En la actualidad, el paganismo no está tanto en adorar a dioses reducidos a estatuas de mármol o bronce, sino más bien en adorar al dios dinero, o al dios poder, al nacionalismo, al dios de la política, del deporte.
En mi primer libro titulado Postmodernidad (1996), analizaba las nuevas formas de religiosidad posmoderna, tales como las religiones profanas (música, deporte, culto al cuerpo, la diosa Tierra); religiones civiles (sacralización de la democracia, la religión nacionalista o el culto a la economía de mercado). En la actualidad, el paganismo no está tanto en adorar a dioses reducidos a estatuas de mármol o bronce, sino más bien en adorar al dios dinero, o al dios poder, al nacionalismo, al dios de la política, del deporte, en rendir culto al propio cuerpo humano, etc. Cualquier aspecto de la vida humana se puede convertir en una divinidad a la que se le rinde culto.
Hoy la simonía se detecta en el comercio con lo religioso. La captación televisiva de donativos que, en base al pretexto espiritual y a la buena voluntad de la gente, han contribuido a crear verdaderas fortunas e impresionantes imperios financieros. Se fomenta el egoísmo religioso y el deseo de prosperar económicamente en una suerte de toma y daca con el supuesto banco celestial de favores terrenos.
La Nueva Era es un movimiento filosófico-religioso que comenzó en Inglaterra, allá por los años 70 del pasado siglo, gracias a un grupo de personas que llegaron a la conclusión de que el cristianismo ya no era válido. Comenzaron a hacer una recopilación de ideologías orientales, uniéndolas con ideas de tolerancia universal y relativismo moral. El movimiento tomó fuerza al extenderse en los Estados Unidos en la década de los 80. Lamentablemente, algunas de sus ideas religiosas han logrado penetrar también en ciertos grupos evangélicos. Algunas de tales creencias gnósticas más aceptadas por la Nueva Era son las siguientes:
1. Todos los seres del universo están entrelazados espiritualmente, y la energía que los une se llama “Dios”.
2. Hay seres espirituales (ángeles, demonios, fantasmas, etc.) que pueden servirnos como guías.
3. Si aprendemos a dominar la mente humana podemos llegar a dominar toda la realidad física del mundo.
4. La intuición es más confiable que la razón.
5. No existen las coincidencias pues todo lo que ocurre tiene su sentido en el cosmos.
6. El ayuno permite encontrar mayores niveles de conocimiento y consciencia espiritual.
7. Mediante las actitudes y afirmaciones positivas podemos lograr todo lo que queramos.
8. El alma se expresa mediante los sueños.
Como decimos, muchas de estas creencias han sido asumidas también por ciertos líderes evangélicos que explican a la gente, con poco conocimiento bíblico, sus visiones y revelaciones, que dicen haber recibido del Señor e incluso se atreven a dar instrucciones a los demás acerca de cómo vencer al diablo y liberar a un pueblo o a una nación del poder de los demonios. Cuando se analizan algunas de tales enseñanzas, que hoy se han vuelto tan populares en nuestro mundo evangélico, descubrimos que la situación es alarmante. Lo que se enseña es precisamente lo mismo que creían los gnósticos de los primeros siglos del cristianismo:
1. Lo subjetivo (lo que uno siente) importa más que lo objetivo (una enseñanza bíblica).
2. Una experiencia personal tiene más valor o credibilidad que una verdad de la Palabra de Dios.
3. Lo secreto y privado importa más que lo público.
4. La experiencia mística importa más que el conocimiento doctrinal bíblico.
5. Lo espiritual importa más que lo material.
6. Técnicas espirituales para poder controlar los secretos del universo importan más que tener un entendimiento claro de quién es Dios y lo que Él nos pide en su Palabra.
7. La huida del cuerpo, del tiempo y de las instituciones para penetrar en las profundidades espirituales es más importante que una vida obediente que descansa en las promesas de la Biblia.
¿No se debería hacer algo para revisar todas estas creencias y regresar a la Palabra de Dios? Nuestro deber es derribar los “argumentos y toda altivez que se levanta contra el conocimiento de Dios” (2 Co. 10:5). Por tanto, es menester seguir el consejo del apóstol Pablo (Col. 2:18-23):
Nadie os prive de vuestro premio, afectando humildad y culto a los ángeles, entremetiéndose en lo que no ha visto, vanamente hinchado por su propia mente carnal, y no asiéndose de la Cabeza (Cristo), en virtud de quien todo el cuerpo, nutriéndose y uniéndose por las coyunturas y ligamentos, crece con el crecimiento que da Dios. Pues si habéis muerto con Cristo en cuanto a los rudimentos del mundo, ¿por qué, como si vivieseis en el mundo, os sometéis a preceptos tales como: No manejes, ni gustes, ni aun toques (en conformidad a mandamientos y doctrinas de hombres), cosas que todas se destruyen con el uso? Tales cosas tienen a la verdad cierta reputación de sabiduría (=gnosis) en culto voluntario, en humildad y en duro trato del cuerpo; pero no tienen valor alguno contra los apetitos de la carne.
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