La virgen María creía en las cinco solas de la Reforma protestante.
Damas y caballeros, hermanos y hermanas, tengo algo emocionante que contaros hoy. ¡María era protestante!
“¿Qué? ¿Cómo? ¿Pero estás bien de la cabeza, Will?”
Tranquilos, calmaos un poco. Me explico.
Sé perfectamente que María vivió quince siglos antes de que sucediera la grandiosa Reforma protestante. Sé que la palabra ‘protestante’ no fue usada para aludir a los evangélicos hasta el 1529.
Y también sé que María nunca se topó con Lutero ni Zuinglio ni Calvino por la calle. No obstante, cuando digo que María era protestante, me refiero a que su doctrina era cien por cien evangélica.
“¿Qué? ¿Cómo? ¿Pero te falta un tornillo, Will?”
Tranquilos. Ahora viene la exposición.
Nos vamos a enfocar en diez versículos poderosos que se hallan en Lucas 1:46-55. Se trata de una sección del Nuevo Testamento conocida como el Magníficat en la cual María alaba al Señor por la noticia de que ha de ser madre del “Hijo del Altísimo” (1:32). En aquella alabanza, la virgen se refiere (inconscientemente) a lo que hoy día conocemos como las ‘cinco solas’ de la Reforma protestante.
Aquí están:
01.- Sola Scriptura
El principio formal de la Reforma fue ‘Sola Scriptura’, es decir, que la suprema norma de fe y conducta para el creyente es la bendita Palabra de Dios. Es fácil observar cómo el cántico de María está repleto de citas bíblicas. Es como si María hubiera sacado sus palabras de alabanza directamente de 1 Samuel 2:1-10. Además de 1 Samuel hay alusiones a los Salmos y al libro de Génesis en tan solo diez versículos.
Cuando proclama que Dios, “esparció a los soberbios en el pensamiento de sus corazones. Quitó de los tronos a los poderosos” (vv. 51-52), podría haber estado pensando en Faraón, Coré, Amán, Nabucodonosor, Belsasar o en algún otro rey malvado de Israel o Judá. Con todo, a pesar de su juventud, María era una mujer versada en las Escrituras y se gozó en dar a conocer el contenido de las mismas.
02.- Sola gratia
El cántico de María se centra en las proezas y maravillosas hazañas del Todopoderoso. Mira la cantidad de cosas que Dios hace en estos pocos versículos: “Ha mirado la bajeza de su sierva”, “me ha hecho grandes cosas”, “Hizo proezas con su brazo”, “Esparció a los soberbios”, “Quitó de los tronos a los poderosos”, “Exaltó a los humildes”, “Colmó de bienes a los hambrientos”, “Envió vacíos a los ricos”, “Socorrió a Israel”, “Se acordó de la misericordia de la cual habló”. ¡Diez acciones divinas en cuestión de diez versículos!
María se regocijó en la soberanía, la grandeza y la fidelidad del Omnipotente. Es su pura gracia la que le lleva a levantar a “siervas” como María para glorificar su nombre. María sabía que el milagro de la encarnación no tenía nada que ver con su supuesta bondad ni potencial humano sino únicamente con la gracia de la Roca de Israel.
03.- Sola fide
La fe es omnipresente en el Magníficat de María. Es la fe de Dios en María la que produce su gran alegría en el Señor, la que le hace gloriar en su bajeza humana y la que le hace recordar las preciosas promesas del Señor. “Socorrió a Israel su siervo, acordándose de la misericordia de la cual habló a nuestros padres, para con Abraham y su descendencia para siempre” (vv. 54-55).
Es decir, María ubicó el nacimiento del Mesías dentro del contexto del pacto que Dios había hecho con Abraham siglos antes. La fe se aferra celosamente a las promesas del Altísimo. En palabras de J.C. Ryle, “Aprendamos del ejemplo de esta santa mujer a asirnos con firmeza de las promesas de la Biblia, pues esto es de la mayor importancia para conservar nuestra paz interior”.
04.- Solus Christus
Como acabamos de comentar, María se gozó en la noticia de que el Cristo iba a nacer ya que Dios iba a cumplir la promesa que había hecho a Abraham. Cristo es el cumplimiento de todas las promesas de Dios. Cristo es el Sí y el Amén del Señor. Gracias a su fe en la promesa de Dios, María pudo levantar en alto el nombre de “Dios mi Salvador” (v. 47).
En el Evangelio de Lucas, los términos relacionados con la salvación se emplean una y otra vez para referirse al ministerio de Jesús. Lucas 19:10 es un buen ejemplo: “Porque el Hijo del hombre vino a buscar y a salvar lo que se había perdido”. María entendió que la salvación de Dios alcanza al ser humano a través de la simiente de Abraham, a saber, Jesucristo.
María se regocijó en el fruto de su vientre porque aquel hijo iba a ser luz para revelación a los gentiles “y gloria de tu pueblo Israel” (Lucas 2:32). La alabanza de María era una alabanza cristológica.
05.- Soli Deo gloria
María no quería darle la gloria a nadie sino solo a Dios por su tremenda obra de salvación. ¡Toda la gloria para el Señor! ¡A Él, a Él y sólo a Él! Empieza María diciendo, “Engrandece mi alma al Señor” (v. 46). A lo largo de los siglos, éste ha sido el clamor del pueblo protestante: ¡sólo a Dios sea la gloria porque sólo Él es digno, sólo Él es santo! “Santo es su nombre y su misericordia es de generación en generación a los que le temen” (vv. 49-50). Si María estuviera entre nosotros hoy, no soportaría que nadie se gloriase en otra cosa que no fuera el Rey de gloria.
Conclusión
Con todo lo antedicho, queda claro a la luz del Magníficat que la madre del Señor Jesús, María –esposa de José- estaría totalmente de acuerdo con las cinco solas de la Reforma protestante.
Se gloriaría en la ‘Sola Scriptura’ porque vivía saturada de la Palabra; en ‘Sola gratia’ porque reconoció que todo lo bueno desciende de Dios; en ‘Sola fides’ porque confiaba en lo que Dios había profetizado; en ‘Solus Christus’ porque a través del Hijo del Todopoderoso recibió el perdón de sus múltiples pecados; y en ‘Soli Deo gloria’ porque sólo quería vivir con el fin de darle al Señor toda la gloria que le correspondía.
Así que sí, estoy bien de la cabeza. Y no, no me falta ningún tornillo. Y vuelvo a recordaros una vez más lo que hemos visto hoy: María, por lo menos en su doctrina, era cien por cien evangélica.
¡María era protestante! Ahora que lo sabes, ¿por qué no se lo cuentas a alguien? ¡Adelante!
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