Reina estuvo a punto de abandonar, no por voluntad sino exigido por sus perseguidores, diversas penurias y enfermedad.
En el mes a punto de terminar, septiembre, se cumplen 450 años de la publicación de la Biblia del Oso. ¿Pero se conoce el día del acontecimiento? En distintos sitios de Internet he leído que fue el 26 o 28 de septiembre. ¿Qué fuente, o fuentes, confiables avalan tal afirmación? Al parecer ninguna. Como en otros casos, alguien deslizó el dato, sin corroborarlo, y después otros y otras lo repiten sin cotejar si hay asidero para afirmar contundentemente la fecha.
El trabajo de Casiodoro enfrentó muchas dificultades. Una de ellas fue que cuando huyó de Londres, en el otoño de 1563 y con el fin de ponerse a salvo de falsas acusaciones que podrían costarle pena de muerte, dejó manuscritos de su traducción, los cuales le fueron enviados a Amberes por el prior del Monasterio de San Isidoro del Campo “Francisco de Farías, o por otro ex-fraile de toda su confianza” (Gilly, 1998: 3).
Antes de responder el cuestionamiento es necesario recordar cómo fue la etapa de impresión de la Biblia del Oso. Reina de nueva cuenta se ve obligado a mudar su residencia a Basilea en el otoño de 1567. En esta ciudad encontró apoyos que hicieron posible completase una tarea que antes, en distintos momentos y lugares, estuvo a punto de abandonar no por voluntad sino exigido por sus perseguidores, diversas penurias y enfermedad. El mismo Reina escribió en 1573, en la dedicatoria de la Exposición de la primera parte del capítulo cuarto de Mateo, cómo se encontraba física y económicamente cuando llegó a Basilea y la desesperación que le embargaba por estar imposibilitado de terminar la traducción. Así evocó Reina aquellos días:
Pues ni los médicos, ni vosotros, ni yo pensábamos otra cosa: Confieso sinceramente, como es la verdad, que seguro entonces de su inminencia, mientras estuve en mi sano juicio no me aterraba la contemplación de la muerte. Al experimentar la maldad de este injustísimo siglo la había deseado cuando estaba lejos y cuando a mi juicio, prolongaba demasiado su tardanza; ahora que por fin la tenía frente a mí la abrazaba con la mayor alegría […] Me producía no poca tristeza el pensamiento de mi mujer y de mis hijos pequeños, a quienes parecía haber traído conmigo a Basilea únicamente para que empezaran un nuevo exilio lejos de nuestros amigos y conocidos, y sobre todo, privados de mí. Pero incluso esta tristeza la alejaba fácil y rápidamente encomendándolos a la Providencia de Dios que, primero a mí y después a ellos conmigo, nos había hecho experimentar su cuidado paternal en medio de tantas dificultades y frecuentes trabajos, esto me era garantía segura de que Él jamás abandonaría en su Providencia a los que yo dejaba atrás” (Reina, 2009: 369-370).
Casiodoro de Reina pudo llevar a buen término la misión de concluir la traducción de la Biblia y publicarla debido, sobre todo, a su persistencia de proseguir con la tarea de verter al castellano los libros del Antiguo y Nuevo Testamento, pero también gracias a la red que le apoyó protegiéndole y proveyéndole los fondos necesarios. De ello dejó constancia:
Mi entrañable amigo [Marcos] Pérez, que siempre había sido generosísimo conmigo, también entonces, con caridad y piedad extraordinarias, nos trasladó a su casa a mí gravemente enfermo y a mi pequeña familia y cuidó con la mayor humanidad tanto de los enfermos como de los sanos. Sólo una cosa me producía el mayor dolor: que, después de haber trabajado durante diez años enteros en traducir la Sagrada Biblia al español, sufriendo en esta ocupación mucha envidia y muchas vejaciones por parte de aquellos a quienes esa empresa no les era grata como a mí –hasta el punto de que, comparado con ese desasosiego, me parecía levísimo el trabajo de la traducción–, cuando ya estaba a la puerta de la imprenta, la mies madura para la cosecha y el fruto de tan gran trabajo a punto para la recolección, me viera obligado a dejar mis labores a otros sin saber con qué cuidado y solicitud las llevarían a cabo. Y aun en el caso de que fueran personas de la mayor fidelidad y diligencia –como yo no lo dudaba si se tratara de [Marcos] Pérez– no sería yo quien diera cuna a la obra. Esta tristeza, aun en tan gran debilidad de cuerpo y de ánimo, me incitaba a dirigir ardientes preces a Dios para que me concediera todavía el tiempo suficiente para publicar aquella obra sagrada para gloria de su nombre, después de lo cual dejaría yo la vida con entera alegría (Moreno, 2017: 146-147).
Además de la grave enfermedad padecida en Basilea, Reina debió continuar evadiendo a quienes se afanaban por aprehenderlo y llevarlo a España. Antes de iniciarse la impresión Casiodoro tenía que recibir la aprobación de las autoridades de Basilea, y como “los censores no conocían bien el español y no conocían tampoco al traductor, vacilaron en principio, en dar el permiso para imprimir”. Desde Estrasburgo abogó Juan Sturm en favor del traductor, “mandó un documento de ‘Bona testimonia’ y, sobre esa base, consiguió el imprimatur sin más complicaciones, del censor, con el endorso de Consejo de la ciudad” (Flores, 1978: 153).
Parecía que por fin la empresa llegaba a buen puerto cuando en el verano de 1567 Reina convino con Oporino la impresión de 1100 ejemplares. El proyecto no fructificó porque el impresor murió en julio de 1568, a quien el año anterior se le había dado un importante adelanto para que en sus talleres tuviera lugar la edición de la Biblia. Al morir Oporino todavía no habían iniciado los trabajos de impresión y el adelanto monetario no pudo recuperarlo Casiodoro de Reina.
El entrañable amigo de Casiodoro, Marcos Pérez, que en varias ocasiones contribuyó para el avance de la traducción, le hizo un generoso préstamo (que desde un principio dio por irrecuperable) que posibilitó pagar en Basilea los servicios del impresor Tomás Guarín. Por fin empezaba la impresión tan anhelada por Casiodoro. En comunicación a un amigo Reina le hace saber que la impresión concluyó el 24 de junio de 1569. Ese día había recibido el “postrerum folium totius biblici texti tam Veteris quam Novi Testamenti” (Gilly, 1998: 4), es decir el último folio de todos los textos bíblicos, tanto del Antiguo como del Nuevo Testamento. Solamente faltaba que Reina concluyera el prefacio en latín dirigido a la nobleza europea y la amonestación a los lectores, que redactó en castellano.
Se imprimieron 2600 ejemplares de la Biblia del Oso, “apareció en el mercado en el otoño en la Feria de Frankfurt y por eso lleva la fecha oficial [en el colofón] de Anno del Señor, en Septiembre” (Flores, 1978: 154). Enterado Felipe II de la obra impresa escribió “al embajador en Francia el 24 de diciembre de 1570 para ordenarle que encontrase al español que tradujo la Biblia y lo enviase a España para darle un castigo ejemplar, y si esto último no era posible, que lo castigara donde fuere” (Moreno: 2017: 183).
Valga el anterior recorrido para llegar a la pregunta del principio, ¿es posible afirmar que la Biblia del Oso terminó de imprimirse el 26 o 28 de septiembre de 1569? No, si la base para responder es el grupo de más documentados investigadores sobre la vida y traducción de Reina. El principal experto al respecto, Arthur Gordon Kinder, cuyo libro en inglés se publicó en 1975 y recientemente ha sido traducido al castellano por la Sociedad Bíblica de España, no consigna el día sino solamente mes y año. La acuciosidad de Kinder difícilmente habría pasado por alto el día de concluida la impresión. El investigador cita una carta del 6 de agosto de 1569 dirigida por Casiodoro a Conrado Hubert (pastor en Estrasburgo) en la cual le informa que iba a enviarle “cuatro barricas llenas de Biblias en un barco y que debía almacenarlas en un lugar previamente concertado”, Kinder comenta: “es interesante que la fecha de esta carta sea agosto, puesto que la Biblia completa lleva como colofón” mes y año antes citados (Kinder 1975: 54). Tampoco proporcionan el día Enrique Fernández, ni Carlos Gilly, o José C. Nieto, Constantino Bada Prendes (en su extensa tesis de doctorado) ni Doris Moreno, quienes, como Kinder, consultaron archivos para documentarse en la escritura de su respectiva obra.
Wikipedia informa que “se publicó en Basilea, Suiza, el 28 de septiembre de 1569” (https://es.wikipedia.org/wiki/Biblia_del_oso), y remite a una fuente, el Diccionario Bíblico Mundo Hispano. Nada más que al consultar dicha obra y la página citada no aparece el día sino solamente el mes. Al parecer quienes repiten con mucha seguridad los datos de Wikipedia confiaron en ella y no cotejaron la cita. Es un dato menor, pero vale la pena subrayarlo. Quien afirma debe comprobar su aserto y proporcionar fuentes documentales confiables y no nada más adherirse a una cadena de dichos sin comprobación alguna. Lo cierto es que la Biblia del Oso terminó de imprimirse en septiembre de 1569, no importa que se carezca de información acerca del día.
Referencias bibliográficas
Bada Prendes, Constantino (2016): La Biblia del Oso de Casiodoro de Reina; primera traducción de la Biblia al castellano, tesis de doctorado. Salamanca: Facultad de Teología, Universidad Pontificia de Salamanca.
Fernández y Fernández, Enrique (1976): Las biblias castellanas del exilio: historia de las biblias castellanas del siglo XVI. Miami: Editorial Caribe.
Flores, José (1978): Historia de la Biblia en España. Tarrasa: CLIE.
Gilly, Carlos (1998): Historia de la Biblia de Casiodoro de Reina. Basilea: documento fotocopiado.
Kinder, Arthur Gordon (1975): Casiodoro de Reina: Spanish Reformer of the Sixteenth Century. London: Tamesis Books Limited.
Moreno, Doris (2017): Casiodoro de Reina. Libertad y tolerancia en la Europa del siglo XVI. Sevilla: Centro de Estudios Andaluces.
Nieto, José C. (1997): El Renacimiento y la otra España. Visión cultural socioespiritual. Ginebra: Librairie Droz.
Reina, Casiodoro de (2009): “Exposición de la primera parte del capítulo cuarto de Mateo”, en Comentario al Evangelio de Juan, Sevilla: Editorial MAD, pp. 369-393.
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