El Señor de la iglesia defendió la autoridad de la Palabra escrita de Dios.
Si Jesús es el Señor de la Iglesia, hace falta someternos a su señorío en todas las cosas.
Hoy queremos estudiar sobre la bibliología del amado Hijo de Dios. ¿Qué es lo que Jesús creía acerca de las Escrituras? ¿Confiaba Él en ellas? ¿Profesaría fe en la doctrina protestante de ‘Sola Scriptura’?
Investiguemos.
1.- Jesús nunca se opuso a la Palabra escrita de Dios
Jesús no emitió ni una sola crítica contra el contenido del Antiguo Testamento. Incluso en el sermón del monte cuando repitió la frase “oísteis que fue dicho… pero yo os digo”, aclaró que de ninguna manera estaba desacreditando la Escritura: “No penséis que he venido para abrogar la ley o los profetas; no he venido para abrogar, sino para cumplir” (Mateo 5:17). Quería explicar la Palabra de forma más profunda; no anularla.
2.- Jesús no corrigió la perspectiva de los fariseos en cuanto a la inspiración
Aunque Jesús tuviese bastantes disputas doctrinales con los judíos conservadores de sus días, a saber, los fariseos, nunca los reprendió por su bibliología ortodoxa. Los fariseos confesaron que toda la Escritura había sido inspirada por Dios (de allí su naturaleza inerrante). Pero Jesús no cuestionó la doctrina de la inspiración según el fariseísmo; simplemente criticó su hermenéutica.
3.- Jesús se sometió a la Escritura
Aun antes de comenzar su ministerio público, Cristo estaba plenamente sometido a las Escrituras. Guardó la Ley de Moisés meticulosamente. En el desierto, siendo tentado por el diablo, Cristo citó la famosa frase “escrito está” tres veces seguidas revelando que estaba bajo la autoridad de la Palabra escrita de Dios (Mateo 4:4, 7, 10).
4.- Jesús proclamó que todas las Escrituras se cumplirán
Jesús estaba convencido de que la Palabra de Dios se iba a cumplir al pie de la letra. Decía en Juan 10:35 que “la Escritura no puede ser quebrantada”. Además, en Mateo 5:18, prometió que, “Hasta que pasen el cielo y la tierra, ni una jota ni una tilde de pasará de la ley, hasta que todo se haya cumplido”.
La palabra ‘jota’ en griego corresponde a ‘yodh’ en hebreo (la letra más pequeña del alfabeto arameo). Es como una especie de coma. Se estima que hay 66.000 yodhs en el Antiguo Testamento. Según Jesús, ¡cada yodh importa! Observa Kevin de Young: “Jesús no podía afirmar su creencia en las Escrituras de una manera más contundente”.
5.- Jesús dijo que hasta las partes ‘humanas’ de la Biblia eran divinas
Hay un texto bien sorprendente en Mateo 19:5 cuando Jesús aclara que un versículo bíblico escrito por un cronista humano (Génesis 2:24) fue dicho por el mismísimo Dios. El Señor pregunta, “¿No habéis leído que el que los hizo al principio, varón y hembra los hizo, y dijo: Por esto el hombre dejará padre y madre y se unirá a su mujer y los dos serán una sola carne?”
En realidad no fue Dios el que “dijo” el contenido de Génesis 2:24 sino el autor de Génesis; pero puesto que Cristo creía en la inspiración divina de toda la Escritura, dio por sentado que el autor supremo del versículo era Dios mismo. ¡Impresionante!
6.- Se dedicó a la enseñanza de la Palabra
Cristo era, antes que nada, un maestro de las Escrituras. Cuando se levantó en la sinagoga de Nazaret, leyó el texto de Isaías 61:1-2 y luego, para la sorpresa de muchos, proclamó que, “Hoy se ha cumplido esta escritura delante de vosotros” (Lucas 4:21).
Desde aquel día en adelante, el ministerio de Jesús se caracterizó por la enseñanza de la Palabra de Dios. “Recorría Jesús todas las ciudades y aldeas, enseñando en la sinagogas de ellos” (Mateo 9:35). El Salvador creía en la necesidad en la importancia de la teología y la sana doctrina. En cada momento, el fundamento era la Escritura.
7.- Sanó con el fin de que la Palabra se cumpliese
Además de su ministerio de enseñanza, Jesús también era conocido como un sanador. Echó fuera a los demonios, limpió a los leprosos, sanó a los enfermos y resucitó a los muertos. Mateo 9:35 destaca que Jesús iba “sanando toda enfermedad y toda dolencia en el pueblo”.
Ahora bien, ¿por Jesús se preocupó tanto por la sanidad y la liberación física? La Escritura nos contesta de la siguiente manera: “Cuando llegó la noche, trajeron a Jesús muchos endemoniados; con la palabra echó fuera a los demonios y sanó a todos los enfermos; para que se cumpliese lo dicho por el profeta Isaías, cuando dijo: El mismo tomó nuestras enfermedades y llevó nuestras dolencias” (Mateo 8:16-17).
Es decir, incluso cuando se dedicaba al ministerio de la sanidad, el Señor estaba actuando en base a las Escrituras del Antiguo Testamento.
8.- Jesús nunca desobedeció las Escrituras
Si Jesús hubiera pecado, no podría ser nuestro Salvador. La santidad de Dios exige un sacrifico perfecto. En ningún momento de la vida de Jesús pecó. Según Hebreos 4:15, “No tenemos un sumo sacerdote que no pueda compadecerse de nuestras debilidades, sino uno que fue tentado en todo según nuestra semejanza, pero sin pecado”.
Cuando los fariseos acusaron a Cristo de quebrantar el día de reposo, Jesús respondió comentando que ellos se habían olvidado de la intención original de Dios al dar el día (Marcos 2:23-28). De ninguna manera pecó Cristo contra la Palaba escrita de Dios.
9.- Jesús creía en las profecías mesiánicas
A lo largo de su ministerio público, Jesús enseñó que las profecías mesiánicas se estaban cumpliendo en su propia persona. Cuando Juan el Bautista desde la cárcel preguntó a Cristo si era aquél que había de venir, el Señor respondió diciendo: “Id, haced saber a Juan lo que habéis visto y oído: los ciegos ven, los cojos andan, los leprosos son limpiados, los sordos oyen, los muertos son resucitados, y a los pobres es anunciado el evangelio” (Lucas 7:22).
Al contestar la inquietud de esta forma, Jesús estaba apelando a Isaías 35:4-6, dando a entender claramente que él era el cumplimiento de la esperanza mesiánica de Israel. Cuando estuvo ante el concilio judío antes de ser entregado a los romanos, contestó al sumo sacerdote diciendo: “Yo soy; y veréis al Hijo del Hombre sentado a la diestra del poder de Dios, y viniendo en las nubes de cielo” (Marcos 14:62, citando Daniel 7:13).
En su hora más oscura, Jesús seguía proclamando la veracidad y autoridad de las Escrituras. Incluso en la cruz, el Señor citó el Salmo 22. Seguía meditando en la Palabra.
10.- ¡Hasta su muerte y resurrección obedecen las Escrituras!
Finalmente, Jesús tenía la Palabra escrita en tan alta estima que dio su vida y resucitó en obediencia a ella. ¿Cuántas veces profetizó el Salvador acerca de su muerte? Antes de su pasión comentó: “Os digo que es necesario que se cumpla todavía en mí aquello que está escrito” (Lucas 22:37).
Después de su resurrección, Cristo explicó que su pasión y resurrección sucedieron para que las Escrituras se cumpliesen. “Estas son las palabra que os hablé, estando aún con vosotros: que era necesario que se cumpliese todo lo que está escrito de mí en la Ley de Moisés, en los profetas y en los salmos.
Entonces les abrió el entendimiento, para que comprendiesen las Escrituras; y les dijo: Así está escrito, así fue necesario que el Cristo padeciese, y resucitase de los muertos al tercer día” (Lucas 24:44-46).
En vida y en muerte, Jesús obedecía la bendita, infalible e inerrante Palabra de Dios.
Conclusión
En suma, es fácil ver que Cristo tenía una bibliología bien elevada. Entendió que toda la Escritura era la Palabra escrita de Dios. Así que con toda seguridad, el Señor profesaría fe en el principio protestante de ‘Sola Scriptura’.
A la luz de nuestro estudio, tenemos que hacernos la siguiente pregunta: ¿tenemos una bibliología tan alta como la de nuestro Señor y Salvador? Si no reverenciamos las Escrituras con el mismo fervor que Cristo, ¿es posible seguir llamándolo nuestro “Señor”?
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