Lamentablemente el tema de los presos no está brillando en la agenda de los esfuerzos evangelísticos y de la misión de la iglesia.
“Acordaos de los presos, como si estuvierais presos juntamente con ellos” (Heb 13:3). Llama la atención el sentido de compromiso con que está formulada esta sugerencia de caridad cristiana. No se trata de un vago ejercicio de la memoria para recordar gentes que está en medio de una situación ajena y al margen de lo que somos. El llamado es a que nos sensibilicemos a tal grado con los presos que lleguemos a sentirnos como si estuviéramos en su propia celda.
Se nos insta a que acompañemos a aquellos que están privados de su libertad y a desplegar hacia ellos una actitud tan compasiva y solidaria como si nosotros estuviéramos también detrás de los barrotes. La versión de la Biblia “Dios habla hoy” nos dice: “Acuérdense de los presos, como si también ustedes estuvieran presos con ellos. La Biblia Internacional dice: “Acuérdense de los presos, como si ustedes fueran sus compañeros de cárcel.
Pienso que nos olvidamos de los presos porque partimos de la idea de que quien está en la cárcel es por sus propios desatinos y eso es lo que merece, por lo que se puede entender que no estamos comprometidos con una diligente compasión hacia quienes están encerrados cumpliendo condena por algún delito. En este sentido, la indiferencia y el olvido de quienes están en esta condición parece ser lo más natural y aceptable.
Para buena parte de gente de la sociedad la cárcel es un estercolero humano que no merece siquiera una mirada. No obstante, la compasión cristiana tiene un llamado a la cárcel. “Acordaos de los presos, como si estuvierais presos juntamente con ellos; y de los maltratados, como que también vosotros mismos estáis en el cuerpo” (Heb 13:3).
Esta exhortación a la solidaridad y al acompañamiento para alentar a quienes guardan prisión toma mayor pertinencia cuando podemos escucharla referida a las cárceles latinoamericanas. Karina Donángelo (1) describe estos tétricos encierros como edificaciones donde los cuartos son estrechos y oscuros, y las camas, sucias y destartaladas invitan a un descanso sepulcral.
“Los muros grises y húmedos de la prisión comunican una sensación de frío y tristeza. Los pasillos parecen laberintos intrincados que no conducen a ninguna parte. A veces todo es calma, como si un velo impenetrable a los sonidos hubiese envuelto de pronto la cárcel. Entonces los prisioneros buscan llenar el vacío de los días lentos, mientras se baten a duelo, con el hastío de la soledad”.
“Se oyen risas, juramentos, canciones soeces, gritos, insultos... Alguien fuma un cigarrillo como si fuera el último; y no es más que un suspiro final. Allí dentro de la cárcel transcurre la vida de hombres solitarios, de pasado sórdido y tormentoso. En las cárceles todos conviven con reglas no escritas, son las leyes secretas del encierro. Muchos presos ocupan su tiempo grabando inscripciones en los muros, cual escribas desterrados...”
En una visita que realicé al penal de la Victoria en Santo Domingo, me llamó mucho la atención el letrero que se lee al interior de una celda: “Todo tiene un final”. Uno de los reclusos me dijo, “esa frase nos sirve de consuelo”. Mientras conversaba con algunos de ellos se escuchaba el bullicio de un fogoso culto que celebraban en el patio.
Un joven apuesto y bien parecido, de unos 22 años y acusado de un escandaloso homicidio, me decía, “fíjate, eso es lo que no me gusta de la predicación, hacen mucha bulla y uno casi no entiende nada. Ayer pasó uno con una Biblia voceando cosas que me lucieron interesantes, lo detuve y le dije que viniera aquí a la celda para que habláramos con calma”.
En las visitas que he realizado a la cárcel, he notado que muchos presos se dirigen al visitante para pedirle algo. Más que los centavos que uno le pueda dar, lo que quieren es una mirada de compasión y consuelo, una breve atención de parte del visitante que lo haga sentir que ellos están vivos, pues muchos de estos presos, según me indicó alguien, tienen años y nadie los ha ido a visitar.
Los cristianos que más se ocupan de las cárceles lo hacen por iniciativa personal o están organizados en pequeños y precarios ministerios. Muchos de ellos han estado presos y se convirtieron en las cárceles. Hasta donde he podido captar, los grandes ministerios no tienen secciones o departamentos que trabajen en las cárceles. En mi país, República Dominicana, son pocas las organizaciones que cuentan con un departamento especializado para trabajar con los presos de forma sostenida.
Aunque organizamos grandes conciertos con mucho despliegue y cantantes reconocidos, muy pocas veces se habla de llevar una actividad importante a las cárceles donde hay tanta necesidad. Entendemos que no es por falta de caridad, sino más bien por falta de visión.
Lamentablemente el tema de los presos no está brillando en la agenda de los esfuerzos evangelísticos y de la misión de la iglesia. Oremos para que el tema penitenciario comience a tomar un lugar de importancia en la agenda de las misiones nuestras con la meta de organizar el trabajo evangelístico y de asistencia que, en todos los sentidos, requieren quienes guardan prisión.
Notas
(1) Donangelo, K. (03 de 2008). Koncavo y Konvexo.
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