Si defiendo los derechos del niño en el vientre, entonces también debo defenderlos cuando ha nacido.
Ser cristiano significa confesar que Dios es creador de la vida. Siendo que Dios es el dador de la vida, entonces debemos ser pro-vida, debemos reconocer la imagen de Dios en todo ser humano y tratarlo con el amor y dignidad con que Dios nos trata a todos. El argumento parece fácil, pero se tiende a complicar de maneras muy interesantes dentro de las realidades políticas en que vivimos en los Estados Unidos.
En la jerga popular de este país ser pro-vida significa trabajar para proteger los derechos del niño no nacido. Porque soy pro-vida yo me comprometo a trabajar a favor de los no nacidos. Pero, como cristiano, se que también significa que debo ayudar a la niña recién nacida que es vulnerable porque ha nacido en una familia pobre. Y siendo que le estamos pidiendo a la mujer pobre que no aborte entonces nos estamos haciendo responsables de caminar con ella. Como cristiano no puedo argumentar en contra del aborto y luego negarle cuidado médico a la mujer durante su embarazo y alumbramiento.
Ser pro-vida significa que si defiendo los derechos del niño en el vientre, entonces también debo defenderlos cuando ha nacido. Por eso debo luchar por el trato justo de todos, especialmente los que carecen de protección por ser pobres o de poblaciones discriminadas. También me llama a caminar con la mujer que se encuentra ante decisiones complicadas sobre el tema del aborto y proteger sus derechos en medio de realidades complejas, muchas veces creadas por hombres que se les hace fácil tratar de controlar a la mujer.
Porque soy pro-vida invito a la gente a que conozca al Dios de la vida por medio de Cristo Jesús. Quiero que todos puedan disfrutar la vida abundante que Dios promete y que conozcan la vida eterna. Pero también significa que debo predicar las partes del mensaje que son más difíciles, las que denuncian la injusticia y llaman al arrepentimiento.
Por ejemplo, la postura pro-vida también tiene que aplicar al enemigo. Quiero que el amor divino se derrame sobre mi enemigo y sobre el que me ha hecho mal. Nunca abogaré por una pena capital porque nunca le querré quitar la oportunidad de arrepentimiento a una persona, hasta el último instante de su vida.
El Antiguo Testamento nos llama a cuidar de la vuida, el huérfano y el extranjero (por ejemplo, Deuteronomio 24:18-20). Esto significa que soy pro-vida cuando lucho en contra de la injusticia hacia los más vulnerables de la sociedad. El mandato bíblico me llama a tener la misma inquietud por el inmigrante que tengo por el niño no nacido y por toda persona vulnerable. Si soy un cristiano pro-vida, la Biblia no me permite darle más importancia al inmigrante que al no nacido o a la inversa.
Soy pro-vida porque soy seguidor de Cristo Jesús. No puedo permitir que las posturas políticas nacionales definan mis compromisos. Siendo que cada partido político principal tiende a enfocar en una serie de valores y estar en contra de otros, esto me deja en un dilema. Lucharé por los derechos de los niños no nacidos, por los derechos de la mujer, por el cuidado de los niños y por la justicia social a favor de los vulnerables. Abogaré por leyes justas a favor de los pobres, los refugiados y los inmigrantes. Esto complicará mi participación política y social. No me hago la ilusión de que un partido o el otro es más “cristiano”. Cada uno de los partidos reflejan algunos de los los valores “pro-vida” y tienden a desvalorar algunos otros valores. En algunos temas los de derecha estarán más cerca de los valores del reino, mientras que en otros serán los de izquierda. Pero ninguno de los dos los reflejarán completamente. Así que, en ocasiones caminaré con un lado y en otras caminaré con el otro. Y los dos sospecharán de mí porque los apoyaré en algunos temas y estaré en desacuerdo en otros. Pero sigo caminando así porque quiero seguir a Cristo Jesús, en quien está la vida.
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