Me planteo qué va a ser del hombre. No me preocupa tanto que no se sepa quien fue Homero u Ovidio, o Cervantes, o Goya: hoy pulsando una tecla obtendremos la respuesta.
Quizá es demasiado pronto para entonar una elegía; pero es que todo va tan deprisa, que quizá dentro de unos años, si es que aún existo, tendré que “Desde el Corazón” exclamar: demasiado tarde. Yo, por ejemplo, ya uso la pluma estilográfica sólo en un cincuenta por ciento, para escribir mis sermones, ahora lo hago casi todo con el ordenador, y cuando he pretendido a escribir mis mensajes en el teclado computadorizado, he sentido la sensación de traicionar mi estilo. No sólo soy un “aprendiz de escribidor” sino un analfabeto en informática que se dirige a iletrados bíblicamente informatizados, si se me permite decirlo. Hace más de quinientos años GUTEMBERG inició con la imprenta, la más clara de las revoluciones: la que multiplicó y derramó, en principio, las páginas de la Biblia, abrió de par en par la mente de los hombres, divulgó sus ideas y sus descubrimientos. Hoy, las tecnologías electromagnéticas y optoelectrónicas, inauguran una memoria visual, promueven una transmisión global más veloz, suscitan artes novedosas: músicas sintéticas, grafismos digitales, hologramas, novelas interactivas, fotografías en cámaras histogramáticas “Visor Live View”… los libros que yo he leído o estoy leyendo, ya están llegando para ser introducidos en el ordenador. Y es por la cultura del libro -he crecido con ella- por lo que entono mi elegía.
“Desde el Corazón” quiero subrayar que admiro la magnificencia de los nuevos procedimientos, el portentoso enjambre de medios tecnológicos; tanto es así, que ya suelo decir en la congragación cuando se trata de leer: “hermanos, abramos la Biblia, la “Tablet” el “Ipad” el “móvil”; pero -perdónenme mis lectores- con un libro en las manos me invade la certeza de ser un hombre solidario con muchos otros hombres; con la humildad de un libro entre las manos me encuentro protegido. Numerosas generaciones leyeron sus páginas, y en cuanto a las Sagradas Escrituras, me encuentro formando parte de los lectores que sin fetichizar la Biblia, se edificaron en ella, se inspiraron en sus accesibles tesoros, vivieron en sus directrices y promesas y miles murieron por ella en la paz y la gloria de amor, y muchos siguen aún en la persecución, amando El Libro.
Este libro por excelencia fundó y sigue manteniendo una comunidad de lectores, pertenecer a la cual me enorgullece y me emociona. Un objeto tranquilo y cotidiano, el más adecuado para los “Días del Señor”, como también lo puede ser vía ordenadores, pero más comprensible para mí y menos frío, en cuyas páginas se apacienta aún toda la sabiduría, toda la inquietud, todo el desastre o el triunfo de los hombres. No me imagino nunca sin su generosa compañía.
Me ha sido muy difícil, pese a la investigación, llegar a una “uniformidad” de listado, acerca de los libros más leídos en el mundo, y resulta comprensible esta diversidad entre los 10 más reconocidos, pues depende de las empresas de estadísticas, editoriales o medios de comunicación, así como la impresionante publicidad cuando se pretende vender una novedad; pero, aun así, es agradable descubrir que La Biblia… ocupa, en casi todos los listados, el primer lugar. Luego se entremezclan: Citas del Presidente Mao Tse-Tung (debiendo tener en cuenta la población de China); Harry Potter; El Señor de los Anillos; Don Quijote de la Mancha; Historia de dos Ciudades; El Alquimista; Cien años de soledad; Crepúsculo y… Lo que el viento se llevó. Estos listados muestran un concepto confuso de los clásicos, la lectura de los más ligeros, aquellos que tienen más pantalla en los medios, de modo que según el estudio sobre hábitos de lectura realizado por el CIS, en junio de este año, casi el 40% de los españoles no leen ni un solo libro en un año, y puede comprenderse ese bajo índice de lectura cuando más del 85% de los españoles vemos la televisión todos los días, de ellos más del 70% más de 243 minutos por día y estiman que la fuente más grande del placer es la televisión y la actividad más importante.
De todas formas y por todas partes, se desatienden, no sólo “El Libro” por excelencia, sino las Humanidades que basándose en el mejor texto, se deberían subrayar en la Educación Escolar. Los estudiantes de Ciencias no las oyen nombrar; los de Letras cursan Lógica y Matemáticas, Economía, Filosofía de la Ciencia, Historia, Sociología, y otras asignaturas; pero no Historia Sagrada, ni Ética Cristiana, ni la inconmensurable Ley de Dios, madre de todos los Derechos Humanos y las Constituciones más justas. Y ahora, los Gobiernos Okupas, pues directamente no fueron escogidos por el pueblo, quieren suprimir la Religión en los estudios, pero ¿qué temen de los principios cristianos?.
“Desde el Corazón” debo decir que no me planteo abogar por abogar de la Religión en la Escuela, porque ésta debe enseñarse en el Hogar, en la Iglesia, pero distinguir debemos de indoctrinación ceremonial y ritual, de los valores básicos que enseña la Biblia, y estos sí son necesarios. No me planteo qué va a ser de la religión. Me planteo qué va a ser del hombre. No me preocupa tanto que no se sepa quien fue Homero u Ovidio, o Cervantes, o Goya: hoy pulsando una tecla obtendremos la respuesta. Sí me entristece que los políticos, hoy, puestos a manipular la justicia, desconozcan lo que describió Juan Francisco María de la Salud Donoso Cortés y Fernández Canedo, y Marqués de Valdegamas, filósofo, parlamentario, político y diplomático español, en Discurso Académico empezando así: hay un libro, tesoro de un pueblo, que es hoy base y ludibrio de la tierra, y que fue en tiempos pasados estrella del Oriente, adonde han ido a beber su divina inspiración todos los grandes poetas de las regiones occidentales del mundo y en el cual han aprendido el secreto de levantar los corazones y de arrebatar las almas con sobrehumanas y misteriosas armonías. Ese libro es la Biblia, el libro por excelencia.
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