Fidelidad no es una palabra vacía. Tiene tantas implicaciones que nos va la vida en ello.
Emprender una obra de grandes dimensiones siempre es un reto. Muchos expertos en ingeniería, historiadores y arqueólogos siguen investigando las técnicas y secretos arquitectónicos de algunas de las edificaciones más famosas de la antigüedad, como la pirámide de Keops, el zigurat de Ur o la gran muralla china.
Comparativamente, la muralla de Jerusalén no requería de complejas técnicas para su edificación pero formó parte del proyecto de reconstrucción del pueblo de Dios, enmarcado en el plan de trabajo más dilatado y trascendente de la historia: La restauración del ser humano original, tal y como lo diseñó su creador.
Participar en esta obra como colaboradores de Dios implica una firme determinación. Somos conscientes de que nos desborda desde cualquier vértice desde el que podamos analizarlo, bien sea su planificación, ejecución o incluso comprensión, por no hablar de la sabiduría o la visión que se requiere. Dado que ninguno de nosotros es competente para tal labor, resulta casi inverosímil que estemos participando y queda meridianamente claro que ninguno está por sus aptitudes.
Ahora bien, esto no significa que podamos servir a Dios de cualquier forma. El apóstol Pablo menciona la fidelidad como el valor más importante de cualquier obrero a las órdenes del Maestro constructor (1 Co. 4:1-2)
La fidelidad es uno de los valores más desgastados y maltratados en la post-postmoderna sociedad actual. Se ha caricaturizado y tergiversado hasta perder cualquier viso de realidad. Parece una empresa propia solo de generaciones pasadas. Hoy es más razonable ser funcional que fiel. La fidelidad es un viejecito que permanece al lado de la mujer de su vida porque así le enseñaron que debía vivir. No es resultado de su voluntad libre y personal, sino del acervo cultural, la educación y los condicionantes históricos.
Esta visión sesgada y poco fiel al diccionario ha ganado mucho terreno y popularidad en nuestros días. La fidelidad, sin embargo, es definida como "guardar la fe, ser constante en los afectos, en el cumplimiento de las obligaciones y no defraudar la confianza depositada" (RAE) entre otras acepciones.
En el transcurso de la construcción de la muralla de Jerusalén podemos ver la fidelidad de Nehemías, su absoluta determinación por llevar a cabo la obra que le ha sido encomendada. Sufre ataques, desgaste emocional, críticas internas, cansancio severo, oposición externa de enemigos que se sienten amenazados por la obra, coacción espiritual, intentos de asesinato y, por supuesto, el peso de la responsabilidad que implica liderar al pueblo y el destino de tantas familias...
¿Quién podría soportar todo esto sin determinación? ¿Quién podría terminar el proyecto de construcción sin fidelidad a la causa? Fidelidad no es una palabra vacía. Tiene tantas implicaciones que nos va la vida en ello. Nuestra participación en la obra espiritual de transformar el mundo está inevitablemente vinculada a nuestra fidelidad al Jefe de obra.
Soportar las inclemencias del tiempo, las sorpresas desagradables, las presiones sociales, las traiciones internas, la carga del trabajo, la persecución religiosa, las propias inseguridades y temores requiere, por encima de todo, fidelidad. La valentía de entender que la obra de Dios nos trasciende, la tenacidad para no rendirse ante la adversidad, la oración que nos mantiene atentos a la voluntad del diseñador e impulsor de la obra, la intimidad con el Espíritu que guía e ilumina el camino, la paciencia para no sucumbir ante la oposición, el desengaño o las apariencias de fracaso. O quizá incluso la fortaleza para soportar fracasos parciales, caídas torpes y desobediencias ocasionales.
La fidelidad no es estática, es dinámica. No es un viejecito sin voluntad, es una vida de plenitud con decisión y valor. Las dificultades llegarán porque la obra es compleja y tiene enemigos declarados. Ante la oposición, será de gran ayuda que nuestro corazón esté inclinado hacia la fidelidad a Jesús con determinación inquebrantable.
Parafraseando a Josué (en Jos. 24:15) caudillo de Israel en difíciles tiempos de conquista, escojamos hoy para quién trabajar, o en la reconstrucción de este mundo a través de la obra de Jesús o... ¿O qué otro proyecto te parece que merece tu vida?
Yo ya he escogido. Ahora debo ser fiel.
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