Si nos persiguen, critican u hostigan, que sea por hablar la verdad en amor, no por nuestras formas imprudentes de articular el mensaje.
No estoy a favor de aquellos cristianos que promueven un discurso beligerante contra aquellos que piensan diferente, por muy errados que creamos que están. Creo firmemente que nuestra gentileza debe ser conocida de todos los hombres (Fil 4,5) y que nuestra defensa de la fe cristiana debe ser hecha siempre “con mansedumbre y reverencia” (1 Pe 3,15). Todo discurso cristiano debe articularse desde la humildad y el respeto, sabiendo que la verdad no se impone sino, únicamente, en virtud de su propia fuerza.
Dicho esto, he de decir que me preocupan también las “sensibilidades” de ciertos cristianos “posmodernos”. Todo les hiere. Todo les afecta. Han exacerbado tanto su sensiblería que ya no quieren decir la verdad para no ofender a nadie. Porque sí, a menudo, la verdad ofende, ya que expone a las personas que no andan conforme a la verdad y las vuelve vulnerables. Y a nadie le gusta esto. Permítanme un pequeño inciso: También es cierto que, en ocasiones, algunos cristianos justifican su discurso violento bajo la máxima de “la verdad ofende”, cuando en realidad lo que ofende son sus discursos, sus formas grotescas de hablar y de tratar de imponer “la verdad” a otros. ¡También esto es un error! Y es que, como es habitual, la virtud está en saber guardar el equilibrio. Equilibrio entre gracia y verdad (Jn 1,14.17).
Por supuesto, deben causarnos repulsión todas aquellas actitudes belicosas y agresivas que tratan de imponer a toda costa “la verdad”, sin ningún tipo de misericordia y empatía con el prójimo. Pero, ¡cuidado! No sea que queriendo colar el mosquito, traguemos el camello. Hay cristianos que, en su condena o rechazo a las formas irrespetuosas o poco gentiles que usan ciertos creyentes de predicar la verdad, terminan poniéndose del lado de aquellos que promueven –consciente o inconscientemente– la mentira o el error. También estos han caído en la trampa, pues colando el mosquito (las formas equivocadas de predicar la verdad), han tragado el camello (situándose de parte de los que promueven el error). Oye, si vamos a llorar o lamentarnos por algo, hagámoslo por lo que de verdad es preocupante. Pero es hipócrita denunciar públicamente a los cristianos que se equivocan en sus formas y guardar silencio con aquellos que promueven el error. Este silencio también es indignante y sintomático.
Hay espacio para la denuncia cristiana. ¡Claro que sí! Ciertamente debemos advertir al impío de su mal camino y también al hermano (Ez 3,18; Hch 2,40; 20,31; 1 Co 4,14; Snt 5,19-20).
Prediquemos la verdad sin miedo. Con valentía y convicción. Pero, si nos persiguen, critican u hostigan, que sea por hablar la verdad en amor, no por nuestras formas imprudentes de articular el mensaje. Prestemos atención a las palabras del Maestro: “Miren, los envío como ovejas en medio de lobos. Por lo tanto, sean astutos como serpientes e inofensivos como palomas” (Mt 10,16).
Pero, a decir verdad, me resulta difícil imaginar como las siguientes palabras del apóstol Pablo pueden hacerse realidad en un cristianismo posmoderno: “Y también todos los que quieren vivir piadosamente en Cristo Jesús padecerán persecución” (2 Ti 3,12), ya que cuando la verdad se subjetiviza, se relativiza o se suaviza para no herir sensibilidades –como de hecho está ocurriendo en la actualidad–, predicar la verdad nunca producirá oposición ni persecución. Algo debemos replantearnos, ¿no?
Y termino lanzando una advertencia: Cuidado con el testimonio que damos a través de las redes sociales, no sea que “el nombre de Dios sea blasfemado entre los gentiles por causa de nosotros” (Ro 2,24). Plataformas como Facebook no son el mejor lugar para denunciar o juzgar asuntos eclesiales o espirituales. Lo sé, porque yo mismo he fallado mucho en esto. Aquellos cristianos que justifican sus denuncias públicas, citando por nombre y apellido a otras personas, en base a textos como 1 Timoteo 1,20, donde el apóstol Pablo denuncia a Himeneo y Alejandro, deberían recordar que Pablo hace esta denuncia en el contexto de una carta o epístola dirigida a la iglesia, no en la plaza pública del pueblo (como es Facebook).
Que el Señor derrame más sabiduría sobre nosotros, su pueblo (Stg 1,5).
“Pero la sabiduría que proviene del cielo es, ante todo, pura y también ama la paz; siempre es amable y dispuesta a ceder ante los demás. Está llena de compasión y de buenas acciones. No muestra favoritismo y siempre es sincera” (Santiago 3,17; NTV).
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