No somos mejores que Adán y Eva porque, además de la inocencia, hemos ido perdiendo otras muchas cosas por el camino.
Es evidente que el ser humano ha progresado muchísimo desde el punto de vista cultural.
El hombre ha dejado su huella en el suelo lunar, ha construido complejas megalópolis, sofisticadas máquinas y robots que le simplifican el trabajo, así como increíbles obras de arte que demuestran su sensibilidad especial.
Sin embargo, ¿hemos progresado también desde el punto de vista biológico, tal como se nos viene enseñando desde la escuela primaria? ¿Somos mejores que nuestros antepasados?
Actualmente estamos asistiendo al derrumbamiento de esta importante creencia evolucionista. Es decir, a la convicción de que la selección natural, al eliminar casi todas las mutaciones malas, impediría la degeneración de las especies biológicas y, por el contrario, las haría progresar.
Los últimos descubrimientos genéticos demuestran que esto no es así. En efecto, es sabido que con cada división celular aparecen nuevas mutaciones. Éstas son errores que se van acumulando en el libro de instrucciones de los seres vivos (genoma).
Una buena parte de tales errores son perjudiciales porque estropean o destruyen sistemáticamente la información biológica. Pero la evolución exige que todas estas mutaciones malas sean eliminadas poco a poco para que los organismos puedan evolucionar positivamente.
Sin embargo, lo que se está observando en el genoma humano es precisamente lo opuesto. Las malas mutaciones (deletéreas) se están acumulando en el ADN de la humanidad mucho más rápidamente de lo que están siendo eliminadas por la selección natural.
El genoma humano ha estado degenerando durante la mayor parte de la historia registrada. Esto ha sido perfectamente constatado y documentado por varios científicos evolucionistas.1
Hoy sabemos que las mutaciones al azar juegan un papel muy importante en el origen de numerosos tipos de cáncer. Según investigaciones llevadas a cabo en la Universidad Johns Hopkins de Baltimore (Maryland, USA),2 las mutaciones ocurridas cuando las células madre se dividen son responsables de casi dos tercios de los tumores humanos, mientras que los factores ambientales (estilo de vida, tabaquismo, obesidad, etc.) sólo contribuyen en un 29% y los factores hereditarios en un 5%.
Desde luego, este descubrimiento desafía la creencia tradicional que suponía que el cáncer era mayoritariamente el producto de la herencia y el medio ambiente. Sin embargo, se ha visto que esto no es así, sino que son las mutaciones al azar las principales responsables de nuestro deterioro fisiológico.
Según el evolucionismo, supuestas mutaciones beneficiosas, tamizadas por la selección natural, serían las responsables de la maravillosa creatividad que muestra la naturaleza.
Tales cambios azarosos, vendrían a ser el combustible de la innovación, la complejidad, la información y la increíble sofisticación de la vida. No obstante, estas recientes investigaciones nos dicen lo que ya se intuía: los errores en el ADN son generalmente fuente de desorden, disfunción y muerte. El cáncer es lo que realmente pueden producir las mutaciones al azar.
Es fácil de entender que los cambios no intencionados (al azar) que se realicen en cualquier manual de instrucciones precisas serán casi siempre perjudiciales y tenderán a destruir la información ordenada que éstos presentan.
Puede que una sola mutación no tengas efectos muy graves, pero la acumulación constante de millones de errores en nuestro genoma será letal para la especie humana, a menos que casi todas estas equivocaciones sean pronto identificadas y subsanadas de alguna manera.
Nuestras células poseen sofisticados mecanismos para realizar esta tarea reparadora. A pesar de todo, como acabamos de ver, las mutaciones perjudiciales se acumulan peligrosamente en ellas.
Actualmente podemos decir que el genoma humano no está progresando sino degenerando y que semejante fenómeno es mucho peor de lo que generalmente se reconoce.
Esto lo analiza en profundidad el genetista estadounidense, John C. Sanford,3 famoso por haber inventado un método para transferir genes de manera directa a las células y generar así organismos transgénicos (biolística).
Él fue uno de los primeros biólogos en hablar de “entropía genética”, es decir, del grado de desorden que se acumula lentamente en el ADN humano. Sus trabajos mediante simulaciones numéricas evidencian que más del 90% de las mutaciones deletéreas no pueden ser eliminadas por la selección natural. Incluso aplicando tasas teóricas muy intensas de la misma.
La entropía genética ha sido cuidadosamente documentada en diferentes sistemas biológicos, como el virus de la influenza,4 las mitocondrias humanas5 y las poblaciones de la bacteria Escherichia coli.
Todos estos estudios muestran que la principal razón por la que la mayor parte de las mutaciones nocivas no se eliminan con el tiempo es porque son muy sutiles (casi neutras) y resultan invisibles para la selección natural.
Además, por lo que respecta al genoma humano, las mutaciones no neutras se están dando a un ritmo alarmantemente elevado y la selección natural, al ser mucho más lenta, es incapaz de eliminarlas.
No hace falta discurrir mucho para darse cuenta de que este declive genético que se detecta hoy en la humanidad, contradice el modelo evolucionista y supone un espaldarazo al relato bíblico de los orígenes del ser humano.
Según la Escritura el hombre fue creado con unas condiciones óptimas y, desde entonces, habría estado degenerando continuamente. La hipótesis del simio a la persona resulta inviable porque el cambio en nuestro genoma ha sido siempre descendente, nunca ascendente.
Pero la degeneración genética es notablemente consistente con la perspectiva bíblica de una pareja creada perfecta, una Caída literal, una población humana en decadencia y un mundo que envejece “como una vestidura” (He. 1:11).
Definitivamente no, no somos mejores que Adán y Eva porque, además de la inocencia, hemos ido perdiendo otras muchas cosas por el camino.
1 James F. Crow, 1997, “The High Spontaneous Mutation Rate: Is It a Health Risk?”, Proceeding of the National Academy of Science (USA) 94, nº 16 (August 1997): 83-80; Alexey S. Kondrashov, “Contamination of the Genama by Very Deleterious Mutations: Why Have We Not Died 100 Times Over?”, Journal of Theoretical Biology, 175, nº 4 (August 1995): 583-594; Michael Lynch, “Rate, Molecular Spectrum, and Consequences of Human Mutation”, Proceeding of the National Academy of Science (USA) 107, nº 3 (January 19, 2010): 961-968.
2 Tina Hesman Saey, 2017, “Random mutations play large role in cancer, study finds”, Science News, March 23.
4 Robert W. Carter & John C. Sanford, "A New Look at an Old Virus: Mutation Accumulation in the Human H1N1 Influenza Virus since 1918”, Theoretical Biology and Medical Modelling, 9 , Nº 42 (2012).
5 Robert W. Carter, “Mitochondrial Diversity within Modern Human Populations,” Nucleic Acids Research, 5, nº 9 (March 2007): 3039-3045.
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