El pueblo que caminaba por el desierto era mantenido en todo momento por el Eterno y disponía de lo necesario para vivir. Sin embargo, a nada de esto le daban valor.
Y vino un viento de Jehová, y trajo codornices del mar,
y las dejó sobre el campamento, un día de camino a un lado,
y un día de camino al otro, alrededor del campamento,
y casi dos codos sobre la faz de la tierra.
Entonces el pueblo estuvo levantado todo aquel día y toda la noche,
y todo el día siguiente, y recogieron codornices;
el que menos, recogió diez montones;
y las tendieron para sí a lo largo alrededor del campamento.
Aún estaba la carne entre los dientes de ellos,
antes que fuese masticada,
cuando la ira de Jehová se encendió en el pueblo,
e hirió Jehová al pueblo con una plaga muy grande.
(Nm. 11:31-33)
Las codornices son aves del orden de las Galliformes y de la familia Phasianidae, a la que pertenecen también faisanes, perdices, gallos, pavos y afines. Habitualmente, a las codornices se las oye cantar pero difícilmente se las suele ver, ya que viven entre la hierba alta o en medio de los campos de cereales. El término hebreo que las denomina es selaw, שְׂלָו, cuyo significado literal es “pesadez”, puesto que les cuesta despegar para alcanzar el vuelo. Sin embargo, cuando ya están en el aire son excelentes voladoras capaces de cubrir grandes distancias mediante sus largas alas. En griego se llaman ortyx, ὄρτυξ, y en latín, coturnix. Se trata de aves migratorias que viajan desde Europa a África para pasar el invierno y, al revés, para veranear. De manera que el estado de Israel y la península del Sinaí son atravesados cada año, en dos ocasiones, por miles de codornices comunes (Coturnix coturnix) como las referidas en la Biblia. Antiguamente eran tan abundantes en el Oriente Medio que se las podía cazar mediante simples bastones.
Son famosas por haber ayudado a los hijos de Israel a sobrevivir en el desierto y también como castigo divino (Ex. 16:12-13; Nm. 11:31-34; cf. Sal. 78:26-31; 105:40). El relato bíblico del libro de Números, que muestra la manera providencial con que Dios alimentó a su pueblo mediante la llegada masiva de estas aves, pone de manifiesto el comportamiento habitual de la codorniz común. Después de cruzar la península del Sinaí, en su migración hacia el norte provenientes de África, arriban extenuadas y se posan en el suelo para descansar y alimentarse. De la misma manera, al ser aves pequeñas, vuelan bien con viento de cola pero si éste cambia bruscamente de dirección son susceptibles de caer al suelo aturdidas o desorientadas. Es entonces, cuando se las puede capturar en grandes cantidades con relativa facilidad.
El plumaje de las codornices comunes es altamente mimético. Sus ocres veteados de blanco y negro las hacen prácticamente indistinguibles cuando están posadas en el suelo. A pesar de tratarse de aves rechonchas de cola corta y reducido tamaño (unos 20 cm de largo y un peso de tan sólo 130 gramos), sus alas largas y estrechas les permiten volar rápidamente durante grandes trayectos. El aspecto externo de machos y hembras es muy parecido ya que no existe un acusado dimorfismo sexual. Su canto es monótono, sonoro y varía según la estación del año. En la actualidad se conocen cinco subespecies de Cotornix cotornix, que generalmente viven en el continente africano o en islas como las Azores, Cabo Verde, Madagascar, Mauricio, etc.
La Biblia hace intervenir a las codornices en dos ocasiones diferentes. En la primera, éstas constituyen la respuesta divina a las quejas de los hijos de Israel en el desierto por no poder comer carne (Ex. 16). Durante la tarde, “subieron codornices que cubrieron el campamento” y saciaron sobradamente los deseos del pueblo emigrante. Las aves, aunque pequeñas, fueron una bendición y sentaron bien a los estómagos famélicos de los israelitas. El etólogo alemán, Vitus B. Dröscher, escribió estas palabras refiriéndose a dicho acontecimiento: “Debió de ser designio divino que el campamento de los judíos estuviera precisamente bajo la ruta migratoria que, en los tiempos bíblicos, era recorrida dos veces al años, en otoño y en primavera, por millones y millones de codornices que emigraban de Eurasia a Etiopía y viceversa”.[1] En ocasiones, las causas segundas confluyen en el momento adecuado para favorecer los planes sobrenaturales de Dios.
No obstante, el segundo milagro en el que también intervinieron estas aves no tuvo un final tan feliz. El capítulo 11 del libro de Números dice que la ira de Dios se encendió contra aquella gente extranjera, que se había mezclado con el pueblo de Dios en su peregrinación por el desierto, pero que exigía comer carne, pescado y manjares como los de Egipto. En esta ocasión, también vinieron codornices del mar (es decir, agotadas después de haber cruzado algún tramo del mar Rojo) y tomaron tierra a millones, alrededor del campamento israelita. Así pues, la carne era de nuevo abundante pero su ingesta resultó fatal para muchos. Aún estaba la carne entre los dientes de ellos, antes que fuese masticada, cuando la ira de Jehová se encendió en el pueblo, e hirió Jehová al pueblo con una plaga muy grande (Nm. 11:33). No cabe duda de que nos encontramos otra vez frente a una milagrosa coincidencia. ¿Qué fue lo que provocó tal plaga? ¿Por qué la carne de las codornices fue nutritiva en el primer milagro, mientras que se volvió venenosa en el segundo? ¿Se trata sólo de un acontecimiento sobrenatural inexplicable o existen argumentos racionales que nos permitan entenderlo?
La alimentación de las codornices consiste principalmente en vegetales e insectos. Son granívoras consumidoras de semillas de múltiples plantas que obtienen en prados, pastizales y campos de cultivo, aunque también se nutren de langostas y otros artrópodos. El problema es que hay ciertas semillas que son venenosas, e incluso mortales para las personas, y que sin embargo a estas y otras aves les resultan del todo inocuas. Por ejemplo, la cicuta o el apio de perro (Aethusa cynapium), que como es sabido se trata de un vegetal venenoso para los humanos, puede ser consumido en cambio por las codornices y no les hace daño. No obstante, si una persona come carne de codornices, que hayan ingerido recientemente tal planta, puede envenenarse.[2]
La enfermedad conocida como rabdomiólisis -también llamada coturnismo, por el género en el que se clasifica a la codorniz (Coturnix)- se produce precisamente por haber consumido codornices que se han nutrido de cicuta o de otros vegetales portadores de sustancias tóxicas para los humanos, como puede ser un exceso de hierro. En las personas que sufren una rabdomiólisis se produce una necrosis de las células musculares que liberan a la sangre sustancias intracelulares como la creatina fosfoquinasa (CPK) y la mioglobina, capaces de provocar una insuficiencia renal grave.[3] De ahí la necesidad de controlar adecuadamente el tipo de alimento que se usa en las granjas actuales de codornices, industrializadas para el consumo humano tanto de su carne como de sus huevos.
Es interesante resaltar las coincidencias entre los relatos de la revelación bíblica y aquello que la ciencia humana va descubriendo poco a poco. En la Biblia, suele ser frecuente que Dios responda a los seres humanos por medio de acontecimientos naturales. Esto no le quita importancia a la respuesta divina sino todo lo contrario, reafirma su carácter omnisciente y providente. El pueblo que caminaba por el desierto era mantenido en todo momento por el Eterno y disponía de lo necesario para vivir. Era guiado, protegido y alimentado sin necesidad de tener que trabajar la tierra, cultivarla, ni criar animales. Sin embargo, a nada de esto le daban valor. Se quejaron por cosas que realmente no les eran del todo necesarias para vivir, pero las codiciaban. También nuestro mundo actual padece la enfermedad del consumismo y la insatisfacción que está depredando el planeta. El modelo de desarrollo contemporáneo procura que la gente consuma más de lo que necesita. La civilización de la hamburguesa con su hiperconsumo de carne amenaza con praderizar el mundo y eliminar la biodiversidad de la Tierra. Sin embargo, la Escritura nos aconseja que vivamos austeramente y compartamos los recursos solidariamente.
Notas
[1] Dröscher, V. B. 1987, …y la ballena devolvió a Jonás a la playa, Planeta, Barcelona, p. 63.
[2] Wetherbee, D. 1961, Investigations in the Life History of the Common Coturnix. American Midland Naturalist , 65 (1), 168-186.
[3] Madrazo Delgado M, Uña Orejón R., Redondo Calvo F. J. y Criado Jiménez A., 2007, “Rabdomólisis isquémica y fracaso renal agudo”, Rev. Esp. Anestesiol. Reanim., 54 (7): 425-435.
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