Es evidente que Dios es mucho más que la sola causa del universo, pero si Él no existiera no se habría originado nada. Dios, al crear, llamó a la existencia lo inexistente.
En su libro Threeroadsto quantum gravity(2001) (“Tres caminos hacia la gravedad cuántica”), el físico teórico norteamericano, Lee Smolin, ofrece una definición bastante exacta, que él acepta como válida, de lo que podría llamarse reduccionismo materialista. Asume que todas las explicaciones del cosmos se reducen sólo a aquellas que puedan aportar las ciencias naturales. Y, en este sentido, escribe: “Es cierto que el universo es tan bello como complejamente estructurado. Pero no puede haber sido hecho por algo que exista fuera de él, ya que por definición el universo es todo lo que existe, y no puede haber nada fuera de él. Ni puede haber habido, por definición, algo anterior al universo que lo causara, porque, si algo ha existido, ha tenido que ser parte del universo. De modo que el primer principio de la cosmología debe ser “no hay nada fuera del universo”. (…) Este primer principio quiere decir que consideramos que el universo es, por definición, un sistema cerrado”. De manera que un Dios creador no cabría, en opinión de Smolin, en un universo cerrado que se habría hecho a sí mismo sin una causa original. ¿Qué pueden pensar los jóvenes estudiantes que aceptan la existencia de Dios cuando se enfrentan en las aulas a tales afirmaciones de sus profesores? ¿Que la cosmología ha desplazado al Creador? ¿Que la fe teísta es sólo para personas poco informadas? Nada más lejos de la realidad. Como veremos, lo que expresa aquí el Dr. Smolin es un gran acto de fematerialista que se intenta hacer pasar por ciencia, pero que resulta imposible de demostrar en la práctica.
Por mucho que las ciencias experimentales se esfuercen, en particular la cosmología, la causa de la existencia del universo no es una cuestión a la que dichas disciplinas puedan dar respuesta definitiva. Decir que el mundo no puede haber sido hecho por algo que exista fuera de él no es una negación que pueda demostrarse científicamente. Escapa y escapará siempre al ámbito de la verdadera ciencia. Un cosmos que fuera el resultado de una singularidad, como afirma la teoría de la Gran Explosión, o de una fluctuación de un vacío primordial, como acepta Smolin, no sería un universo que se hubiera creado a sí mismo (autocreado). Ni tampoco, ese vacío primordial sería la nada absoluta de la creación a partir de la nada.No se debe confundir la “nada” ontológica con la “nada” física. Cuando los cosmólogos empiezan a decir que “nunca hubo un Dios” o que “el universo surgió sin causa” abandonan inmediatamente el terreno de la ciencia para inmiscuirse en el de la filosofía, la teología o el simple sentido común. Sus opiniones valen entonces como las de cualquier hijo de vecino. Esto deben saberlo los estudiantes creyentes.
Es evidente que Dios es mucho más que la sola causa del universo, pero si Él no existiera, no se habría originado nada. Ni vacíos ni singularidades. Ni cosmos ni cosmólogos. Dios, al crear, llamó a la existencia lo inexistente. En la nada metafísica florecieron los entes físicos. Espacio, tiempo y materia empezaron a ser lo que son. De manera que Dios es la fuente inagotable de todo ser. Elcosmólogo que niega o banaliza este misterio trascendente está malinterpretando a Dios y a lo que significa realmente “crear”. Y, por supuesto, no está haciendo ciencia. Crear a partir de la nada no es transformar una cosa en otra diferente.Tal como enseñó Tomas de Aquino, la creación no es un cambio. Algo a lo que la ciencia tendría acceso. Por el contrario, crear es hacer aparecer seres sin ningún tipo de transformación constatable. Es un rechazo absoluto de cualquier causa material en el acto creador.
Muchos cosmólogos piensan equivocadamente que la creación de la nada (ex nihilo) es lo mismo que la creación después de la nada (post nihilium). Y así creen que al negar la segunda (que la creación ocurriera después de la nada) están negando también la primera (la creación a partir de la nada). Pero son dos conceptos bien distintos. Una cosa es investigar los procesos que ocurren en la naturaleza, y otra cosa diferente es examinar el significado del propio existir de las cosas. Por tanto, jamás el método científico podrá estudiar el acto mismo de la creación, que es metafísico e indetectable para el ser humano. La ciencia es incompetente para negar o demostrar a Dios. Puede aportarnos indicios susceptibles de ser interpretados en un sentido u otro pero nunca demostraciones irrefutables.
Desde tal convicción, un error que debemos evitar, sobre todo los creyentes, es pensar que la teoría de la Gran Explosión, descrita por la cosmología moderna, es una demostración científica de la creación a partir de la nada. No lo es. De la misma manera que la hipótesis de Hawking, de un universo sin frontera inicial, sin singularidad o comienzo, tampoco elimina realmente la acción creativa de Dios. La cosmología no puede demostrar o negar al Creador que seguirá siempre siendo necesario, puesto que es -como decimos- la fuente del ser.Muchas tentativas humanas por explicar lo inexplicable no son más que especulaciones teóricas que pueden cambiar con el tiempo. Especular no es malo. Lo que no puede resultar nunca lícito es sacar conclusiones erróneas -como que Dios no puede existir fuera del universo, que éste es todo lo que existe o que no tiene causa- por no saber distinguir adecuadamente entre los dominios de las ciencias naturales, la metafísica y la teología.
Desde esta última disciplina, fundamentada en la revelación escritural, entendemos que Dios, existiendo fuera del tiempo, del espacio y del universo material, hizo existir también todas las cosas como entidades finitas que son diferentes de Él, aunque completamente dependientes de su causalidad. La palabra “creación” significa, pues, la radical dependencia de Dios como causa de todo ser. De manera que no puede haber ningún conflicto necesario entre la doctrina de la creación y ninguna teoría física porque éstas, en cualquier caso, dan cuenta de los cambios en los seres materiales, mientras que la creación se refiere a la propia existencia de las cosas.
Notas:
Smolin, L., 2001, Threeroadsto quantum gravity, Basic Books, Nueva York, p. 17.
No me gusta el término “Big Bang” o “Gran Explosión” porque no hace honor a la teoría. Por explosión pudiera entenderse caos o desorden, mientras que lo que supuestamente ocurrió fue todo lo contrario: el surgimiento del orden cósmico y la creación. ¿Sería mejor “Gran Ordenación”?
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