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‘Dios no existe porque mi mamá murió de cáncer’

El ateísmo y el sufrimiento sin sentido.

BRISA FRESCA AUTOR Will Graham 27 DE OCTUBRE DE 2018 20:30 h

Cuando los incrédulos justifican su falta de fe en Dios, lo hacen más bien en base a sus experiencias de dolor y no tanto en base a su facultad de raciocinio. 



La gente, por ejemplo, es más propensa a decir que “Dios no existe porque mueren niños de hambre en África” o “Dios no existe porque mi madre tiene cáncer” en vez de afirmar que “Dios no existe porque es lógicamente absurdo”. Como regla general, el argumento contra la existencia de Dios trata de un argumento del corazón, no de la mente. 



La semana pasada,  explicamos que la doctrina del libre albedrío de Adán y Eva abrió la puerta para que el pecado entrase en el mundo. No vamos a apelar al mismo argumento ahora para no repetir lo que ya enseñamos. Pero como cristianos, podríamos añadir dos elementos más para responder ante este argumento inductivo contra la existencia de Dios. 



El primer elemento es un argumento objetivo, a saber, el argumento a partir de la ley natural y el segundo un argumento subjetivo/ antropocéntrico, el argumento a partir del crecimiento espiritual/ moral. 



 



1.- LA LEY NATURAL



El argumento a partir de la ley natural enseña que hay orden el universo. Para que haya orden moral en el cosmos, primero tiene que haber orden natural. ¿Por qué? Porque si todo fuera impredecible, ¿cómo podría el ser humano actuar de forma consciente, deliberada e intencionada? 



 



En un mundo caótico, todo es impredecible. ¿Qué saldrá de la pistola?



Si vives en un mundo caótico y desordenado sin leyes naturales, ¿cómo puedes saber si la pistola que estás a punto de disparar va a matar a alguien o si la bala, al salir de la pistola, se va a convertir en una burbuja gigantesca? En un mundo así, no existiría el concepto de la responsabilidad moral porque todo sería posible. La suspensión de la ley natural anularía la responsabilidad del hombre.



Ya que Dios ha diseñado el mundo con leyes naturales, con orden; podemos usar dicho orden con fines buenos o nefastos. La naturaleza –ya que tiene orden- permite que haya moralidad e inmoralidad, actos generosos y actos egoístas. El hecho de que podamos experimentar felicidad y placer también significa que podemos experimentar dolor y tristeza. Es la ley natural, es el orden impuesto por Dios.



Ahora bien, algunos ateos dirían que Dios –si fuera bueno- tendría que intervenir milagrosamente cada vez que algo grave está a punto de suceder en el planeta. Por ejemplo, si sabemos que otro terremoto va a golpear la nación de Japón mañana; Dios tendría que hacer algo al respecto, interviniendo antes de que suceda. Pero si Dios decidiese intervenir cada vez que algo “malo” iba a suceder en el mundo; estaría suspendiendo la ley natural y volveríamos al problema que antes mencionamos, esto es, que la responsabilidad moral desaparecería



El ateo también se olvida de que la meta de Dios no es antropocéntrica. El gran fin de todo es su propia gloria. “Todas las cosas ha hecho el Señor para sí mismo” (Proverbios 16:4). El ateo presupone que Dios no podría tener un propósito para con el mal; pero los autores bíblicos, como veremos más adelante, razonan de una forma radicalmente diferente. 



Además, Dios pronunció una maldición sobre la tierra por nuestra culpa en el libro de Génesis. En el 3:17 Dios se dirige a Adán diciendo, “Maldita será la tierra por tu causa”. Las amenazas de Dios no son vacías. Su sí es sí y su no es no. Hay tantos desastres naturales porque Dios maldijo la tierra para castigar al hombre por su pecado. Y la creación no será libertada de la corrupción hasta la segunda venida del Señor Jesucristo. 



Otros ateos han preguntado si Dios es tan bueno, ¿por qué no creó otro mundo con otras leyes naturales que no harían daño a la humanidad? ¿No podría un Dios todopoderoso crear un mundo sin sufrimiento?



Hay que tener en cuenta que el Dios todopoderoso y bueno en quien creen los cristianos no creó un mundo con sufrimiento. El sufrimiento entró en el mundo por medio de dos criaturas rebeldes. Tampoco creó el Dios todopoderoso y bueno a dos criaturas rebeldes sino a dos personas rectas. 



Así que, por un lado el Edén era un paraíso. Y por el lado, Adán y Eva eran inocentes. Ahora sufrimos por culpa de nuestros padres y por nuestros propios pecados. Si Dios no hubiera concedido una voluntad a la primera pareja de seres humanos, habrían sido como un par de robots impersonales, como un par de trozos de carne andante. Si Dios crease un mundo sin la posibilidad de hacer lo malo, ¿qué pasaría con nuestra voluntad? ¿De verdad desearían los ateos vivir en un mundo donde la elección no fuese una posibilidad?



 



2.- EL CRECIMIENTO ESPIRITUAL/ MORAL



En cuanto al argumento inductivo, hemos comentado que las leyes naturales que hay en el mundo hacen que el mal sea una posibilidad. Nuestro universo, al ser un cosmos ordenado, permite que haya responsabilidad moral.



Ahora en segundo lugar, cuando los ateos apelan a su experiencia para poner en tela de juicio la existencia de Dios ante la existencia del mal moral y el mal natural que hay en el mundo, los cristianos también pueden apelar al argumento del crecimiento espiritual, a saber, que la adversidad nos ayuda a madurar como personas. Es por medio de las dificultades y los desafíos que crecemos espiritual y moralmente. La Biblia enseña que Dios quiere que todos sus hijos sean hechos conformes a la imagen de Jesucristo. Para que esto acontezca, hacen falta problemas y situaciones dolorosas.



No somos mascotas de Dios sino sus hijos. Si tienes una mascota la pones en un ambiente seguro, sin riesgos para que no se haga daño; pero a tu niño le permites ser desafiado e incluso sufrir para que crezca y madure. La vida cristiana es como la de un atleta. Si tienes ganas de subir el Mulhacén, la montaña más alta de la Sierra Nevada, tienes que estar en forma. Hace falta prepararse bien antes de procurar subirlo. No puedes llegar a tocar al piano como Beethoven o filosofar como Heidegger o Sartre sin mucho esfuerzo y dedicación. Es a través de los desafíos y retos que crecemos moral y espiritualmente. 



 



Somos hijos de Dios, no sus mascotas.



Si viviéramos en un mundo sin luchas o sin problemas, ¿cómo podríamos ejercer las virtudes que Dios pide que exhibamos en el día a día? ¿Cómo puedes manifestar tu generosidad o espíritu servicial si nunca estás en una situación que los pone a prueba? Una cosa es decir que eres una persona muy paciente y otra cosa es llevar 45 minutos en una cola en el banco esperando a que te atiendan.



Ahora bien, algunos ateos aquí responden diciendo que tal vez llevemos algo de la razón en nuestra respuesta, no obstante, hay otro tipo de mal y de sufrimiento que no tiene sentido ninguno. El argumento del crecimiento moral que hemos expuesto presupone que el mal siempre acaba produciendo algún bien en nosotros. Pero, ¿qué pasa si esto no sucede? Por ejemplo, ¿qué propósito pudieron haber tenido el terremoto y el tsunami que causaron más de mil muertes en Indonesia el 28 de septiembre 2018? Es un mal cien por cien sinsentido según el ateo.



Aquí estamos ante un conflicto de cosmovisiones. Ya que el ateo está gobernado por convicciones antropocéntricas, no puede ver un propósito más allá en lo que él tacha de “mal sinsentido”. El cristiano, sin embargo, confiesa una filosofía diametralmente opuesta al sistema ateo. Puesto que la filosofía del creyente es teocéntrica y no antropocéntrica; el cristiano puede creer que Dios tiene un propósito incluso cuando él, humanamente hablando, no alcanza entenderlo. Escrito está en Deuteronomio 29:29, “Las cosas secretas pertenecen al Señor nuestro Dios; mas las reveladas son para nosotros y para nuestros hijos siempre, para que cumplamos todas las palabras de esta ley”. 



Dios, razona el cristiano, nos ha revelado muchas cosas y muchas verdades; pero esto no quiere decir que nos lo haya revelado todo. Hay muchas cosas que no podemos saber. Por ejemplo, un dato que Cristo dijo que nunca sería revelado al hombre es la fecha de su Segunda Venida. Por mucho que estudiemos y nos entreguemos a la tarea de las matemáticas escatológicas, no podremos saber a ciencia cierta cuándo Cristo haya de volver. Es información secreta, misteriosa, no revelada. Aplicamos la misma regla a la cuestión del mal sinsentido. Ya que Dios no juzga según un criterio humano sino divino, Él puede tener un propósito incluso en las situaciones más adversas y difíciles.



Cuando pensamos en la destrucción de Sodoma y Gomorra, podríamos llegar a la conclusión de que se trató de un mal sinsentido. Pero en realidad, Dios estaba cumpliendo su voluntad por medio de aquella destrucción. Cuando pensamos en la deportación de los israelitas a Babilonia y en la destrucción del Templo, Dios estaba cumpliendo su voluntad. Cuando pensamos en Cristo en la cruz, el acto más pecaminoso de la historia humana, Dios estaba cumpliendo su voluntad. 



 



La cruz de Cristo revela que Dios tiene el propósito aun en los momentos más oscuros de la historia.



Es cierto que humanamente hablando, en los casos de Sodoma, la deportación y la muerte de Cristo que el mal sinsentido estaba triunfando; pero las Escrituras nos enseñan que Dios seguía siendo soberano sobre todo. El libro bíblico que más nos ayuda en este sentido es el amado tomo de Job. Aquel siervo del Señor lo perdió todo y el pobre no entendía nada; pero Dios estaba cumpliendo su propósito en su vida.



Cuando un cristiano, pues, se encuentra en una situación adversa, puede consolarse con textos tales como:




  • Romanos 8:28, “Sabemos que a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien, esto es, a los que conforme a su propósito son llamados”.

  • 2 Corintios 4:17, “Esta leve tribulación momentánea produce en nosotros un cada vez más excelente y eterno peso de gloria”. 



Pocos varones han sufrido tanto como Pablo; pero el apóstol encontró fortaleza sabiendo que aunque no lo entendía todo, que todo estaba ayudándole para bien. En última instancia, para el cristiano, no hay tal cosa como un mal sinsentido. Todo –absolutamente todo- tiene sentido porque todo está sujeto al Rey de reyes y Señor de señores.



Es el ateo el que se ve obligado a soportar las adversidades de esta vida sin ningún tipo de esperanza o sentido. Es cierto que el cristiano sufre también; pero lo analiza todo a la luz de las grandes promesas que Dios ha dado en las Escrituras.



Y es esta clase de fe la que es capaz de dar alegría y gozo a una querida madre que está muriendo de cáncer. ¿Pero qué clase de esperanza, pregunto yo, ofrecería el ateísmo?


 

 


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COMENTARIOS

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Respondiendo a

Óscar Margenet Nadal
31/10/2018
19:44 h
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Gracias Will, buenos conceptos para seguir profundizando. Al leerte recordé al psiquiatra y escritor cristiano Scott Peck ('The road less traveled': el camino menos transitado, traducido 'La nueva Psicología del amor', ISBN 9789500427951). Peck cita nuestro asombro tras conocer todo lo que tuvo que coincidir para que ocurriese un accidente fatal; pero ¡no nos asombramos de todos los que no ocurren a pesar de tener un mayor número de causales! A 'eso' Peck llama 'Gracia de Dios'. Fuerte abrazo.
 
Respondiendo a Óscar Margenet Nadal

flash
28/10/2018
14:55 h
1
 
Esta afirmación, es de una persona no cristiana. Siempre aparece el "porque" y no el "para qué". Tenemos también que admitir, en nosotros la "ausencia" de Dios, que en algunos momentos de la vida, sentimos su "silencio". También nosotros vivimos en gran medida como si no "hubiera" Dios. Para muchos Dios se ha hecho innecesario, y que el cristianismo es una etapa ya superada de la conciencia del hombre. La pregunta ¿Por qué sufro?, es para muchos la piedra de escándalo que justifica su ateísmo.
 



 
 
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