Seis razones para agregar una sexta sola a las cinco solas protestantes.
Resumimos las enseñanzas de la Reforma protestante en las famosas cinco solas: Sola scriptura, Sola gratia, Solus Christus, Sola fides y Soli Deo gloria.
Soy protestante y me gozo en nuestro gran legado evangélico, no obstante, estoy cada vez más convencido de que sería teológicamente correcto y necesario añadir una nueva sola a nuestra querida lista.
¿Qué? ¿Una sexta sola?
Sí, en efecto, una sexta sola. Me refiero a la doctrina del Espíritu Santo. ¿Por qué no empezar a hablar del ‘Solus Spiritus’ (Sólo el Espíritu) en adición a las cinco solas que ya tenemos?
En este artículo quiero ofrecer seis razones por las que pienso que una sexta sola sobre el Espíritu Santo haría mucho bien en el campo evangélico.
01.- ‘Solus Spiritus’ haría justicia al Espíritu de Dios.
Desde sus inicios, el movimiento de la Reforma se caracterizó por una fe ortodoxa en la Trinidad. Siguiendo el credo de Nicea, los protestantes confesaron a una sola voz la deidad del Espíritu del Señor. La primera confesión de fe protestante –la Confesión de Augsburgo (1530)- redactada por el brazo derecho de Lutero, Felipe Melanchthon, declara lo siguiente en su primer artículo:
“Nuestras iglesias enseñan, en perfecta unanimidad la doctrina proclamada por el Concilio de Nicea: a saber, que hay un solo Ser divino que llamamos y que es realmente Dios. Asimismo que hay en Él tres personas, igualmente poderosas y eternas: Dios Padre, Dios Hijo y Dios Espíritu Santo; todos los tres son un solo ser divino”.
Si el Espíritu es divino, entonces es lógico que le glorifiquemos juntamente con el Padre y el Hijo. Por lo consiguiente, la doctrina de ‘Solus Spiritus’ le daría al Espíritu el lugar que le corresponde en la doctrina y la adoración protestante.
02.- ‘Solus Spiritus’ es bíblico.
Los reformadores volvieron a la fuente por excelencia, las Sagradas Escrituras, y quedaron pasmados ante las verdades que allí encontraron.
El Espíritu Santo es omnipresente en la Biblia. En el Pentateuco, los libros históricos, los escritos proféticos, los evangelios, el libro de los hechos y las epístolas, el Espíritu está literalmente por todos lados.
Es difícil entender la razón por la que ‘Solus Spiritus’ nunca llegó a formar parte de las cinco solas dado que la Reforma se centró en dar a conocer las gloriosas verdades de la Palabra de Dios.
¿Qué lector bíblico entre nosotros negaría el lugar tan privilegiado que las Escrituras otorgan al precioso Espíritu?
03.- ‘Solus Spiritus’ es fiel a la doctrina de los reformadores.
Si volvemos a estudiar a los teólogos de la Reforma, veremos que redescubrieron varias facetas de la obra del Espíritu que el Catolicismo medieval había olvidado por completo.
Por un lado Lutero resaltó que el Espíritu anda en comunión con el Verbo de Dios. Por lo tanto, resulta imposible que la Palabra y el Espíritu se contradigan. En oposición a los espiritualistas (místicos) de sus días, Lutero destacó que el Espíritu obra primordialmente por medio de la predicación y la administración de los sacramentos. Nunca obra en contra de la Palabra.
Se lee, por ejemplo, en Confesión de Augsburgo, “Para conseguir esta fe, Dios ha instituido el oficio de la predicación. Es decir, ha dado el Evangelio y los sacramentos. Por medio de éstos, como por instrumentos, Dios otorga el Espíritu Santo, quien obra la fe, donde y cuando le place, en quienes oyen el Evangelio” (Artículo V).
Por el otro lado Calvino –llamado el “teólogo del Espíritu Santo” por B.B. Warfield (1851-1921)- proclamó la verdad de que el que nos convence de que la Biblia es la Palabra de Dios es el Espíritu del Señor. Escribió en sus ‘Instituciones’: “Tengamos, pues, esto por inconcuso: que no hay hombre alguno, a no ser que el Espíritu Santo le haya instruido anteriormente, que descanse de veras en la Escritura” (Instituciones, 1.1.6).
Y de nuevo: “Aunque [la Escritura] en sí lleva una majestad que hace que se la reverencie y respete, sólo, empero, comienza de veras a tocarnos, cuando es sellada por el Espíritu Santo en nuestro corazón. Iluminados, pues, por la virtud del Espíritu Santo, ya no creemos por nuestro juicio ni por el de otros que la Escritura procede de Dios, sino que por encima de todo entendimiento humano con toda certeza concluimos (como si en ella a simple vista viésemos la misma esencia divina) que nos ha sido dada por la boca misma de Dios por ministerio de los hombres” (Instituciones, 1.1.6).
Tanto Calvino como Lutero y sus seguidores predicaron acerca de la obra del Espíritu en la vida de Cristo, de su obra de conversión en los creyentes (principalmente al obrar fe en sus corazones), del Espíritu de adopción y de los dones que el Espíritu concede a la Iglesia del Señor.
Esto quiere decir que la doctrina de ‘Solus Spiritus’ no haría justicia solamente a lo que dice la Biblia sino a lo que enseñaron nuestros padres protestantes.
04.- ‘Solus Spiritus’ complementa la obra del Hijo con la obra del Espíritu.
Con razón los reformadores hicieron hincapié en lo que Cristo había hecho ‘por’ nosotros. Al pagar por nuestros pecados en la cruz conforme a los ‘cantos del Siervo’ del profeta Isaías, Cristo compró nuestra salvación. La obra del Hijo fue algo objetivo, algo que no puede ser alterado ni destruido, algo que sucedió fuera de nosotros (extra nos).
No obstante, pese a su gran habilidad teológica, los primeros protestantes no consiguieron desarrollar una profunda teología de lo que Cristo ahora hace ‘en’ nosotros por medio del Espíritu. El protestantismo tendría que esperar hasta los grandes avivamientos evangélicos del siglo XVIII y el auge del pietismo antes de complementar la obra objetiva del Hijo con la obra subjetiva del Espíritu de Dios.
Poco a poco la Iglesia protestante empezó a darse cuenta de que hace falta algo más que simplemente profesar fe en unos hechos objetivos realizados por Cristo. El Espíritu tenía que aplicar dichas verdades al corazón del impío a través de la regeneración.
Gracias a la doctrina del nuevo nacimiento, el protestantismo del siglo XVIII recuperó los elementos vitales de amor, gozo y paz que habían sido ausentes a lo largo de casi toda la época medieval. Además la llenura del Espíritu Santo, la santificación y la Gran Comisión llegaron a ser cada vez más prominentes en la teología protestante gracias al nuevo giro hacia la obra del Espíritu.
En este sentido, si decidiéramos añadir una sexta sola a nuestro credo protestante, podríamos complementar la obra objetiva del Hijo con la obra subjetiva de su Espíritu. Tendríamos una confesión más robustamente bíblica y más plenamente protestante.
05.- ‘Solus Spiritus’ ya está implícito en las cinco solas.
En realidad la doctrina de ‘Solus Spiritus’ no estaría añadiendo nada nuevo a lo que ya está registrado en las cinco solas. Si nos fijamos cuidadosamente, veremos cómo la obra del Espíritu está presente en todas las cinco solas.
En fin, una sexta sola –‘Solus Spiritus’- serviría para hacer patente lo que ya está latente en la confesión protestante.
06.- ‘Solus Spiritus’ nos aleja de los errores del pasado y del presente.
La doctrina del ‘Solus Spiritus’ nos ayudaría a alejarnos de los peligros doctrinales del pasado y del presente tanto fuera como dentro del campo evangélico.
Por un lado, la teología errada del Catolicismo Romano contra la cual todos los reformadores pelearon no ha desaparecido todavía. Aunque el Segundo Concilio Vaticano (1962-65) resaltó la obra del Espíritu de una forma sin precedentes en el pensamiento católico, Roma sigue limitando la obra del Espíritu al ministerio sacerdotal del sistema eclesial.
En gran parte, la teología católica ha sustituido al Espíritu por la autoridad apostólica de la Iglesia, su ministerio, la Virgen y el mérito humano. En vez de resaltar la exclusividad de la obra del Espíritu en la regeneración del pecador, Roma sigue creyendo en la eficacia de los sacramentos para que una persona alcance la vida eterna.
Por el otro lado, la teología errada de ciertos grupos evangélicos necesita ser corregida también. Tristemente, en muchos círculos evangélicos contemporáneos la conversión a Cristo se ha convertido en una cuestión de levantar la mano en el culto, repetir la oración del pecador, conocer cuatro leyes espirituales o de “tomar tu decisión por Cristo”. Falta una clara enseñanza sobre lo qué es el nuevo nacimiento, la nueva creación, la resurrección de la muerte espiritual.
En otros círculos más carismáticos y neo-pentecostales, hay un auténtico abuso del Espíritu cuando cualquier sueño, visión, profecía o manifestación extraña es proclamada como “una obra del Espíritu”. Lo mismo podríamos decir sobre la supuesta autoridad incuestionable de los nuevos “ungidos de Jehová”, esto es, los llamados ‘apóstoles contemporáneos’.
Una pneumatología profundamente bíblica serviría para derribar tales desviaciones doctrinales. Si volviéramos a estudiar la obra del Espíritu en profundidad, podríamos salvaguardar a nuestra amada Iglesia de semejantes prácticas y creencias tan perniciosas.
Conclusión
Entonces, ¿por qué incluir una sexta sola -¡Solus Spiritus!- en nuestra lista de convicciones protestantes?
¡Sola Scriptura! ¡Sola gratia! ¡Solus Christus! ¡Sola fides! ¡Soli Deo gloria! ¡Solus Spiritus!
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