El dinero brinda el potencial para marcar una diferencia, no simplemente para ganarnos la vida.
Los seguidores de Cristo han de imitar a su Señor desarrollando un estilo de vida de buenas obras: “Enséñales que hagan bien, que sean ricos en buenas obras”. El Dios que nos provee abundantemente espera que respondamos abundantemente practicando buenas obras. Nadie insiste con mayor firmeza en la Escritura que no somos justificados delante de Dios por medio de las buenas obras sino por medio de la gracia de Dios que nos ha sido dada gratis.
Al mismo tiempo, nadie pone mayor énfasis en que el pueblo de Dios manifestará la realidad de su nueva vida a través de las buenas obras en el poder del Espíritu Santo. El énfasis del Nuevo Testamento es constante:
Así brille vuestra luz delante de los hombres, para que vean vuestras buenas acciones y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos (Mateo 5:16).
Porque somos hechura suya, creados en Cristo Jesús para hacer buenas obras, las cuales Dios preparó de antemano para que anduviéramos en ellas (Efesios 2:10).
[…] nuestro gran Dios y Salvador Cristo Jesús, quien se dio a sí mismo por nosotros, para redimirnos de toda iniquidad y purificar para sí un pueblo para posesión suya, celoso de buenas obras (Tito 2:13-14).
[…] y en cuanto a estas cosas quiero que hables con firmeza, para que los que han creído en Dios procuren ocuparse en buenas obras (Tito 3:8).
Y que nuestro pueblo aprenda a ocuparse en buenas obras, atendiendo a las necesidades apremiantes, para que no estén sin fruto (Tito 3:14).
Y consideremos cómo estimularnos unos a otros al amor y a las buenas obras (Hebreos 10:24).
Por tanto, ofrezcamos […], sacrificio de alabanza a Dios, es decir, el fruto de labios que confiesan su nombre. Y no os olvidéis de hacer el bien y de la ayuda mutua, porque de tales sacrificios se agrada Dios (Hebreos 13:15-16).
Mantened entre los gentiles una conducta irreprochable, a fin de que en aquello que os calumnian como malhechores, ellos, por razón de vuestras buenas obras, al considerarlas, glorifiquen a Dios en el día de la visitación (1 Pedro 2:12).
Pablo no especificó cuáles son estas buenas obras. Era claro que tenía en mente actos de bondad y compasión que satisficieran las necesidades de las personas. Y es importante que mencionara las buenas obras antes de hablar de la generosidad. A las personas con buena capacidad financiera a menudo les es más fácil dar dinero que tiempo, pero el Señor no permitirá que los ricos crean que tienen esta opción. No solo han de hacer buenas obras; han de ser ricos en ellas.
Los seguidores de Cristo también han de desarrollar un estilo de vida de generosidad: “Enséñales que […] sean […] generosos y prontos a compartir”. Las dos palabras que se han traducido como “generosos” y “prontos a compartir” son prácticamente la misma palabra en el original en griego y sirven para reforzar la idea de la generosidad financiera. La generosidad es la norma del Nuevo Testamento para dar.
De gracia recibisteis, dad de gracia (Mateo 10:8).
En todo os mostré que así, trabajando, debéis ayudar a los débiles, y recordar las palabras del Señor Jesús, que dijo: “Más bienaventurado es dar que recibir” (Hechos 20:35).
Pero esto digo: El que siembra escasamente, escasamente también segará; y el que siembra abundantemente, abundantemente también segará. Que cada uno dé como propuso en su corazón, no de mala gana ni por obligación, porque Dios ama al dador alegre. Y Dios puede hacer que toda gracia abunde para vosotros, a fin de que teniendo siempre todo lo suficiente en todas las cosas, abundéis para toda buena obra (2 Corintios 9:6-8).
Dar generosamente es dar de manera proporcional, no simplemente dar un porcentaje. Si bien el diezmo puede ofrecer una pauta útil, no es suficiente para mostrar la generosidad de aquellos que han sido abundantemente bendecidos por Dios. Tal y como lo comenta Fred Smith: “Yo creo firmemente que el diezmo para los ricos es una vía para que ellos se libren de dar” (“A Holy Boldness Toward Money” [“Una santa osadía hacia el dinero”], Revista Leadership (Liderazgo), primavera de 1981, p. 49).
Dar con generosidad también es dar con gozo, porque “Dios ama al dador alegre”. Y dar con generosidad es dar de manera deliberada. No es algo impulsivo o espasmódico, sino que se hace en base a la reflexión y en oración.
La generosidad sirve como un tapón para la codicia en nuestras vidas. Cuando Kart Menninger escribió un libro en 1981 titulado Whatever Became of Sin? (¿Qué fue del pecado?), recibió una carta del autor de un libro sobre el dinero, expresando su agradecimiento por el capítulo de Menninger sobre la avaricia. Menninger respondió: “Creo que su cuestión, ‘¿Cómo podemos ayudar a que las personas se alejen de la codicia y se acerquen a la generosidad?’ es una de las grandes preguntas morales de nuestra era. Yo añadiría, ‘¿Cómo podríamos lograr que se alejen de la venganza y se acerquen a la magnanimidad?’ La codicia es una de esas enfermedades que no ‘mejoran’; puede ser incurable. Es probable que las personas con enfermedades mentales que vienen a nuestra Clínica Menninger mejoren —incluso sin la aplicación de habilidades profesionales— pero no es así con la codicia” (John y Sylvia Ronsvalle, Behind the Stained Glass Windows [Detrás de los vitrales], p.202). Esa es una declaración extraordinaria viniendo de una perspectiva secular. Sin embargo, existe una cura para la codicia, y esta involucra el cultivo deliberado de la generosidad.
La generosidad es un estilo de vida que se le ha ordenado tener al pueblo de Dios. Hemos de ser abundantemente generosos porque Dios ha sido abundantemente generoso con nosotros. La generosidad también es un estilo de vida que elegimos tener. Es la decisión deliberada del seguidor de Cristo de imitar a su generoso Señor que se ha dado a Sí mismo. Esto sucede porque aquellos que son ricos en este mundo actual saben que no viven sólo para este mundo. Esa es la razón por la que Pablo dirige nuestra atención más allá de la era presente hacia la era venidera en 1 Timoteo 6:19.
El dinero necesita la perspectiva de lo eterno
Pablo dijo que las personas generosas, “acumula[rán] para sí el tesoro de un buen fundamento para el futuro, para que puedan echar mano de lo que en verdad es vida” (6:19). La sabia mayordomía acumula recompensa eterna. El dar y las buenas obras son una inversión en la eternidad. La Biblia constantemente nos recuerda que nuestra fidelidad aquí y ahora tiene consecuencias eternas. Dios recompensa a su pueblo. Nuestra generosidad no solo ayuda a los demás aquí y ahora, provee bendición para nosotros a lo largo de toda la eternidad. El dar no trata acerca de perder riqueza sino de acumular tesoros celestiales. El Señor Jesús es quien nos enseñó a pensar en el tesoro celestial:
No os acumuléis tesoros en la tierra, donde la polilla y la herrumbre destruyen, y donde ladrones penetran y roban; sino acumulaos tesoros en el cielo, donde ni la polilla ni la herrumbre destruyen, y donde ladrones no penetran ni roban; porque donde esté tu tesoro, allí estará también tu corazón (Mateo 6:19-21).
Nuestra manera de dar revela si estamos motivados fundamentalmente por los valores eternos o por los valores presentes. D. L. Moody observó: “No toma mucho tiempo descubrir dónde se encuentra el tesoro de una persona. Con la mayoría de las personas, en 15 minutos se puede decir si sus tesoros se encuentran en la tierra o en el cielo”. El consejo del Señor no es que no invirtamos nuestro dinero para obtener ganancias, pero, no obstante, Él quiere que nos aseguremos de adoptar una perspectiva amplia y que nos preocupemos más por las ganancias eternas que por las terrenales.
Las personas generosas también “echan mano de la vida que es la vida de verdad”. La sabia mayordomía echa mano de la vida. Escuchamos a la gente decir: “Esto es la buena vida. ¡Esto es vivir de verdad!” A menudo eso describe un momento en el que uno se ha permitido un capricho especial. Existe lo que se llama la vida real, y se refiere a vivir la vida a plenitud aquí y ahora de una manera que sea coherente con las promesas de Dios para la eternidad. Tal y como Pablo lo escribió anteriormente en su carta: “La piedad es provechosa para todo, pues tiene promesa para la vida presente y también para la futura” (1 Timoteo 4:8).
La vida es rica cuando usamos las capacidades y los recursos que Dios ha puesto a nuestra disposición para marcar una diferencia en las vidas de los demás. Y existe una enorme diferencia entre vivir con un hambre de placer y hacerlo con una sensación de propósito. Los momentos de mayor riqueza en la vida vienen cuando usamos nuestro dinero para hacer avanzar el Reino de Dios. Eso es la vida real, y su valor se extiende mucho más allá del mundo presente, hacia la eternidad.
En 1999, la muerte de Oseola McCarty captó la atención de los medios de comunicación. Por un lado, esto fue algo sorprendente, porque la Srta. McCarty había vivido en la oscuridad. Había pasado toda su vida en Hattiesburg, Mississippi, lavando ropa para los adinerados, a 0,50 Euros la pila de ropa, usando una tabla de lavar pasada de moda.
Luego, a la edad de 87 años, dejó pasmados a los funcionarios de la Universidad del Sur de Mississippi haciendo una donación de US$ 150.000. ¿De dónde había obtenido semejante cantidad de dinero? Ella había llevado una vida frugal, ahorrando cuidadosamente, e invirtiendo con sabiduría. Ya anciana, se supo que tenía US$ 150.000 y decidió que había algo mejor que hacer con ese dinero que gastarlo en ella misma. “Tenía en el banco más dinero del que podía usar; —dijo— no puedo llevarme nada de este mundo conmigo, así que pensé que lo mejor sería dárselo a algún joven para que se pudiera educar. Ella se sintió avergonzada ante toda la atención que recibió, pero, cuando los periodistas le preguntaron por qué había hecho eso, Oseola tomó prestadas algunas palabras que nos son familiares: “Más bienaventurado es dar que recibir. Lo he comprobado”.
La generosidad es un giroscopio dado por Dios que le proporciona estabilidad a nuestras vidas. Pablo hace un vívido contraste entre dos maneras de vivir, y sólo una de ellas es apropiada para un seguidor del Señor Jesucristo. Aquellos que desean enriquecerse, que se caracterizan por la codicia, se “hunden […] en la ruina y en la perdición” (1 Timoteo 6:9). Su barco se hunde en los mares del materialismo y el consumismo. Pero aquellos que viven con una generosidad que imita a Cristo “acumulan para sí el tesoro de un buen fundamento para el futuro, para que puedan echar mano de lo que en verdad es vida” (1 Timoteo 6:19). No solo alcanzan su destino a salvo, sino que florecen cuando llegan. El libro de Hebreos ofrece el mismo mensaje:
Sea vuestro carácter sin avaricia, contentos con lo que tenéis, porque él mismo ha dicho: nunca te dejaré ni te desampararé, de manera que decimos confiadamente: El Señor es el que me ayuda; no temeré. ¿Qué podrá hacerme el hombre? (Hebreos 13:5-6).
(Artículos extraídos y adaptados del librito Cultivemos un corazón de contentamiento, escrito por Gary Inrig y publicado por Ministerios Nuestro Pan Diario en su serie Tiempo de Buscar. Puedes encontrar este y otros libritos sobre diferentes temas en: http://nuestropandiario.org/2009/09/serie-tiempo-de-buscar/
El link para la descarga de este librito en concreto es: http://d38mwqd0l2astu.cloudfront.net/files/2011/01/V3270_Contentamiento.pdf?7489a8
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