Jesús adoptó lo quebrantado de este mundo e invirtió su propia vida en ello.
En un viaje misionero a Yakarta, Indonesia, estaba yendo a la ciudad para la sesión de la tarde de la conferencia bíblica en la que estaba participando. Mientras íbamos en el automóvil, las escenas que veíamos a lo largo del camino alternaban entre bastante divertidas y profundamente perturbadoras.
Era bastante divertido observar a hombres vendiendo a los conductores que se detenían con el tráfico en la carretera revistas estadounidenses para hacer mejoras en la vivienda. Pero era profundamente perturbador ver a familias, personas y niños viviendo en la mayor miseria, obviamente sin vivienda, vestido, alimento, agua o salubridad adecuados.
Ver ese tipo de pobreza casi me hizo sentir la necesidad de girar el rostro. Eran escenas que, a menudo, crean respuestas en nosotros que van desde la culpa hasta la ira, y desde el desprecio hasta la apatía. Pero, en la mayoría de los casos, simplemente desviamos nuestros ojos y no hacemos nada. Vemos lo quebrantado de la vida en este mundo y nos parece que es más de lo que podemos “digerir”. Pero Jesús era diferente. Él adoptó lo quebrantado de este mundo e invirtió su propia vida en ello. De hecho, en realidad transformó lo quebrantado de la vida en algo radicalmente distinto.
Jesús entregó compasión y preocupación a los quebrantados que habían sido abandonados por casi todos los demás.
Pocas cosas causaron mayor perplejidad a las personas de la generación de Jesús que la disposición que Él tenía de invertir su propia vida y su cuidado en los marginados y rechazados de la sociedad. Jesús entregó compasión y preocupación a los quebrantados que habían sido abandonados por casi todos los demás. Tal vez no haya episodio que muestre esto con mayor claridad que la interrelación de Jesús con un leproso en particular.
Debemos recordar que en los días de Jesús la lepra era una enfermedad fea y destructiva, que, además, se temía como altamente contagiosa. Cuando una persona desarrollaba una mancha seca en la piel, los sacerdotes la examinaban y luego aislaban a la persona por un periodo de tiempo.
Si el segundo examen determinaba que la mancha era en efecto leprosa, el que la sufría era alejado de su familia, su hogar, su carrera, su comunidad y su sinagoga para deambular fuera de la esfera de la sociedad. A menudo, vivía en comunidades de exiliados con otros sufrientes atacados por la enfermedad y jamás se le permitía reengancharse en la vida tal y como la había conocido antes de contraer la lepra. Si esta persona se encontraba entre gente “normal”, tenía que cubrirse la boca y gritar una advertencia para todos: “¡Inmundo! ¡Inmundo!” .
Los leprosos eran los últimos marginados de su época, un cuadro del quebrantamiento de personas caídas en un mundo caído. Llevaban una vida de aislamiento, pesar, vergüenza y angustia.
Todo esto nos ofrece el trasfondo para entender la naturaleza extraordinaria del encuentro de Jesús con un leproso en particular. Notemos cómo Mateo describió la escena:
Y he aquí vino un leproso y se postró ante él, diciendo: Señor, si quieres, puedes limpiarme. Jesús extendió la mano y le tocó, diciendo: Quiero; sé limpio. Y al instante su lepra desapareció. Entonces Jesús le dijo: mira, no lo digas a nadie; sino ve, muéstrate al sacerdote y presenta la ofrenda que ordenó Moisés, para testimonio a ellos (Mateo 8:2-4).
Dos cosas sobresalen de manera extraordinaria cuando leo ese relato. La primera es la osadía del leproso. Casi puedo imaginarle abalanzándose hacia Jesús, mientras las multitudes se apartaban como el Mar Rojo cuando este hombre obviamente afligido se movía entre ellas. Su confiada actitud en la capacidad de Cristo para rescatarle de su lepra fue el poderoso motivador que le impulsó hacia el Salvador.
Lo segundo que noté es la compasión de Cristo, aun cuando la palabra compasión no se usa en el texto. Jesús podría haber sanado a este hombre utilizando una docena de formas distintas para hacerlo. Podría haberlo sanado con un pensamiento, una palabra, un gesto, o un movimiento de cabeza en señal de aprobación. Pero no. Jesús violó toda prohibición social y religiosa vigente en su tiempo al sanar al leproso tocándole.
Para una persona que no había sentido el contacto humano en años, el toque compasivo del Maestro contribuyó más a la sanidad del solitario corazón de este leproso que a la de su cuerpo enfermo. Es algo poderoso ver hasta dónde Jesús estaba dispuesto a ir con tal de causar un impacto en esta vida profundamente quebrantada.
Jesús violó toda prohibición social y religiosa vigente en su tiempo al sanar al leproso tocándole.
Pero, ¿por qué? ¿Por qué Jesús hizo todo lo posible para interactuar con un mundo quebrantado? Tal vez podamos encontrar una pista que nos lleve a la respuesta en la carta a los Hebreos en el Nuevo Testamento. Allí leemos:
Porque no tenemos un sumo sacerdote que no pueda compadecerse de nuestras debilidades, sino uno que fue tentado en todo según nuestra semejanza, pero sin pecado. Acerquémonos, pues, confiadamente al trono de la gracia, para alcanzar misericordia y hallar gracia para el oportuno socorro (Hebreos 4:15-16).
Jesús experimentó la vida en su nivel más desafiante. Y lo hizo, en parte, para que cuando las luchas de la vida nos quebranten y nos volvamos a Él en busca de consuelo y ayuda, sepamos que Él entiende. Él entiende debido a la manera en que voluntariamente se insertó en la vida, comprometiéndose, experimentando y recibiendo a las personas quebrantadas en el momento de su necesidad.
Usando la metáfora de una lluvia purificadora, Michael W. Smith canta elocuentemente acerca del impacto de Cristo en las vidas quebrantadas en su canción “Lluvia Sanadora”:
Cae la lluvia sanadora;
Se acerca
a las personas perdidas y encontradas.
Lágrimas de gozo
Y lágrimas de vergüenza
En el nombre de Jesús
Por siempre enjugadas.
Jesús pudo causar un impacto en las vidas quebrantadas porque estuvo dispuesto a inyectar su perfección divina en el quebrantamiento de ellas, lo cual fue otra sorpresa para las multitudes que observaban.
(Continuaremos en próximos artículos.)
(Artículos extraídos y adaptados del librito El lado sorprendente de Dios, escrito por Bill Crowder y publicado por Ministerios Nuestro Pan Diario en su serie Tiempo de Buscar. Puedes encontrar este y otros libritos sobre diferentes temas en: http://nuestropandiario.org/2009/09/serie-tiempo-de-buscar/
El link para la descarga de este librito en concreto es: http://d254u7jd4zosxo.cloudfront.net/files/2011/01/G2254_Surprising_ESP.pdf?7489a8
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