Los camaleones constituyen un extraordinario ejemplo de diseño y adaptación a su entorno.
Y tendréis por inmundos a estos animales que se mueven sobre la tierra: la comadreja, el ratón, la rana según su especie, el erizo, el cocodrilo, el lagarto, la lagartija y el camaleón.(Lv. 11:29-30)
La palabra hebrea kóaj,כֹּחַ, se tradujo en la Septuaginta por el término griego, khamaileon, χαμαιλέων, y posteriormente, en la Vulgata latina, se vertió como chamaeleon. Se trata del camaleón común (Chamaeleo chamaeleon), ese famoso y singular reptil escamoso de cuerpo arqueado y comprimido, que tiene las patas largas y delgadas, la cola prensil, los ojos prominentes que se mueven independientemente (visión estereoscópica), la lengua muy larga y proyectable a gran distancia y, por si todo esto fuera poco, el color de su piel puede cambiar a voluntad.
En Israel todavía hoy existen dos subespecies o razas de este animal, que pueden alcanzar los 35 cm de longitud. Una es la que ocupa los hábitats próximos a la costa mediterránea (C. c. recticrista), mientras que la otra (C. c. musae) prefieren las regiones desérticas del noroeste del Neguev, llegando hasta el Sinaí.[1] Ninguna de estas dos subespecies resulta fácil de ver en la naturaleza de Tierra Santa. No porque no existan ejemplares de ambas sino por su extraordinario mimetismo con las ramas y hojas de los bosques donde habitan. Las tonalidades de su piel lo confunden perfectamente con el entorno y sus lentísimos movimientos han difícil su observación, sobre todo por parte de los no especialistas.
En general, se conocen más de 160 especies de camaleones por todo el mundo (sin contar las posibles subespecies). Quizás sean los saurios más simpáticos que existen debido principalmente a sus singulares características. Los dedos de sus extremidades están soldados, los tres interiores en las patas delanteras y los tres exteriores en las traseras. Esto convierte sus pies en tenazas con las puede agarrarse fuertemente a las ramas. Suelen vivir en los bosques y pasar la mayor parte del tiempo en un lugar muy concreto.
Se podría decir que el único movimiento que realizan es prácticamente el de sus ojos, ya que éstos no paran de enfocar posibles presas. Se mueven muy lentamente como los perezosos y cuando localizan un insecto o cualquier pequeño invertebrado catapultan su pegajosa lengua, capaz de alcanzar toda la longitud del animal, y la presa aparece de repente en la boca del camaleón. Una lengua de unos 15 cm de longitud, que duplica el tamaño del cuerpo, se extiende en 0,06 segundos, y se contrae en 0,25 segundos. El ojo humano no es capaz de ver lo que ocurre en tan brevísimo tiempo pero las cámaras fotográficas y de video permiten observarlo en detalle. Se trata de un mecanismo de catapulta. El hueso hioides impulsa con sus músculos la lengua hacia delante; los músculos circulares la expulsan y la musculatura longitudinal retrae la lengua de nuevo a la cavidad bucal.
Los camaleones constituyen un extraordinario ejemplo de diseño y adaptación a su entorno. Aunque no tienen oído externo no son sordos ya que pueden captar sonidos inaudibles por los humanos. Son incapaces de percibir olores pero sus ojos se pueden mover independientemente. Cada uno puede girar 180 grados. Esto no significa que un ojo no sepa lo que está mirando el otro. Recientemente se ha comprobado que existe una cierta interferencia entre ambos ojos[2]. Uno puede mirar una presa, mientras el otro observa otra distinta, sin embargo, cuando el animal elige una de las dos, sus dos ojos enfocan a la misma, con el fin de calcular la distancia exacta a la que se encuentra. Esto significa que cada ojo debe tener constancia de lo que mira el otro.
Otra de las grandes incógnitas de los camaleones es cómo logran cambiar tan rápidamente el color de su piel. Se sabe que todos los objetos absorben determinadas longitudes de onda del arco iris de colores de la luz visible y reflejan otras y que esto que reflejan es precisamente el color que le vemos a tales objetos. No obstante, lo que se ha descubierto en los camaleones es que los colores cambiantes de su piel no se deben a los materiales que los componen sino a cómo estos materiales están dispuestos. Dicha piel posee unas células que contienen unos minúsculos cristales de guanina. Según cómo se ordenen tales cristales, difractarán la luz de una manera o de otra, generando toda la posible gama de colores característicos de los camaleones. De manera que el cambio de color depende de la distancia y disposición que hay entre esos cristales de guanina.
Además, se ha descubierto que por debajo de esa capa de cristales de guanina hay otra capa de células con otras bolitas también de guanina pero de mayor tamaño y algo más desordenadas, capaces de absorber los rayos infrarrojos y, por lo tanto, regular la temperatura corporal a voluntad. Tan ingenioso es el asunto, que los ingenieros humanos andan ya a la zaga para copiar este diseño de los camaleones y darle una salida comercial (trajes de camuflaje, tejidos inteligentes, etc.).
El cambio de color que realiza el camaleón para pasar desapercibido en el ambiente (mimetismo) ha sido ampliamente usado, en sentido metafórico, para referirse a la actitud de ciertas personas de no querer manifestar nunca sus opiniones en público, o de aparentar una cosa y ser otra muy distinta. Incluso algunos han culpado a Dios de esconderse del ser humano, de no responder a sus necesidades o no ser evidente a los sentidos. Desde esta perspectiva, el gran predicador C. H. Spurgeon, comentando la oración del salmista, “y no te escondas de mi súplica” (Sal. 55:1) escribe:
“No cierres tu oído ni restrinjas tu mano. Cuando el hombre ve a su vecino sumido en la aflicción y pasa de largo deliberadamente, solemos decir que se “esconde de él” tratando de pasar desapercibido, evita verle para que no le pida ayuda y se sienta en la obligación de prestársela. El salmista suplica al Señor que no le de semejante trato. En aquella hora de temor y espanto en la que Jesús cargó con nuestros pecados sobre el madero, su Padre se escondió de él; y ello fue precisamente la parte más horrible y espantosa de la agonía del Hijo de David. Justificado está, por tanto, expresar nuestro temor y urgir razones para evitar una calamidad tan enorme como la de que Dios rehúse prestar atención a nuestras súplicas.”[3]
[1] Bar, A. & Haimovitch, G. 2011, A Field Guide to Reptiles and Amphibians of Israel, Herzliya, p. 72-73; Kirshenbaum, N. 2008, Reptiles & Amphibians of Israel, Nature in Israel.
[2] Lusting, A., Ketter-Katz, H. & Katzir, G. 2012, “Visually Guided Avoidance in the Chameleon (Chamaeleo chameleon): Response Patterns and Lateralization”, PLOS/ONE, June 7, https://doi.org/10.1371/journal.pone.0037875
[3] Spurgeon, C. H. 2015, El Tesoro de David, CLIE, p. 1215.
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