Casi todos los eruditos contemporáneos coinciden en que el Señor Jesús llevó a cabo acciones sobrenaturales que no pueden ser explicadas desde la razón humana.
Algunos creen que muchos de los relatos y milagros bíblicos se inspirarían en tradiciones o mitos pertenecientes a otras culturas religiosas más antiguas. Esta cuestión es importante porque, si esto fuera realmente así, socavaría la credibilidad de la Biblia como palabra de Dios. Si, en verdad, el Creador se reveló en las Escrituras, ¿por qué deberíamos encontrar en ellas tradiciones fundamentales propias de culturas paganas que sólo fueron el producto de la fantasía humana?
Ciertos pensadores, generalmente alejados del teísmo, han venido asumiendo que las religiones habrían evolucionado con el ser humano y cambiado en el tiempo desde un primitivo animismo (la creencia en que todos los seres, objetos y fenómenos de la naturaleza estarían animados por espíritus) al politeísmo (creencia en muchas divinidades diferentes) y, finalmente, almonoteísmo o fe en un único Dios creador. Desde semejante perspectiva, es fácil llegar a pensar que el texto bíblico contenga mitos de otros pueblos ajenos a Israel, que serían como vestigios religiosos ancestrales. Restos del animismo o del politeísmo reciclados para ser útiles también en el monoteísmo.
No obstante, esta hipótesis sobre la evolución de la religión choca con lo que afirma la propia Escritura. En efecto, de ésta se desprende que las cosas pudieron ser, más bien, al revés. Quizás el animismo y el politeísmo derivaron de una primera religiosidad más antigua y pura. El apóstol Pablo deja entrever que el paganismo fue una degeneración de la genuina adoración al Dios verdadero. En su carta a los Romanos (1:18-23) escribe: “Pues habiendo conocido a Dios, no le glorificaron como a Dios, ni le dieron gracias, sino que se envanecieron en sus razonamientos, y su necio corazón fue entenebrecido. Profesando ser sabios, se hicieron necios, y cambiaron la gloria del Dios incorruptible en semejanza de imagen de hombre corruptible, de aves, de cuadrúpedos y de reptiles”. Si esto es así, los parecidos que pudiera haber entre la fe bíblica monoteísta y la del paganismo, serían el producto de acontecimientos anteriores, en el marco de una primera adoración genuina, que se habría transmitido de generación en generación. La religión revelada en el Antiguo y Nuevo Testamento habría conservado la pureza de aquella adoración, mientras que las demás religiones periféricas a Israel poseerían perversiones erróneas de los acontecimientos originales.
Que esto hubiera sido así, no significa que tales culturas paganas fueran nunca dejadas de la mano de Dios o que no estuvieran siempre presentes en sus planes eternos. A pesar de que tales pueblos rechazaron en general que el único Dios verdadero fuera Yahvéh, siguieron formando parte de su propósito redentor. Tal como se desprende de aquellas palabras dirigidas a Abram: y serán benditas en ti todas las familias de la tierra(Gn, 12:3). De manera que las similitudes entre las prácticas del pueblo hebreo y las de sus vecinos politeístas fueron permitidas por la gracia divina. En el primer caso, se perpetuaron casi intactas, con puntuales excepciones, mientras que en el segundo se fueron corrompiendo paulatinamente.
También se debe tener en cuenta que la revelación divina a los primeros patriarcas del pueblo hebreo probablemente se realizó en términos culturales que les eran propios. Dios les impuso unas prácticas religiosas que debían usar escrupulosamente para adorarle pero es posible que algunos de los primeros ritos, símbolos, ceremonias y costumbres religiosas fuesen ya conocidos por ellos, aunque adquirieran una nueva perspectiva o un significado diferente bajo la fe monoteísta. De manera que posiblemente las formas del culto hebreo primitivo pudieron compartir elementos propios de sus vecinos paganos, aunque en lo fundamental se tratara de un culto a Yahvéh absolutamente singular o diferente.
Cuando se dice que los milagros bíblicos fueron plagiados por los hebreos o los cristianos de relatos paganos del mundo antiguo; que historias de curaciones, resurrecciones o nacimientos virginales eran comunes en algunas religiones politeístas; se olvidan aspectos fundamentales que contradicen por completo tal posibilidad. En primer lugar, es menester señalar que el paganismo se refería generalmente a personajes ficticios que no existieron jamás, como Marduk, Enlil, Apolo, Hércules, Afrodita, Osiris o Poseidón. Sin embargo, la Biblia habla siempre de milagros realizados por personas reales de carne y hueso, no de personajes ficticios. Por supuesto, muchas de estas historias paganas eran conocidas por los hebreos y los cristianos primitivos pero les repugnaban tanto que jamás influyeron en su cosmovisión judía o cristiana.
Jesús nunca se inspiró en ninguna de tales leyendas falsas para realizar sus milagros sobrenaturales. Además, todos esos relatos paganos que afirman la resurrección de algún héroe mítico son posteriores a las historias del Nuevo Testamento. Se elaboraron después de la resurrección de Jesucristo y, por lo tanto, ni los evangelistas, ni Pablo, Pedro o los demás autores de las epístolas bíblicas pudieron inspirarse en ellos. Más bien fue al revés, muchos eruditos reconocen que algunas de estas enseñanzas religiosas míticas del mundo antiguo fueron copiadas del cristianismo, como por ejemplo la propia resurrección de Jesús.
Existen numerosas razones que demuestran que las enseñanzas del Maestro, así como sus milagros y los demás relatos del Nuevo Testamento no surgieron a partir de textos paganos sino que fueron acontecimientos reales constatables no sólo en la Biblia sino por la opinión de otros autores extrabíblicos. Casi todos los eruditos contemporáneos coinciden en que el Señor Jesús llevó a cabo acciones sobrenaturales que no pueden ser explicadas desde la razón humana. También hay muchas pruebas de que Jesús resucitó después de haber muerto. Existen varios testimonios bíblicos de personas fiables que dicen haberle visto vivo después de su muerte. Muchas de ellas murieron por defender precisamente dicha convicción. Es difícil creer que leyendas paganas generaran semejante comportamiento. Por todo esto, y bastantes evidencias más que sobrepasarían la brevedad del presente artículo, estamos en condiciones de responder que la Biblia no se inspira en ninguna otra religión. Las leyendas míticas del paganismo son incapaces de explicar el gran misterio trascendente que envuelve a la Escritura.
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