La ternura es algo imprescindible en la vida de los seres humanos.
Continuando con el tema del contentamiento en el matrimonio, hoy publico un artículo de Ester Martínez Vera aparecido en la revista 'Sembradoras' del año 2007; en el mismo la autora nos habla sobre un ingrediente esencial en las relaciones de pareja: la ternura.
Ingrediente que tampoco debe faltar en las relaciones en otros ámbitos de la vida. A medida que la tecnología va progresando, y beneficiándonos, también se deterioran y merman los contactos tú a tú, los abrazos, una mirada tierna, esperanzadora.
Disminuyen los contactos piel a piel, corazón con corazón; estos son sustituidos por mensajes de texto, que son muy buenos y solucionan muchas emergencias, nos permiten felicitarnos, informar acerca de las últimas noticias, o acerca de nuestra muerte, no obstante, no tienen el poder transformador de una palabra directa, de una caricia, de un gesto, o una señal.
Pienso que la ternura no solo es necesaria entre los cónyuges, padres e hijos, o entre los amigos, sino también entre el médico-paciente, profesor-alumno, jefe-trabajador, pastor-oveja, etc. Espero no estar exagerando.
Este artículo que fue para ayer, también es para hoy, y para mañana en ese eterno recomenzar de las cosas que se renuevan cada día, pero donde también se mantienen intactos elementos esenciales como la ternura, por ejemplo. Ester Martínez nos lo explica mucho mejor:
La importancia de la ternura
Ester Martínez Vera
La ternura es algo imprescindible en la vida de los seres humanos. Desgraciadamente no todos los padres son tiernos con sus hijos y esto puede hacer que, después, en su adultez, esta persona que no ha recibido no sepa dar afecto en su justa medida.
En el caso del matrimonio es imprescindible que la ternura sea un componente esencial en la relación. Dios, que conoce muy bien al ser humano, insta al marido, una y otra vez, a amar a su esposa de forma tierna hasta el punto de insistir: “y no seáis ásperos con ellas”.
¡Cuánto nos conoce el Señor! Y ¡cuánto le importamos! Esa ternura debe tener como sustrato la amistad, el respeto y el sacrificio.
- Amistad: El cónyuge ha de ser siempre el mejor amigo. Los amigos pasan tiempo juntos, tienen proyectos en común, se comunican, necesitan verse, contarse cosas, disfrutar juntos, saber que el otro no te va a fallar, poder contar con él/ella siempre.
- Respeto: Todos necesitamos ser respetados. Los insultos, la desvalorización, los malos tratos, minan la relación hasta que ésta muere. Pero el respeto es, además, importante por lo que implica para los hijos. Si una madre no respeta al padre y con sus palabras le quita cualquier autoridad, le denigra, le menosprecia, etc., será muy difícil que ese hijo quiera identificarse con él. Lo mismo ocurrirá con las madres y las hijas. Pero el respeto no sólo se pierde a través de gritos e insultos, también se degrada a alguien cuando no se le tiene suficientemente en cuenta, cuando se menosprecia su cuerpo, cuando se le da poca importancia y no se valora lo que hace…
- Sacrificio: Una relación duradera siempre implica sacrificio. Es importante que cada uno de los dos componentes de la pareja sea capaz de “morir” un poco a favor del otro. Que cada uno haga el máximo para que el otro viva mejor o sea más feliz. Es exactamente lo contrario al egoísmo. Es el amor de Cristo por la Iglesia. Es el pensar en el otro antes que en uno mismo.
Es dejar de lado la autorrealización para que el otro se realice. Y si esto lo hacen los dos el encuentro “sacrificial” resulta maravilloso. Hay hombres que abusan de sus mujeres y hay mujeres que abusan de sus maridos, no dejándoles descansar, exigiéndoles en exceso, pidiéndoles que renuncien a todo lo que les proporciona cierto placer, no queriendo tener relaciones sexuales.
El sacrificio es necesario porque las relaciones de pareja no se mantienen en perfecto estado por generación espontánea. Se han de trabajar cada día, luchar por mantenerlas. Es como una planta que si no regamos, movemos la tierra, etc., se muere pronto.
Con el sustrato mencionado podremos plantar las semillas de la ternura. Demostrar ternura y comprensión durante las situaciones de tensión es una de las maneras más poderosas de edificar una relación íntima.
El poder de la ternura en el matrimonio es increíble. Comprobaremos que esto es verdad cuando seamos capaces de reaccionar con cariño y mansedumbre ante cualquier acción del cónyuge que nos induzca a gritar o a insultar o a sermonear.
La ternura es necesaria del marido a la mujer y de la mujer al marido. A veces pensamos que sólo la mujer necesita manifestaciones cariñosas, esto no es así, muchos hombres, sobre todo los más sensibles, necesitan mucha ternura, cariño y manifestaciones de afecto para sobrevivir sin enfermar.
Reaccionar con ternura no sólo ayudará al otro sino también a uno mismo. Funciona porque es como un milagro, ya que la “blanda respuesta siempre aplaca la ira”, la del cónyuge y la propia.
Si tratamos al otro como nos gustaría que lo hicieran con nosotros, los motivos de tensión, en el seno familiar, se convertirán en motivos de acercamiento.
Debemos conseguir que la ternura se convierta en un hábito en nuestro hogar. Efesios 4:32 es en sí mismo un manual de instrucciones: “... sed benignos, perdonándoos unos a otros...”.
Se trata, sobre todo, de no hacer daño con nuestras palabras o actitudes. Es comunicar al otro a través de lo que decimos que es muy valioso, es abrazar en vez de recriminar, es mirar sin querer fulminar, es no atemorizar, es no gritar, es no insultar, es AMAR..., es devolver lo que recibes.
Si esa bondad traducida en amor es una de las más importantes claves para el crecimiento de la pareja, no debemos olvidar que también es una herramienta increíble en la vida de nuestros hijos.
La mejor herencia que les podemos dejar es que ellos vean la ternura entre sus padres. Eso les proporcionará una seguridad que perdurará a lo largo de su existencia.
Muchas veces pretendemos llevar la razón e imponernos dialécticamente a fuerza de gritos e insultos. Esta actitud nos permite ganar algunas “batallas”, pero no olvidemos que también conseguiremos perder la “guerra” al final de nuestros días o antes de eso si nuestro cónyuge tira la toalla.
He tenido en mi consulta mujeres y hombres que despreciaban o no daban valor a lo que recibían cada día del otro, le rechazaban continuamente, parecía como si les sobrase el afecto del que eran foco. Pero ese es un ejercicio muy peligroso.
Puede ser que sin darse cuenta, poco a poco, el otro/a vaya perdiendo el interés en la relación, se vaya marchitando la ilusión hasta que, desgraciadamente, no quede nada. Muchas veces, en ese momento fatídico, el que parecía no necesitar de las caricias o de los halagos descubre la verdadera necesidad de sentirse amado/a, pero ya es tarde, se ha quedado solo/a, aunque el cónyuge esté aún allí, pero ya no está como antes, ya no siente la necesidad que sentía. Entonces puede empezar un penoso camino del que no sabemos nunca el final.
En la pareja no se puede vivir el amor sin dar y recibir, aunque eso, en algunos momentos de la vida, pueda representar un sacrificio del que ya hemos hablado. El amor que no se ejercita, que no se manifiesta con palabras y hechos se agota. El cansancio, la desgana, puede hacer su aparición y entonces es muy difícil recuperar lo perdido.
Trata a tu cónyuge como si se tuviera que morir mañana. Si eso fuera así seguro que no escatimarías esfuerzos y cariño, ¿verdad? Pues como si......
Ester Martínez Vera es Doctora en Filosofía por St. Alcuin House University. Licenciada en Psicología y Máster en Psicología Clínica por la Universitat Rovira i Virgili de Tarragona. Reconocida conferenciante y profesora.
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