, los animales, toda la creación gime a una por un abrazo, para poder recomenzar, ser restaurados, sanados, consolados, seguir trabajando, cambiar, renovar los corazones… Seamos los brazos de Dios, o su voz, los medios que Él tiene a su disposición para llevar a cabo su anhelo de darse a conocer y demostrar su amor, su compasión, su deseo de saciar el hambre y la sed de justicia, de llorar con los que lloran, de acompañar, de retomar la amistad interrumpida con toda la humanidad.
Que Él os siga guardando en todo tiempo. Un abrazo fraterno.
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