En la reconstrucción de la memoria protestante es necesario hurgar para hacer emerger el rol que desempeñaron humildes y sencillos creyentes evangélicos.
A Juan y Mabel Kempers los sostuvo la convicción que habían sido llamados por Dios para ir a Chiapas. Por cuatro décadas hicieron trabajo misionero en esa parte de México, región que en muchos sentidos permanecía intocada por grandes transformaciones nacionales posteriores al movimiento revolucionario de 1910.
En la entrega de la semana anterior inicié el comentario sobre el volumen escrito por Pablo A. Deiros, Don Juan, una autobiografía imaginativa. La vida de Juan y Mabel Kempers: pioneros de la iglesia en Chiapas, México (Ediciones Puma, Lima, 2017). Hice algunas observaciones sobre las diferencias iniciales que encontré con la versión original en inglés y los antecedentes de la presencia protestante en Chiapas que pasó por alto el autor de la obra.
El ángulo elegido por Pablo Deiros para narrar el trabajo de Juan Kempers en Chiapas, que consiste en la evocación/recuento por parte del misionero de sus años previos y en territorio chiapaneco, hace que Juan vaya desgranando las lecciones aprendidas durante las cuatro décadas de estancia en estado del sureste mexicano.
La evangelización protestante de Chiapas tiene antecedentes que se remontan a 1872 con el núcleo de la Iglesia de Jesús, el cual estaba en contacto con la sede del movimiento en la ciudad de México. Entre fines del siglo XIX y principios del XX diversas iniciativas configuraron el cristianismo evangélico en varias zonas de Chiapas. Inicialmente los grupos que se fueron consolidando no se conocían entre sí dado, entre otros factores, por la lejanía entre uno y otro y la falta de infraestructura que pudiese comunicar la extensa geografía chiapaneca.
Células del Soconusco y particularmente de Tapachula, ciudad cercana a la frontera con Guatemala, pidieron ayuda para fortalecer los trabajos que estaban realizando. Quienes respondieron fueron los presbiterianos, en razón de que el sureste mexicano les había sido designado como campo misionero en los acuerdos del Plan de Cincinnati (30 junio-1 de julio de 1914). Fue así que en 1918 llegaron José Coffin y Jesús Martínez a Tapachula y Mazapa de Madero. Coffin realizó extensos recorridos por Chiapas, entrando por la parte norte colindante con el estado de Tabasco y después de semanas o meses hacía su arribo a Tapachula. Cuando Juan y Mabel Kempers llegaron a Chiapas, Coffin tenía poco menos de una década de estar consolidando núcleos evangélicos y proveerles identidad presbiteriana.
Deiros en el rol de Kempers proporciona datos acerca de lo realizado por José Coffin. Le Reconoce como pionero y su mentor en los primeros años durante los que realizaron obra conjunta, pero también destaca la difícil relación que tuvo con Coffin hasta el punto de afirmar que la rivalidad sostenida con este personaje ocasionó entre ambos “un conflicto agudo”.
Considero importante aportar alguna información sobre José Coffin Sánchez, sobre quien el año pasado Cuauhtémoc Angulo Pineda publicó un libro que lo presenta como pastor, maestro y revolucionario.
Hay descuidos en algunos estudiosos del surgimiento del protestantismo en Chiapas. Esas desatenciones les llevan a realizar afirmaciones erróneas, que desembocan en conclusiones sin sustento. Debieran prestar atención a los datos verificables, en lugar de partir de una premisa tradicional que explica la difusión del cristianismo evangélico en Chipas como obra casi exclusiva de misioneros norteamericanos, y por ende han invisibilizado los continuados esfuerzos de misioneros nacionales y locales.
En un trabajo realizado por Carolina Rivera Farfán (“Protestantismo y liberalismo en la frontera oriental de Chiapas”, Pueblos y Fronteras, núm. 2, noviembre de 2001) se hace la afirmación de que José Coffin era un misionero norteamericano. Es una equivocación, ya que el segundo apellido del falsamente señalado como estadounidense era Sánchez, y éste dato debió llamar la atención de la investigadora para, por lo menos, indagar un poco más acerca del pretendido misionero extranjero.
Coffin Sánchez fue hijo de un norteamericano de origen escocés (Joseph Coffin Deems), y de una mexicana oriunda de Tabasco (Tomasa Sánchez). La formación de Coffin en la fe evangélica tuvo lugar íntegramente en México, en instituciones mexicanas y en castellano. Él pertenece a las primeras generaciones de protestantes en nuestro país, y no vino del norte sino que fue un hijo de la fértil y calurosa tierra tabasqueña.
En otra investigación más o menos reciente se proporcionan datos sobre Coffin Sánchez que de manera equivocada señalan su extranjería. Además se le adjudica ser el personaje que inicia la obra evangélica en la zona tojolabal: “La obra misionera de los presbiterianos fue iniciativa del pastor estadounidense José Koffin, que había ´traído el Evangelio a la cabecera municipal cuando fundó el templo de la Iglesia Presbiteriana del Divino Salvador de Las Margaritas, la cual estaba compuesta en sus inicios sólo por ´mestizos´. Igual que los agentes de pastoral católicos, Koffin y sus acompañantes recorrían los caminos hacia el interior de la selva a pie durante largas jornadas para ´llevar el Evangelio´ a las colonias, comunidades y ejidos” (La comunidad armada rebelde. Un estudio histórico y sociológico sobre las bases de apoyo zapatistas en las cañadas tojolabales de la Selva lacandona (1930-2003), El Colegio de México, México, 2007, p. 246).
Lo citado en el párrafo anterior requiere algunas aclaraciones. Lo evidente es el error en la forma de escribir el apellido del misionero tabasqueño. Por otra parte, como veremos más adelante, carece de sustento la afirmación de que José Coffin haya sido quien inicialmente difundiera el protestantismo en la zona tojolabal. Por último, a contracorriente de lo que dice Marco Estrada Saavedra, fueron los agentes de pastoral católicos los que siguieron la estrategia de Coffin –y otros misioneros evangélicos- de ir en busca de las comunidades. Por lo tanto, a Coffin y otros evangelizadores protestantes les corresponde el ser pioneros en la tarea de adentrarse en las poblaciones tojolabales en lugar de esperar que éstas viniesen a ellos; y no a los catequistas católicos de la diócesis encabezada por el obispo Samuel Ruiz García.
A Coffin se debe la incorporación al presbiterianismo de varios núcleos evangélicos dispersos por la intrincada geografía chiapaneca. Tanto él como su esposa, Luz Otero, apoyaron el movimiento revolucionario de 1910. De su identificación con la insurrección contra la dictadura de Porfirio Díaz dejó claras muestras en la biografía que escribió sobre el General Gutiérrez, un tabasqueño presbiteriano y revolucionario (El General Gutiérrez, héroe presbiteriano de la Revolución maderista en Tabasco, Publicaciones El Faro, México, 1912).
Por su parte Luz Otero fue maestra de primaria y “doctrina en las iglesias que pastoreó su esposo… gran humanista que restañó heridas y dolores con su brigada de (la) Cruz Roja Tabasqueña de los que caían en las acciones de la Revolución maderista y después Constitucionalista” (Alberto Rosales Pérez, Historia de la Iglesia Nacional Presbiteriana El Divino Salvador de la Ciudad de México, 1869-1922, edición del autor, México, D.F., 1998).
Llamo la atención a que la confusión de quienes han sostenido que Coffin fue un misionero estadounidense se debe, así lo creo, a la falta de rigor en las investigaciones que fallan al pasar por alto fuentes de información evangélicas que, de haberlas consultado, necesariamente habrían evitado brindar datos erróneos.
La extensa cita que sigue se justifica por el lugar que ocupa José Coffin como participante primordial en la difusión del evangelicalismo en Chiapas y como organizador de las células que por otras iniciativas espontáneas existían cuando él llegó a la entidad: “José Coffin, fiel siervo de nuestro Señor Jesucristo, era natural del estado de Tabasco en la región de La Chontalpa. Su padre era norteamericano de ascendencia escocesa (cuando los Estados Unidos del sur perdieron la guerra civil, saliendo triunfadores los Estados del Norte, él, el padre del hermano Coffin y otras personas salieron de su país para no volver jamás). La madre del citado hermano Coffin era originaria de Tabasco. Fue educado desde niño en el Evangelio y ya de joven decidió dedicarse al ministerio. Ingresó al Seminario Presbiteriano que para ese tiempo se había cambiado a Coyoacán, México, D.F. Se graduó en la primera generación que salió de allí en el año 1904, cuando aún era estudiante seminarista prestó sus servicios a la Iglesia presbiteriana de Veracruz, porque en el Seminario los estudiantes eran enviados como colportores a las diferentes regiones del país. También al hermano José Coffin en ese tiempo le toco salir por Jalpan, Coatepec, Xico, Teocelo y Huatusco. En Teocelo un fanático lo iba a asesinar, pero escapó el hermano Coffin milagrosamente. Al salir del Seminario ya graduado le tocó pastorear en la iglesia de Veracruz, Ver., en la cual desarrolló un intenso programa de trabajo evangelístico. En ese tiempo la iglesia de Veracruz fue una de las primeras en todo sentido. Ya siendo pastor ordenado en compañía del misionero N. J. Elliot y del señor J. Miraval Lausan, establecieron la obra médica que duró varios años dando buenos frutos. La iglesia tenía una escuela en Paraíso, Tabasco, y ya estando casado con la profesora Luz Otero, a los esposos Coffin les fue encomendada dicha escuela que atendieron durante algunos años. Este mismo hermano fue fundador en Tabasco de la Cruz Roja en tiempos de la Revolución. Su obra evangelística fue grande. Más tarde trabajó en Chiapas. A su trabajo él le llamaba ruralismo y tenía razón, pues como pionero en Chiapas hacía recorridos en todo el estado a pie y algunas veces a caballo. Su campo de acción fue bastante extenso, teniendo que trabajar mucho para poder atender ese campo, pues allí los ministros escaseaban. Su obra principal consistió en saber aprovechar a los laicos de preferencia en Chiapas en donde atendía muchas congregaciones formadas por él con personas que él mismo preparaba de las mismas congregaciones. El era un visitador incansable e instructor, además de buen teólogo. Fue el primer presidente de la Asamblea General (1947), órgano máximo de la Iglesia Nacional Presbiteriana de México” (Saúl Tijerina, Peregrinaje de un pueblo, Centro de Comunicaciones Audiovisuales del Sureste, San Cristóbal de Las Casas, Chiapas, 1993).
A lo anterior cabe agregarle algunos otros datos: el padre de José Coffin, de nombre Joseph, llega a Tabasco junto con otros cuatro soldados confederados, para escapar al dominio yankee. Los cinco procedían de Kentucky, el líder del grupo, Johnny Greene, procrea varios hijos con una mujer de apellido Ramírez. Un hijo de éste, Carlos, por el tiempo en que se discute y aprueba la Constitución de 1917, dirige el Partido Radical Tabasqueño. Tras la lucha con otras facciones revolucionarias, entre ellas la representada por el Partido Liberal Constitucionalista, Carlos Greene toma posesión como gobernador de la entidad el 10 de marzo de 1919. Encabezó la rebelión delahuertista de 1924 en Tabasco, la que, como en el conjunto del país, fracasa y es fusilado, junto con su hermano Alejandro, el 30 de noviembre.
También debemos agregar que Coffin comienza a visitar Tapachula, Chiapas, por invitación de núcleos de creyentes en esa ciudad. Al irse multiplicando, los evangélicos de la región solicitan a la Iglesia presbiteriana en la ciudad de México ayuda pastoral y educativa. La petición es turnada al Presbiterio del Golfo, donde responden comisionando a José Coffin y su esposa para que atiendan las necesidades expuestas por los solicitantes. Ambos comienzan sus tareas en 1920” (Samuel Hofman, “The History of the Chiapas Mission”, Reformed Review, Autumn, 2004, vol. 58, no. 1, 2004:4).
Debido a que la obra presbiteriana se extendía y consolidaba por todo Chiapas, Coffin solicita ayuda externa, al Prebyterian Mission Board. La respuesta es que dicha Misión tiene personal y recursos ocupados en otros lugares, lo que hace imposible una respuesta afirmativa. Sin embargo el organismo turna la solicitud a Iglesia Reformada en América. El Board of Foreign Missions de la Iglesia Reformada declara que carece de medios, por estar enfocados en otras partes, para enviar misioneros a Chiapas. Pero una organización más pequeña de la misma Iglesia Reformada, la Women´s Board of Domestic Missions, toma el reto para sí.
Es comisionado un grupo de cuatro personas para emprender el viaje de New York a Tapachula. Hacen la extensa travesía Edith A. Allen, Ada Quimby Knox, y los pastores G. Watermulder y Henry Sluyter. En particular Edith queda muy impresionada por la visita y las oportunidades de hacer misión en un contexto como el chiapaneco. La búsqueda de fondos y voluntarios para enviarlos a Tapachula tiene respuesta, de tal manera que en una publicación fechada el 3 de junio de 1925 la Iglesia Reformada en América brinda entusiasta respuesta a la invitación encabezada por Coffin: “¡Sí, en el nombre de Cristo y su poder iremos para ayudarles, hermanos indígenas de Chiapas! Vamos a ir, honorable hermano José Coffin, y todos los otros amados del Maestro allí cuyos nombres todavía no sabemos. Bendito Padre celestial, guíanos y que Aquel vaya con nosotros a Chiapas para realizar toda la gran obra a la que nuestra Misión está llamada” (Hofman, 2004:6).
El acuerdo entre la Iglesia Presbiteriana del Norte, la Reformada en América y el Presbiterio del Golfo de México, acto en que como ya dijimos antes participó José Coffin, resultó en el arribo a nuestro país de John Kempers, junto con su esposa Mabel, en diciembre de 1925. Él entonces tenía 25 años de edad, graduado de Hope Collage y tenía una maestría de la Universidad de Princeton. Había trabajado un verano en la Comanche Indian Mission de Lawton, Oklahoma, bajo las órdenes del pastor Richard Harper, quien lo recomendó a la Junta Misionera para ser enviado a Chiapas. Ella se graduó en el Hope College, y contrajo matrimonio con John en agosto de 1925 (Hofman, 2004:6). Deiros, en el capítulo “Cómo comenzó todo” aporta pormenores de la experiencia de Kempers en Oklahoma.
Después de algún tiempo en Jalapa, Veracruz, y la ciudad de México para estudiar español, ambos llegaron a Tapachula “un caluroso 5 de mayo de 1926” (Kempers, s/f: 2), para sumarse a los trabajos de Coffin y muchos otros creyentes chiapanecos que tenían a su cargo los liderazgos locales. Permanecieron en Chiapas, donde vivieron en distintas ciudades, cuarenta años y salieron otro caluroso 5 de mayo de 1966. El trabajo de los Kempers consistió, básicamente, en apoyar a los líderes congregacionales, en capacitar doctrinalmente a los conversos con potencial para dirigir a las iglesias y en la producción de materiales impresos (destaca entre ellos el órgano oficial del Presbiterio de Chiapas, El Despertador). El mismo Kempers deja constancia de que cuando llegó a Tapachula, Coffin ya había logrado que algunas congregaciones independientes se sumaran a la Iglesia presbiteriana, las que junto con los trabajos propiamente iniciados por ella habían fructificado en cuatro consistorios.
Por su parte a José Coffin, de quien ya hemos dado extensos datos, le correspondió jugar un doble papel. En algunas zonas de Chiapas fue él quien inició casi de cero la obra. En otras partes fue el organizador de grupos evangélicos ya existentes, a los que vinculó a la Iglesia presbiteriana. Además de pastorear la Iglesia de Tapachula, y visitar al grupo de Tuxtla Gutiérrez, al que le oficia la Santa cena por primera vez en 1920, Coffin realizó largos recorridos misioneros por todo Chiapas. Un reportaje aparecido en una revista evangélica de Estados Unidos (1925), y firmado por el autor sólo con sus iniciales, describía los avances logrados por el misionero mexicano en consolidar el presbiterianismo, construir el templo respectivo y salones escolares, así como implantar la Cruz Roja en la ciudad. El cronista agregaba: “El pastor Coffin no sólo mantiene el importante centro (presbiteriano) de Tapachula, sino que también ministra a los grupos de creyentes de los distritos rurales en los que el trabajo inició con los colportores y obreros del Evangelio que a caballo llegaron a ellos cruzando bosques y junglas. El pastor Coffin no sólo ha mantenido estos grupos sino que incluso ha levantado nuevas células por todo el estado, el número total de grupos se eleva a 81. Sus largas travesías en este ministerio rural lo mantienen en la silla de montar y lejos de casa. Es inspirador conocer que a pesar de su pobreza estas congregaciones rurales se sostienen por sí mismas, proveyendo sencillas edificaciones como lugares de reunión y entre ellos cubren los costos del ministerio. Todavía hay miles –indios y otros- en este gran estado que esperan un obrero del Evangelio” (E. H. A., “Seen and Felt in Mexico”, The Christian Intelligencer and Mission Field, June 3, 1925, pp. 340-341).
En cuanto Coffin recibía noticias de que algún grupo evangélico estaba en gestación, tan pronto como le era posible iba a visitarlo para orientarle con respecto a las características del presbiterianismo. Esto hizo en Las Margaritas y Comitán (1921), San Cristóbal de Las Casas (1926) y en otros municipios aledaños a Tapachula y Tuxtla. Para 1939 habían proliferado tantos frentes de la obra en el estado, que el Presbiterio del Golfo de México decidió que las tareas de coordinación de la obra en la entidad se dividieran entre dos personas. El designado fue Ezequiel Lango, quien dos años antes había llegado a Tuxtla para copastorear, junto con Juan Kempers, las iglesias presbiterianas de la capital estatal y San Cristóbal de Las Casas.
Pero si a Coffin le han adjudicado una oriundez falsa, a los sencillos misioneros chiapanecos les ha ido peor en el recuento de cómo fueron los orígenes del cristianismo evangélico en algunas regiones de Chiapas. Simplemente se les ha ignorado, se les ha “desparecido” de la historia y no son pocos los investigadores que en esa operación continúan afirmando que se debe a misioneros venidos de Estados Unidos la expansión del protestantismo. Vamos a proporcionar al menos dos casos que, de tenerse en cuanta, deberían servir para reconfigurar las explicaciones tradicionales acerca del rol dominante de los estadounidenses en la proliferación del cristianismo evangélico en territorio chiapaneco. Antes cabe reconocer que en el libro de Pablo Deiros el misionero Juan Kempers en varios momentos reconoce el trabajo de creyentes locales que abonaron el terreno y obtuvieron los primeros frutos.
En la zona chol, alrededor de 1915, se establece en Tumbalá un carpintero nativo de Chilón o Yajalón, y de quien sólo se sabe que se llamaba Cirio. El inmigrante abrió un taller para ofrecer servicios relativos a su oficio. Esto le proveyó contactos e intercambios naturales con los pobladores, situación que facilita difundir entre ello(a)s sus creencias: “Como a su taller acudían personas a pedir les hiciera algunos trabajos, ese señor llamado Cirio entabló amistad con la gente del pueblo, circunstancia que aprovechó para hablarles del mensaje de salvación. Se carece de los datos de cuándo él conoció el Evangelio del Señor, como tampoco se sabe la fuente de dónde ni por conducto de quién” (Hugo Esponda, El presbiterianismo en Chiapas, orígenes y desarrollo, Publicaciones El Faro, México, 1986, p. 52).
Los primeros convertidos por la evangelización de Cirio se reunieron un tiempo en casa de éste. Al morir el carpintero los creyentes mudaron sus reuniones al domicilio de otro correligionario, Amador González, residente de Tumbalá pero original de Yajalón. Para 1919, cuando comenzó sus visitas a esta congregación José Coffin, ya existían 40 familias que se identificaban con la agrupación no católica. Por otra parte contamos con el testimonio de la misionera del Instituto Lingüistico de Verano, Marianna Slocum, cuando ella se sorprende al llegar a la zona chol, en 1940, y se encuentra con la existencia de una congregación evangélica en Tumbalá, posiblemente haya sido la misma que la iniciada por el carpintero Cirio (Slocum, The Good Seed, Promise, Publishing Company, Orange, California, 1988).
La inserción del evangelicalismo en la zona de Margaritas y Comitán, estuvo a cargo de dos trabajadores del municipio de Comitán (Emiliano López Hernández, de Cajcam, y Pablo Espinoza, de Yocnajab), que emigraron a finales de 1918 al Soconusco para laborar en las fincas cafetaleras de tierra caliente en la costa de Chiapas. Ambos son evangelizados por jornaleros que al parecer se congregaban en la Iglesia presbiteriana de Tapachula. Ya convertidos al protestantismo retornan a sus poblaciones. Su activismo en Cajcam se refleja rápidamente en la realización del primer culto formal a mediados de 1919. Lo que sí le corresponde a Coffin es la consolidación de lo iniciado por los propios creyentes locales. Es así que en abril de 1921 llega Coffin para bautizar a los creyentes, celebrar matrimonios y conocer a los ancianos gobernantes. De Cajcam el presbiterianismo se extendió a Las Margaritas, lo que sucedió entre 1920 y 1921. En este municipio la recepción de miembros en plena comunión la presidió Coffin Sánchez a principios de 1923.
En la reconstrucción de la memoria protestante es necesario hurgar para hacer emerger el rol que desempeñaron humildes y sencillos creyentes evangélicos, los que han sido “desaparecidos” por el descuido metodológico que sobrevalora a los misioneros llegados del norte.
La obra de Deiros contribuye a trazar una parte del panorama de cómo enraizó una vertiente del cristianismo evangélico en Chiapas. Es necesario ampliar las miras para ver ese panorama en su amplitud y colorido, con el fin de plasmar en el mural vidas y obras de quienes conformaron redes que sostuvieron la misión de los Kempers.
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