Un factor para reflexionar dentro del marco sociopolítico, particularmente los más inquietos y con preparación universitaria/teológica, fue el triunfo de la Revolución cubana.
Daniel Salinas en su libro Teología con alma latina. El pensamiento evangélico en el siglo XX (Ediciones Puma, Lima, 2018) dedica la mayor parte del tiempo en ocuparse de la producción teológica protestante/evangélica en los 60’s y 70´s del siglo XX.
Para inicios de la década de los sesenta del siglo pasado, era una realidad la consolidación del protestantismo en América Latina.
Para entonces, aunque pequeña porcentualmente, la población evangélica ya contaba con iglesias e instituciones que se esforzaban por contextualizar la fe y hacerla pertinente en momentos de turbulencias sociales y políticas.
Sin duda un factor que atizó el interés por reflexionar dentro del marco sociopolítico que interpelaba a las nuevas generaciones evangélicas del Continente, y particularmente dentro de ellas a los más inquietos y con preparación universitaria/teológica, fue el triunfo de la Revolución cubana y las reacciones que levantó a lo largo del extenso territorio latinoamericano.
En julio de 1961, en Huampaní, Perú, tuvo lugar la Primera Consulta Evangélica Latinoamericana sobre Iglesia y Sociedad, plataforma para el movimiento que se denominó Iglesia y Sociedad en América Latina (ISAL). Para cuando se realiza esta Primera Consulta “había principalmente dos posiciones sobre [la responsabilidad social de la Iglesia]. La primera entendía que la responsabilidad social estaba subordinada a la tarea evangelística. La segunda posición consideraba que tanto la responsabilidad social como la evangelización eran partes igualmente importantes en la misión de los cristianos”. Habría que agregar que en el sector dominante del evangelicalismo prevalecía la posición de considerar a la evangelización primordial, si no es que casi exclusivamente, como el ser y hacer de la Iglesia.
En ISAL, en términos generales, transitaron de preocupación por incidir en los cambios sociales a convencerse de ir más allá del reformismo para identificarse plenamente con la propuesta insurreccional y revolucionaria. Desde tal óptica, y dada la cerrazón de las élites dominantes a transformaciones que les despojasen del poder, era justificable el recurso de las armas para crear un nuevo orden social.
Para los teólogos isalinos, “los cristianos evangélicos debían asumir un compromiso activo con la nueva situación latinoamericana de revolución. La nueva evangelización llegaba a ser, entonces, ‘participar como cristianos, tanto en la demolición como en la construcción, corriendo todos los riesgos, y viviendo todos los equívocos de la revolución’”.
La producción de pensadores vinculados a ISAL fue amplia y aquí no podemos ir más allá del enunciado, su legado queda como reto para comprender que leyeron su tiempo e intentaron responder a la problemática desde las conclusiones a las que llegaron. Bien sostiene Daniel Salinas que se puede considerar a “ISAL el primer equipo de trabajo teológico protestante en América Latina […] Antes de ISAL, la teología se relacionaba con el aspecto espiritual y religioso de los latinoamericanos. ISAL amplió esa área de influencia haciendo teología aprovechando los recursos disponibles en otras ciencias. Sus preguntas de cómo hacer teología y como ser Iglesia en un momento histórico específico marcaron el quehacer teológico desde ese momento”.
En el capítulo cuarto, “Evangélicos en busca de su identidad y teología, década de 1970 y 1980”, Daniel Salinas traza el origen y desarrollo de la Fraternidad Teológica Latinoamericana. El tema le es cercano, ya que su tesis de doctorado (Latin American Evangelical Theology in the 1970’s. The Golden Decade, Brill, Leiden-Boston, 2009) es una investigación sobre la FTL y, además, es miembro de este movimiento.
En la primera Consulta de la FTL, diciembre de 1970, en Cochabamba, Bolivia, fueron claros dos ejercicios: uno, la toma de distancia con el fundamentalismo del evangelicalismo norteamericano, y otro, el deslinde con la teología isalina sobre lo que podríamos llamar la divinización de la revolución. En ambos ejercicios los fundadores de la FTL sostuvieron que les impulsaba hacer hermenéutica bíblica contextual.
Los trabajos presentados en Cochabamba fueron publicados en El debate contemporáneo sobre la Biblia, Barcelona, Ediciones Evangélicas Europeas, 1972.
El contexto latinoamericano ha cambiado desde entonces, sin embargo siguen vigentes cuestiones sobre las que se dialogaron en la reunión fundante de la FTL, a saber: el ethos del cristianismo evangélico latinoamericano, el lugar de la Biblia, la relación conversión personal/cambio estructural, la naturaleza de las comunidades eclesiales, el o los espacios desde donde se realiza la reflexión teológica, la democratización ministerial que concretice el principio del sacerdocio universal de los creyentes, por mencionar algunos tópicos.
La FTL se acerca a cinco décadas de vida y desde sus orígenes se propuso como uno de sus objetivos “constituirse en plataforma de diálogo entre pensadores que confiesan a Jesucristo como Señor y Dios, y están dispuestos a reflexionar a la luz de la Biblia a fin de edificar un puente entre el Evangelio y la cultura latinoamericana”. En el seno del movimiento se fueron diversificando áreas de reflexión y posiciones, de tal manera que hoy es posible que participen en sus consultas nacionales y continentales integrantes de corrientes que estaban en trincheras opuestas a principios de los setentas del siglo XX. Es así que en la actualidad la FTL es más ecuménica que al principio, pero su identidad es de raíz evangélica, la que no debe confundirse con el evangelicalismo conservador cuyos postulados teológicos son esquemáticos y descontextualizados.
Dada la amplia producción de la FTL es tarea colectiva seguirle los pasos a la literatura publicada y encontrar en ella las líneas distintivas. Lo que en este espacio podemos aventurar es que la de la FTL es teología del camino y no gestada desde el balcón. No es casual que sea así, porque uno de los pensadores cuya premisa sobre el locus theologicus influyó, y considero sigue influyendo, al movimiento fue Juan A. Mackay, en cuyo Prefacio a la teología cristiana (la primera edición en castellano es de 1945, traducción de Gonzalo Báez-Camargo) usó las imágenes del camino y el balcón para contrastar dos formas de reflexionar.
En un texto que recupera Daniel Salinas, escrito por Samuel Escobar en 1978, el teólogo perfiló las características de la reflexión efeteliana: “No se trata de una teología académica que ha puesto en un laboratorio los últimos hallazgos de algunos pensadores alemanes o ingleses y luego de algunas modificaciones les ha colocado la etiqueta ‘made in Latin America’. Se trata de una reflexión que ha nacido en el seno de comunidades evangélicas características del sector más dinámico del protestantismo latinoamericano. Son comunidades que están creciendo por la acción evangelizadora, que tienen un alto sentido de misión en el mundo formadas por personas que se acercan a la Biblia no sólo con el lente del biblista sino también con el corazón del apóstol y la inquietud del misionero. En cierto modo se han entregado a la tarea de reflexionar teológicamente presionados por el paso de su presencia en diversos sectores de la sociedad latinoamericana, impulsados por su conciencia de minoría religiosa dentro de un continente [nominalmente] cristiano, desafiados por el fermento social y cultural de un continente que empieza a tomar conciencia de su peculiar identidad indo-europea-africana, y que procura formas de vida nacional más independientes”.
Cierro mi comentario con las palabras finales escritas por Alberto Roldán en el prólogo a la obra de Daniel Salinas: “Teología con alma latina constituye un trabajo importante para entender los caminos que la teología evangélica ha recorrido en el siglo XX en el que se destaca el esfuerzo de su autor en la búsqueda de fuentes primarias, distinguiendo cuidadosamente las diversas etapas de su desarrollo y los nuevos desafíos que confrontan los evangélicos en el presente. Será un libro útil para los estudios de la teología histórica en América Latina”.
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