La total entrega que caracteriza a los seguidores de Jesucristo resulta de conocer y depender de la fuente que les provee todo lo necesario para una vida diaria sostenible.
En los seis artículos que anteceden a este venimos comentando la importante propuesta del Movimiento de Lausana titulada “Los ‘cristianos’ desaparecidos: una llamada global” dada en marzo pasado desde Roma. Ahora nos enfocaremos en el punto 3 del enfoque teológico de ese documento, titulado: “Compromiso con el discipulado al seguir a Cristo, por el poder del Espíritu Santo: negarse a sí mismo y tomar la cruz”. (01)
En nuestro segundo artículo nos habíamos referido a manera de introducción al significado del término discípulo (02). Muchas personas hay que asisten al culto dominical en sus iglesias por haberse arrepentido de sus pecados y para celebrar el haber sido reconciliadas con Dios. Pero quizás aun no estén siguiendo a Cristo por el poder del Espíritu Santo. En otras palabras, no se han negado a sí mismas, tomado su cruz y siguen a Jesús en sus vidas. Han nacido de nuevo, pero todavía no han comenzado a andar por fe, siguiendo el ejemplo de su Señor.
A los que Jesús llamó a ser sus discípulos les exhortó a renunciar a todo y seguirle: “Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz cada día y sígame.” (03)
No hay mayor llamado en la vida de un ser humano que el de Jesús a seguirle. Lo entendieron así Mateo (también llamado Leví, hijo de Alfeo), el encargado de cobrar impuestos que abandonó su trabajo e ingresos (04); Felipe, oriundo de Betsaida, que tenía nombre griego y una personalidad realista (05); Simón, hijo de Jonás, luego llamado Pedro, que abandonó su oficio de pescador del que vivía y fue reconvenido por Jesús a seguirle (06). El trasfondo de los llamados por Jesús a seguirle no es exclusivo. La inclusividad de su llamamiento queda demostrada por el hecho que Mateo servía al Imperio Romano, Felipe representaba al racionalismo helenista y Simón a los dominados por el fariseísmo religioso. Todo el mundo es llamado a seguirle.
Los doce dejaron todo para seguir al Maestro de Galilea los tres años que duró su ministerio terrenal. Pero, hubo otros que siendo discípulos de Jesús de Nazaret pusieron condiciones para seguirle, demorando su auto negación. Tomemos el caso de aquel discípulo que le pidió permiso para enterrar primero a su padre; al que Jesús respondió:
“Sígueme; deja que los muertos entierren a sus muertos”. (07)
O el del ‘joven rico’ que decía cumplir con los mandamientos de la Ley, a quien Jesús le dijo:
“Aún te falta una cosa: vende todo lo que tienes y dalo a los pobres, y tendrás tesoro en el cielo; y ven, sígueme.” (08)
Estas referencias marcan claramente la diferencia entre los que reciben el llamado del Señor de manera condicional, y los que lo responden incondicionalmente. Unos quedan entristecidos e inmersos en sus circunstancias; otros dejan todo para tener y gozar la vida que va siendo enriquecida de manera abundante y eterna, sin añadir tristeza. Esa vida es la que incluye el conocimiento de las cosas que pertenecen a Dios y con la progresiva transformación del discípulo en la imagen de Cristo. Recordemos que Jesús no pecó ni siquiera una vez, a pesar de ser tentado en todo según nuestra semejanza. “Se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz. Por lo cual Dios también le exaltó hasta lo sumo, y le dio un nombre que es sobre todo nombre.” (09)
Los discípulos de Jesús que le siguen aprenden a vivir enfrentando pruebas y batallas diarias, como única vía para tener gozo, fe, esperanza y perfeccionamiento. En el Sermón del Monte Jesús nos enseña que esa es la vida que hace a los bienaventurados; sus seguidores son más que felices. Y, para no dejar ninguna duda de que Él es el camino, les advierte:
“En el mundo tendréis aflicción, pero confiad, yo he vencido al mundo”. (10)
La total entrega que caracteriza a los seguidores de Jesucristo resulta de conocer y depender de la fuente que les provee todo lo necesario para una vida diaria sostenible.
Siguiendo a Jesús llegamos a conocer la verdad que nos hace libres de nuestros deseos y las atracciones propias de nuestra naturaleza pecaminosa y del sistema mundano en el que estamos. Como si conocer la verdadera libertad fuese poco, pasamos a ser de real bendición para las personas con las que interactuamos, ayudándolas a tomar la mejor decisión de sus vidas. Nos convertimos en seres útiles en la sociedad que nacimos y vivimos.
La auto negación es el camino opuesto a la prédica de la auto estima tan en boga en este mundo manejado por empresarios que rinden culto al dinero. Los discípulos que desean seguir a Jesús y sin embargo no dejan de buscar estar mejor en este mundo, son los que no están dispuestos a renunciar a todo. Deciden hacerlo ‘a su manera’, eligiendo ellos sus propios caminos; o los métodos comercializados por empresarios ávidos del efímero éxito que provee el dinero. Se someten a métodos que requieren sacrificios para lograr cambios en lo físico y material, que son cosas pasajeras. Pagan cursos de entrenamiento y consumen productos industriales cuyos efectos son probados en ellos, para convertirlos en modelos de marketing de otros. Aprenden a usar técnicas de multiplicación de consumidores que mezclan la curiosidad, la intriga, y hasta el morbo, para atraer a muchos más al sistema de consumo elegido. Tanto ellos, como los demás esclavos del sistema consumista, nada llevaremos al dejar este mundo.
Aquellos que renuncian a sí mismos y siguen al Señor van en contra de la corriente mundana. Y esto también tiene un alto coste. Pero, a diferencia de las retribuciones temporales a todo esfuerzo humano, seguir a Cristo redunda en una retribución mucho mayor y eterna. Jesús lo explica así:
“De cierto os digo que no hay ninguno que haya dejado casa, o hermanos, o hermanas, o padre, o madre, o mujer, o hijos, o tierras, por causa de mí y del evangelio, que no reciba cien veces más ahora en este tiempo; casas, hermanos, hermanas, madres, hijos, y tierras, con persecuciones; y en el siglo venidero la vida eterna.” (11)
Los discípulos que prefieren retener lo temporal y disfrutar de sus efímeros beneficios por un corto tiempo pierden el derecho a gozar de un mayor disfrute en la vida actual y en la futura. A los que renuncian a sí mismos, toman su cruz y siguen personalmente a Cristo, se les asegura recibir cien veces más en esta tierra y la vida eterna en los cielos. No hay terceras opciones. El Evangelio muestra claramente que los discípulos de Cristo se comprometieron a que la voluntad de Dios fuese hecha en ellos. Ellos no cedieron a las tentaciones autodestructivas del pecado, que inducen a satisfacer egoístas apetencias carnales y el amor al sistema mundano.
La actitud de Jesús con respecto al pecado no era nada contemporizadora, sino radical:
“Oísteis que fue dicho: ‘No cometerás adulterio.’ Pero yo os digo que cualquiera que mira a una mujer para codiciarla, ya adulteró con ella en su corazón.
Por tanto, si tu ojo derecho te es ocasión de caer, sácalo y échalo de ti, pues mejor te es que se pierda uno de tus miembros, y no que todo tu cuerpo sea arrojado al infierno. Y si tu mano derecha te es ocasión de caer, córtala y échala de ti, pues mejor te es que se pierda uno de tus miembros, y no que todo tu cuerpo sea arrojado al infierno.” (12)
El apóstol Pablo exhorta a los discípulos a tener un mismo sentir:
“Haya, pues, en vosotros este sentir que hubo también en Cristo Jesús:
Él, siendo en forma de Dios, no estimó el ser igual a Dios como cosa a que aferrarse, sino que se despojó a sí mismo, tomó la forma de siervo y se hizo semejante a los hombres. Más aún, hallándose en la condición de hombre, se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz. Por eso Dios también lo exaltó sobre todas las cosas y le dio un nombre que es sobre todo nombre, para que en el nombre de Jesús se doble toda rodilla de los que están en los cielos, en la tierra y debajo de la tierra; y toda lengua confiese que Jesucristo es el Señor, para gloria de Dios Padre.” (13)
A lo mismo insta el apóstol Pedro:
“Puesto que Cristo ha padecido por nosotros en la carne, vosotros también armaos del mismo pensamiento, pues quien ha padecido en la carne, terminó con el pecado, para no vivir el tiempo que resta en la carne, conforme a las pasiones humanas, sino conforme a la voluntad de Dios.” (14)
Ceder a una tentación siempre es más fácil que negarse a satisfacer los deseos de la carne o las pasiones del mundo y del dinero. Es común al equivocarnos, que procedamos rápidamente a defendernos y excusarnos. Por el contrario, como seguidores de Jesucristo aprendemos que la voluntad de Dios se hace en nosotros cuando:
1. Reconocemos la verdad.
2. Nos humillamos.
3. Practicamos la autocrítica, en lugar de culpar a los demás.
4. Renunciamos a ser guiados por nuestra naturaleza humana inclinada al pecado, a nuestra voluntad imperfecta, y aun a nuestra propia vida.
5. Nos dejamos guiar a toda la verdad por el Espíritu Santo.
Si seguimos a Jesucristo, renunciando a todo y tomando nuestra cruz, el Espíritu Santo nos:
1. Inviste de poder para vencer al engañador, a la carnalidad y al sistema mundano.
2. Equipa con todo lo que pertenece a la vida y a la piedad.
3. Imprime sus leyes en nuestro corazón y mente.
4. Bendice con toda bendición espiritual.
5. Añade todas las cosas que necesitamos para sostenernos en la tierra.
Estimado lector, ojalá que al repasar estas líneas te preguntes como yo al escribirlas: ¿Estoy siguiendo a Cristo al 100%; o aun solo le doy parte de mi tiempo, pensamientos y esfuerzos? Quiera nuestro Padre concedernos la gracia de rendirnos a sus pies, tomar nuestra cruz y, con la guía de su Santo Espíritu, seguir fielmente a su Hijo Jesucristo, hasta que retorne a la tierra.
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Notas
Ilustración: tomada de Pensamientos del Espíritu - WordPress.com
01. La traducción al castellano del documento mencionado, fue realizada por este autor y puede leerse en: https://www.facebook.com/photo.php?fbid=10156536840628887&set=pcb.226115604879908&type=3&theater&ifg=
02. http://protestantedigital.com/magacin/45169/Cristianos_o_discipulos_de_Jesucristo
03. Mateo 16:24; Marcos 8:34; Lucas 9:23.
04. Mateo 9:9; Marcos 2:14; Lucas 5:27.
05. Juan 1:43.
06. Ibíd. 21:19 - 22.
07. Mateo 8:21,22.
08. Lucas 18:22; Marcos 10:21.
09. Hebreos: 4,15.
10. Juan 16:33.
11. Marcos 10:29-30.
12. Mateo 5:27-30.
13. Filipenses 2:5 -11.
14. 1ª Pedro 4,1-2.
15. 1. Juan 3,19-21; 2. Santiago 4,6-10; 3. Mateo 7,1-3; 4. Lucas 14,26-27; 5. Juan 16:13.
16. 1. Lucas 24:49; 2. 2ª Pedro 1:3,4; 3. Hebreos 8:10; 4. Efesios 1:3,4; 5. Mateo 6:31-34.
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