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Elias y las arpas celestiales

Un estudio novelado de 1 Reyes 19:7-18.

AHONDAR Y DISCERNIR AUTOR Roberto Estévez 26 DE MARZO DE 2017 06:20 h
Un hombre va caminando por el desierto. Su atavío es muy sencillo.

Un hombre va caminando por el desierto. Su atavío es muy sencillo. No lleva un camello con todas las provisiones para un viaje largo. Ese hombre con una comida que Dios le dio ha caminado casi cuarenta días.



Si miramos su rostro vemos nuevamente expresiones complejas. Ahora no está mirando al suelo sino al horizonte que parece ser siempre el mismo y muy lejano. En su mente repite la frase que el ángel del SEÑOR le ha dicho: “Levántate, come, porque el camino es demasiado largo para ti” (v.7).



Allí se eleva esa montaña rocosa, árida e impresionante. Allí fue donde Moisés habría estado y tuvo una revelación de Dios. La Escritura nos dice:“Se metió en la cueva, donde pasó la noche”(v.9)



Algunos creen que esta es la misma caverna donde estuvo Moisés cuando el Señor le mostró su gloria (Ex.33:22). Finalmente está Elías en un lugar tranquilo y fresco para descansar.



Así lo hace toda la noche, y a la mañana siguiente: “Y he aquí que vino a él la palabra de Jehovah, y le preguntó: - ¿Qué haces aquí, Elías?”. Esta es una interrogación sencilla y profunda al mismo tiempo.



El profeta aprovecha la oportunidad y dice: “- He sentido un vivo celo por Jehovah Dios de los Ejércitos, porque los hijos de Israel han abandonado tu pacto, han derribado tus altares y han matado a espada a tus profetas. Yo solo yo he quedado, y me buscan para quitarme la vida”(v.10).



Y me imagino que cuando dice: “solo yo he quedado” el tono de su voz se intensifica. Para demostrar su argumento casi grita, se toca con sus manos el pecho y de sus ojos surgen lágrimas.



Es cierto que la mayoría de los hijos de Israel habían abandonado el pacto que tenían con su Dios. Es irrefutable que habían derribado los altares de Dios; es verídico que habían matado a muchos profetas. Y luego agrega: - Yo solo he quedado, yo y nadie más. Yo soy el abanderado que sigue enarbolando el banderín de la verdad, pero estoy completamente abandonado y aislado.



El Señor va a actuar de una manera completamente inusual. A Moisés el Señor lo había protegido en una grieta cuando le dijo: “He aquí hay un lugar junto a mí, y tú te colocarás sobre la peña.



Sucederá que cuando pase mi gloria, yo te pondré en una hendidura de la peña y te cubriré con mi mano hasta que yo haya pasado”(Éx.33:21,22). Por el contrario, a Elías le dice: “Sal afuera y ponte de pie en el monte, delante de Jehovah” (v.11).



Sin duda, con trepidación y temor, él lo hace. Quizás se pregunta a sí mismo: - ¿Para qué Dios quiere que salga afuera? Cuando estamos adentro de nuestra cueva o de nuestra torre de marfil no podemos percibir la majestad de DIOS.



Van a aparecer cuatro manifestaciones extraordinarias en relación con la presencia del Señor. Elías estaba acostumbrado a los vientos fuertes del desierto. Pero de pronto comienza a soplar un viento que se hace cada vez más intenso.



Se aferra a una de las rocas para estar seguro que el viento no lo tire. El ventarrón va en aumento, y parece que no hay nada que lo pueda parar.



Ese “temporal” tiene una fuerza irresistible.



“Y he aquí que Jehovah pasaba. Un grande y poderoso viento destrozaba las montañas y rompía las peñas delante de Jehovah“. El ruido era ensordecedor. En pocos segundos eso que parecía una brisa se ha transformado en un viento más poderoso que un huracán. Pedazos de rocas de las montañas se deslizan como un alud con estrépito.



Los sentidos auditivos del profeta están saturados. Se tapa los oídos manteniendo cubierto el rostro con su manto. Las partículas de arena le hieren sin lástima. Y lo más increíble es que esto sucede en un cielo sin nubes.



De pronto, de la misma manera que el viento comenzó, se calma de súbito. Se puede escuchar el silencio absoluto y leemos: “pero Jehovah no estaba en el viento”.



Cuando comienza a tranquilizarse siente un retumbo que conoce y teme. Es un ruido grave, de muy baja frecuencia que va aumentando. Es como cuando durante una tormenta; al oír el fragor de las olas del mar estrellándose con estrépito contra las rocas.



De improviso el suelo del desierto empieza a temblar debajo de sus pies. Grandes rocas caen con ruido estruendoso. Es como si diez mil truenos estuvieran rugiendo al mismo tiempo.



El profeta se tambalea, parece ebrio , se mueve para todos lados y parece que va a caer. Está pálido como un muerto, sus ojos abiertos por el pánico, su corazón que le palpita a toda velocidad, y un sudor frío que le cubre.



Hacía 40 días no quería vivir pero ahora no quiere morir y menos que menos en esas circunstancias. Si cuando el viento tremendo, sus oídos estaban como para estallar, ahora no son sólo sus oídos, es su vista; es que todo se mueve, son sus órganos del equilibrio que parece que van a explotar.



De pronto todo se calma. El mira cuidadosamente a todos lados alrededor y no ve a nadie porque “Jehovah no estaba en el terremoto”.



Cuando el profeta comienza a calmarse sus ojos se abren con espanto. Es que de súbito, aparece desde la nada un fuego. La luz es impresionante. La oleada de calor que produce es tremenda.



Y ese fuego se va acercando a una velocidad vertiginosa. Antes fueron los oídos los que fueron saturados. Ahora son sus ojos y su piel. Intenta entrar a la cueva, pero es que está como paralizado. El terror lo ha inmovilizado.



Trata de mirar si hay algo que puede ver. Es muy difícil, pero no percibe nada más que fuego; “pero Jehovah no estaba en el fuego”.



Repentinamente se hace un silencio total. El viento se fue, el terremoto pasó, el fuego desapareció. Por supuesto que ningún siquiatra moderno utilizaría estos elementos visuales, auditivos y táctiles tan intensos en una persona con sus emociones tan alteradas.



Pero Dios lo hace porque “¡Cuán incomprensibles son sus juicios e inescrutables sus caminos!”(Ro.11:33)



De improviso empieza a escuchar algo que no lo puede describir. Es un sonido que parecería que viene del espacio, del infinito. No es fuerte, no es intenso. Es un sonido agradable. Su corazón que unos segundos antes estaba palpitando con fuerza, vuelve a lo normal.



Ahora siente una sensación que nunca ha sentido antes. Nos diría que le sería muy dificultoso describirla. Un sosiego y una tranquilidad le rodea y escucha un sonido apacible y delicado.



Tiene la dulzura de una flauta tocada suavemente por un solista magistral. Transmite la sensación celestial de un arpa entonando un aleluya al Señor. Pero lo más maravilloso es esa emoción que produce ese “sonido apacible y delicado”.



Las otras experiencias le habían provocado pavor, pero esta por el contrario le da una sensación de una tranquilidad profunda e inexplicable. Muy pocos personas podrían entender lo que Elías experimentó.



Quizás lo entenderían muchos años después los discípulos en aquella barca cuando se desencadena la tempestad y piensan que van a morir y Jesucristo increpa al viento y al oleaje y se hace una bonanza (Lc.8:24).



¡Qué contraste entre los tres primeros elementos y el cuarto! Algunos estudiosos han dicho que los tres primeros representan el tiempo de la ley; el último - el sonido apacible y delicado -, el período de la gracia.



Los tres primeros fenómenos se encuentran en la Naturaleza cuando ruge en su furor. El sonido apacible y delicado no es parte de la creación. ¡Qué precioso es reflexionar en el hecho de que el SEÑOR utiliza algo que tiene que ver con sonido y música para expresar su presencia! No es algo que irrita y aturde sino que es algo delicado.



Nos hace pensar de Aquel que era apacible. Nos recuerda la frase “aprended de mí que soy manso y humilde de corazón” (Mt. 11:29). El hecho que el sonido era delicado nos trae a la memoria a nuestro Salvador “lleno de gracia y de verdad”(Juan 1:14).



En una obra sinfónica hay momentos en que los instrumentos suenan muy fuertes. Las trompetas, trombones y clarinetes están tocando “fortísimo”. De pronto el sonido intenso cesa y se escucha un solo instrumento.



Quizás una flauta, un oboe o un violín. Y es ese sonido tan suave, ejecutado con maestría, el que llena los ojos de lágrimas. En una sinfonía puede haber notas muy fuertes y disonantes. Por el contrario la vida de Jesucristo fue siempre “un sonido apacible y delicado”.



¿Qué significan estas palabras “un sonido apacible y delicado”? Pablo oyó “cosas inefables que al hombre no le es permitido expresar” (2Co. 12:4).



El Dr. John Gill nos dice: “No era algo áspero sino gentil; se le compararía más a un murmullo que a un rugir. Era algo suave, natural y musical… Se le podría contrastar como la diferencia entre los tiempos de la Ley y el Evangelio.



La ley tiene palabras terribles y fue dada en medio de viento, truenos, relámpagos y terremotos(Hebreos 12:8). Pero el Evangelio es la voz suave de amor, gracia, misericordia, perdón, justicia y Salvación en Cristo”.



Leemos en el verso 11 que se la ha dicho a Elías que salga fuera de la cueva. Es probable que con las manifestaciones que hemos visto retornó al interior del refugio para luego salir de nuevo (v.13).



Cuando Elías escucha este sonido “cubrió su cara con su manto, y salió , y estuvo de pie a la entrada de la cueva. Y he aquí, vino a él una voz, y le preguntó: - ¿Qué haces aquí, Elías? El respondió: - He sentido un vivo celo por Jehovah Dios de los Ejércitos, porque los hijos de Israel han abandonado tu pacto, han derribado tus altares y han matado a espada a tus profetas. Yo sólo he quedado, y me buscan para quitarme la vida.” (v.13,14).



¡Cuántas veces nosotros nos sentimos y actuamos como el profeta! Se está quejando a Dios por la infidelidad del pueblo de Israel (Ro.11:2,3) contándole al SEÑOR todo lo que por supuesto El ya lo sabe. Habla de su celo por Dios, que sin duda lo tenía. Censura la apostasía de Israel, que indudablemente la había y habla que han asesinado a los profetas, y eso era verdad.



Luego agrega: “ yo sólo he quedado y me buscan para matarme”. Creo que Elías está diciendo algo así como: - Yo quiero morir pero no quiero que me maten. El Señor en su misericordia no lo rezonga. No le dice como lo haríamos nosotros:-¿No te da vergüenza que te asustaste de las amenazas de una mujer?



De inmediato le da instrucciones: “Vé, regresa por el camino del desierto a Damasco. Cuando llegues, ungirás a Hazael como rey de Siria”. Si la primera caminata fue larga, esta es más larga. También le dice que debe ungir a Jehú como rey de Israel y a Eliseo como profeta para reemplazarlo a él.



Elías escucha con atención lo que el Señor le comunica. De pronto sus ojos se abren con sorpresa. El Señor le dice: “Pero yo he hecho que queden en Israel 7000, todas las rodillas que no se han doblado ante Baal y todas las bocas que no lo han besado” (v.18).El SEÑOR los conocía uno por uno. Había visto que cuando llegó el momento no se implicaron y fueron fieles.



Elías creía que no había nadie más sirviendo al Señor, e ignoraba que aún tenía siete mil fieles a Él. ¡Qué reconfortante es saber que en todas las épocas y tiempos el Señor tiene aquellos que no se han arrodillado ni besado a Baal!



Muchas veces creemos que estamos solos y nos olvidamos que el Señor no sólo sabe que existen sino que “los tiene”(Juan 17:6). ¡Qué beneficioso le hubiera sido a Elías tener comunión con algunos de esos siete mil hermanos! Por supuesto que no todos eran tan francos y extrovertidos como Elías.



En el Reino del Norte (Israel) Elías había oído esos tambores pérfidos y diabólicos. Esos ritmos nefastos y siniestros los usaban los paganos para acallar los gritos de los niños vivos que eran ofrecidos en sacrificio al dios Moloch (Jer.7:31)



Pero en Horeb había escuchado el “sonido suave y apacible” que habla de un Dios de amor y gracia.



¿No es admirable que el Dios Todopoderoso se digna hablar con un ser humano y responderle a sus preguntas?



El profeta comienza su camino de retorno. Otra vez las mismas montañas, el desierto y el cielo con su sol incandescente. Pero al acercarnos veríamos a un hombre que ha cambiado, porque ha tenido una revelación de Dios.



Ahora no mira el suelo y su rostro no expresa la tristeza que tenia al huir de Jezabel. El SEÑOR le ha enseñado una lección imborrable. Dios le ha dado una nueva misión. Lo ha restaurado y le ha dado el gozo y la fortaleza del SEÑOR.



Notas



En el Antiguo Testamento se asocia la presencia de Dios con viento (torbellino), terremoto , (temblor del monte o tierra), y fuego. Leemos en Éxodo 19 :16,18 “hubo truenos, y relámpagos, una densa nube sobre el monte y un fuerte sonido de corneta..el monte Sinaí humeaba, porque el SEÑOR había descendido sobre él en medio del fuego…y todo el monte se estremeció en gran manera..”.



Los mismos tres elementos se observan en Nahum 1: 4,6 “El SEÑOR marcha en el huracán y en la tempestad…las montañas se estremecen delante de él…Su ira se vierte como fuego”. (Ver Hebreos 12: 18,19; Salmo 97:3,4,5; Eze 1:4)



Es muy interesante como Dios obra utilizando 4 manifestaciones de su presencia. El viento, el terremoto y el fuego eran elementos bien conocidos en relación a la presencia divina.



Dios controla los elementos de la Naturaleza pero El no es uno de esos elementos. Los paganos tenían divinidades para cada uno de esos fenómenos naturales. Pero no es en esos ejemplos de la Naturaleza actuando con todo su poder donde está la presencia de Dios. Elías tiene que aprender que Dios está en el “sonido suave y apacible”. Creo que esto nos habla del Espíritu de Cristo (1Pe.1:11).



El es aquel de quien las Escrituras nos dicen “No gritará, ni alzará su voz, ni la hará oír en las calles”(Isaías 42:2). Dios en su Providencia puede utilizar el ruido del terremoto o la quietud y calma. “No con ejército, ni con fuerza, sino con mi Espíritu (Zac. 4:6).



“Todos los grandes hombres de Dios de las Escrituras tuvieron de alguna manera una revelación especial del Señor



Moisés la tuvo en Éxodo 33. , Pedro cuando dijo “Apártate de mí que soy hombre pecador” (Luc. 5:8, Saulo cuando vino la luz del cielo en Hechos 9, Juan cuando vio al Hijo del Hombre ( Ap. 1:17)



Esperemos que ninguno de nosotros estemos en un huracán, un terremoto o fuego literal. Pero de estarlo, el Señor promete su presencia (“Yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo” Mt. 28:20).



Si el Señor permite que estemos en un terremoto, ¡qué consolador es saber que “Dios es nuestro amparo y fortaleza… por eso no temeremos aunque la tierra tiemble”(Sal 46:1,3). Sin duda todos pasamos situaciones muy difíciles que son como huracanes, fuegos y terremotos.



Esta pregunta que el SEÑOR le ha hecho Elías me la he hecho a mi mismo:



- ¿Qué haces aquí en tu vida privada, pública, en el trabajo? ¿Qué haces en tu vida familiar y qué haces en tu vida espiritual? ¿Qué haces en tu iglesia local?



La mayoría de nosotros diríamos algo así:



- Bueno en cuanto a la iglesia no hago mucho, pero Ud. sabe, las circunstancias ….el empleo me absorbe mucho …quizás cuando me jubile….. En realidad no hago mucho porque “no nos comprenden”, nuestros esfuerzos no se aprecian. ¡Qué fácil es para nosotros dar la lista de razones por las cuales nos hemos visto “obligados” a dejar de servir al Señor!



Después de esta experiencia no leemos que Elías estuvo deprimido nuevamente. Cuando Dios escoge a dos personas prominentes de todo el Antiguo Testamento para estar con el Señor Jesucristo en el Monte de la Transfiguración una de las que elige es ese hombre que un día estaba tan deprimido.



Y cuando las tormentas nos azotan que hermoso es escuchar las palabras que son como el silbido apacible y delicado del Señor: “la paz os dejo, mi paz os doy. No como el mundo la da, yo os la doy. No se turbe vuestro corazón ni tenga miedo” (Juan 14:27)



Vivimos en un mundo saturado de ruidos perniciosos e insoportables. Pero yo puedo controlar qué clase de programas veo, qué tipo de música escucho. ¿Será posible que debido a todo el bullicio a mi alrededor no puedo escuchar el sonido apacible y delicado de la voz de Dios”



Ayuda para grupo de estudio:



- Los atributos de Dios



- Dios dándole a su siervo otra oportunidad



- La restauración emocional de Elías.



- El SEÑOR con nosotros en las dificultades (Ro. 8:35-39)



Contrastes entre los dos montes:



Monte Carmelo



- Cansancio físico y emocional



- Bullicio, gritos (1 Rey 18:29)



- Dios se expresa por fuego.



- Juicio sobre los idólatras.



Monte Horeb



- Renovación espiritual.



- Sonido apacible y delicado



- Dios se expresa con amor.



- Restauración del profeta



Bibliografía



Ref. John Gill Exposition of the Old Testament volume 2 Pag 755.



Awake my Heart J Didlow Baxter Kregel Publications pag 222.



Tomado del libro CUANDO DIOS HACE MARAVILLAS Autor: Dr. Roberto Estévez Editorial Mundo Hispano Casa Bautista de Publicaciones


 

 


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