La idea de que el nivel de diversidad genética de la especie humana excluye la historicidad de Adán y Eva puede ser fácilmente refutada.
Durante la última década se ha venido desarrollando en el mundo evangélico -sobre todo entre los evolucionistas teístas- la idea de que el grado de diversidad genética observado en el ser humano actual es incompatible con la existencia de un Adán y una Eva literales, tal como afirma la Biblia. Algunos científicos evangélicos famosos han realizado declaraciones en este sentido. Por ejemplo, el genetista Francis Collins dijo que “no hay manera de que se pueda desarrollar este nivel de variación entre nosotros a partir de uno o dos antepasados.”1 Mientras que su colega, Dennis Venema, manifestó: “Tendríamos que postular que ha habido una tasa de mutación absolutamente astronómica que ha producido todas estas nuevas variantes en un período de tiempo increíblemente corto. Esos tipos de tasas de mutación no son posibles. Dejaríamos de existir.” 2 Pues bien, a pesar de lo autorizadas que puedan sonar tales declaraciones, lo cierto es que evidencian una consideración sumamente superficial de esta cuestión. En efecto, la idea de que el nivel de diversidad genética de la especie humana excluye la historicidad de Adán y Eva puede ser fácilmente refutada. Veamos cómo.
Resulta paradójico que, por una parte, los evolucionistas apelen a un supuesto cuello de botella genético, relativamente extremo y reciente, para explicar por qué hay tan poca diversidad en los humanos actuales, mientras por la otra digan que existe demasiada diversidad como para creer en un Adán y una Eva bíblicos. ¿En qué quedamos? ¿Hay poca o hay demasiada diversidad?
Si Dios hubiera diseñado inteligentemente los genomas de Adán y Eva, (mediante el milagro de su creación y sin tener que esperar millones de años a que éste se originara por medio de mutaciones al azar) sería lógico pensar que la primera pareja humana poseería un gran número de variantes genéticas, porque de lo contrario todos sus descendientes habrían sido básicamente clones de ellos. Y, desde luego, esto supondría un mal diseño por razones obvias. Ahora bien, ¿qué cantidad de variación genética podrían contener los genomas de Adán y Eva así creados?
La respuesta puede parecer sorprendente pero no es imposible. Todas las variantes de una sola letra o base nitrogenada (llamadas polimorfismos de nucleótido único o SNPs) conocidas dentro de la población humana actual, podrían haber sido programadas en sólo dos individuos diploides como nuestros primeros padres. Entre los dos poseerían cuatro conjuntos de cromosomas y, como sólo hay cuatro letras (A, T, C y G), Adán y Eva podrían haber tenido cualquier combinación posible de variantes de SNP. Cabe la posibilidad de que hubieran sido heterocigóticos en 100 millones de nucleótidos, aunque esto no es necesario para explicar la actual diversidad humana. Incluso hoy, una sola persona es heterocigótica para unos cuatro millones de nucleótidos aproximadamente y esto le permite poseer una gran parte de toda la variación humana. Existen alrededor de 15 millones de SNPs comunes en toda la humanidad.3 Una única pareja moderna podría representar una parte muy grande de toda la variación humana y, como las variaciones más comunes no suelen estar asociadas con enfermedades, la mayor parte de la variación existente se podría atribuir razonablemente a la variación diseñada originalmente.
¿Qué impediría al Dios creador del universo originar a la primera pareja humana con entre 10 y 15 millones de variantes heterocigóticas en sus genomas desde el principio? Desde luego, él puede hacer lo que quiera, cuando quiera y como quiera, pero no es necesario invocar algo más que la simple heterocigosis ya que ésta, por sí sola, es suficiente para explicar casi toda la diversidad humana.
Además de estas variaciones comunes, existen también otras muchas menos frecuentes o muy raras que forman parte del genoma humano. Normalmente suelen estar restringidas a grupos específicos de personas y a áreas geográficas muy concretas, lo que significa que probablemente se deben a mutaciones nuevas que se han ido agregando a las variaciones diseñadas al principio. Tales mutaciones suelen estar asociadas muy a menudo con algún daño genético evidente4 y habrían aparecido a lo largo de la historia humana después de la Caída. Pero, a pesar de estas mutaciones negativas posteriores, sería razonable concluir que la mayor parte de la variación genética observable fue creada originalmente por Dios. Esta perspectiva bíblica, que difiere de la evolucionista, posee un poder explicativo único que proporciona un marco coherente a la asombrosa variedad de rasgos y habilidades humanas.
Además, desde este otro punto de vista, jamás hubiera sido posible hablar de genotipos superiores o inferiores, como por desgracia ocurrió en base a las ideas darwinistas. Todos los humanos tenemos conjuntos únicos de dones y talentos que reflejan adecuadamente un buen diseño original, por el que debemos estar agradecidos y darle siempre gracias a Dios. La genética no es enemiga de Adán y Eva. Tal como dijo Pablo: “El Dios que hizo el mundo y todas las cosas que en él hay (…) de una sangre ha hecho todo el linaje de los hombres, para que habiten sobre toda la faz de la tierra; y les ha prefijado el orden de los tiempos, y los límites de su habitación; para que busquen a Dios” (Hch. 17: 24-27).
1 “Francis Collins Speaking at the Christian Scholars”, Conferencia en la Universidad de Pepperdine, Malibu Times, (June 29, 2011), accessed Nevember 25, 2014, www.malibutimes.com/news/article_3c135e3d-7695-5e22-b21c-9ceb8f752a7a.html
2 Barbara Bradley Hagarty, entrevista a Dennis Venema, “Evangelicals Question the Existence of Adam and Eve”, August 9, 2011, acessed November 25, 2014, www.npr.org/2011/08/09/138957812/evangelicals-question-the-existence-of-adam-and-eve.
3 Frazer, et al., 2007, “A Second Generation Human Haplotype Map of over 3.1 Million SNPs.” Nature, 449: 851-861.
4 J. A. Tennessen, et al., 2012, “Evolution and Functional Impact of Rare Coding Variation from Deep Sequencing of Human Exomes”, Science, 337, nº 6090 (July 6, 2012): 64-69.
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