Todo lo que Dios nos revela a través la Biblia no es para deleitarnos y abstraernos delo que sucede alrededor nuestro. Más bien quiere hacernos tomar conciencia de nuestra misión aquí y ahora.
¿Todavía nos preguntamos los cristianos si a Dios le importa la ética, la política, la economía, la justicia social, etc.? Si hemos leído Deuteronomio no podemos negar que Dios es justo e imparcial. Y si medianamente hemos leído a los profetas, no podemos negar que a Dios no le era indiferente lo que se estaba cociendo en medio de su pueblo y de todo lo que lo rodeaba.
Una muestra de lo que decimos se puede constatar en el mensaje lanzado por el profeta Amós, cuando dice de Israel: "… Venden al justo por monedas, y al necesitado, por un par de sandalias. Pisotean la cabeza de los desvalidos como si fuera el polvo de la tierra y pervierten el camino de los pobres… se acuestan sobre ropa que tomaron en prenda, y el vino que cobraron como multa lo beben en la casa de su Dios…". Y de Canaán: "… usa balanzas fraudulentas, pues le gusta explotar a los demás". Y así un largo etcétera…
Poco diferencia a nuestra sociedad de la de antaño. En Lucas 4 el mismísimo Jesús inicia su ministerio público con un plan estratégico que hizo tambalear a los que le acompañaban en la sinagoga en el momento en que lo leyó: "El espíritu del Señor está sobre mí, por cuanto me ha ungido para anunciar buenas nuevas a los pobres. Me ha enviado a proclamar libertad a los cautivos y dar vista a los ciegos, a poner en libertad a los oprimidos…". Y además les recuerda "que a ningún profeta lo aceptan en su propia tierra". Y que "en tiempos de Elías, cuando el cielo se cerró por tres años y medio... muchas viudas vivían en Israel. Sin embargo, Elías no fue enviado a ninguna de ellas, sino a una viuda de Sarepta". Y que "había en Israel muchos enfermos de lepra en tiempos del profeta Eliseo, pero ninguno de ellos fue sanado, sino Naamán el sirio". Todo esto es el preámbulo de algo grande.
Entendemos que todo lo que Dios nos revela a través de su manual de instrucciones, la Biblia, no es para deleitarnos por un momento y abstraernos de todo lo que sucede alrededor nuestro. Más bien parece que quiere hacernos tomar conciencia de nuestra misión aquí y ahora, y de que la sociedad que circunda nuestras fronteras es nuestro punto de misión; un mundo complejo y doloroso. Y Dios no quiere que nos quedemos parados. Quiere rentabilidad. Y eso significa invertir en los campos, ya blancos, donde nos ha puesto.
Pensando en estos asuntos, leo en Hechos un pasaje que nos refuerza lo que venimos afirmando: "En aquellos días, al aumentar el número de los discípulos, se quejaron los judíos de habla griega contra los de habla aramea de que sus viudas eran desatendidas en la distribución diaria de los alimentos. Así que los doce reunieron a toda la comunidad de discípulos y les dijeron: 'No está bien que nosotros, los apóstoles, descuidemos el ministerio de la palabra de Dios para servir las mesas. Hermanos, escoged de entre vosotros a siete hombres de buena reputación, llenos del Espíritu y de sabiduría, para encargarles esta responsabilidad. Así nosotros nos dedicaremos de lleno a la oración y al ministerio de la palabra" (6.1-4).
En primer lugar, me admira que pudieran quejarse y que les escucharan. Y que los doce, nada más escuchar las quejas, resolvieron el asunto porque era lo que había que hacer para que nada pudiera desviarlos de su misión. Y no fueron con el cotilleo a los judíos de habla aramea para dejar mal a los "quejicas" de habla griega y generar la desunión. Tampoco lo dejaron para el próximo año porque consideraron que había un problema que requería una resolución inmediata ya que se trataba de seres vivos. No impusieron su voluntad sino que dijeron: "hermanos, escoged entre vosotros". Y uno de los escogidos fue Esteban, "un hombre lleno de la gracia y del poder de Dios".
En realidad, sabían que el asunto de las viudas no era un capricho. Era una recomendación de antaño, como hemos señalado, donde también estaban incluidos los huérfanos y los extranjeros. Ya sabemos que en aquella época éstas quedaban a la intemperie. Pero ¡ojo!, modificaron su organigrama incluyendo más recursos humanos para que el ministerio de la palabra no quedara desatendido. Porque les había quedado claro que la misión era integral. Debían preocuparse por la salvación de las almas, pero también de sus cuerpos mientras paseaban por esta tierra. No se habían olvidado que su Maestro había proclamado las buenas nuevas, pero también sanado y quitado demonios incluso en días de reposo.
Y si continuamos leyendo en Hechos, llegamos al capítulo 9 para asombrarnos con la conversión de Saulo, el de Tarso. Y más adelante del mismo se nos relata sobre una discípula llamada Tabita (Dorcas) que vivía en Jope, la cual "se esmeraba en hacer buenas obras y en ayudar a los pobres". Y seguro que con ello proclamaba las buenas noticias. Dorcas había enfermado y muerto. Pedro es llamado porque estaba cerca. Menos mal que no estaba totalmente desconectado del mundo. ¿Y quiénes se le presentan desconsoladas? Las viudas, a quienes la discípula había ayudado. Otra vez las viudas necesitadas que habían sido atendidas en el momento oportuno por Tabita. Es decir, que las buenas obras eran valiosas para los que habían creído; un fruto resultante. En forma de túnicas y otros vestidos, en este caso. Que casualmente cubrían los cuerpos necesitados de abrigo. Las obras de Tabita la avalaban. ¿Sí? O no.
No sé si todavía me creo esto: buenas obras, buenas obras; sí o no. Y Pedro la resucitó. Y luego llamó a los creyentes y ¡a las viudas! para presentarla viva.
Como respuesta a mí misma, al seguir leyendo o releyendo, pues resulta que ya lo he hecho tantísimas veces, en el capítulo 10 rememoro que en Cesarea había un centurión romano llamado Cornelio. Nada menos que un centurión del que podría pensarse que su vida estaba dedicada solo a los asuntos de su regimiento conocido como el Italiano. Sin embargo, dícese que "él y toda su familia eran devotos y temerosos de Dios". Y "realizaba muchas obras de beneficencia para el pueblo de Israel y oraba a Dios constantemente". Oraba y laboraba. Pero todavía le faltaba algo: creer en Jesús. Y qué bueno que nuestro Dios, el que no tienen vacaciones, estaba pendiente hasta de este extranjero. Y en una visión vio a un ángel de Dios que se le acercaba y le decía: "Dios ha recibido tus oraciones y ¡tus obras de beneficencia! como una ofrenda". Y le dice el ángel de Dios que llame a Pedro que está en Jope. Y obedece diligentemente. El cual no tuvo pereza y caminó y caminó; y después de un día llegó a casa de Cornelio. Y rehusó las muestras de respeto de éste, a pesar de que como extranjero debería hacerlas. Y entra en la casa de Cornelio, a pesar de que, según la ley, un judío no debía mezclarse con tales.
Y además, Pedro entiende que para Dios no hay favoritismos, ha llegado una nueva era. Dios es imparcial. Y les dice todo lo que Dios le había encomendado que dijese. Predica a los gentiles. Y los gentiles reciben el don del Espíritu Santo. Y son bautizados. Pedro había entrado en su casa y comido con ellos. Y en el capítulo 11 vemos que lo critican, pero él les explica su comportamiento y deja claro que él no es nadie para estorbar a Dios. Da las debidas explicaciones, dedica un tiempo para ello. Y los demás entienden.
Unos tenían más teoría, otros más praxis, pero les ayuda a perseguir el equilibrio. Pero tenía que dedicarse. Tarea nada fácil. Hay que tener mucho tacto. Hacer entender que fe y obra van de la mano.
En estos años he visto cómo se va ampliando la labor social desde nuestras iglesias y otras organizaciones evangélicas. Algunas desde muy, pero muy atrás. Seguro que con sus luces y sus sombras, pero están ahí.
Yo no soy nadie para hablar del tema, pues no he hecho nada digno de ejemplo, pero he podido observar, desde mi sofá, que pedir ayuda no es fácil. Aunque sea para otros. Rogar, dedicar tiempo, a veces recursos, recibir negativas. Y desconfianza.
He visto a personas que le restan tiempo a sus familias, a su empresa y otras áreas de su vida para compartirlo con seres humanos que ni siquiera conocen. Un poquito de su escaso presupuesto, o del paro, o de un sueldo que no tiene, para compartirlo con los menos privilegiados, lo cual las hace aparecer como derrochadoras o que quieren aparentar ser más buenas que los demás. O que abandonan a sus familias y no son tan formales. O que no tienen nada mejor que hacer.
He observado a gente trasnochando para elaborar proyectos que les permitan captar recursos. Seguro que me dirán que eso lo hace cualquiera, pero digo que no si es para los otros. Porque me cuesta si es para unos desconocidos que incluso desconfío que son unos holgazanes.
Y me cuesta dar porque pienso que los que administran se pueden guardar un poquito. Y lo digo sin tener seguridad pero me lo pienso. No soy discreta, ni intento averiguar con quien corresponda antes de. Más bien lo cuento a otros para que ya no sea solo yo la que dejo de dar.
Sin querer he escuchado que cuando trabajan o hablan en favor de los más necesitados les dicen que no han entendido que la salvación no se alcanza por las obras. O sea que todavía no son salvos. Pero también dicen que nadie se preocupa de explicárselo, como Pedro, y hacerle un lavado de cerebro para que cambien el chip. Porque no hay tiempo.
A veces ni siquiera observo pues soy yo la que pongo defectos a las iniciativas de los otros en materia solidaria, pero tampoco me pongo a trabajar y hacer algo mejor.
Declaro mea culpa. Es momento de que reflexione y me ponga manos a la obra, menos teoría y más praxis. A ver.
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