Tu carta a la primera generación de la Fraternidad Teológica Latinoamericana dice que lo único que logró fue que se viese la misión integral como “organizar proyectos de asistencia social”.
Confieso que no deja de sorprenderme que, en vista de los largos años de la amistad que te une tanto a mi como a Samuel Escobar, Juan Stam, Valdir Steuernagel, Tito Paredes y Pedro Arana, hayas elegido escribirnos una carta abierta sobre un tema escabroso como el que enfocas en ella.
Tildo de “escabroso” a este tema porque tiene que ver con la “mentalidad conservadora y pensamiento político reaccionario” de un importante sector del pueblo evangélico.
De este pueblo al cual amamos, con el cual nos identificamos y al cual queremos servir pastoralmente, a pesar de las duras críticas que nos hace porque no compartimos el conservadurismo político que tanto afecta su comprensión de la misión profética de la iglesia.
¿No hubiera sido mejor invitarnos a dialogar sobre este tema, con miras a encontrar maneras más efectivas de romper la barrera que nos separa de ese sector dominado por “púlpitos amenazantes, sermones manipuladores y predicadores con elocuentes intenciones políticas”?
Si entiendo bien tu carta dirigida a quienes formamos parte de la primera generación de la Fraternidad Teológica Latinoamericana, tu reclamo es que lo único que logró nuestra enseñanza fue que la mayoría de las iglesias creyera que hacer misión integral es “organizar proyectos de asistencia social”.
Como resultado, “la función administrativa y gerencial de la misión integral le ganó la partida a la tarea reflexiva y teológica de la misma. Hay riqueza metodológica, pero pobreza teológica; abundancia de obra social, pero escasez de propuestas sociales de transformación”.
Permíteme hacer tres breves comentarios al respecto, uno en relación a mi propio ministerio, otro en relación a los resultados de nuestra enseñanza sobre misión integral, y otro en relación a otros ministerios en la línea de la misión integral.
En primer lugar, en lo que atañe a mi propio ministerio, reconozco sus debilidades pero creo honestamente que jamás se ha limitado a fomentar proyectos de asistencia social. Tanto en mis escritos como en mis múltiples conferencias públicas me he esforzado por enfocar temas que apuntan a la necesidad de ir más allá del asistencialismo.
He denunciado los males de la globalización del capitalismo neoliberal y he tratado de mostrar la importancia de proyectos que den expresión concreta al hambre y sed de justicia que tenemos como ciudadanos del Reino de Dios en el campo socioeconómico, político y ecológico. Y en mi ministerio pastoral he estimulado a profesionales evangélicos a tomar muy en serio el compromiso de contribuir a la transformación integral mediante el ejercicio de su profesión. ¡El precio que he tenido que pagar por estos énfasis es el ser acusado de marxista o comunista!
En segundo lugar, por la gracia de Dios en toda América Latina han surgido y siguen surgiendo iglesias que no sólo hablan sino practican la misión integral con miras a la transformación social.
No son muchas, pero las hay y se multiplican en número, como lo constaté en el III Congreso de Misión Integral organizado por ALEF, que se llevó a cabo recientemente en Natal, en el Noreste del Brasil, al que fui invitado como orador. Me llamó la atención el número de pastores y líderes que asistieron no sólo de esa región sino de también de otros lugares del país.
En tercer lugar, aunque valoro mucho el trabajo de las ONGs evangélicas dedicadas a servir a los sectores más pobres de la población, pienso que frecuentemente dan mucha más importancia a “la función administrativa y gerencial de la misión integral” que a “la tarea reflexiva y teológica de la misma”.
Consecuentemente, dejan a las iglesias con un lamentable déficit en lo que tiene que ver con la base bíblico-teológica para hacer frente a los embates de la “mentalidad conservadora y pensamiento político reaccionario” con que los medios al servicio de la avaricia bombardean a la sociedad en nuestros países y alrededor del mundo contemporáneo.
No me cabe la menor duda de que esos medios son los que lograron el impeachment de Dilma en el Brasil, el retorno al neoliberalismo con la elección del nuevo gobierno nacional en la Argentina, el triunfo del voto contra el reciente plebiscito por la paz en Colombia, y los intentos de desestabilizar a otras democracias progresistas como las de Venezuela, Ecuador y Bolivia.
Con el sincero afecto de siempre, un abrazo,
René Padilla
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