Como un escultor amoroso y todopoderoso, seguirá cincelando nuestras vidas endurecidas hasta que Jesús pueda ser vislumbrado en nosotros.
La tercera dinámica es que Dios no tiene un proceso sin un propósito. Romanos 8:28 garantiza que Dios procesa en nosotros todas las cosas para bien. Ese es su propósito. Para el creyente, no hay dolor sin el propósito de un buen resultado.
Me encontraba en el vestíbulo de la iglesia diciéndoles a unos padres aliviados: «Dios ciertamente fue bueno al proteger la vida de su hijo». La noche anterior, el hijo de esta pareja había tenido un terrible accidente automovilístico. Fue llevado de urgencia a un hospital que estaba a más de una hora de distancia para recibir un tratamiento especial. Durante toda la noche, la vida del muchacho pendió de un hilo. ¡Pero sobrevivió!
Junto a estos padres había otra pareja cuya hija había muerto en un choque hacía unos cuantos años. Entonces me di cuenta. ¿Acaso Dios no había sido bueno con ellos? ¿Cómo definía yo el concepto de «bien»? ¿Qué habrá significado mi comentario para los padres menos afortunados?
Dios define bien en Romanos 8:29. El texto dice que este proceso es para aquellos que han sido llamados conforme al propósito divino. ¿Y cuál es ese propósito? Según el versículo 29 consiste en conformarnos a la imagen de su Hijo, y esto es lo bueno.
Todo lo que nos lleve a reflejar mejor las cualidades de Cristo en nuestra vida y a través de ella, es bueno. Lo que sea que se requiera, dolor o placer, es bueno si nos conforma a su semejanza. Esta es la meta de Dios en el proceso del dolor. Él toma todo lo que permite y lo hace parte del proceso para que reflejemos la imagen de Cristo.
Hace años, cuando nuestra familia se encontraba en una conferencia, Mateo, nuestro hijo menor, se cayó y se rompió la muñeca. Yo nunca había visto algo parecido. El brazo apuntaba hacia la izquierda a la altura de la muñeca y luego retomaba su curso normal para llegar a la mano. Era grotesco.
Llevamos a Mateo de urgencia al hospital donde el doctor comenzó a acomodarle la muñeca. Yo observaba mientras él tomaba el brazo de Mateo y lo retorcía. El doctor comenzó a transpirar y yo sentí el impulso de saltar y sacarlo de encima de mi hijo, pero simplemente me quedé sentado y observé lo que hacía. Yo sabía que el brazo de Mati tenía que ser reacomodado según el diseño y propósito originales. Sin embargo, el dolor y varias semanas de molestias serían parte del proceso.
A menudo, cuando el pecado y la obstinación nos quebrantan y nos hieren, nuestro Dios bueno y amoroso también tiene que recomponernos, colocarnos de vuelta en el propósito que tiene diseñado para nosotros, es decir, conformarnos a la imagen de su Hijo. Tiene que ponernos nuevamente un corazón compasivo, recto, y amoroso y reubicarnos en el propósito original de ser glorificado a través de nuestras vidas.
Dios no solo tiene intención de conformarnos a lo que es bueno, sino que también dispone del poder para completar el proyecto.
Me encanta lo que dijo el profeta Isaías cuando escribió que Dios puede «consolar a todos los enlutados; […] ordenar que a los afligidos de Sion se les dé gloria en lugar de ceniza, óleo de gozo en lugar de luto, manto de alegría en lugar de espíritu angustiado; y [que] serán llamados árboles de justicia, plantío de Jehová, para gloria suya» (Isaías 61:2b-3). Dios puede restaurar los años que la langosta se ha comido (Joel 2:25).
Miguel Ángel esculpió la estatua denominada David en un trozo de piedra. Otros artistas toman óleos de colores y lienzos para crear obras maestras. Vigas de acero se doblan y son soldadas para levantar monumentos de aspecto extraño en las plazas de nuestras ciudades. Sin embargo, jamás he visto a un artista intentar hacer algo bello con cenizas. Solo Dios puede hacerlo (Isaías 61:3).
El Señor puede derramar el amor de Cristo en nuestras vidas. Tal vez requiera un poco de quebrantamiento y quizá sea necesario que atravesemos un tiempo de necesidad para tomar conciencia de las necesidades de los demás. Si hace falta sufrir para lograrlo, es bueno.
¿Podemos llorar con los que lloran? Es probable que Dios tenga que empapar nuestras mejillas con lágrimas para que podamos identificarnos auténticamente como lo hace Cristo.
¿Somos autosuficientes? La tragedia de nuestra próspera cultura es que rara vez percibimos la necesidad que tenemos de Dios cuando, en realidad, le necesitamos desesperadamente. Tal vez Dios tenga que despojarnos de parte de nuestra seguridad, con todo lo doloroso que eso pueda ser, para que aprendamos a depender de Él como lo hizo Cristo. Eso sería bueno.
¿Nos falta fe? Quizá sea necesario vivir una tragedia para que experimentemos la realidad de Dios y aprendamos a descansar y confiar en Él tal como Cristo lo hizo. Eso sería bueno.
¿Somos orgullosos, indiferentes, carnales, egoístas, vengativos, negativos o iracundos? Dios tiene algo mejor: el estilo de vida de su Hijo.
Dios puede efectuar un cambio positivo en nosotros. Él sabe qué es mejor y qué hace falta para lograrlo. Como un escultor amoroso y todopoderoso, seguirá cincelando nuestras vidas endurecidas hasta que Jesús pueda ser vislumbrado en nosotros.
Para los que conocemos a Dios, el dolor es un proceso con propósito. Nosotros no atravesamos momentos difíciles, sino que los momentos difíciles nos atraviesan a nosotros para que reflejemos la bella imagen de Cristo Jesús.
Y eso es bueno.
(Artículos extraídos y adaptados del librito Anclas en la Tormenta, escrito por Joe Stowell y publicado por Ministerios Nuestro Pan Diario en su serie Tiempo de Buscar. Puedes encontrar este y otros libritos sobre diferentes temas en: http://nuestropandiario.org/2009/09/serie-tiempo-de-buscar/
El link para la descarga de este librito en concreto es: http:// http://d254u7jd4zosxo.cloudfront.net/files/2011/01/J9586_Anchors_ESP.pdf?7489a8
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