La teología, su estudio serio y dedicado, requiere de tiempo y de esfuerzo intelectual en un marco de espiritualidad y enfoque de misión que le dé sentido
Mucho se ha insistido sobre la estrecha relación que debe existir entre la misión de la iglesia y el estudio de la teología. La teología pierde su propósito y sentido si no está integrada, fundida en una misma esencia, con lo que es la misión de la iglesia.
El problema hoy es que una buena parte de la iglesia no está enfocada en la misión. Aún más grave, hay una parte de los creyentes que tienen una noción distorsionada de la misión y otros que no saben si la iglesia, aparte de congregar personas en torno a un determinado sentir religioso, tiene una misión que cumplir.
Hay que destacar que la educación teológica y la misión de la iglesia forman parte inseparable de un mismo tejido. Cada ciencia o conocimiento especializado tiene establecido un propósito central y específico. El propósito del estudio de la teología es hacer más efectiva la misión de la iglesia.
Es innegable que las nuevas corrientes posmodernas han afectado el enfoque de la iglesia en su misión. Una gran parte de la iglesia de hoy está influida por nuevas corrientes que han distorsionado la verdadera misión de la iglesia respecto a lo que establece el Señor en las Escrituras.
El impacto de estas distorsiones ha sido tal que abundan las iglesias en las que predomina el aspecto empresarial más que el misional. Otras están siendo arrastradas por el activismo político y en algunos aspectos tienden a funcionar con la dinámica de un partido.
Las hay que son feudos personales que se extienden a la sombra de un líder carismático que tiene todo bajo su control.
Estas corrientes posmodernas tienen impacto en los programas académicos de teología. Hoy se estudia teología al vapor. Los programas de grados académicos se ofertan sin requerimientos básicos.
La titularidad se alcanza rápido, fácil y, en muchos casos, en baratillo. El mayor requisito es querer poseer un título teológico y tener el dinero para pagar el programa a cursar.
Entre los hispanos de Estados Unidos y en toda América abundan las ofertas de grados académicos que van desde licenciaturas hasta doctorados propiciadas por entidades educativas que han perdido interés en el rigor del estudio de la teología y otorgan sin mayores requisitos sus credenciales.
Esto ha ha dado lugar a un tráfico de diversas ofertas académicas en teología. En muchos casos el mayor interés no es adquirir un auténtico conocimiento para certificarlo con un título, sino el de poner un título en las manos de alguien, aunque no haya adquirido el mínimo de conocimiento para ostentarlo.
De la misma forma como se ha desatado un afán de titularidad eclesial dentro de cierto modelo de iglesia, también se ha desatado una búsqueda de titularidad y prestancia en el aspecto teológico, en este caso sin un vínculo y justificación con la verdadera misión de la iglesia.
No todos los que entran en estos programas de capacitación teológica andan tras el envanecimiento que da la titularidad académica, hay muchos cristianos que tienen sincero interés en prepararse mejor para servir en la obra, y desde este tipo de oferta pueden lograr algún avance, pero es lamentable que no se les presenten opciones de estudios teológicos más aprovechables y auspiciosas.
La realidad es que en amplios sectores de la iglesia el estudio de la teología ha perdido su sentido de misión para convertirse en una escalada social y religiosa. Se alcanza el título para sentirse importante, lograr prominencia y facilitar el acceso a posiciones encumbradas o de distinción eclesiástica.
El estudio de la teología pensado así, pierde su rigor y su carácter de conocimiento especializado y en medio de las nuevas corrientes ha pasado a ser una mercancía académica y religiosa que se ofrece de manera fácil, rápida y barata sin mayores exigencias.
Es innegable que los avances tecnológicos, especialmente en el área de la comunicación están facilitando y haciendo mucho más accesible el conocimiento. Esto ha hecho que se desarrollen nuevas formas para acceder a diversos estudios, pero esto no es excusa para restarle rigor a los mismos.
La teología, su estudio serio y dedicado, requiere de tiempo y de esfuerzo intelectual en un marco de espiritualidad y enfoque de misión que le dé sentido. Esto no se puede hacer al vapor con la simple meta de titularse.
El estudio de la teología en perspectiva de la misión de la iglesia y de la auténtica promoción del reino de Dios, no puede estar en baratillo, no puede ofertarse en bagatela en ningún sentido.
El estudio de la teología en los niveles de grado, simplemente es caro y riguroso como son todos los estudios que apuntan a un nivel de conocimiento que responda a las exigencias necesarias para ser efectivo en el área donde serán aplicados.
Además de esfuerzo intelectual, compromiso y disposición a la espiritualidad, el estudio serio de la teología requiere consulta de libros de calidad, de profesores competentes, de programas bien diseñados; requiere de acumulación de material, de búsqueda, de análisis, de investigación, de reflexión; requiere de algo más que intercambio ligero de información sin profundidad ni criterio.
De ninguna manera esto quiere decir que las iglesias no tengan niveles de capacitación teológica al alcance de todos los creyentes. El conocimiento teológico está presente en la iglesia desde la más simple propuesta evangelística al no creyente, pasando por el discipulado, hasta el más alto nivel de conocimiento sobre todas las verdades divinas que se puedan compartir.
Las iglesias desde su propia dinámica de conocimientos bíblicos desarrollan maestros, personas competentes que conocen la Escritura, y cualquier herramienta que se ponga a su alcance para estos fines es válida.
La preocupación de la educación teológica que se promueve hoy día no es cuánto conocimientos, habilidades y competencias necesita un líder para ser pertinente en su ministerio en un mundo posmoderno y globalizado, sino cuantos títulos, reconocimientos rimbombantes, credenciales y epítetos académicos grandilocuentes necesita un pastor o líder para satisfacer su vanidad religiosa o para ocultar la ignorancia real sobre la que hace mover su accionar religioso.
El estudio de la teología que se mueve en estas nuevas corrientes, en mucho, apunta a la titularidad, al engrandecimiento personal y a la vana altanería.
Aun así, estas iniciativas impactadas por la fuerza de la posmodernidad pueden ser transformadas, redefinas en objetivo y contenido y utilizadas con mayor sentido y pertinencia.
Todo esto requiere de un esfuerzo crítico, cristiano y sincero del liderazgo académico teológico que haga conciencia de que es necesario un mayor acercamiento entre los estudios teológicos y la misión de la iglesia.
La teología es una ciencia que busca definir y encontrar en la revelación el propósito de Dios para la vida a través de nuestro llamado. Es la articulación de todos nuestros conocimientos basados en las Escrituras que nos lleva a la construcción, anuncio y promoción del reino de Dios a través de la iglesia.
Estamos llamados a superar esa teología barata muy orientada al mercadeo religioso al servicio de la vanagloria personal, para construir una teología evangélica que sea liberadora, que no sucumba tan dócilmente a las ideologías mundanas, que no la manipulen con los falsos dilemas, que no limite su ética a temas únicamente de interés religioso o de grupos, una teología que se ponga al servicio de la verdad del evangelio para denunciar las injusticias, el crimen disfrazado, la propiedad material egoísta a expensa de la explotación de los más débiles y todos los desmanes que atenten contra la vida y la creación de Dios.
La teología que se ofrece en baratillo no es una propuesta integral para responder a la compleja realidad del contexto, no puede ser pertinente para la misión de la iglesia y no contribuye a la formación liberadora, crítica y profética de quien se involucra en su limitada oferta académica.
Desde este baratillo teológico es difícil poder ver y beneficiarse de un pensamiento teológico protestante que desde hace varias décadas se han venido forjando bajo el pensamiento de teólogos de España, América Latina y algunos de África.
Se trata de una teología relevante, contextual, bíblica, pensada y hecha por hombres y mujeres más cercanos a nuestras realidades y expectativas como iglesia. Tenemos, aunque no se ha aprovechado en mayor medida, una teología con sabor a nosotros, que busca ser pertinente y que está preocupada por cumplir con la misión que el Señor nos ha encomendado como iglesia.
Esta teología, aún un tanto dispersa, no ha sido lo suficientemente promovida y está a la espera de ser estudiada, repensada y ampliada por y para la iglesia de esta generación.
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