La sociología de la religión estudia la expresión social de la fe que da identidad a un grupo.
Una invitación para impartir un curso ha provocado regresar con ojos nuevos al tema de la sociología y los retos que ella lanza a la tarea exegética de la Palabra.
Hace varias semanas recibí un correo electrónico para enseñar un curso intensivo de sociología de la religión. Los participantes serán estudiantes de un seminario protestante/evangélico de una ciudad cercana a la capital del país. Acepté la invitación y sabiendo que la temática es amplísima me puse a diseñar los contenidos del curso en tres grandes ejes. Aquí voy a describir los dos primeros. Del tercero solamente menciono que vamos a leer y dialogar sobre estudios sociológicos que han investigado sobre la conversión al protestantismo evangélico (mayormente en su vertiente pentecostal) en diversas regiones y sectores de la nación mexicana.
El primer eje está conformado por una visión panorámica de los orígenes de la sociología, descripción de las obras y propuestas de los pioneros de la disciplina. Como existen muchos textos introductorios a lo apuntado anteriormente, me decidí por recomendar a los asistentes la lectura del libro Sociología, de Anthony Giddens, publicado por Alianza Editorial. La sección a estudiar es el capítulo 1, en el cual quien fuera director de la London School of Economics and Political Science hace un buen resumen de lo que es la sociología y su campo de estudio.
Una vez fijadas las nociones básicas del ser y quehacer de la sociología vamos a detenernos en describir una rama de ella, la sociología de la religión. Si la teología desarrolla y/o estudia un sistema de creencias, ya sea este implícito o explícito, la sociología de la religión estudia la expresión social de la fe que da identidad a un grupo. Además de ciertas nociones metodológicas, en el curso haremos un rápido recorrido por los clásicos y cómo han caracterizado lo religioso. Aquí nos va ser de gran utilidad la obra de Roberto Cipriani, Manual de sociología de la religión, Siglo XXI Editores, Buenos Aires, 2004.
Vamos a incursionar en el análisis de los retos y oportunidades que representan las ciencias sociales, en particular la sociología, para el estudio de la expresión social de la fe. Porque una cuestión es lo que doctrinalmente se confiesa y otra lo que un grupo manifiesta como conducta social. Aquí será de provecho el pequeño libro, solamente por su tamaño, de David Lyon, Cristianismo y sociología, Editorial Certeza, Buenos Aires, 1979.
El segundo eje en el curso va a centrarse en tres puntos: 1) Sociología y reconstrucción social del mundo del Nuevo Testamento. 2) Características culturales básicas del entorno del cristianismo primitivo, y 3) Estudios sociológicos sobre las comunidades neotestamentarias. En las últimas tres décadas ha crecido de manera exponencial un campo de estudio que comenzó a rendir frutos en los 70´s y 80´s del siglo XX. Me refiero a lo que podemos llamar una exégesis sociólogica y/o antropológica de la Biblia.
La Revelación bíblica tuvo lugar en momentos históricos específicos. En dichos momentos vivieron personas que tenían contextos socioculturales cuyo desconocimiento puede llevarnos a comprensiones anacrónicas de la Biblia. Entre nuestra lectura de la Biblia y los actores que en ella se describen existe un abismo sociocultural, un mundo mental y simbólico, enorme. Tal separación debe ser salvada con puentes cognitivos que tengan por objeto reconstruir para nosotros el mundo social de la Biblia.
Leer documentos antiguos, como es la Biblia, demanda una recreación del mundo original en que esos documentos fueron procreados/transmitidos. Sobre el punto bien sostiene Bruce Malina que “los textos siempre requieren ser interpretados, ya que en un texto no pueden cobrar expresión a la vez todas las dimensiones de un sistema social. Siempre falta alguna información necesaria para comprender plenamente el texto. Es el intérprete quien ha de aportar esta información, con el fin de que la persona o cosa objeto de interpretación pueda ser entendida con facilidad y de la manera más completa posible. Para que pueda tener lugar una comunicación adecuada, el texto necesita un contexto (literalmente: junto con el texto) que consiste en el sistema social en el que originariamente tuvo lugar la comunicación lingüística […] Dado que los documentos del Nuevo Testamento son obras del siglo I enraizados en una época y un lugar específicos, sería más bien necio esperar que los autores de los mismos pudieran haber pensado en lectores separados de ellos por dos mil años. Por tanto, parece ser que si queremos tratar de manera justa a los autores bíblicos, deberemos esforzarnos en portarnos como lectores considerados. Como es obvio, el lector de documentos del pasado que quiere proceder con consideración tendrá que hacer el esfuerzo de llevar consigo a su lectura un conjunto de escenarios acordes con la época, el lugar, y la cultura de los autores bíblicos” (El mundo social de Jesús y los evangelios, Editorial Sal Terrae, Santander, 2002, pp. 34 y 41-42).
La desconsideración sociológica de leer la Biblia sin los referentes socioculturales que le dan sentido a la sección que se está estudiando, y después enseñar o predicar a otros, ha llevado a malentendidos que después se constituyen “verdades” cuyos constructores consideran irrefutables. Una lectura considerada, como le llama Bruce Malina, debiera conocer que, por ejemplo, la sociedad del Nuevo Testamento, como cualquier otra de la antigüedad, era una de alta contextualización. La sociedad de alta contextualización, “produce textos esquemáticos e impresionistas que dejan mucho a la imaginación del lector o del oyente. Puesto que la gente cree que sólo es necesario explicitar unas cuantas cosas, sólo unas cuantas son de hecho explicitadas. La razón de ello radica en que la gente ha sido socializada en formas compartidas de percibir y actuar y, por tanto, muchas cosas pueden darse por supuesto” (op. cit., p. 47).
Sobre el apartado de leer sensibilizados culturalmente la Biblia, y para acometer la tarea valernos con las herramientas de la exégesis sociológica, estoy proveyendo a quienes se matriculen en el curso de nutrida bibliografía básica y adicional. Aquí solamente menciono dos obras iluminadoras, la de Kenneth E. Bailey, Paul Trough Mediterranean Eyes. Cultural Studies in 1 Corinthians, InterVarsity Pres, Downers Grove, Illinois, 2011. Hay una edición en español, publicada por Grupo Nelson, bajo el título Pablo a través de los ojos mediterráneos: estudios culturales de Primera de Corintios; y también la de John H. Elliot, Un hogar para los que no tienen hogar. Estudio crítico social de la Carta primera de Pedro y de su situación y estrategia, Editorial Verbo Divino, Navarra, 1995.
El libro de Elliot contiene pistas metodológicas de los puntos a seguir para llevar a cabo una exégesis sociológica. Son muy útiles para animarnos a emprender la labor interpretativa comunitaria, ya que “una exégesis genuinamente sociológica de las Escrituras parece que no sólo requiere un diálogo continuado entre los exégetas y los sociólogos, sino también –necesariamente– un compromiso y una labor de equipo de personas procedentes de diferentes culturas y estratos de la sociedad. Tal exégesis, entonces, no podrá pronunciar das letzte Wort (“la última palabra”) sobre un texto, sino que tratará siempre de tener espíritu crítico con respecto a sus propias perspectivas y permanecerá atenta constantemente a las perspectivas de otros. De esta manera, la exégesis se convierte –ella misma– en una empresa social. La interpretación del texto, como la composición original y la transmisión del texto, se convierte en parte de una interacción social” (op. cit., pp. 53-54).
Es un equívoco concluir que la exégesis sociológica es una rendición incondicional a un relativismo interpretativo exacerbado. Más bien, me parece, es necesario comprender que la exégesis sociologica es un proceso que nos posibilita avances comprensivos e interpretativos de la Palabra, pero que señala siempre hacia horizontes de mayor entendimiento por parte de quienes escudriñan esa Palabra.
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